Hakuouki Shinsengumi Kitan no me pertenece, es propiedad de Idea Factory. Yo solo uso a sus personajes y me divierto con ellos, no lucro con esto de ninguna manera.


Prólogo

Mi nombre es Nakamura Shiori. ¿De qué sirve saber eso? No lo sé realmente. Solo soy una simple mujer de la cual la vida se ha burlado muchas veces. No soy especial en ningún sentido ni me considero una mujer que alguien quisiera desposar realmente.

¿Familia? Quisiera saber qué es eso. A mi edad he trabajado duro para traer comida a casa, no sabía que era una familia pero tampoco estaba sola en este mundo, tengo a mi hermana Asuna conmigo. Ambas hemos sobrevivido desde que yo tenía 12 años, una edad muy joven para tener las responsabilidades de una madre y un padre pero, ¿Quién iba a acoger a dos niñas huérfanas si apenas las familias subsistían en esa época?

Tuvimos suerte creo. No todas las personas son malas y aquellos que nos dieron una mano siempre estarán en nuestras oraciones y pensamientos hasta el fin de nuestros días.

¿Por qué terminamos así? Mi padre le debía casi la vida a unas personas, el dinero que apenas ganaba en su trabajo terminaba en manos de otros al apostarlo o bebérselo. Mamá siempre nos escondían cuando papá llegaba de beber. No era necesario hacerlo, siempre terminaba descargándose con nosotras también.

Papá fue asesinado frente a nosotras. Mamá fue ultrajada muchas veces frente a mi hermana y a mi hasta que la luz de sus ojos se extinguió para siempre. A nosotras nos perdonaron la vida porque sí, no dieron motivos y no fue tampoco que no nos vieron porque sí lo hicieron... no sé, tal vez fue piedad, algo que no se veía mucho en aquellos años y menos en asesinos.

Cuando hablo de personas buenas en esta vida siempre recuerdo a los buenos vecinos que nos ayudaron con los cadáveres de mamá y papá; aquellos que nos dieron un refugio y comida por un tiempo. Tuvimos que quemar los cuerpos de nuestros padres y fue justamente ahí cuando Yonemura-san, una de las vecinas, nos dijo: "Su madre no hubiera querido que ustedes se encadenaran a su cuerpo. Ella ya no está y su espíritu ahora es libre como el viento. Ustedes busquen su propio camino de ahora en adelante y jamás vean el horrendo pasado porque este ya quedó atrás y nunca volverá"

Y tenía razón, demasiada por así decirlo. Las tantas veces que tuvimos que cambiar de hogar siempre nos sentimos libres al saber que mamá estaba siempre con nosotros y no en hueco bajo tierra. A mí siempre me han gustado mucho las flores, todas las clases que hay y me hubiese gustado dejarles unas a mamá en su tumba pero fue ahí cuando entendí lo que dijo Yonemura-san. El mantenernos encadenadas se refería a que hubiéramos permanecido ahí, para siempre, tan solo porque el cuerpo de mamá estaba ahí, en una tumba.

Eso no era vida y al tener la edad suficiente me encargué de sacar a Asuna de ahí. Pero fueron esas personas que alguien, o algo, ponen en el camino de la vida. Por suerte la mayoría han sido buenas pero también ha habido malas.

En mi opinión, nuestra vida no ha sido tan mala. Hemos pasado por mucho, eso sí, pero no siempre fue mala. Al cumplir mis 14 años logramos establecernos en un pueblo cercano a Kyoto, era muy acogedor pero aún así sobrevivir era un reto cada día ya que yo era la única que trabajaba y mi hermana se quedaba en casa. Hasta el día que conocimos a Sakurai Naoko-san. Puede que una de las mujeres más hermosas y elegantes que he conocido en mi vida.

Largos cabellos castaños, ojos color esmeralda, piel tan blanca como la nieve y labios maquillados delicadamente en un tono rojo suave. No debía tener ni 30 años para ese entonces, era joven y hermosa. Aún recuerdo las primeras palabras que me dijo.

— ¿De dónde sacaste esos hermosos ojos? —para mí no era pregunta nueva, no me gustaban mis ojos en realidad, eran un mal recuerdo. Son tan azules como un cielo durante primavera y mi cabello es negro como la noche. ¿Por qué los odiaba tanto? Por la sencilla razón de que son exactamente iguales a los de mi padre.

