Aun no sabía si era un privilegio o una maldición, pero por lo que podía darse cuenta, Jean-Jacques Leroy le consideraba actualmente alguien digno de confianza. Aún cuando se había negado repetidas veces diciéndole a su jefe que tenía novia, este le había rebatido este argumento recordándole que él mismo tenía prometida, pero que solo irían por un poco de diversión, que solo verían, así que no había nada de malo.
"Secrets", se llamaba el club para caballeros al que estaban entrando, y por lo que podía ver era bastante exclusivo, aunque no comprendía aún el porque.
- Yakov! – saludó Leroy al ver al viejo hombre, y que era dueño del lugar
- Leroy! Hace tiempo que no te veía – respondió este el saludo, dándose un fraternal abrazo
- Este hombre me tenía con mucho trabajo, además quería ver que fuera de confianza – dijo el moreno, mirando de reojo al Kazajo que le acompañaba
- Y debe de serlo, de otra forma no lo habrías traído contigo – agregó el mayor con una sonrisa cómplice
- Lo sé, así que cuando decida volver después, quiero que le des acceso ilimitado – dijo Jean, quien siendo el heredero de la gran empresa familiar, tenía el dinero de sobra para darse ese tipo de lujos
- Ya veremos si decide volver – dijo Yakov, mirando al otro, que lucía bastante serio a sus ojos, aunque eso no le decía nada, ya había tenía muchos años en el negocio para saber que esos de alguna forma eran los más ambiciosos en cuanto a los places de la carne se trataba, así como llenos de secretos.
- Todos volvemos Yakov, lo sabes, tienes lo mejor de la ciudad aquí – aduló el moreno
- Lo tenía, aún lamento la decisión de Víctor de retirarse… - mencionó el mayor, suspirando pesadamente
- Pero tienes a Yurio, es todo una joya… por cierto, ¿ya ha salido? – preguntó Jean, mirando entonces hacía dentro
- Es solo un niño – respondió el mayor, antes de mirar el reloj – llegas justo a tiempo, no debe de tardar en salir
- Entonces hablamos más tarde – dijo Leroy, antes de pasarse – Vamos – animó al kazajo que ahora era su subordinado
"¿Víctor? ¿Yurio?", esos sonaban como nombres de hombres, y estaban en club para caballeros, ¿no era así?, se preguntó Otabek Altin, sin embargo no tuvo mucho tiempo aquella duda, pues cuando pasaron completamente al lugar, en medio del humo de los costosos puros, y bajo las tenues luces que iluminaban las mesas con tubos para los danzantes, lo único que pudo ver, eran los cuerpos de hombres, o jóvenes, que se mecían y complacían a sus clientes.
¿Era Jean-Jacques Leroy, heredero del imperio de bienes raíces más poderoso de Canada, gay? Le miró de reojo, y ante la mirada y la sonrisa en sus labios al ver los masculinos cuerpos, no le quedó mucha duda al respecto.
- Los chicos del lugar son todos limpios y educados, Yavok no tiene nada vulgar aquí, por lo que puedes relajarte – le aseguró el moreno mientras se sentaban en una de las meses frente a la pista principal - ¿Un puro? – ofreció al Kazajo, y ante la mirada de este, no puedo evitar reír – No me mires así, es solo un pequeño gusto, nada de que preocuparse, verás que tú tampoco querrás irte de aquí después
- ¿Tu prometida sabe de esto? – no pudo evitar preguntar, pues ya había conocido a esta en múltiples ocasiones que habían salido en las comidas de negocios
- Por supuesto que no, y tampoco tiene que saberlo tu novia, relájate, es solo diversión – le dijo Leroy mientras el mesero, un chico con ajustado bóxer color plata y un moño al cuello, le traía prendía el puro que previamente le había traído
- ¿Desea algo de tomar? – le preguntó amable el joven
- Solo vodka – respondió Otabek por no ser descortés, y para que se fuera pronto de su lado
A los pocos minutos, la música fue disminuyendo en volumen, y entonces el lugar quedó casi a oscuras
"El día de hoy, y antes de nuestra presentación estelar, tenemos la compañía del joven Yurio"
Se escuchó en todo el local, provocando varios aplausos entre ellos los de su jefe
- ¡Te va encantar! – le dijo al oído Jean para hacerse escuchar sobre la música y los aplausos
"No lo creo" pensó al momento el hombre de cabello castaño, pues a sus 20 años de vida, jamás le habían llamado la atención los hombres.
