Bueno... Por fin, tras un año, aquí está el tan esperado Sirem XD
Breve comentario inicial:
Se trata de un fic que empecé a escribir hace un año (septiembre de 2010) y la verdad es que me ha hecho fructificar mucho como escritora. Al releer este capítulo tras un año, me asombré de la cantidad de faltas de ortografía y de coherencia gramatical :/ ¡Gracias a eso he podido comprobar que escribir continuadamente te da sus frutos al fin y al cabo! ^^ ¡He dado mi mejor esfuerzo con esta historia! No es el primer fic que escribo pero sí el primero que publico. XP
Serie: Harry Potter
Pareja: Sirius Black x Remus Lupin
NC-M (+18): Contine escenas de sexo y violencia totalmente explícitos.
Disclaimer: Ni Harry Potter ni sus personajes ni su universo me pertenecen. Son propiedad de J.K. Rowling
- ¡Hey, James! ¡Aquí hay uno libre! -le dijo Sirius Black a su mejor amigo mientras abría la puerta de uno de los compartimentos del expreso de Hogwarts.
- ¡Dios, por fin! Me cago en los baúles, en el tío que los inventó y en su puta madre. - James arrastraba tras de sí un pesado baúl de cuero rojo con remaches en bronce. Cuando llegó hasta Sirius, se metió dentro del compartimento y sin más se echó cuan largo era en uno de los asientos, ocupándolo por completo. Black esbozó una zorruna sonrisilla e imitó su gesto, tumbándose él también.
- Joder, tío, nuestro cuarto año ya... - Su mirada se perdió en algún punto perdido del techo. Hacía poco que habían salido del andén 9 y 3/4, por lo que aún se escuchaban los apresurados pasos de algunos estudiantes que buscaban un lugar desocupado para instalarse allí y pasar el resto del viaje.
- Ya... - James miraba con curiosidad y malicia su varita. - Joder, sólo de pensar en las travesuras que haremos este año... - Sufrió un exagerado espasmo, totalmente hecho a posta, para describir su insana felicidad. - ¡Se me pone la carne de gallina!
- A decir verdad, sí... A ver, tenemos que estallar un par de lavabos, hacer volar por lo menos tres escritorios de profesores... - A la vez que iba enumerando sus futuras trastadas, las iba contabilizando con los dedos.
- ¿Con profesores sentados en ellos? - James apenas podía aguantarse su propia risa.
- Tío, eso ni se pregunta, se da por hecho. -le siguió. - Qué más... Ah, sí, darles un buen uso a aquel paquete de caramelos desangrantes...
- ¡Y que no se te olvide lo más importante! -le cortó de pronto.
- Ah, míster Potter, disculpe usted mi falta de memoria...
- ¡Escarmentar a Snivellus! ¡Wajajajaja...! - James reía como un poseso. - Un momento...- Se quedó pensativo. - Ahora que me fijo, eso sería lo segundo más importante...
- Entonces, ¿qué es lo primero? -preguntó Sirius a su ojimielado amigo.
- Joder, Sirius...¡Evans! -le contestó como si fuera una gran obviedad (y de hecho lo era).
- Ah, Lily... -respondió haciéndose el sueco. - ¿Este curso también irás tras ella?
- Por supuesto. No pienso parar hasta que sea mía... Además, ya la tengo a punto. Yo sé que está coladita perdida por mí (y qué chica con dos ojos en la cara no lo estaría), así que solo es cuestión de paciencia -, apuntó.
- Sí, sí, seguro que cae un año de estos... Y con "paciencia" querrás decir "darle el coñazo", supongo. - Se dio la vuelta en el sillón, hasta quedar bocabajo con los dos brazos bajo la cabeza, a modo de almohada.
- Básicamente. - Se le escapó una sonrisilla.
- Ah, vas a estar tan ocupado con Evans que fijo que ya no me vas a prestar atención... Malo. - Black hizo un puchero bastante exagerado, buscando picar a James.
- ¿Cómo puedes decir eso? - El aludido siguió con la bromita. Ambos disfrutaban de aquellas chanzas, que con el paso del tiempo se habían convertido en su jueguecito particular. - Con lo que me encanta a mí tu culo...
- Ay. -dijo al notar los dedos de James pellizcándole el trasero. - Oye, que yo también sé sobar, ¿eh?