—Mi padre me los dio, gracias por notarlo—yo estaba mugrienta, tenía que limpiar el piso de un restaurante para ganar dinero y darle de comer a mi hermana que en ese entonces tenía solo 9 años. Yo estaba en mis deberes cuando ella me vio.

— ¿Por qué una niña tan linda como tú está limpiando el piso de alguien? Te vas a dañar esas hermosas manos y tu rostro esta lleno de tierra y sudor—sacó un pañuelo y me limpió la cara con él.

—Para que mi hermana pueda comer—yo no tenía modales, era una chica del campo y mis padres tampoco eran señores feudales, solo eran campesinos.

— ¿No quisieras trabajar en otra cosa? Puedo asegurarte que ganaras más dinero y que tú hermana y tú tendrán una vida más tranquila y económicamente hablando estarán bien.

— ¿Enserio puede hacer eso? —no sabía nada de la vida y con los años aprendí que esas sonrisas de Naoko-san tenían doble significado. Podía ser bueno o peligroso.

—Te lo puedo asegurar, una niña como tú puede ganar bastante en mi negocio. Eres hermosa.

Sin que me dijera mas nada, ni lo pensé mucho, accedí. Esa noche fue hasta nuestra casa y no es por nada pero casi huye de ahí. Vivíamos, literalmente, en un hueco de ratas. No era mucho pero fue lo único que logramos conseguir ya que la persona que nos lo dio tuvo piedad de nosotras al ver que no teníamos dinero para pagar un alquiler.

Cuando accedí a trabajar con Naoko-san, pensé que podría darle una mejor vida a Asuna. Que no tuviera que trabajar, comprarle ropa de buena calidad, tres platos al día, un lindo lugar para que ella y yo viviéramos hasta que ella se casara con un buen hombre y que yo me quedara sola hasta el fin de mis días. No tenía muchas esperanzas de casarme, sinceramente. Nunca amé, nunca sentí atracción por alguien en particular, yo solo pensaba en el futuro y en como viviríamos el mañana.

Naoko-san me llevó a trabajar en su negocio. Una pequeña tienda de té, pensé que ahí solo vendían té y se le vendía comida o dulces a las personas que llegaban ahí. Éramos muchas chicas las que trabajábamos ahí durante el día, éramos como diez chicas en total que atendíamos, cocinábamos y preparábamos el té. Al principio Naoko-san me dijo que trabajara solo hasta que se vislumbrar el crepúsculo en el cielo, a la vez que me instruían en cosas como la forma de atender a los clientes, a ser más delicada, a como lavarme bien y ya que habían muchos hombres que se creían que podían tocar de mas, nos instruían en defensa pero solo en nuestras piernas y a usar armas de corto alcance. Eso sí me pareció un poco raro al principio pero nunca estaba mal saber algunas cosas de defensa personal.

Estuve trabajando desde que salía el sol hasta que aparecía el crepúsculo por unos 7 meses, en los cuales me enseñaban varias cosas y eso pasaba en los días libres que eran cada tres días. Mis piernas sufrían al principio pero al cabo de ese tiempo ya no sentía nada y estaban más fuertes que antes y podía defenderme de más de uno que la mano le resbalaba por donde no debía. Asuna y yo vivíamos tranquilamente y no nos preocupábamos por el dinero casi nunca.

—Shiori, hoy no vas a trabajar—me dijo Naoko-san una tarde de verano. Nos tenia tanta confianza que no usa formalidades de ningún tipo con nosotras, como si fuera nuestra madre y eso no me molestaba.

— ¿No? ¿Por qué? Solo falta un día para mi día de descanso, Naoko-san.

—Lo sé linda pero ha llegado la hora de que veas para que te traje aquí desde un principio.

Durante esos 7 meses pasó mi cumpleaños y ya a mis 15 años las personas me decían que debía estar casada, a lo cual yo siempre renegaba porque no tenía tiempo para esas cosas y menos para encargarme de un hogar e hijos.

—Naoko-san, ¿A dónde me lleva? —Naoko-san me tomó de la mano y me jaló hasta un cuarto trasero donde tenía su oficina. Jamás había estado por esa parte y me sentí perdida.

—Dime una cosa Shiori—esa mirada que puso no me gustó. Ya estábamos en su oficina y nos sentamos para estar mas cómodas— ¿alguna vez un hombre se sobrepasó contigo?

— ¿Ah? ¿Qué pregunta es esa?

