Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J.K. Rowling . No hay ninguna intención de lucro ni de infringir el copyright. La trama es enteramente mía así como los personajes originales que puedan llegar a aparecer.


N/A: Hola! Idea nueva, que no podía quitar de mi cabeza... para mí es un DESAFÍO! SABEN LO QUE ES ESCRIBIR EN 1ra PERSONA!? UN HORROR!

Un agradecimiento muy profundo mi Mary Eagle Med! Es la mas paciente y talentosa de las editoras que podrás encontrar en el mundo! Muchas gracias, enserio, con mi alma te agradezco, no podría sin tus aportes perspicaces, tus comentarios chistosos y tus clases de literatura.

Sus críticas y opiniones son bienvenidas,

no nos abandonemos,

ya les amo!

Abrazos Cósmicos!


Los Límites de Hermione Granger

Capitulo 1:

—¡Cuidado, Blaise!— oí, y me detuve en seco, levantando mi vista del manual de pociones pedido por el profesor Slughorn. —¡Chocarás con la fea y santurrona de Granger!— escuché, a la vez que veía al mismísimo Malfoy empujar a su amigo a un costado.

Ellos me esquivaron, pasando cada uno por uno de mis lados, riendo a carcajadas y mirándome con aires de superioridad.

—¡Gracias, Draco!— Blaise hizounas pantomimas con sus manos, como si pusiese una barrera entre él y yo.— ¿Te imaginaslo que podría pasar si entró en contacto con eso? ¡Me contagiaría su sangre sucia!— dijo el moreno.

Los vi seguir su camino.Y me quedé estática. Mi mente procesó las palabras del hurón oxigenado. En mi panza,siento un ácido corroerme intensamente. ¿Qué es esto? ¿Rabia? Sí,rabia. Me provocaron una aguda y aniquilante rabia.

Nunca antes sentí tanta bronca y sensación de injusticia. Claramente, el bullying de Malfoy estaba colmando mi paciencia.

Enderecé mi espalda y, apretando mis labios, continué mi marcha hacia la clase de Transformaciones.

¿Cómo se atreve a insultarme con tal y vil mentira?,pensé. Porque, una cosa es que me llame sangre sucia, pero, ¿decirme fea?, ¿y santurrona?

Entonces, en ese momento, decidí cambiar las cosas con ese rubio malcriado. Ya no más. Basta de permitir que los varones ignoraran mi feminidad. Soy una chica, una mujer, con un cuerpo desarrollado que siente y se estimula, pero también que es capaz de estimular. Y él lo comprobaría en carne propia.

Ron tiene la capacidad observacional de un ciego, haciendo que me ignore lo suficiente como para darse cuenta de que soy mujer, y eso me enfurece. Idiota, ni siquiera nota que hace tiempo que me gusta. Pero, por algún extraño motivo, que Malfoy insultaste mi belleza, generaba en mí el deseo de probar que se equivocaba. Un desafío que me excitaba desobremanera. No es por ser vanidosa, pero me considero ándar, pero linda. Y, bueno, quizás no tenía grandes experiencias con una pareja, pero sí conmigo misma.

¿Eso me quita lo santurrona? Claro que sí.

¿Qué porqué me molesta tanto la actitud de Malfoy? Pues se supone que, además de ser un prejuicioso y mimado insolente, él es inteligente, tiene un atractivo indudable y un aire sensual. Si yo puedo admitir eso, él tendrá que hacer lo mismo.


—¿Harry?— lo llamé desde las escaleras que daban a las habitaciones de las chicas. Se encontraba sumergido en el manual de "Elaboración de pociones avanzadas". Intenté reprimir un bufido. Por fin lo veía prestando atención a un libro, y era uno que me generaba desconfianza. —¡Harry!— hablé más fuerte cuando llegué a él. Se volteó a mirarme. —¿Puedo tomar prestada a Hedwig?

—Claro, no es problema. Salúdala de mi parte, ¿quieres?

—Por supuesto.

