Disclaimer: Naruto y compañía pertenecen a Masashi Kishimoto.

N/A: Basado en la canción Breathe – Lee Hi.


Breathe.

"Está bien si te quedas sin aire. Nadie te culpará. Está bien cometer errores a veces, porque cual persona puede hacerlo."


Escuchaba las mismas voces todas las noches. Eran ruidosas, se entremezclaban unas con otras y le hacían casi imposible identificar de quiénes provenían.

A veces creía escuchar a Neji, en otras simplemente gritos pidiendo auxilio.

Hinata ya no estaba muy segura de su salud mental. Pero nadie podía culparla, ni señalarla, probablemente media aldea estaba pasando por una situación similar.

Abrió los ojos con sorpresa, estaba cubierta de sudor y tenía restos de lágrimas en las mejillas. En eso consistía su rutina de los últimos tres meses. Era como si un fantasma imaginario robara sus horas de sueño.

Tenía ojeras tan pronunciadas que la gente a veces la detenía en la calle para preguntarle si estaba bien.

Hinata siempre asentía y decía que era estrés. No le insistían, tenían otras cosas de qué preocuparse, como sus propios fantasmas.

Suspiró, mientras se quitaba los cobertores de encima. Ya no iba a poder recuperar el sueño.

Se puso de pie, buscó sus zapatillas y salió por la ventana con mucho cuidado de no ser vista.

Últimamente le prestaban más atención de la necesaria, como si tuvieran miedo a que se fuera a romper. A veces ella creía que sí lo haría, otras no.

Un mes atrás su padre y Hanabi se habían acercado preocupados tratando de buscar una forma de ayudarla a sobrellevar su dolor.

No había una forma.

Las heridas que dejaba la guerra no sanaban tan fácil, además, ¿cómo pretendían curarla si ni ellos mismos podían con su propio dolor?

Pero de alguna forma había cedido, porque ella misma se estaba cansando de su dolor, de como con cada día que pasaba sentía que se desvanecía más y más. No lloraba, no gritaba. Se trataba más de la presión en el pecho que no la dejaba respirar y los sueños que la atormentaban.

Llevaba veintiocho días sin contacto con el exterior, sin misiones o excursiones. Se había recluido por decisión propia en las paredes de la mansión, no se arrepentía, sin embargo, ya había sido tiempo suficiente.

Tenía que volver a su vida, reconstruirla, incluso si la idea le parecía sin sentido.

"Piensa en cosas que te hagan feliz, hermana", le había dicho Hanabi.

Hinata trató de recordar a su yo de hacía un año, sin embargo, no pudo, todo era borroso.

Naranja. Vio un parpadeo naranja detrás de sus párpados, pero, así como llegó se fue.

Sonrió con tristeza. Incluso eso estaba perdido.

Caminó sin rumbo fijo por las afueras de la aldea. No quería ser vista. No quería saludar con una sonrisa falsa en los labios.

Prestó atención a las casas y caminos, estaban reconstruidos. Konoha se estaba curando poco a poco, ¿también lo estaría la gente?

Sintió que el pecho se le estrujaba, ¿desde cuándo se había vuelto una persona tan deprimente?

No, no podía seguir así. Necesitaba arreglar lo que estaba mal en ella. Volver con su equipo, su maestra, sus amigos.

Sus amigos.

No sabía nada de ellos. Sobre todo, Kiba y Shino, a los que simplemente les dijo que se tomaría un descanso, sin darles una explicación adecuada.

Se sintió una mala persona.

Bueno, probablemente lo era.

También muy egoísta.

La presión del pecho aumentó y detuvo su camino. Necesitaba descansar, no se suponía que su paseo la estresara aún más de lo necesario.

Dio vuelta en una vereda y se escondió detrás de un viejo edificio de departamentos. Se recargó en la pared y empezó a respirar con fuerza.

—Vamos, Hinata, tú puedes —se susurró a sí misma. Probablemente no era tan fuerte como pensaba. Quizá debía seguir encerrada más tiempo.

Pero la idea ya no le agradó tanto.

Decidió que descansaría un rato y luego regresaría a casa.

