Salió de la casa de la mujer que se hacía llamar su madre, poniéndose el sombrero, supuestamente tenía que seguir repartiendo aquellas octavillas, las miró un momento antes de salir fuera, yendo hacia el lugar de reunión con el señor Graves, era un callejón que estaba a tres calles de su casa y suspiró con algo de frío apoyándose en la pared dejando aquellas octavillas en uno de los cubos de basura.
- Credence - Le llamó una voz a su espalda y el moreno se giró con una leve sonrisa al verle, acercándose un par de pasos más hacia él.- Hoy llegaste más temprano -Apuntó el mayor alzando una ceja.
- Cada vez hace más frío - Dijo el otro en respuesta, cruzándose de brazos para intentar mantener algo de calor, desviando la mirada al suelo.
- Credence, ¿qué te he dicho? -Replicó el otro al verlo mirar a sus propios zapatos, cogiéndole del mentón y haciéndole levantar la mirada hacia sus ojos.- Así mejor -Dijo con una voz algo más suave.
- Lo siento, señor Graves -Dijo al oírle aun mirando a sus ojos y apretó ligeramente los labios, las manos de Graves estaban mucho más cálidas que las suyas.
- Estás muy frío -Dijo con cierta mueca de preocupación, dejando ahora la mano en su mejilla, viendo como el joven inclinaba de forma leve la cabeza contra su mano y se apartó sacando algo del bolsillo de su gabardina gris.- Esto es para ti, ya es prácticamente invierno...-Le dijo extendiendo unos guantes de piel negros hacia el joven.
- Se-señor Graves yo no...no puedo aceptarlo -Murmuró algo sorprendido al ver aquellos guantes, pero ante la mirada del mayor los cogió cuando sintió las manos del mayor coger las suyas.
- Un mago con las manos congeladas no puede hacer demasiados hechizos -Dijo alzando una ceja y le puso los guantes despacio, mirándole a los ojos.
Credence iba a replicar que no podría devolverle el favor, pero sabía que el mayor le iba a ignorar y se dejó hacer, mirándose las manos y luego le miró a los ojos esbozando una leve sonrisa, llevaba años sin sonreír hasta que conoció al señor Graves y movió un poco los dedos, sintiendo que aquellos guantes eran cómodos.
- Gracias - Fue todo lo que dijo colocándose algo mejor el sombrero, intentando que el mayor no notase su leve sonrojo en las mejillas, cuando sintió las campanadas de la iglesia y apretó los labios.
Graves le pasó una mano por los hombros, dejándola sobre su nuca y apretó ligeramente los dedos, acercándose a su oído con una leve sonrisa.
- Será mejor que vayas - Susurró sintiendo como la piel del menor se erizaba por su cercanía.- Mañana a la misma ahora
- Aquí estaré -Dijo mirándolo de reojo con apenas un hilo de voz y cuando el tacto de Graves desapareció supo que había usado el hechizo para teletransportarse y salió del callejón llegando a la iglesia, donde iba a comenzar la misa a la que su madre les obligaba a ir, pero decidió esconder los guantes antes de que se los viera.
Habían pasado algunas semanas desde que el señor Graves le había dado los guantes, y de nuevo había podido escabullirse de la atenta mirada de su madre tras terminar el almuerzo y se volvió a poner los guantes, saliendo de la iglesia con la tarea de seguir repartiendo octavillas, pero sus pies fueron casi de manera automática al callejón donde se veía con el auror Percival Graves y levantó la mirada al reconocer los zapatos de este mirándole a los ojos.
- Credence, tengo una tarea para ti -Dijo el mayor mirándolo con una leve sonrisa acercándose a él y le quitó las octavillas de las manos dejándolas caer al suelo.
-¿ Una tarea? -Dijo mirándolo a los ojos, casi con ilusión al oír que podría ser de utilidad para la única persona que había mostrado algo de afecto hacia él.
- Exacto -Dijo aun sin soltar sus manos, casi acariciándolas encima de los guantes y las miró por un segundo.- Sé que has visto los periódicos, te he hablado de esos seres, los obscurus...necesito que me ayudes a averiguar quién es -Le pidió con la voz algo más suave, apenas rozando su piel entre los guantes y las mangas de su chaqueta.- ¿Me ayudarás?
-¿Pe-pero que puedo hacer yo? -Preguntó, mirándolo con un ligero escalofrío al sentir ese roce.
-Tuve una visión y en esa el niño o niña estaba cerca de tu madre, tienes que averiguar quién es - Le contestó, subiendo una de sus manos al cabello de Credence, despeinándole.
El menor fue a protestar, sintiendo que no podría estar a la altura de ayudar a ese hombre hasta que sintió su mano y cerró los ojos por un momento dejándose hacer, ya que se día se había olvidado el sombrero en casa antes de salir y cuando abrió los ojos se topó con el pecho de Graves casi rozando su nariz.