Luego de sonreírle en agradecimiento, caminé hasta la salida de la sala común. Llevaba conmigo tinta, papel y pluma. Lo tenía todo planeado. Esa pobre excusa de brujo recibiría su lección.

Llegué hasta la lechucería,cruzándome solo con un par de prefectos de Ravenclaw de quinto año. No importaba que fueran las once de la noche, el toque de queda no se aplicaba a mi persona. Era alumna de sexto año, prefecta, mejor estudiante de todo el colegio, la favorita de la profesora McGonagall, protegida de Dumbledore, mejor amiga del elegido y la bruja más brillante de mi generación.

Era momento de que todos, empezando por Draco Malfoy, supieran quién es Hermione Granger.


—Hola, Hedwig.— saludé al ave, que voló hasta posarse en la percha junto al escritorio en el que acababa de acomodarme para escribir mi mensaje. —Harry te manda saludos y su cariño. Necesitaré que me hagas un favor esta noche.

Como respuesta, obtuve un suave graznido.

Tomé la pluma, buscando, de alguna manera, cambiar la postura de mi mano, para que la letra no fuese reconocible. También aplicaría un hechizo para que solo el slytherin, a quien estaba dirigida la carta, fuese capaz de leerla. Ante todo, precaución.

...

Sr. Malfoy,

Sala de los Menesteres, medianoche, sea puntual.

Absoluta discreción.

No responda, solo asista.

...

Luego de haber atado el mensaje a la pata de la blanca lechuza, le pedí a ésta que aguardara un instante. Ella, muy obediente, se quedó mirándome. Podía jurar que en sus ojos había curiosidad. Saqué mi varita de la muñequera que tenía escondida bajo mi manga, y la sacudí en un patrón intrincado.

Espirales de luz naranja envolvieron a la lechuza, la cual se sacudió por el cosquilleo que le hacía mi magia. Ahora estaba irreconocible. En lugar de su blanco y corto plumaje, ahora era marrón oscuro con largas plumas que adornaban sus orejas.

—Sólo entrega la carta y vuelve, desharé el hechizo en cuanto regreses.

Respondió con otro tierno graznido y emprendió su vuelo.

De esta manera, evitaría especulaciones sobre el és de todo, Hedwig estaba ligada a Harry Potter. Malfoy nunca acudiría a un encuentro con su némesis tan libremente. Ya no, al menos. Los dos dejaron de ser unos críos imprudentes hace un par de años.

—Oh, al menos eso espero. —murmuré en voz alta para mí misma.


Una vez cumplida la etapa del mensaje, con plumaje de lechuza devuelto a la normalidad y todo, corrí a la sala común. Antes de doblar a la esquina que daba al retrato de La Dama Gorda, vislumbre a Ginny y Dean besuqueándose en un balcón. Perfecto, Dean está ocupado, pensé, a pesar de la incomodidad que me provocaba ver así a la hermana de mi amigo.

Luego de entrar a la sala, sonreí satisfecha. La suerte estaba de mi lado. Tenía paso libre hacia el dormitorio de los chicos. Ron se batía en duelo con Seamus en un juego de ajedrez mágico. Neville los observaba entretenido. Y Harry seguía enfrascado en el estúpido libro perteneciente al "Príncipe Mestizo".

Me retraje unos pasos, hasta quedar escondida tras la pared que daba a la salida del retrato. Lancé un hechizo desilusionador sobre mi cuerpo, adherí uno amortiguador amis pies, y atravesé la habitación con sigilo entre gryffindors y muebles.

Subí las escaleras correctas con prisa. Entré a su cuarto y, dos Accios después, la capa y el mapa estaban en mis manos.


Un lugar para darle una lección de vida a Draco Malfoy.

Un lugar para darle una lección de vida a Draco Malfoy.

Un lugar para darle una lección de vida a Draco Malfoy.

Apareció una puerta. Hierro oscuro y envejecido, de aspecto pesada. Entré de inmediato, confirmando que no hubiese nadie tras de mí a lo largo del pasillo del séptimo piso. Decidí mantener la capa invisible cubriéndome entera.