Estaba tan ocupada tratado de recuperar la compostura, que no se dio cuenta que se encontraba escondida detrás de un edificio bastante conocido, en el cual, cuándo era más joven, rondaba con cartas en mano que nunca fueron entregadas.

Con sentimientos que nunca le correspondieron.

No se dio cuenta, hasta que escuchó que alguien se acercaba. Se puso en alerta, dispuesta a irse, cuando una voz bastante conocida la llamó

—¿Hinata? —la voz de Naruto era inconfundible: ronca y gruesa. Hinata podría reconocerla a kilómetros de distancia.

Abrió los ojos con sorpresa, encontrándose con un rubio alto que sostenía una bolsa de basura.

Él también estaba bastante sorprendido.

Hinata se quedó estática, no sabiendo muy bien cómo reaccionar, ni siquiera recordaba la última vez que habían hablado.

Bueno, sí se acordaba, pero no quería pensar al respecto. El entierro de su primo aún era algo difícil de digerir, no por algo estaba como estaba.

Trató de decir algo coherente, pero las palabras se le atoraron en la garganta. En otras circunstancias, se hubiera reído de su torpeza, pero en esa situación sólo pudo sentir pena de sí misma. Era casi irracional el cómo su cuerpo reaccionaba casi inmediatamente a alguien que ni la hacía en el mundo.

Qué ironía.

—Naruto-kun, tanto tiempo… —se limitó a murmurar, sin atreverse a mirarlo a los ojos.

Si no estuviera tan perdida en sus pensamientos, se hubiera dado cuenta que el chico se rascaba la nunca nervioso porque tampoco sabía qué decir.

—Lo sé —le respondió, bastante incómodo—. ¿Qué haces aquí? —preguntó directamente, sonando un poco más rudo de lo usual.

Hinata se dio cuenta y tragó con fuerza.

—E-Estaba dando un paseo, pero… —"pero me empecé a sentir mal", no, no podía decirle eso, la tomaría como loca. Se mordió el labio—, pero empezó a hacer frío y ya me iba a casa.

Fue una mentira algo tonta, porque no hacía tanto frío como otras noches, a pesar de estar bien entrados en el invierno.

Pero para su suerte, él pareció no prestarle atención, estaba más preocupado por decir algo.

—Pensé que, bueno… —no terminó la frase, carraspeó y sonrió—. ¿Quieres pasar? Tengo un kotatsu, nos la regaló la anciana del mercado por ayudarle a reacomodar —dijo tratando de aminorar la atmósfera.

Hinata no entendió bien a qué se refería, hasta que dio un vistazo a su alrededor y se dio cuenta que estaba justo atrás del edificio de Naruto.

"Tonta, tonta, tonta. Eres una tonta.

De todos los lugares…"

Su primer pensamiento fue decirle que no. Pero su corazón y su mente no conectaban muy bien, así que simplemente dijo:

—U-Un rato —tartamudeó.

Sí, definitivamente, era una tonta.

Naruto sonrió feliz, dejó la bolsa de basura y la tomó de la muñeca, jalándola hacia su casa.


Era un lugar bastante pequeño.

Había estado allí sólo en una ocasión y en ese entonces sólo eran unos niños, por lo que el recuerdo era algo borroso.

Hinata se preguntó si estaba haciendo lo correcto. No debería estar en el departamento sola con un chico. Si su padre se enteraba le llamaría la atención.

Bueno, eso no iba a pasar porque todos pensaban que estaba dormida.

Buscó con la mirada un reloj y encontró uno al lado de la cama de Naruto, marcaba las cuatro de la mañana. Diablos, necesitaba volver pronto a su casa.

Tomó una bocanada de aire y se permitió extender los pies debajo del kotatsu. Estaba calientito.

—¿Quieres chocolate? —le preguntó Naruto.

Ella asintió.

Todo eso era raro. Justo el día en el que decidía que quería volver a retomar las riendas de su vida, se encontraba con la persona que la ponía en un estado catatónico.

Eso no era bueno para su estabilidad emocional.

Cuando Naruto regresó, le sonrió y puso dos tazas de chocolate humeante sobre la mesita. Metió los pies también debajo del kotatsu y se quedaron en silencio.

