Los personajes pertenecen a Naoko Takeuchi, la historia es mía.

Prólogo: El Descubrimiento.

La primera vez que vi a Serena fue en la oficina de su padre, Kenji Tsukino. Yo trabajaba para él en la compañía Tsukino Corp. como el coordinador general de ventas en todo Japón. La compañía se dedicaba a vender teléfonos celulares por todo el país con gran cobertura y además una increíble tecnología en comparación con los celulares extranjeros u de otras marcas. Había estado trabajando con el señor Tsukino desde mis 20 años cuando comencé como asistente, después como practicante y finalmente cuando terminé mi carrera en comercio y administración algunos años después, me ofrecieron el puesto. Eso hacía un total de 6 años.

En ese entonces, apenas con mis 26 años yo ya era el joven con el puesto más alto e importante después del CEO en todo Japón. Mucha gente creía que yo sólo quería aprovecharme del señor Tsukino, quería arrebatarle la compañía que con tantos años de esfuerzo construyó, pero la verdad era que yo le debía todo a ese hombre. Me había ayudado cuando más lo necesitaba y de no haber sido por él yo nunca hubiera terminado mis estudios. Él me enseñó todo lo que yo sabía y gracias a él yo había sido el alumno más destacado de la Universidad Nacional de Tokyo.

Yo siempre respeté al señor Tsukino, para mí era como un padre y no había nada que yo no hubiera hecho por él. Era su mano derecha y yo le era totalmente fiel y leal. Pero siempre hubo una cosa con la que nunca pude serle leal.

Serena Tsukino.

La primera vez que la vi, como dije anteriormente, fue en su oficina. Fue el día del nombramiento de mi nuevo puesto ejecutivo y habíamos organizado una pequeña celebración muy privada en las instalaciones de la compañía. Él y yo entramos a su despacho porque necesitaba decirme algo en privado. Su familia estaba ahí al igual que otros socios y compañeros de la compañía. Yo no había invitado a nadie porque no tenía a nadie. Mi madre había muerto un par de años atrás y nunca había sabido nada de mi padre. No tenía hermanos ni nada más, por lo cual siempre había vivido en soledad desde temprana edad. Rentaba un departamento cómodo y espacioso, algo lujoso porque mi sueldo me lo permitía, se encontraba a unas cuantas cuadras de la compañía.

Kenji y yo entramos a su oficina y lo primero que vi fue esa melena rubia y alborotada. Esa cabellera que brillaba tanto como el sol y un par de ojos tristones que nos miraban a ambos sin inmutarse. Sus facciones eran tan finas que parecía una muñeca de porcelana. Llevaba puesto un vestido rosado algo suelto pero que al mismo tiempo resaltaba su figura. Se encontraba sentada en la silla de su padre y tenía un semblante de estar muy aburrida. Nunca había visto a Serena Tsukino porque ella no solía ir a la compañía, pero sí que sabía de su existencia ya que Kenji la amaba con todo su corazón y todo lo que hacía lo hacía por ella. El único problema que me asaltó en ese momento fue mi reacción. No podía dejar de verla, era demasiado hermosa para ser real, sí, pero… Serena tenía sólo 15 años.

15 años. Era una niña, una maldita niña. No podía creer que yo, un hombre con un trabajo muy importante, con un sueldo bastante favorable y más, de buen ver, con carácter, inteligente, guapo, se estuviera fijando en una niña de 15 años que apenas entraba en una edad en la que podía desarrollarse. Me sentía completamente estúpido ahí de pie mirándola como si fuera la primera vez que veía algo tan hermoso. Probablemente así había sido.

-¿Qué haces aquí, Serena? Sabes que no puedes estar aquí.-dijo Kenji acercándose a ella.

-Estoy aburrida.

-No puedes estar aquí, regresa con tu madre ahora.

-Pero no…

-Obedéceme.

Serena se levantó muy a su pesar de la silla y caminó en dirección a la puerta sin dejar de mirarme. Su mirada mostraba un gran rencor hacia mi persona y no podía comprender por qué.

Una vez que salió, Kenji me pidió que la siguiera para asegurarme de que regresara a la fiesta con su madre.

Iba unos pasos detrás de ella. No podía apartar la mirada. Ella caminaba lentamente con los brazos hacia atrás.

-Señorita Tsukino.-dije de pronto sin pensar.

Ella se giró y me miró con los brazos cruzados. Sus enormes ojos azules me estudiaban con curiosidad.

-Por favor, venga conmigo, hay algo que quiero mostrarle.

La conduje por un pasillo que sólo los trabajadores de ese piso sabían de su existencia. Atravesamos algunas puertas y por fin llegamos a la habitación que quería mostrarle. Era una habitación de descanso. Había videojuegos, televisión, comida y bebidas, etc. Todo lo que la gente necesitara para relajarse. Vi cómo Serena sonreía inesperadamente y se paseaba por la habitación con júbilo.

-Pero qué hermoso lugar.-dijo ella dando vueltas.- ¿Por qué me trajiste aquí?

-Porque sé que estas aburrida en la fiesta, son cosas de adultos, supuse que te gustaría estar aquí, sólo asegúrate que nadie te vea, ¿de acuerdo? Debo regresar con tu padre.

-Gracias, Darien.-dijo con un tono de voz angelical.

Era la primera vez que sonreía, y me estaba sonriendo a mí. Sentía mi cuerpo flaquear. Dios, necesitaba sentirla de alguna manera, no podía resistirme.

Sin siquiera darme cuenta ya me estaba acercando a ella. Estaba justo frente a ella, mirándola a los ojos. Ella era de baja estatura en ese entonces, tenía que alzar la cabeza para poder mirarme. Sus ojos azules se clavaron en los míos y me sonrió. El olor de su cabello llegó a mí y enloquecí. No dijimos nada por unos largos minutos en los que sólo nos miramos. En cuestión de segundos la tomé de la diminuta cintura y la besé suavemente en los labios.

Ella se puso muy roja cuando nos separamos. No podía hablar ni moverse. Le acaricié la mejilla con el dedo y después salí de la habitación.

Estaba dispuesto a hacer que esa niña se volviera loca por mí.

Serena Tsukino sería mía.