Observé mi alrededor, contemplando sorprendida lo que la "Sala de los Menesteres" consideraba apropiado para mi cometido. Estaba oscuro, con una luz proveniente de una única antorcha. Las sombras se proyectaban un tanto siniestras sobre el espacio, el cual era bastante reducido. En el medio del cuarto, había lo que parecían ser unas cadenas en el suelo, alineadas con unas en el techo. Frente a estas, un sillón alto, grande, negro y mullido, de un solo cuerpo.

Interesante.

Desplegué el mapa "Del Merodeador" y chequee la hora.

—Faltan cinco minutos, Malfoy. — murmuré a la vacía sala. —Más te vale llegar a tiempo, o tendrás que lidiar con una Hermione muy enfurecida.

Quizás estaba algo desquiciada al hablar sola y referirme a mí en tercera persona. Tal vez, mi ego se había transformado en uno muy distinto, agrandado, demasiado, la seguridad en mí misma y volviéndome fanfarrona ¿Tal vez? Pero, ¿quién podría culparme? Todo tiene un límite en la vida, y mi paciencia había llegado al suyo.


Las huellas etiquetadas con el nombre del slytherin subían las escaleras que daban al séptimo piso. El muy descarado no solo estaba llegando diez minutos tarde, sino que también venía a paso lento.

—Travesura realizada— susurré, apuntando a la superficie de papel avejentado.

Guardé el mapa en el bolsillo interno de mi túnica. Ajusté la capa a mi alrededor, asegurándome de que estuviese bien cubierta. Caminé hasta el lado derecho de la puerta, esperando, ansiosa y cada vez más irritada, y, para cuando ésta se abrió, afirmé el agarre de la varita,angulando mi muñeca correctamente. Tenía el hechizo preparado en mi mente, anticipando el segundo exacto.

La esbelta figura del rubio cerró la puerta tras de sí. Inmediatamente, esta desapareció, dejando solo el muro de piedra, lo que lo sobresaltó, dándome el momento perfecto para desarmarlo. Su varita salió despedida de su mano, directo a la mía. Los hechizos no verbales eran parte de la currícula de sexto año, y apenas habíamos empezado a practicarlos, pero para mí, eran moneda corriente. Por ello, después del mudo Expelliarmus, le siguió un Incarcerous.

Las cuerdas volaron con tal brutalidad, que voltearon al desprevenido Malfoy. Me regocije de verlo tirado en el piso, sacudiéndose en un intento fútil por liberarse.

—¡¿Quién está ahí?! ¡Suéltame de inmediato!— bramó enojado, y claramente irritado.

Decidí no contestarle, paseándome tranquila a su alrededor, aún invisible a sus ojos. Pero, como había deshecho el encantamiento amortiguador de mis pies, mis pasos hacían ruido, por lo que vi cómo su mirada desesperada seguía mis movimientos en búsqueda de la fuente del sonido.

Luce nervioso. Perfecto.


—¡Muéstrate!— exigió nuevamente.

Hacía alrededor de siete minutos que lo tenía colgando del techo, con sus pies también sujetos por las cadenas. Pensé que, ya que la sala me había proporcionado de esas herramientas, era mejor darles uso. Por ello,también había decidido sentarme en el, realmente muy cómodo, sillón.

Hasta ese momento, mi identidad se mantenía oculta deliberadamente. La idea era bajarle la moral lo suficiente como para que entendiera que no bromeaba. Debía mostrarme como una persona con el control.

—¡Muéstrate! ¡Maldición!— podía notar, con solo escucharlo, cuán frustrado y asustado estaba. —¿Qué quieres de mí? ¿Cuánto tiempo más planeas tenerme sujeto?— dejó caer su cabeza, en un signo de abatimiento. —¿Por favor? Suéltame, dime algo aunque sea...

Ah… Al fin

—Mucho mejor— le contesté. Su cabeza saltó para mirar fijamente en mi dirección. —Tus modales de sangrepura estaban dejando mucho que desear.

—¿Gra- granger?

—Así es, Malfoy —agité mi varita y la capa salió volando tras de mí, con un ondeo dramático. —Soy yo. Y, antes de que empieces a hacer berrinches cual niño mimado que eres..., permíteme… Silencius.

