Era una tranquila tarde de primavera en casa de la familia Yukihara, los pequeños mellizos Mikan y Miko jugueteaban y corrían por el jardín teñido de rosa gracias a los cerezos cercanos mientras que su madre Yuka los contemplaba sonriente junto a su marido Izumi.
Ellos vivían en una gran casa rústica de madera con un jardín enorme, cercano a un parque rodeado de cerezos florecientes donde los pequeños pasaban las tardes junto a sus amigos, Hotaru y Tsubasa.
La vida de esos dos pequeños no podía ser mejor, tenían una familia unida a pesar de pequeña ya que solo tenían a sus padres y un tío, pero este trabajaba en un colegio lejano como director y solo recibian unas pocas cartas al año de él que parecían preocupar a sus padres, pero por más que preguntaban nunca obtenian una respuesta.
— Tranquilos chicos, os vais a caer.— Les decía su madre al ver como los mellizos peleaban por subirse al columpio.
—¡Pero mamá! ¡Yo llegué primero!—Gritó como pudo la pequeña Mikan con el pie de su hermano aplastándole la mejilla.
—Oye Yuka, ya que hoy es domingo y lo tengo libre ¿Qué tal si vamos al parque a dar un paseo? ¿Os gusta la idea, chicos?— Preguntó Izumi mirando a los dos niños que ahora peleaban por una pelota, casi al instante, dejaron la pelota en el suelo y lanzaron una mirada de suplica a su madre.
— Está bien, pero no volveremos muy tarde. — Respondió mirando a su marido, quien asintió con una sonrisa.
— ¡Salimos en 10 minutos! — Gritó su padre al ver a los dos niños nuevamente peleándose por la pelota.
Cuando todos estuvieron preparados, la familia salió a dar un paseo por el parque hasta que poco después se encontraron con sus amigos, Tsubasa y Hotaru.
—¡Mamá, Mamá! ¿Podemos ir a jugar con ellos? —Preguntó Mikan tirando con insistencia de la camisa de su madre, quién parecia hablar preocupadamente con los padres de sus amigos, aunque Mikan no le prestó mucha atención, pues estaba impaciente por poder abrazar a su mejor amiga.
—Está bien, papá y yo estaremos hablando con los padres de Hotaru y Tsubasa.— Respondió y los dos niños corrieron hacia el árbol donde se encontraban sus amigos.
—Hota-chan! — Mikan gritó corriendo con los brazos abiertos hacia Hotaru para abrazarla, pero lo único que hizo Hotaru fue dar un paso a la izquierda para esquivar a Mikan y que esta cayera de bruces contra el suelo. Hotaru a veces podía ser muy cruel, pero en el fondo ella haría cualquier cosa por Mikan, esta iba a reprocharle por esquivarla cuando Miko la interrumpió.
—Hotaru ¿Estás bien?— Preguntó el chico con preocupación, al escuchar esto Mikan volvió a mirar a Hotaru, quien estaba cabizbaja y tenia los puños fuertemente apretados, como si estuviera conteniendo las lágrimas.
—Veréis... nos tenemos que ir, no hemos podido decíroslo antes pero no nos queda mucho tiempo, así que tendremos que despedirnos rápido.— Murmuró Tsubasa con una sonrisa triste.
Hotaru fue la primera en despedirse. — Mikan... prométeme que pase lo que pase volveremos a encontrarnos, prometeme que nunca te olvidarás de mí. — Susurró y abrazó con fuerza a Mikan, esta aún no sabía cómo reaccionar, a pesar de que le devolvió el abrazo casi al instante.—Te lo prometo.— Le susurró, aún sin entender nada de lo que estaba pasando.
— Y tú, Miko, cuídate y cuída de ella por mí, los dos sabemos que es demasiado torpe ella sola..—Sonrió y también abrazó a Miko, los mellizos estaban desconcertados sobre todo cuando Hotaru se fue corriendo, ya que no pudo contener más las lágrimas.
—Tsubasa ¿Qué pas...— Mikan fue interrumpida por un abrazo de oso de Tsubasa.
—Te echare de menos pequeña, espero que algún día podamos volver a vernos.—Dijo y le dio un beso en la frente, cosa que hizo que Mikan se sonrojara y que su hermano se entrometiera entre ellos con una mueca.
— Seguirás siendo igual de protector siempre ¿Eh? Te echare de menos estúpido, cuídate. — Bromeó y con una sonrisa triste se fue corriendo por donde Hotaru se había ido antes.