- Eres un buen chico -Murmuró con voz suave, acercando despacio los labios a la frente de Credence, en la cual dejó un pequeño beso, mientras dejaba una mano en su nuca, notando como el chico casi temblaba por aquel roce, pero reconfortado y se separó mirándole a los ojos, dejando la frente contra suya.
-Señor Graves...-Susurró en respuesta, sintiendo que sus mejillas le ardían, pero su corazón se había acelerado y se mordió los labios intentando retener las lágrimas que se habían agolpado en sus ojos, eran demasiados años sin recibir ni si quiera unas palabras bonitas.
El mayor apenas rozó su nariz con la suya, llevando la mano que tenía en su nuca a su mejillas, apenas moviendo el pulgar aun con la mirada en sus ojos y ladeó ligeramente la cabeza rozando sus labios con los del menor que tembló ligeramente, sorprendido y expectante.
-Confío en ti, Credence - Susurró sobre sus labios, rozándolos contra los suyos al hablar y se separó despacio de él, despareciendo en segundos.
Credence se quedó unos segundos en el sitio incapaz de moverse y aun con las mejillas rojas se llevó un par de dos a los labios, sacudiendo luego la cabeza al intentar no pensar en aquello, tratando de peinarse las manos, recordando la tarea que el señor Graves le había encomendado.
El obscurus había atacado de nuevo, está vez al hijo mayor del senador Shaw, pero Credence no podía quitarse de la cabeza las palabras de ese hombre y apretó ligeramente las octavillas entre sus dedos antes de salir a la calle, con el tocho en una mano y la otra con una para ver si alguien la cogía pero se sentía incapaz de levantar la mirada. No quería volver a encontrarse con la misma mirada que el senador Shaw le había dirigido y además estaba anocheciendo por lo que no podría tardar en volver a casa.
Fue entonces cuando le sintió y giró la cabeza hacia la fachada de enfrente viendo al señor Graves que le miraba a los ojos y Credence se olvidó del gentío por un momento, caminando hacia el callejón donde se encontraban, siguiendo al señor Graves que al encararle de frente ladeo la cabeza.
-Estás molesto. Es tu madre otra vez - Dijo casi como una conclusión para sí mismo acercándose un par de pasos hacia el chico.- Alguien dijo algo ¿qué te dijeron? -Preguntó dando dos pasos más hacía delante.- Cuéntamelo
- ¿Crees que soy un bicho raro? -Preguntó sin levantar la mirada de los zapatos del señor Graves, evadiendo sus preguntas, ya que si bien aquello le había molestado le preocupaba más saber que pensaría él.
- No -Respondió casi sin dejarle terminar la pregunta, mirándole a los ojos, encarando los del menor que había levantado la mirada al oírle.- Pienso que eres un joven muy especial o de otra manera no te habría pedido ayudad ¿verdad?
Graves dejó una mano en el brazo de Credence, que parecía sentirse algo más reconfortado con el contacto humano del mayor.
-¿Tienes alguna noticia? -Le preguntó entonces, alzando una ceja.
-Aún estoy buscando - Respondió bajando la mirada de nuevo, quería ser de ayuda pero no contaba con casi nada de información.- Si al menos supiera si es un niño o una...
-Mi visión solo mostraba el imneso poder de un niño -Le cortó el mayor aun mirándole fijamente.- No tiene más de diez años y ya sabes que está cerca de tu madre
-Pero podrían ser cientos -Replicó el menor al oírle decir aquello de nuevo con una ligera mueca de desesperación al saber que no le daría más información, sintiendo como el mayor apretaba ligeramente su brazo y luego le soltó separándose un par de pasos.
- Espero noticias -Sentenció antes de desaparecer tras darle la espalda a Credence.
Volvió a casa, aun pensativo en aquellas palabras al ir a subir las escaleras hacia su pequeño dormitorio vio la figura de su madre sentada en las escaleras y sintió que su corazón se aceleraba, aquello no era una buena señal.
- ¿Donde estabas, Credence? -Preguntó la mujer con una mueca de enfado poniéndose de pie sobre el tercer escalón.-
-No me di cuenta de que era tan tarde -Respondió bajando la cabeza, queriendo desaparecer y apenas miró los pies de su madre.- Lo siento -Murmuró intentando evitar el castigo, pero fue inevitable y su madre extendió el brazo, acto que le hizo coger aire y empezar a desabrocharse el cinturón.
Al día siguiente, Credence tenía que seguir haciendo lo mismo que sus hermanas, repartir aquellas octavillas que mostraban unas manos rompiendo una varita y contuvo el suspiro al salir de la casa, caminó un poco mientras intentaba que al menos alguien cogiese alguna, pero el único hombre que la cogió la tiró al suelo apenas segundos después, cuando sintió de nuevo aquella mirada sobre él y se giró viendo a Graves en la entrada del callejón y sus pies se movieron hacia él.