—... ¿Alguna vez te explicaron cómo se hacen los bebés? —yo negué con la cabeza— ¿Alguna vez has escuchado el cuento de la anguila y la cueva?

—No.

—Bueno, cuando la anguila del hombre tiene hambre siempre busca en la cueva de la mujer...

— ¿Se refiere a cuando un hombre y una mujer tienen relaciones íntimas? —aguanté la risa cuando vi la cara de Naoko-san.

—... ah... sí, pero me acabas de decir que no sabías.

—Mentí, quería ver qué historia me iba a contar. A mí me la contaron con las abejas y las flores...

—Ya veo.

—Y lo presenciaba siempre—Naoko-san quedó sorprendida—papá siempre obligaba a mamá a hacer eso frente a nosotras, mi hermana y yo estábamos escondidas pero habían veces que él nos obligaba a ver y decía que el deber de una mujer es obedecer y darle a su marido lo que él pida.

—... la vida es dura e injusta—yo la miré a los ojos y medio asentí—este mundo es cruel con los débiles, por esa razón nosotras al ser consideradas débiles siempre piensan que debemos vivir en la miseria y llevarnos lo más amargo de la vida.

— ¿Usted lo cree así?

—Todo depende, siempre le digo a mis chicas que mantenernos neutrales es nuestro deber. Puede que haya unas que se lo merecen, puede que otras no... todo depende. Shiori, vuelvo a preguntar, ¿te ha tocado un hombre alguna vez?

—No, jamás.

—Perfecto—ella se levantó se sentó a mi lado—aquí nosotras no solo servimos té, al caer la noche nos transformamos en los deseos de un hombre, en sus fantasías mas secretas, en los olores y sabores mas ocultos para ellos. Hay muchas maneras de satisfacer a un hombre, todo depende de quién sea la persona. Somos sus escapes, la única forma que tienen de salir de la realidad de lo que se viene.

— ¿Acaso... me está diciendo que...? —mi cara debió delatar todos mis pensamientos.

—No lo veas así, prefiero que lo veas de la manera en que nosotras vendemos nuestras habilidades, no nuestros cuerpos, podemos llegar a un momento en el que si la persona lo quiere entonces se lo damos pero nuestro objetivo no es ese.

—Es lo mismo que la prostitución.

—Míralo como quieras, aquí cada chica es neutral y no importa si lo ven de un lado o si lo ven del otro porque cada chica que he traído se ha quedado.

— ¿Y si me niego?

—Entonces busca otra manera de mantener a tu hermana.

— ¿Y no podría solo trabajar como lo he estado haciendo? Guardare su secreto, juro que no diré nada.

—No lo harás—Naoko-san se levantó y volvió a sentarse del otro lado de su escritorio—quiero también que entiendas que nosotras no trabajamos con cualquier cosa que tenga un pene colgando entre las piernas—yo me quedé petrificada, jamás había conocido a alguien que hablara tan fácilmente de cosas así.

— ¿No?

—No, nosotras solo trabajamos para dar compañía a los soldados, los tiempos están difíciles y los soldados vienen desde Kioto para descargarse, vienen hasta acá en busca de mis chicas. Algunos buscan saciar deseo carnal después de mucho tiempo sin sentir el cuerpo de una mujer, otros solo buscan compañía pero nada de intimidad, todo depende. Aquí vienen soldados de todo tipo, por eso nos mantenemos neutrales, no apoyamos a nada ni a nadie. Ni al Shogunato ni al Emperador. Aquí solo apoyamos el bien del pueblo.

—No importa cuál sea ese bien.

—Exactamente.

Miré al suelo y apreté mis puños. Había sido engañada de una manera cruel y yo con mi inocencia caí como una tonta, pero yo solo pensaba en el bien de mi hermana, la única persona que me quedaba en la vida.

—Estos siete meses han venido varios clientes predilectos. Siempre que llega una chica nueva se corre la voz entre la milicia. Capitanes, vice-capitanes, soldados y muchos más vienen a evaluar de lejos a la chica, tu ya has atendido a muchos de ellos—me sorprendí bastante, jamás me di cuenta de nada, jamás vi uniformes que mostraran el status de la persona—yo escojo a los tres mejores que están dispuesto a quitarte tu flor, de ese dinero la mitad es tuya y luego entrarías a trabajar después de que aparezca el crepúsculo hasta el amanecer por supuesto yo te diré tus días de descanso y los días que vas a trabajar en temprano sin venir en la noche. Parte del dinero que ganes va a ir a este lugar y otra parte va para ti y tu querida hermanita. Seguirás entrenando tus piernas mientras tanto y con las armas de corto alcance, no permitiré que anden desprotegidas.

