El idioma del amor
Disclaimer: Shaman King no me pertenece.
Capítulo 1: Divina casualidad.
Jeanne se detuvo en su caminar suavemente y enfocó sus ojos rojizos en una clara dirección. Lo observó. La muchacha juraría que sus ojos la habían engañado, pero sus sentidos estaban en lo correcto; era él. Ren Tao le sostenía la mirada varios metros adelante en la misma vereda francesa. Ella iba y él venía. Se toparon de frente en una ciudad tan populosa como París, en una temporada caótica como lo eran las festividades navideñas. Pero por alguna razón que Jeanne denominó "mandato divino" y Ren "casualidad" se encontraron en sus caminos aquel día.
La antigua doncella le sonrió con calidez antes de asentir en sutil reconocimiento. Fue mutuo, pues él devolvió el gesto con su entera sobriedad. El joven heredero avanzó unos pocos pasos para cerrar las distancias, ella alzó los ojos para no perder el contacto visual. Ren Tao no era una persona de palabras, si quería comunicarse con él debía observar sus ojos.
— Buen día, joven Tao. — Ella saludó cortésmente, como lo era ella misma.
—Buen día.
Era casi mediodía, recordó Jeanne, y ella tenía cosas que hacer. No por nada estaba un día sábado en las principales avenidas parisinas, y se estaba retrasando. Supuso, además, que el joven frente a ella tendría sus propios asuntos que atender. Pero contrariando sus propios horarios, ella decidió ahondar la conversación.
—¿Qué le trae a mí país? — Preguntó, mientras acomodaba un mechón rebelde detrás de su oreja.
Ren Tao tardó varios segundos antes de decir "negocios". La muchacha se reprochó no haberlo supuesto, ya que conocía un poco sobre la acomodada vida que él tenía, y los deberes que llevaban consigo. Ren se quedó de pie unos segundos luego de que ella comentara algo más sin saber qué agregar. No eran amigos, pero Ren sentía que estaba en deuda con ella y le inspiraba tranquilidad. La antigua doncella de hierro no era como las otras mujeres con las que convivía, ella no le causaba deseos de aislarse para dejar de oírla.
—Iba a tomar un té. — Expresó la chica. — ¿Tiene tiempo para acompañarme, si así lo quiere?
—Suena bien. — Aceptó y luego indicó con un gesto una cafetería más adelante. —Vayamos allí.
Jeanne caminó a su lado sin decir una palabra hasta que estuvieron en el café. Se sentaron en un sitio apartado del bullicio y no debieron esperar para ser atendidos. En aquellas épocas todos los negocios aumentaban el número de trabajadores por el incremento de clientela. Cuando él intentó pedir su orden la camarera se vio en apuros; no hablaba inglés. Ella explicó brevemente en su idioma natal que no le comprendía. Jeanne sonrió.
—Él quiere un café con crema, doble azúcar y mucha leche. — Tradujo la quinceañera para facilitar el trabajo de la mesera.
—Oh, disculpe, pensé que usted también era extranjera. — La trabajadora murmuró, apenada. — ¿Desea usted algo más?
—Un té negro sin azúcar estaría bien, por favor.
La mesera asintió y murmuró una suave disculpa en inglés hacia Ren. Éste asintió ya que de todas maneras la mujercita no podría comprenderlo. Eso de los idiomas era un enredo, y aunque él manejaba fluidamente cinco de ellos eso no significaba menores problemas. Jeanne dejó su bolso colgándolo en su silla antes de retomar sus intentos de comunicación.
—Pensé que quizá hablaría usted francés, veo que no es así.
—Hablo inglés, mandarín, japonés, español y portugués. — Enumeró, tratando de defenderse. — Aún no hablo francés.
Agregó ese "aún" como un signo claro de que lo haría, que era cuestión de tiempo. Aunque no tuviera que ser necesariamente cierto ella no lo sabría. La joven se dio cuenta inmediatamente que a él le había molestado verse en evidencia; resultaba que Ren Tao, empresario y chamán, no era perfecto y no lo sabía todo como a él le gustaba aparentar.
—Entiendo. Yo podría ser su traductora, o enseñarle lo básico si desea aprender. — Ofreció, mientras agradecía a la mesera que dejaba su orden. — Por otro lado, quizá su estadía en Francia no sea lo suficientemente extensa para darse tiempo para eso ¿No es así?
Ren dio un sorbo largo a su café con leche antes de contestar. Había sido un momento para pensar al respecto. La Jeanne actual lucía muy diferente a la que el recordaba, aunque no había crecido demasiado en altura. Usaba un largo vestido blanco con pliegues y bordados, pero era mucho más delicado y liviano que aquel vestido victoriano que la había visto usar hacia años. Le calculaba unos quince o dieciséis años, aunque a medida que avanzaban en su conversación le mostraba cuán madura era en realidad.
Apenas si se dieron cuenta que habían pasado cuatro horas desde el mediodía cuando ella dijo que se hacía tarde tras mirar su reloj. Realmente se hacía tarde, comprendió él. Entonces pagaron la cuenta y se dirigieron a la salida. Una vez en el umbral ambos se miraron para despedirse, pero antes de que ella emitiera una palabra él levantó la mano acallándola.
—Mañana, aquí, a las nueve de la mañana. — Indicó él.
Jeanne comprendió de inmediato a lo que él se refería.
—Seré puntual. — Prometió ella antes de inclinarse y reemprender su camino.
Ren Tao la observó irse y esbozó una leve sonrisa. Sí, era interesante.
Escribí toda la historia en una mañana, mientras se suponía que estudiaba. No podía sacármela de la cabeza, y debía escribirla. Estuve leyendo sobre ambos y aunque encontré una que otra historia sobre sus comienzos yo tenía otra idea de lo mismo. No he leído todo el manga, pero me he molestado en averiguar todo lo que considero indispensable para esta historia. Ojalá les guste. Para aquellos que han leído el manga en su totalidad, les pido que si encuentran algún error, me lo hagan saber. La historia consta de cuatro capítulos. Es sencillo, creo yo, pero me gusta en general.
Ojalá compartan mí opinión.
¡Un beso enorme!