Al mirarle, el señor Graves parecía nervioso incluso algo molesto y Credence le observó en silencio por unos segundos.
-Credence. ¿Encontraste al niño? -Preguntó con un tono algo autoritario, mirándolo casi ansiando una respuesta, haciendo que el menor bajase aun más la mirada.
- No he podido -Respondió con un ligero temblor en sus hombros, no podía evitar sentirse una decepción para ese hombre cuando le sintió acercarse a pasos rápidos.
Graves extendió un brazo hacia Credence, con cierta calma y le miró casi con afecto apenas moviendo un poco los dedos, ya sabía lo que le había pasado a ese pequeño.
- Muéstrame -Dijo ligeramente autoritario, pero Credence solo emitió un leve quejido, alejándose un par de pasos hacia atrás, en ese momento cogió su mano con delicadeza dejándola sobre la suya propia, viendo que tenía la palma de esta cubierta de profundos cortes rojos, algunos aún sangrando.- Tan pronto como encontremos a ese niño, podrás poner este dolor en el pasado que es donde pertenece
Graves de forma lenta y gentil pasó el pulgar sobre los cortes, haciendo que se curasen al instante, bajo la fija mirada de Credence. Suelta las manos del menor, sacando de uno de los bolsillos de su gabardina un colgante con un símbolo de un triángulo, con un círculo en su interior y una línea en medio que lo cruzaba.
-Quiero que tengas esto, Credence. Se lo confiaría a muy pocos -Dijo acercándose al muchacho, rodeando su cuello con los brazos para poner aquel collar alrededor del cuello de Credence, susurrando.- Muy pocos -Murmuró dejando las manos en el cuello del menor, acercándole algo más a él.- Pero tú, eres diferente
Las palabras no le salen a Credence se siente incapaz de decir nada al sentirle tan cerca, se sentía nervioso por su cercanía pero no le molestaba, cuando sus propios pensamientos se vieron interrumpidos al sentir uno de los brazos de Graves rodear su cuello, abrazándole contra su cuerpo. El menor no se mueve aun con cierta impresión de recibir aquel gesto de alguien más y cerró los ojos, reconfortado por ese gesto, sintiendo la respiración del mayor contra su cuello.
- Cuando encuentres a ese niño, toca el colgante y vendré hasta ti -Susurró contra su piel, dejando la mano libre en el pecho del menor, sobre el colgante.
El menor se atrevió a dejar una mano en la espalda del otro, sintiendo la tela de su gabardina contra sus dedos, y se mordió los labios al sentir la nariz de este rozar su cuello y luego sus labios, sintiendo su cuerpo temblar, apenas dando un leve beso en su cuello y se apartó. Credence mantiene los ojos cerrados, deseando que el contacto continúe.
-El niño está en peligro, Credence. Nos estamos quedando sin tiempo.- Dijo antes de separarse y desaparecer.
Tras esa abrupta separación todo se volvió negro para Credence, que oía las últimas palabras del señor Graves diciéndole que no se le podía enseñar, que ya no le servía para nada y de pronto se vio en la estación de metro, rodeado de una espesa niebla negra que apenas le dejaba vislumbrar las figuras allí presentes, una de ellas, Graves el cual le decía que podía controlarlo que el ayudaría. En ese momento vio más figuras apuntándole con sus varitas y sintió un dolor inmenso.
-¡Graves! -Exclamó abriendo los ojos llenos de lágrimas sentándose en la cama, con un leve quejido y suspiró, intentando secarse las lágrimas del rostro, viendo que seguía en su ahora dormitorio y se abrazó a sus rodillas aun medio tapado por las sábanas, dejando la frente sobre estas.
Era una habitación pequeña, con una ventana al lado de la cama que estaba pegada la pared, enfrente estaba la puerta, aun cerrada y en la pared de enfrente un armario que parecía de madera bastante vieja y un espejo algo sucio, Credence intentó calmarse, secándose las mejillas con las mangas de su camisa, y se echó el cabello hacia atrás. Le había crecido y ahora era bastante rebelde pero no solía preocuparse por como iba peinado y se llevó una mano al pecho, mirando el colgante que el señor Graves le había regalado aquellas vez, no recordaba nada más después de aquello sino verse en un callejón con la ropa rota y con mucho frío, hasta que Gnarlak le vio y le amenazó con llevarle ante los magos del MACUSA sino iba con él. Lo menos que quería era que volvieran a buscarle, el duende le había hecho hacer de chico de los recados o más como una mascota como pago por no delatarle y el no tener a donde ir hizo a Credence aceptar. Miró el colgante antes de ponerse en pie en la cama, dirigiéndose al armario para vestirse y bajar al bar. Era un edificio de unas tres plantas, donde vivía Gnarlak y algunos más, y debajo el bar. Había salido de una cárcel para meterse en otra.