— ¿Esta demente? —Naoko-san me sonrió y soltó una risa que no me tranquilizó para nada.

—No, solo busco ayudar a chicas como tú.

La decisión estaba en mis manos. O una vida miserable en un hueco de ratas junto a mi hermana, ambas muriendo de hambre o vender lo único, aparentemente, valioso que tengo y ganar una buena cantidad para poder comer varios meses y seguir con eso varias veces.

—Me imagino que hay reglas en esto.

—Sí las hay, Shiori. Hay tres reglas de Oro que jamás debes romper: 1. Jamas debes quedar embarazada de nadie, si lo llegas a hacer yo misma me encargaré de eliminarlo con un método sencillo—tragué duro, ¿Cómo podía hacer esa maldad? —2. No puedes acostarte con los clientes fuera de aquí. Acuéstate con quien quieras menos con algunos de los soldados que vienen hasta acá—me parecía justo—y 3. Jamás te vayas a enamorar de un cliente. Aquí se viene a trabajar no a buscar marido.

— ¿Y si rompo alguna de esas tres?

—Puedes considerarte expulsada de aquí. Con el asunto de los embarazos hemos tenido varias chicas anteriores a las que ya conoces que han cometido la estupidez de embarazarse del hombre del que se enamoraron tan solo para tener una parte de ellos por si jamas volvían. Algunas decidieron quedarse con los bebés, las que vez aquí hoy en día jamas han cometido esa estupidez.

—No dejarlas tener los bebés ni enamorarse es muy cruel, Naoko-san.

—No lo es, solo las protejo de un destino oscuro. Aquí varios vienen es por placer o compañía, no por amor. Todas aquí son como mis hijas, no permito que nadie hiera a mis hijas. Tu misma lo sabes, es un mundo cruel.

—...

— ¿Estarías dispuesta a que tu hermana hiciera esto algún día?

— ¡Jamás! Úseme a mí pero a mi hermana déjela fuera de esto—sus ojos mostraron compasión conmigo, igual que la primera vez que la vi.

—Escucha—se levantó y me tomó de los hombros con delicadeza—hay tres personas que están interesadas en ti—me sorprendí al escuchar eso.

— ¿Tres?

—Sí, después de todo quién sabe si serán tus clientes frecuentes luego de esto—en mis oídos eso sonó muy feo—no puedo darte los nombres de a quienes apoyan o para quienes trabajan, solo puedo darte sus nombres y rangos.

—...

—Kimura Shintaro, Capitán de primera división. Sakamoto Akihiro, vice-capitán. Nakagauchi Harukaze, capitán de octava división.

—Gracias... pero... usted lo va a escoger así que no veía motivo para que los dijera.

—Asumo que has aceptado.

—... Sí, acepto.

Luego de eso pasaron dos semanas en las cuales las chicas junto a Naoko-san me preparaban para ese día. Mi cabello, mi ropa, mi maquillaje, mis manos, mis pies, cada rincón de mi cuerpo era estrictamente cuidado, todo para ese día.

Cuando el día llegó Naoko-san me guió a la parte del negocio donde jamás había entrado. Era más grande de lo que parecía y mis pensamientos eran cada vez más ruidosos, quería salir huyendo y no volver jamás, buscar algo mas... pero... sabía que jamás encontraría algo que me diera más dinero para vivir con normalidad.

Había muchas habitaciones, todas iluminadas por una pequeña flama. Creo que incluso oí a Hanami-chan. Una de mis primeras amigas desde que llegué. Escuchaba gemidos y más gemidos que venían de algunas de las habitaciones, mi cuerpo se tensaba y no podía respirar con normalidad. Empecé a llorar.

—No llores, Kimura-san no va a ser malo contigo—me dijo Naoko-san que me acompañó hasta la habitación donde todo sucedería. Varias chicas me dijeron que era una habitación especial, que si él quería estar ahí toda la noche entonces yo no podía oponerme a nada.

—...

—Sé que debes estar asustada pero piensa en el motivo por el cual lo haces—en ese momento se me vino la imagen de mi hermana. Su hermoso cabello negro, sus ojos color cielo como los míos y su piel clara como la mía, me dieron mas ánimos de seguir porque la quiera ver feliz.