Se abalanzó sobre él, riendo. Comenzó a toquetearle por todo el cuerpo, sin pudor alguno. James estalló en carcajadas por las cosquillas y por la fricción, y comenzó a tocarle también.
- ¡No se vale morder, idiota! - Seguía tocando allí donde pillaba, mientras Sirius comenzaba a ensañarse con el antebrazo de Potter, sin dejar por ello las cosquillas y las sobadas. Sirius consiguió deslizar sus manos por debajo de la camisa de James, logrando así una pequeña ventaja. - ¡Wajajajaja...! ¡Tío, te vas a enterar!
Los dos chicos reían sin parar. Varias personas llegaron a salir de sus respectivos vagones únicamente para comprobar cuál era la causa de todo aquel ruido, pero al ver que simplemente se trataba de Sirius y James (cómo no) haciendo el ganso, perdían el interés y regresaban a sus asientos.
Mientras, James había logrado hacer lo mismo con Sirius, y sus manos avanzaban por todo el torso del pelinegro, provocando que éste se riera con ganas y paliase su avance.
- ¡Chicos!
Alguien había entrado en el vagón que se habían ajenciado los dos merodeadores. Al ver éstos que una persona había decidido invadir su "espacio vital" consistente en el compartimento del vagón, se giraron para ver quién podía tener tal osadía.
Quien entraba por la puerta no era ni más ni menos que Peter Pettigrew, un chico regordete, rubio y algo bajito, amigo de Sirius y James.
- Ah, hola, Pete. - James saludó al recién llegado sin dejar de jugar con Sirius, que ya había conseguido subirse encima de él y dominar más o menos la situación.
- ¿Qué hay...? Oye, ¿te importaría sujetarle las manos un segundo? -pidió Black a Pettigrew, refiriéndose a James.
- ¿Qué? No jodas, ¿necesitas que alguien me sujete para poder vencerme? - James se reía, aunque teniendo a un adolescente hiperhormonado de 48 kilos encima le dificultaba la tarea. Peter comenzó a colocar su baúl en la redecilla superior destinada a tal fin.
- ¡Ni de coña! ¡Yo solito me basto para hacerte morder el polvo, subnormal! -se picó el ojigris.
- Yo también me alegro de veros. -dijo Peter con una sonrisilla algo boba en su rostro.
- ¿Perdona? ¡No me hagas reír, Black! - Potter se agitó debajo de Sirius, buscando tomar él el control.
- Tranquilo, que te perdono... - Sirius no se lo ponía nada fácil. Peter había sacado una chocolatina de su bolsillo y se entretenía quitándole el envoltorio reluciente.
- Ah, pues muchas...- James hizo un último esfuerzo por quitarse a Sirius de encima. Tomó impulso con las rodillas y se apoyó con las manos en el pecho de Black, provocando con un poco de fuerza que el ojiazul cayera al suelo del vagón. - ¡...Gracias!
- ¡Joder, tío! -se quejaba entre risas Sirius. A James prácticamente se le saltaban las lágrimas por lo graciosa que le parecía la situación. Peter los miraba, a uno en el suelo y al otro descojonándose vivo en el asiento enfrente de él. "Vaya par de dos", se dijo para sí mismo mientras sonreía y masticaba su dulce.
-¿Creéis que Remus tardará mucho más en llegar? -preguntó Peter.
- Ni idea. Le toca revisar los vagones antes de sentarse él. -dijo Sirius sobándose la cabeza.
- Ah, es verdad, él es prefecto...-concluyó el rubio.
- ¿Podéis hacer un poco menos de ruido? ¡Se os oye por todo el tren!
Otra persona más ingresaba al vagón menos silencioso de todo el expreso. Tenía el pelo castaño claro y unos ojos amielados. Su túnica estaba un poco raída, pero aún podía usarse.
- ¡Rems! -saludó al recién llegado James.
- Hombre, hablando del fundador de Roma...-opinó Sirius. - O a uno de ellos, al menos. - Peter terció con un "Hola, Remus".
- ¡Ni "Rems" ni nada! - Indignado, Lupin entró al compartimento arrastrando tras él un viejo y pesado baúl. - Deberíais bajar el tono si no queréis que venga alguien a echarnos la bronca.
- ¿Y el derecho a la libertad de expresión? -, se quejó haciendo un fingido puchero James.
- ¿Os expresáis revolucionando todo un tren? Y que yo sepa, los demás alumnos tienen derecho a disfrutar de un viaje tranquilo. - Finalizó su discurso y se sentó.
