NOTA IMPORTANTE: En este relato Rosalie no forma parte de los Cullen , sino me fastidiaría la historia xDDD... Así que lo siento si sois fans de ella, pero es muy probable que no aparezca a lo largo del relato, y si lo hace será muy muy al final.
PROLOGO
Soledad. Era el sentimiento que dirigía mi vida hacia lugares cada vez más oscuros. Incluso cuando me veía rodeada de gente, algo a mi alrededor les distanciaba. Era incapaz de saber que era ese algo, pero ahí estaba, acechando. Cuando por fin sentía que comenzaba a tener gente a la que querer, esa sombra hacía acto de presencia y se los llevaba lejos de mí.
Así, durante años, permanecí confinada en mi propio mundo. Sola y distante de una realidad que parecía reacia a aceptarme. Daba igual cuanto luchara, daba igual cuanto me aferrara a la gente, tarde o temprano terminaba de nuevo aislada en un burbuja demasiado resistente para ser rota.
Poco a poco caí en la desesperanza y la resignación. Estaba condenada a vagar sola sin un rumbo fijo, y la fuerza que se encargaba de que así fuera era demasiado fuerte para mí. Luchar no tenía sentido, así que, ¿para qué hacerlo?. La salida más fácil era rendirme, vivir la vida gris que me esperaba y esperar porque algún día la sombra que me acechaba decidiera darme tregua.
De todos modos, comenzaba a acostumbrarme, había tenido demasiado tiempo hacerlo. Cuando apenas tenía doce años, mis padres murieron en un terrible accidente, y me vi obligada a vivir en una casa de acogida. No puedo decir que fuera una vida feliz, pero tampoco recibiría la clasificación de mala. Fue entonces cuando el escudo que me encerraba se formó entorno a mí, nada de amigos, nada de familia, nada de nada. Vivía cada día con la simple esperanza de que algo entibiara mi soledad, de que la oscuridad que lo cubría todo fuera eliminada por un poco de luz.
Pero nunca sucedió.
Había días en que lo afrontaba con fuerza, como si nada de eso me hiriera, como si no necesitara a nadie a mi alrededor. Otros en cambio, me hundía en la más profunda de mis miseras, siendo incapaz de respirar profundamente; el dolor en mis costillas me lo impedía. En esas ocasiones me quedaba encerrada en la fría habitación de mi apartamento, acurrucada entre mis mantas como una niña asustada del exterior, rogando porque el dolor terminara de una vez. Nunca lo hacía, pero al menos, cuando pasaba mi pequeño gran ataque de ansiedad, se volvía más soportable.
Soledad.
¿Qué es la soledad?
Apenas un muro de piedra entorno a tu corazón. Quizás un halo de oscuridad asustando a la gente que pretende acercarse. Tal vez un monstruo que hiere a todo aquel que pretende consolarte con su roce. Un poco de todo, un mucho de nada.