Los mellizos lo siguieron, pero cuando llegaron Hotaru y Tsubasa parecían haber desaparecido y sus padres lucían nerviosos.
— Mamá ¿Qué ha pasado? — Preguntó Miko, al ver a su madre con ojos tristes.
— Ellos están bien, no es nada.—Les sonrió, aunque él notó que aquella sonrisa era falsa.
— Antes de irnos ¿Porqué no jugáis un rato con la pelota? Tengo que hablar con mamá un momento.— Ordenó su padre agachándose para revolver el pelo de Miko con una sonrisa, quién tenía el ceño fruncido.
Los dos niños obedecieron y empezaron a pasarse la pelota tranquilamente.
— Mikan, iré a beber agua, no te muevas de aquí ¿Vale? — Le ordenó Miko a su hermana mientras ella jugaba sola, pero en uno de los golpes la pelota salió disparada hacia la carretera. Mikan, ingenua, salió corriendo a buscar la pelota.
Cerca de allí su padre Izumi la buscaba junto a su madre y su hermano para volver a casa.
— Miko... ¿Dónde está tu hermana? Es hora de irnos. — Su padre le preguntó, pasándose la mano por el pelo con preocupación.
— Debería de estar aquí... ¡Le dije que me esperase mientras iba a beber agua!— Exclamó preocupado al no verla por ninguna parte.
Los tres comenzaron a buscarla hasta que de repente, Miko y su padre vieron a una niña en medio de la carretera mientras un coche iba hacia ella a toda velocidad, su padre salió corriendo en busca de Mikan pero Miko se quedo inmóvil, su cuerpo no reaccionaba.
—¡Mikan!— La llamó su padre mientras corría hacia ella, pero ya era demasiado tarde. En cuanto Mikan levantó la mirada sintió como su cuerpo se paralizaba presa del pánico.
Lo siguiente que se escuchó fue el sonido chirriante de las ruedas contra el asfalto y un grito desgarrador que llamó la atención de Yuka, quién empezó a correr desesperadamente hacia el accidente.
Sangre... Era lo único que se podía apreciar por la carretera además de los gritos desesperados de Mikan.
—¡Papá!—Exclamó, mirando aturdida el cuerpo ensangrentado de su padre junto a ella.
Izumi pudo llegar antes de que el coche atropellara a Mikan, pero al salvarla fue él quien ocupó su puesto.
Mikan se levantó como pudo, tenía las rodillas y los codos ensangrentados pero no le importó, ella solo corrió hacia su padre para despertarle, un río de lágrimas corría por su cara.
—¡Papá despierta! ¡Por favor! ¡Papá!— Gritaba una y otra vez, zarandeando a su padre para que abriera los ojos, pero no había reacción, se quedó llorando en su pecho hasta que de pronto notó una mano sobre su cabeza.
—Mikan.— Murmuró su padre, tosiendo sangre…demasiadas cantidades.
—¿Papá?— Lo llamó con un hilo de voz.
—Mikan...muchos problemas vendrán en el futuro, Miko y tu sois especiales… tenéis que ir a Gakuen Alice, allí estaréis a salvo. — Susurró, pero Mikan no entendía lo que decía.
—¡Mikan busca ayuda!— Gritó Yuka y se arrodillo al lado de su marido –Por favor no te mueras, por favor Izumi, te pondrás bien.— Yuka lloraba sosteniendo la mano de su marido. Mikan se asustó ante tal grito de su madre, pero fue corriendo a buscar ayuda.
—Te amo.— Murmuró Izumi limpiándole las lágrimas a su mujer y, poco a poco, fue cerrando los ojos, hasta que su corazón dejó de latir.
— ¡No! ¡Izumi!— Gritó desesperadamente, pero a pesar de sus intentos por despertarlo, era demasiado tarde.
Habia muerto.
Cuando la ambulancia llegó ya no había nada que hacer, a pesar de que se llevaron a Mikan al hospital para curarle las heridas superficiales.
En el hospital hablaron con Yuka, que lloraba y caía al suelo de rodillas al escuchar a los médicos mientras Miko abrazaba a Mikan en la sala de espera, quién no paraba de temblar y sollozar, y aunque ninguno de los dos derramó una lágrima en ese momento, sus expresiones lo decían todo.
Esto solo acababa de empezar.