- Venga ya, no seas aguafiestas, Remsie. - Sirius se incorporó del suelo y tomó asiento junto a Remus. Pasó uno de sus brazos por sus hombros.
Remus se sonrojó imperceptiblemente durante un corto instante. Siempre le ponía bastante nervioso que Sirius estuviera cerca de él. Aún más que le tocase, o que posase esos profundos y misteriosos ojos azules sobre los suyos color miel, como si estuviera escrutándole el alma, haciéndole estremecer...
Le miró de reojo brevemente. Sin duda, Sirius estaba espectacular este año. Se había dejado crecer un poco el pelo negro con reflejos azulados, y estaba más alto. Remus consideró que estaba increíble.
- No soy aguafiestas, tan sólo digo que...
- Que sí, Remsie, que somos unos gamberros sin solución, y que el único uso útil que se les podría dar a nuestras cabezas sería el de hacer de bludgers en los partidos de quidditch. -añadió Sirius, con fingida condescendencia.
- ¿Bludgers? Tú ni eso, tío. -se rió James.
- Jamie se quedó con ganas de marcha, ¿eh? -amenazó Black al ojimiel, aunque era evidente que lo decía en tono de broma.
El resto del viaje lo pasaron de manera similar. James y Sirius batallando, riendo y planeando travesuras; Remus leyendo o mirando desaprobatoriamente a sus amigos y Peter recolectando azucaradas provisiones del carrito de dulces.
Unas horas después el expreso disminuía su velocidad al llegar a la estación, para frenarse por completo al llegar al andén. Poco a poco el tren se fue vaciando, y en breves minutos cientos de alumnos recorrían el sendero hasta las puertas del colegio. Los de primer año miraban todo a su alrededor con una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Según la tradición, ellos deberían ingresar al castillo cruzando el lago que lo bordeaba subidos en barcas, por lo que avanzaron por un camino distinto al de todos los demás.
Tan sólo quedaban en el tren unas pocas personas, mayoritariamente de cursos altos. James palmeó el hombro de Sirius y se levantó.
- Venga, no quiero perderme la selección de este año. Hice una apuesta con un tío de Hufflepuff; gana el de la casa que más novatos tenga.
- Bien hiciste en apostar por Gryffindor. -añadió con orgullo Sirius mientras se subía al sillón a cojer una bufanda de su baúl, situado en la rejilla superior.
- ¿Cuál fue la apuesta? -preguntó Peter con curiosidad.
- Am, nada... Diez galeones y... - James bajó el tono de voz – ...-añadió muy rápidamente, para que no se le entendiera.
- ¿Unas fotos de qué? -continuó Peter, ahora con extrañeza.
- Nada, nada...- Miró a Sirius. El ojigris se percató de esta mirada.
- ¿Y esa miradita, Potter? - Se quedó en silencio, expectante. - No serán...
James se sonrojó un poco, evidenciando que le habían pillado.
- ¡Tu puta madre, cabronazo! - Sirius también se sonrojó, aunque más de vergüenza e ira que de otra cosa. James evadió la escena con un "Ostras, qué tarde es ya... ¡Vámonos, Pete!", y salió corriendo, riéndose y llevando a un confundido Pettigrew del brazo. - Hijo de la gran puta... Espera a que te coja esta noche...
Estaba cabreado con James, sí, pero le divertía el hecho de ver hasta dónde había sido capaz de llegar. Una sonrisilla surcó su rostro.
- ¿Qué ha pasado esta vez? - Remus se había quedado. En parte, porque James y Peter se habían marchado tan rápido que no le había dado tiempo ni de reaccionar, y en parte porque así podría hacer el camino de ida al castillo con Sirius, cosa que le tentaba, aunque estaba seguro de que al tener al ojiazul tan cerca, de su boca sólo saldrían balbuceos y alguna que otra palabreja sin sentido dicha porque sí.
- Que James es un cabrón. Aparte de apostarse dinero, se ha apostado unas fotos un tanto... comprometedoras, digamos. - Encontró su bufanda, roja y amarilla a rayas y bajó del sillón.
- ¿Fotos...? ¿De quién? - Remus había conseguido no tartamudear, aunque su tono de voz había bajado considerablemente.