Hinata odiaba eso, porque sólo demostraba lo incompatibles que eran.

Como dos polos opuestos, cado uno en un extremo, incapaces de poder congeniar.

Se entristeció un poco.

—Entonces, ¿estabas dando un paseo? —le preguntó él, para tratar de iniciar una conversación.

—Sí, no podía dormir —respondió, mientras daba un sorbo a su chocolate—. Es difícil dormir —la frase se escapó de sus labios incluso antes de que se diera cuenta.

La hacía sentir cómoda; el calor, la luz baja, sus ojos. Estaba segura de que, si en ese momento le contaba sus tristezas, la entendería.

Pero ella no era esa clase de persona. Cada uno luchaba con sus propias penas y si había alguien que tenía muchas era él.

—Me pasa. Más seguido de lo que me gustaría —sonrió, pero la sonrisa no llegó a sus ojos—. Hay días completos en los que no duermo —se encogió de hombros—. Sakura-chan y Kakashi-sensei dicen que todos necesitamos vacaciones, pero nadie quiere tomarlas, hay muchas cosas por hacer.

Se sintió una inútil al escuchar aquello, claro que había cosas por hacer, pero ella en vez de ayudar, se encerró en su casa.

—T-Tomé un descanso, mi padre me lo pidió —dijo, tratando de justificarse.

Naruto asintió.

—Lo sé.

Hinata no supo leer el tono de su voz. Sonaba entre comprensión, pero también con un poco de resentimiento.

—¿Cómo?

—Bueno, Kiba no es muy bueno guardando secretos, sabes —soltó una risa—. Nos dijo que necesitabas un descanso y que estarías fuera de las misiones. Kakashi-sensei también nos lo dijo.

—¿Están molestos conmigo? —preguntó temerosa.

Él negó.

—Todos entienden, Hinata. La gente tiende a lidiar con las cosas de diferente forma, creo que… sólo fue extraño no tenerte alrededor después de... —no terminó la frase.

Después de la guerra.

Los lazos no se borraban con esa facilidad. Ni lo que habían vivido. Cada momento estaba marcado, como una mancha difícil de quitar.

Hinata a veces quería quitar las manchas, arrancarlas como mala hierba.

No quería recordar porque dolía mucho.

Hablar de eso significaba pensar en la muerte de Neji y todo lo que vino después. No se sentía lista.

—D-Debería irme —soltó, asustada y nerviosa. Se puso de pie con tanta rapidez, que la taza con chocolate tembló y se derramó sobre la mesita.

Naruto soltó una maldición y ella se asustó.

Y se quedaron en silencio.

Como si cada gota de chocolate que caía y manchaba el piso fuera un pedazo de ellos mismos. De lo que fueron o lo que pudieron haber sido.

Algo estaba roto y no estaban seguros de si podía arreglarse.

Hinata quería decir algo, pero no podía, se le hizo un nudo en la garganta tan fuerte que casi no podía respirar.

Se había acostumbrado a vivir así, a sentir la pérdida y desolación, pero no por eso iba a arrastrar a alguien más en su miseria.

—¿Te quemaste? —preguntó Naruto, finalmente, rompiendo el silencio.

Ella negó, bajando la cabeza.

Había algo de chocolate en su falda y sí quemaba un poco. Pero podía con ello.

Por otra parte, Naruto se rascó la nuca sin saber qué hacer, nunca fue bueno lidiando con las emociones de las personas, pero el ver a Hinata tan vulnerable lo hacía sentir mal y triste.

Neji no hubiera querido que su prima se convirtiera en un zombi viviente.

—¿Hinata? —susurró su nombre bajito—, ¿estás llorando?

No, no lo estaba.

Claro que no

Ella ya no lloraba.

Ella ya no…

—L-Lo siento —tartamudeó, mientras gruesas lágrimas se derramaban por sus mejillas—. N-No quise arruinarlo.

—¡No tienes por qué llorar! —dijo él mientras agitaba las manos, restándole importancia—. Te buscaré una toalla, siéntate.

