Ahí estaban aquellos dos chiquillos, jugando a una consola, la nueva que había creado la Corporación clápsula, por supuesto.
-No se vale, tu ya habías jugado antes- contestó el pequeño pelinegro arrugando la nariz
-Goten, los hombres de verdad no se quejan...-suspiró el mayor - Además fuiste tú el que quiso jugar ¿no?-
-Si, pero... -Suspiro acordándose de un pequeño "juego", había visto a su hermano cientos de veces jugarlo e incluso algunas veces a sus padres- Y,si jugamos otra cosa...-soltó el pelinegro.
-¿Cómo que?- Pregunto su amigo pausando aquella consola.
-Realmente no se como se llama- rasco su nuca en un acto de nervios- pero parece divertido- sonrió
-Goten, cuenta no me dejes con la intriga- Pregunto impaciente.
-Es...bueno, es algo extraño que juegan los adultos-
-Y...- ínsito el peli-violeta
-Es algo así- el pelinegro se acomodó en el sofá, quedando encima de su compañero
-¿Goten..qué haces?- musito el pelilila tomando un ligero tono carmesí en sus mejillas- ¿Go..- Fue silenciado por el repentino choque de los labios ajenos con los suyos.
Era un sentimiento extraño, no se esperaba para nada esa repentina acción, lo extraño era que no le resultaba para nada desagradable, todo lo contrario comenzaba a gustarle y eso le aterraba.
Tardó un poco en acostumbrarse, no había ritmo era tan solo un choque de labios que se había alargado suficiente, un beso casto, inocente...era un juego
En estos momentos daban gracias por tener sangre Saiyajin, de no ser así ya hubieran muerto por la falta de oxígeno en sus pulmones.
Finalmente se separaron un poco avergonzados.
-¿Y si mejor jugamos artes marciales?- propuso el mayor tratando de olvidar un poco lo sucedido.
-Si- contestó sin más el otro reincorporarse a su asiento.
Ambos chicos partieron a la habitación de gravedad aquella que había construido la madre del pelilila, una habitación perfecta para "jugar" a las Artes marciales.