- Pues mías, de quién si no. - Sirius se fue enroscando la bufanda al cuello despreocupadamente. A Remus le pareció que le quedaba de lujo, con la túnica negra de botones dorados.
- En ese caso, esperemos que el ganador sea... - Lupin comenzó a hablar, mas no pudo terminar su frase, pues Sirius le había acorralado contra la ventana. Estaba muy pegado a él, y Remus pudo notar claramente toda la anatomía del pelinegro en su propio cuerpo. Sintió un peso en su estómago, extrañamente desagradable pero agradable a la vez.
Un instante después, el baúl de Sirius caía pesadamente desde la rejilla, creando un sonido sordo al golpearse contra el suelo.
- Joder, por qué poco... Casi nos aplasta. Te lo juro, lo acabo de ver tambaleándose y he hecho lo primero que se me ha venido a la mente... - Sirius se apartó un poco de Remus para mirar su baúl, que había caído de lado, justo detrás de ellos.
"Entonces... Solamente se ha pegado a mí para evitar que nos cayese encima el baúl..." -se dijo Remus. Por un instante había creído que Sirius, en un arrebato, podría haber sentido hacia él algo similar a lo suyo, y había querido mostrarlo aprovechando que se encontraban solos.
- Bueno, luego vendrán los elfos, o quien se encargue de estas cosas a recogerlo... - Black terminó de separarse de Remus y se dispuso a salir del vagón. Pasó por encima del pesado baúl y desapareció por la puerta. Lupin se quedó durante un segundo en la posición en la que estaba, sin moverse. Sus ilusiones terminaron de desvanecerse y siguió a Sirius por el pasillo del tren, hacia el exterior.
Sirius no había terminado de colocarse la bufanda, por lo que en el trayecto por el pasillo la pisó sin querer, perdiendo el equilibrio. Como acto reflejo sólo pudo agarrarse a lo primero que pudo, que resultó ser Remus.
Ambos cayeron al suelo con un sonoro golpe, quedando Sirius encima de Remus. A los dos esta caída los había tomado por sorpresa, por lo que por unos instantes ninguno se movió.
Remus se sobresaltó bastante, aunque su sorpresa fue mayor al ver la cara de Sirius tan cerca de la suya. Podía notar claramente su cálido aliento en su cara, embriagándole como una exquisita droga que anulaba sus sentidos.
Por un breve tiempo, se imaginó que sus labios y los del pelinegro se unían, mezclando su saliva y acallándose mutuamente sus gemidos de placer. Por inercia pura, entreabrió un poco su boca.
Pero eso no eran más que fantasías sin sentido. Quien tenía delante era Sirius Black, descendiente de la prestigiosa y acaudalada familia Black. Ni en sus más bellos sueños alguien como Sirius sentiría algo por un hombre-lobo sin dinero como él. Muchísimo menos siendo un chico...
Sirius se percató del leve gesto del ojimiel. No sabía el motivo, pero lo cierto era que aquellos labios sonrosados... Se le habían antojado un poco. La idea de rozarlos aunque fuera con las yemas de sus dedos se repetía una y otra vez en su cabeza, rogándole que no apartara la mirada de aquellos orbes castaños.
"Joder, Remus... Has... crecido...", fue lo más coherente que pudo concebir Sirius en su confundido psique.
De súbito, se dio cuenta de la situación en la que estaban. Cualquiera podía pasar por allí y malinterpretarles. Decidió levantarse lo más rápido que pudo.
- Lo siento, Remsie, tropecé. ¿Te has hecho daño? -le preguntó con preocupación al mielado. Le tendió su mano para ayudarlo a incorporarse.
- No pasa nada, estoy bien. -dijo Remus con la mejor sonrisa que pudo. El corazón le iba algo más rápido de lo normal. Agarró la mano que le era ofrecida y se puso en pie.
- Deberíamos irnos ya... No quiero ni ver cómo se pondrán esos dos si ven que no llegamos.
Sin decir una palabra más, abandonaron el tren. Por suerte, eran los últimos que quedaban. Hicieron solos el camino hasta la puerta principal del colegio, cada uno inmerso en sus propios pensamientos.
- ¡Tomaaa...! ¡Los diez galeones mejor invertidos de mi vida!
James brincaba jovialmente en su cama, ya empijamado. En la mano agarraba un fajo de unas cuatro o cinco fotogafías.
- Tío, te voy a quitar la hiperactividad a hostias. ¡Deja de hacer ruido! - Sirius había comenzado a tirarle cojines entre risas, desde su propia cama.
