Nota de la autora: Maya también es conocido por los fans como Tremy de Sagitta.

Disclaimer. Los personajes nombrados pertenecen a Masami Kurumada y Toei Animation. Escrito sin ánimo lucrativo.

Capítulo 1.
Varios caballeros de oro y Shion estaban reunidos en el Coliseo vestidos en sus mejores galas. Habían salido a recibir a una delegación de embajadores que acababa de llegar de Asgard: Hagen de Merak, Alberich de Meghrez y Mime de Eta, quienes para sorpresa de todos y todas venían acompañados de su sacerdotisa: Hilda de Polaris. Un rato más tarde llegaron también Kanon y Baian, representando al reino marino, seguidos de Ikarus y Tesseus, ángeles de Artemisa (no confundir con los de Charlie), amén de los espectros de Hades y otra y muy variada flora y fauna.
Todo este tinglado se debía a que Atena había decidido celebrar su fiesta de compromiso con Julián Solo, la reencarnación de Poseidón, a la que varios dignatarios fueron invitados pero ambos cometieron un gravísimo error porque olvidaron avisar a la diosa Erix.

El caso es que nadie se llevaba bien con ella puesto que era una mujer muy belicosa (no en vano era la diosa de la discordia) y tenía más malas pulgas que su hermano Ares. Por supuesto, aquel rechazo por parte de sus familiares hizo que decidiera vengarse.

Erix envió a Maya de Flecha, uno de sus caballeros fantasmas, al Santuario con una manzana de oro que debía hacer llegar como quiera que fuera a manos de Atena o en su defecto al Patriarca; los planes se le trastocaron porque nada más llegar a las puertas del recinto sagrado fue detenido por varios guardias, quienes sin ninguna contemplación lo arrestaron y procedieron a llevarlo de inmediato atado de pies y manos a los aposentos de Shion antes de que pudiese disparar sus flechas fantasmas.
Sin embargo, tan sólo consiguieron llegar a la casa de Cáncer cuando su caballero guardián los detuvo. Máscara de la Muerte estaba cabreadísimo puesto que Shion le había negado el permiso de salir del Santuario para irse de marcha por Atenas con Afrodita aquella noche. Preguntó a los centinelas de qué se trataba todo aquello pero antes de que respondiesen Maya explicó que traía un obsequio para Atena.

—¿Para Atena?, ¿de qué se trata?
—No puedo decírtelo, tengo órdenes estrictas de entregárselo personalmente o si no está disponible, a Shion.
—¿Puedo verlo?
—¡No!—respondió de forma tajante.
—Amiguito, no creo que estés en una posición para negarte —le dijo seguido de una risa un poco cruel aunada a una mirada salaz pues Maya era un joven muy atractivo—. Por cierto, ¿de parte de quién dijiste que venías?
—No te lo dije, pero ya que quieres saberlo, vengo de parte de la diosa Erix.
—¿Erix?, el nombre me es familiar...—el italiano pensó por unos momentos— ¡Diantre!, Erix es la diosa de la discordia, ¿no es cierto?
—Así es —afirmó el otro.
—¿Y cómo es que la susodicha ofrece un regalo a su odiada Atena? —el canceriano se rio al encontrarse con una posible oportunidad para vengarse de Shion.

Maya se encontraba algo desconcertado y se estaba devanando los sesos para poder salir airoso como fuera.
—Es sólo un regalo de buena voluntad —se aventuró a responder.
—¡Claro que sí, hombre!, ¡y yo soy la Reina de los Mares! —dijo riéndose a carcajadas mientras le desataba de sus ligaduras y ordenó a los guardias que los dejaran solos.

Debido a la reputación y rango superior del cuarto guardián, a los centinelas no les quedó otro remedio que obedecer sus órdenes. Se marcharon de mal humor puesto que por una vez, habían atrapado a un verdadero intruso y les preocupaba que lo ocurrido llegara a oídos del Gran Patriarca y fueran ellos los que acabaran pagando los platos rotos si ocurriera un follón.

—¿Cómo te llamas, muchacho? —le preguntó con curiosidad.
—Maya, soy el caballero fantasma de la Flecha.
—Encantado. A mí se me conoce como Máscara de la Muerte, MM para los amigos. Soy el caballero de Cáncer —le saludó en tono en un tono amistoso que raramente empleaba con los desconocidos e incluso con la mayor parte de sus conocidos—. Oye, ¿de verdad no vas a mostrarme lo que has traído para la diosa?, quizás pueda hacer que llegue directamente a sus manos...

El intruso sonrió al oír aquella proposición. Lo que había empezado siendo un desastre comenzaba a prometer puesto que tenía entendido que este caballero de oro no era exactamente un modelo de fidelidad hacia su diosa y cuando le era conveniente seguía sus propios fines. Además, en esta ocasión los negocios podrían mezclarse con el placer, el caballero de Cáncer era muy bien parecido y la atracción parecía ser mutua. Maya también era un chico muy guapo y el italiano no lo miraba con malos ojos.

En vista de la situación que se presentaba, la cuestión para el resto del Santuario y las visitas era: ¿qué se traerían aquellos dos entre manos?