Los tres

Comenzó a cantar su canción. Su voz tiernamente inundó la habitación.

Dango, dango, dango, dango, dango daikazoku

Dango, dango, dango, dango, dango daikazoku

Con delicadeza, trazó una perfecta figura, seguida de otras dos. Tomó tres colores y se quedó observándolos con una sonrisa. Sin prisa, coloreó su dibujo.

Yancha na yaki-dango yasashii an-dango

Sukoshi yumemigachi na tsukimi-dango

Osumashi goma-dango yotsugo kushi dango

Minna minna awasete hyakunin kazoku

Sus manos se movían con una gracia impropia. Sus ojitos miraron hacia fuera y sonrió. Quería que su dibujo quedara perfecto. Era para ellos después de todo.

Aka-chan dango wa itsumo shiawase no naka de

Toshiyori dango wa me o hosometeru

La voz de Sanae-san la distrajo de su labor. La estaba llamando. Negó con su cabeza y sus cortos cabellos se mecieron al compás, dándole un aspecto dulce. Sin embargo, no dejó de cantar. Sus pequeños labios se movían, los mayores no podían escucharla pero sabía que su dibujo expresaría lo que en palabras no podía - o no sabía -, decir aún.

Nakayoshi dango te o tsunagi ooki na marui wa ni naru yo

Machi o tsukuri dango hoshi no ue minna de waraiau yo

Usagi mo sora de te o futte miteru dekkai o-tsuki-sama

Ureshii koto kanashii koto mo zenbu marumete

Casi estaba listo, sólo faltaba el fondo. Hizo una pequeña mueca, con rostro pensativo tomó el verde y coloreó lo blanco de la hoja. Su mirada inocente irradiaba una luz y un amor que sobrecogía quien la mirase.

Nakayoshi dango te o tsunagi ooki na marui wa ni naru yo

Machi o tsukuri dango hoshi no ue minna de waraiau yo

Usagi mo sora de te o futte miteru dekkai o-tsuki-sama

Ureshii koto kanashii koto mo zenbu marumete

Sonrió. Su sonrisa iluminó el cuarto. Se paró y sus pequeños pies comenzaron a caminar hacia el patio donde se encontraban sus padres y abuelos. El sol golpeó con sus rayos su carita, obligándola a cerrar un poco sus ojitos. Cuando se acostumbró, se acercó aún cantando su bella canción.

Dango, dango, dango, dango, dango daikazoku

Dango, dango, dango, dango, dango daikazoku

La melodiosa voz de la pequeña se escuchó. Los mayores dejaron de hablar y apreciaron a la pequeña figura que se aproximaba cantando. En su mano traía un dibujo. Extendió sus manos y con una expresión feliz en su infantil rostro dijo:

- Mami, Papi, ¡Los amo! – Se sonrojó un poco y Okazaki Tomoya no pudo evitar sonreír, esa idéntica a su madre.

- Ushio… - Nagisa se levantó de su asiento y abrazó a su hija. Las lágrimas salieron de sus ojos al fin y siguieron su curso por las mejillas sonrosadas de la mujer. – Yo también te amo.

Okazaki contempló el dibujo. Tres dangos estaban junto a una planta y el sol se hallaba en lo alto del cielo. Un dango de color azul estaba al lado de otro de color naranja claro. En medio de ellos estaba un pequeño dango rosado. Abrazó a las dos mujeres de su vida, a su familia.

- Las amo… - Y ya no pudo decir más.

Aunque Ushio no entendió el por qué del llanto de su madre y aún menos la lágrima que su padre derramó y terminó cayendo en su frente, no impidió que los abrazara hasta donde sus brazos le permitían.

Dango, dango, dango, dango, dango daikazoku

Dango, dango, dango, dango, dango daikazoku

Los tres, juntos, terminaron la canción que los unió.