Sin embargo el pensamiento murió casi al momento, pues el joven que salió y camino hacia el centro de la pista, para nada lucía como un hombre de los que hubiera conocido antes.
Vestía un sencillo short con estampado militar, una camisa de licra verde militar, y una boina del mismo color sobre su rubio cabello, el cual cubría la mitad de su rostro. No miraba a nadie en concreto, y caminaba con firmeza y seguridad hacía el centro de la pista, donde estaba un tubo y al cual se aferró con su pequeña mano, enfundada en el corto guante negro. Lo que siguió, fue una expresión de erotismo tan intensa, que Otabek altin, no pudo despegar sus ojos del otro.
Yurio recargó su cuerpo en el tubo, y entonces comenzó a bajar lentamente hasta ponerse en cuclillas, mientras al mismo tiempo acariciaba su cuerpo por sobre la ropa ajustada. Los muslos se le marcaron antes postura, entonces acaricio estos mientras echaba la cabeza atrás rozando su cuello con el frío metal, cerrando los ojos, como si aquello le complaciera; abrió sus piernas y entonces puso ambas rodillas en el piso, meciendo su cadera contra el tubo, con un movimiento tan candencioso, que le costaba al kazajo pensar que aquel era un hombre. Con una de las manos, se agarró al tubo, y la otra la metió dentro del short para tocar su entrepierna, al mismo tiempo que mordía sus labios de manera sutil y erótica.
Llevó sus piernas al frente, para estirarlas, y entonces una a una, retiro de manera sensual las botas militares que cubrían sus piernas, dejando sus delgadas y blancas piernas expuestas, las cuales fueron acariciadas con cuidado por el mismo. Abrió nuevamente las piernas lo más que podía, solo para minutos antes, acercarse gateando al frente, con una mirada seductora en esos ojos verdes suyos. Casi al borde de la pista, se puso en pie de manera lenta, sensual, al ritmo de la música, antes de dándoles la espalda, volver a inclinar por completo su cuerpo hacía el frente, exponiendo su firme y joven trasero. Volvió junto al tubo, y entonces se quitó la camisa de licra, cuidando no dejar caer la boina militar, y con el pecho desnudo, nuevamente acaricio su cuerpo bajo sus manos cubiertas con los negros guantes, que resaltaban sobre su piel, al mismo tiempo que comenzaba abrir entonces, el short militar.
Sin embargo Otabek no pensaba, solo veía cada movimiento que con sensualidad se movía el rubio, pasando saliva ante las gotas de sudor que las luces de los reflectores brotaban del joven cuerpo ante el calor, y que combinaban a la perfección con la sensual coreografía.
Se había quitado ya el short, quedando solo en un ajusto bóxer negro, que marcaba con claridad su pequeño pero bien formado trasero, y el cual acarició de espaldas al publicó, mientras descendía en lentos y sensuales movimientos, para proseguir después con los guantes que al ser removidos de sus manos, rozaban con delicadeza cada parte de su cuerpo. Lo que siguió fue que su cuerpo se contoneó en sensuales movimientos en el tubo, sin dejar ni una parte de este, ni de su pálido cuerpo sin rozar, solo al final, fue que se quitó la boina, y tras morderla sensualmente y lanzarla al público, la música cesó.
Los aplausos no se hicieron esperar, sobre todo de Jean-Jack Leroy, quien era uno de sus más fieles admiradores, sin embargo Otabek no escuchaba, solo podía mirar hacia donde había desaparecido aquel pequeño, delgado y perfecto cuerpo rubio, de sensual mirada militar.