- Si él está chillando más todavía...-apuntó Peter. Remus trataba inútilemente de leer un libro en su cama.
- ¿Que me calle? ¡Tío, gané la puta apuesta!
- Síiii, vale, eres diez galeones más rico; ¡Déjanos en paz ya! - Sirius perseguía a James, que había empezado a corretear.
- El dinero me la suda. ¡Tengo CINCO fotos de Evans! - Iba admirando las fotografías. - Evans leyendo, Evans peinándose, Evans bebiendo zumo, Evans caminando con otra chica que no es Evans y Evans leyendo otra vez. ¡No me digas que no es preciosa!
- ¡Yo sí que soy precioso! ¡Deja a esa pelirroja y fúgate conmigo! - Sirius había logrado dar caza a su presa. Se entretenía abrazándose de él y dejando su cuerpo como muerto, para que James tuviera que llevarle.
- Ni loco, que fijo que tienes sarna o cosas así... - James se reía.
- ¡Sarna la de tu padre, desgraciado!
Otra vez volvían a la carga. Remus rodó los ojos con exasperación. Opinó que en vez de mandarse a callar a voz en grito, bien podrían cerrar la boca los dos un rato.
Cerró su libro (leer seis veces la misma línea y no enterarte de nada no le hacía ni pizca de gracia) y se echó en su cama. Su ojimielado amigo estaba tan excitado porque había ganado la apuesta con el chico de Hufflepuff. Por lo visto, si el vencedor hubiera sido el tejón, su premio habría consistido en diez galeones procedentes del bolsillo de James y las fotos de Sirius. Sin embargo, al ganar James (treinta y dos nuevos Gryffindors contra veintinueve Hufflepuffs), había sido el de Hufflepuff quien debía de darle el dinero y unas fotos de Lily Evans. Por lo visto, las fotos de Lily procedían de la hermana del chico tejón, que era muy amiga de la ojiverde.
- Fotos de Evans, fotos de Evans... - Potter no podía ocultar su felicidad, y Remus lo entendía. Él también se hubiera puesto así de contento si tuviera en su poder fotos del chico que le gustaba. Por supuesto, no lo expresaría delante de sus amigos.
- Lo digo en serio, acostaos ya. - Remus agarró la manta y se tapó con ella.
- Venga, Jamie, no querrás que se cabree Lupin, ¿no? - Sirius continuaba sin soltarse de James.
- Sinceramente, teniendo estas fotos, ya nada me importa. - Con algo de dificultad por tener que arrastrar a Sirius consigo, llegó a su cama y se echó en ella, sin preocuparse si aplastaba al pelinegro por el camino.
- ¡Ouch! Me has pillado el brazo, mamón. -se quejó Sirius, aunque aún con ganas de jugar.
- Perdooona...- James se giró y le dio un pico en los labios. - ¡Pírate ya!
- Vale, vale, ya se vé lo que me quieres. - Sirius se hizo el ofendido. - Así nos va el mundo, con tipos como tú...
- ¿Y qué nos pasa a los tipos como yo? -protestó James.
Por lo menos estuvieron así durante cinco o seis minutos más, antes de caer rendidos de sueño cada uno en su cama. Remus suspiró.
Le desagradaba que Sirius y James tuvieran tanta confianza. Casi siempre estaban igual, dándose picos, tocándose el culo y riéndose. Él sabía que todo aquello no eran más que bromas y juegos, pero aún así no le gustaba nada verlo. A veces, se imaginaba que él mismo era James, y reía con Sirius...
Se dio la vuelta en la cama. En la cama de al lado veía la espalda de Sirius, que subía y bajaba acompasadamente. Si él fuera James...Mejor dicho, si tuviera la misma confianza en sí mismo que tenía James no dudaría en acercarse a Sirius de la misma manera.
Pero él no era James, ni tenía esa seguridad suya.
A él le había tocado nacer como Remus John Lupin, para más inri hombre-lobo. Ya sabía que todas sus fantasías nunca dejarían de ser eso: fantasías. Pero le gustaba imaginarse cosas como aquellas. Que Sirius le acariciaba el pelo, que le decía cosas agradables al oído...
Volvió a suspirar. "Es imposible", se dijo para sí mismo. Y rememorando lo sucedido aquella tarde en el pasillo del tren, se quedó dormido.