—Estoy bien.

Cuando llegamos a la puerta Naoko-san me tomó de los brazos y me dio un fuerte abrazo. Estaba llorando. Ella había dicho que todas nosotras éramos como sus hijas pero, ¿sería una madre capaz de mandar a su hija a hacer este tipo de cosas?

—Recuerda siempre hacer lo que él te diga—yo asentí con pesadez—él vendrá a mi cuando todo haya acabado. No me odies por esto.

—... —mi voz estaba apagada, no podía decir nada. Solo podía agarrar las mangas de mi hermoso kimono rojo y jalar de ellas como si fuera la única manera de escapar de ahí. Mi cabello estaba recogido y adornado con varias ornamentas que, según Naoko-san, pertenecieron a su madre.

Naoko-san abrió la puerta por mí, mi cabeza estaba mirando el suelo, mi cuerpo caminaba solo. Al escuchar cerrarse la puerta corrediza logré volver y fue cuando detalle mejor el lugar.

Era grande, en el centro de la habitación había un enorme futón con sabanas blancas, un incienso prendido y un hombre sentado en el borde de la ventana, mirando las calles de esa pequeña ciudad donde vivía.

—Tu debes ser Shiori-san—su voz no fue ni ruda ni sonó como alguien que estuviera lleno de deseo carnal a morir— ¿Por qué me miras así?

—Eh... yo... —no sabía que decir ni a dónde mirar. Cuando levanto la mirada él ya estaba acercándose a mí a paso lento.

—No voy a hacerte daño—se acercó más a mí y me acarició la mejilla—lamento esto pero desde que te vi la otra vez que estabas sirviendo té, no pude resistirme, quería hacerte mía.

—... —miré su rostro. Me sorprendí al notar que no era viejo, todo lo contrario, era un hombre joven de largos cabellos negros, ojos del color de la madera, nariz recta y hermosa sonrisa. Su mano acariciaba mi mejilla con delicadez como si fuera seda. Yo aún tenía miedo a pesar de ver que su aspecto era todo lo contrario a lo que creí.

—Buenas noches...

—Todo será rápido, tengo que ir a una misión así que no te preocupes que no te voy a obligar a pasar toda la noche conmigo—yo asentí ante sus palabras como si me controlaran.

Se acercó a mi rostro y le dio un beso a mi mejilla. Fue bajando e iba dejando un camino de besos por mi mejilla, mi cuello y mi clavícula hasta que mi kimono cayó al suelo y el de él también. Recuerdo que me sentí muy bien, luego sentí dolor y a los pocos segundos todo se había ido. No podía dejarlo ir, al sentirlo dentro de mí fue una sensación única, me sentí libre.

Cuando todo acabo ambos estábamos cansados y llenos de sudor. Tomó parte de la sabana y me tapó con ella. Me dijo que se tenía que ir y que si la suerte estaba de su lado, nos volveríamos a ver. Me dio un beso en los labios, pero no cualquier beso, uno tan lleno de pasión que quise volver a estar en sus brazos.

Cuando termine de vestirme, Naoko-san entró a la habitación.

— ¿Cómo te sientes?

—Bien, fue doloroso pero estoy bien.

—Dime... cuando todo acabó, ¿él estaba aún dentro de ti? —esa pregunta me extrañó un poco. Asentí con la cabeza y ella me sonrió—vamos, te prepararé un té—me sentía normal pero aún así no podía estar tranquila.

Esa fue la primera noche donde comienza mi historia en este mundo y que puede que no haya hecho nada para cambiar los eventos que ocurrieron en Kyoto, pero estuve en ellos y mi vida y la de mi hermana jamás fue la misma.

Continuara.


Hola, ¿Cómo están? Quise intentar escribir algo por acá. Por favor, denle una oportunidad a esta pequeña historia, no sé si vaya a ser muy largo o corta, todo dependerá de lo que mi cabeza invente.

Puedo decir que Shiori no es una chica con nada fuera de lo normal. Una chica que sufrió los eventos de la época junto a otras personas y que no, ella no es una Mary Sue en lo absoluto. Cualquier duda solo pregunten.

Me despido por los momentos, dejen comentarios si les gustó y si quieren saber más de esta historia.

Me despido y espero que esto les guste.

Althea de Leo.