Sabía que estaba comportándome de una forma diferente, extraña, que podría ser catalogada como oscura, como una imitación del, siempre severo, Severus Snape. Pero lo estaba disfrutando. Esto era casi un juego para mí.

La ira comenzaba a brotar de los ojos del rubio, y eso me produjo mucho placer. Él, silenciado; yo, con el poder.


—¿Sabes? Desde antes del comienzo de clases, Harry sospecha de ti. Cree que tramas algo.— comencé a hablar.

Me había puesto de pie, y me paseaba, a paso lento, por la sala en todas las direcciones.

—Pero no es hasta ahora que comienzo a desentramar lo que está sucediendo. — lo miré fijo,deteniéndome a un brazo de distancia de él. Su rostro por sobre el mío, gracias a su metro ochenta de altura, estaba contorsionado en una mueca de desagrado que ya me tenía memorizada. — Eres un mortífago. —sentencié, y él palideció bruscamente. — Y no solo eso, sino que no estás solo acá en el castillo. Debes tener a alguien a quién responder— retomé el paseo por la habitación.—Al principio, diseñé la nota para convocarte aquí con el propósito de que sonara importante, pero luego pensé… Debería hacerla parecer una orden, formal, pero demandante. Y así fue cómo caíste en mi trampa, y confirmaste otra de las sospechas de Harry.

Reí, pues la ironía de la situación era demasiado para no hacerlo. ¿Por qué dudé tanto de él en un principio?

—¿Quién más, con acceso a este castillo, tiene alineaciones con el mago más temido de esta última era? ¿Alguno de tus amiguitos de slytherin? No.— negué con la cabeza. — No es por ser prejuiciosa, Malfoy, pero, a pesar de lo que Dumbledore diga, no se me ocurre nadie más que...

Hice una larga pausa, con el objeto de generar suspenso y producirle al hurón un poco más de ansiedad.

—La persona, de la cual tú sospechaste que provenía la nota, es…—volví a largar una carcajada. —el Profesor Snape.

Malfoy solo me miraba con terror en los ojos, sudor en su frente, la sangre en sus pies, y, probablemente, con su corazón í a sentarme en el silló tomé el tiempo necesario para meditar mis siguientes palabras.


— Me pregunto… ¿Por qué habrás tomado la marca tenebrosa?— y era cierto, tenía una sincera curiosidad sobre el tema. —Eres, por un lado, demasiado cobarde como para exponerte a los riesgos que conlleva involucrarse en una guerra como la que se avecina, y, por el otro lado, eres orgulloso en sobremanera. ¿Un Malfoy, esclavo de Voldemort? No lo creo.

Primero, una nueva oleada de ira atravesó sus ojos, probablemente por mis descripción de su persona, y, segundo, su ceño se frunció en algo parecido a confusión.

—¿Qué será? Uhmm… Bueno, creo que podría terminar de resolver eso más tarde.

Nos miramos fijo un rato, hasta que el enojo comenzó a manifestarse nuevamente en su mirada. Movía la boca, como queriendo decir algo. pensé en que podría levantar el encantamiento silenciador un rato, para escuchar lo que tenía para ía entretenido. Lo hice.

—¿Qué planeas hacer? No sé quién te crees que eres, asquerosa sangre sucia…, pero no permitiré que tus chantajes te salgan gratis. Cobrarás, y va a doler, eso lo prometo. —el odio reflejado en sus ojos era cortante, y produjo un tirón fuerte en mis entrañas, despertando la rabia que había vivenciado hacía unas horas.

¿Volvía a llamarme sangre sucia? Bueno, eso no me molesta como cuando pequeña. Pero antes me llamó fea. Sí, fea. Y santurrona.

Nunca supe bien el porqué, pero que insultara mi manifestación femenina era más hiriente que si me trataba de escoria mágica.

Ya verás lo santurrona que puedo llegar a ser, Malfoy. A ver si me llamas fea después de lo que te haga vivir esta noche.