Pero Hinata no le hizo caso, se quedó ahí de pie, con la mirada baja, llorando en silencio.

Se sentía tan pequeñita y triste.

—Lo extraño mucho, Naruto-kun. Las cosas hubieran sido diferentes si yo… si yo… —dejó las palabras al aire.

No fue necesario decir su nombre, ambos sabían a quién se refería.

Naruto escuchaba voces, en sus sueños, a veces era Neji pidiéndole que cuidara a Hinata, en otras sus padres diciéndole que lo amaban, Obito buscando el perdón o Jiraiya simplemente susurrando su nombre.

A veces lloraba, a veces simplemente se enojaba consigo mismo.

Las emociones subían y bajaban como montaña rusa.

Sabía que el dolor no iba a desaparecer por completo, que seguiría allí, latiendo, incluso pasaran los años.

Pero tenían que seguir.

Por esas personas que murieron buscando proteger algo, por la aldea, por sus amigos.

Los lazos no desaparecían jamás. Se fortalecían.

Naruto quería enseñarle eso a Hinata.

Se acercó a ella y le puso las manos en los hombros.

—Eres más fuerte de lo que piensas —sonrió—. Nadie cree lo contrario.

Lo escuchó, mientras lloraba. Quiso decirle que no se sentía así, pero no pudo hablar, nada parecía suficiente.

Lloró hasta que sintió que los ojos se le iban a reventar de la hinchazón. Lloró hasta que su corazón se calmó un poco.

En algún momento se habían sentado en el suelo, a los pies de la cama de Naruto. No la tocaba. Simplemente estaba a su lado, con sus hombros rozándose.

Apoyo. Amistad.

Hinata lo pudo sentir en cada parte de su ser.

Naruto era así. Como un sol brillante. Siempre buscando salir adelante y apoyar a la gente que quería.

Se sintió afortunada de tener a alguien así a su lado.

De querer a alguien así.

Porque sus sentimientos seguían ahí, medio escondidos entre la suciedad de su tristeza, pero vivos al fin y al cabo. Supo que, con el cuidado adecuado y la paciencia necesaria, estos volverían a florecer como en un principio.

Pero tiempo.

Necesitaba tiempo.

Todos lo necesitaban.

Dejaría que su corazón descansara, ya después volvería a darse un tiempo de amar a alguien.

Por ahora necesitaba recuperarse a sí misma.

—Gracias —susurró con la voz ronca—. Muchas gracias.

Naruto asintió, sonriéndole. Se preguntó si se daba cuenta de que su sonrisa deslumbraba, como los rayos del sol que entraban por su ventana en las mañanas.

—Vamos a sobrevivir a esto, Hinata, de veras —le aseguró, con una mirada determinada.

Ella conocía esa mirada, era la misma que ponía cuando decía que sería Hokage.

Supo que era cierto, que lo lograrían.

Había vivido todo ese tiempo escondiéndose, reteniendo la respiración. Tanto que olvidó que había gente que se preocupaba por ella. Que la querían.

Naruto era uno de ellos.

Quizá habían perdido un poco el camino, pero lo encontrarían de regreso

Asintió, limpiándose los restos de lágrimas.

—He arruinado el kotatsu —murmuró, avergonzada.

Naruto suspiró.

—Fue bastante caro conseguirlo, sabes —miró el chocolate derramado—. Supongo que tendrás que venir otro día a limpiar el desastre, de veras.

Hinata no le respondió, tampoco se ruborizó, simplemente sonrió agradecida, entendiendo lo que él implicaba.

Era imposible que dejara el kotatsu sucio, se apestaría.

No olvidaría ese día.

Cuando finalmente pudo respirar.


Hola, ¿qué tal?

Bueno, ya había escrito una historia similar que ocurría después de la guerra y con Hinata deprimida, quise darle un twist y salió esto. Me gustó bastante, creo que es muy nostálgico.

Me ayudó a desahogarme un poquito, además de retomar un poco la escritura porque tengo bloqueo de escritor desde hace meses.

Espero y les haya gustado. Si pueden escuchen la canción es muy bonita.

Un abrazo y nos leemos pronto.

Lizy.

14.06.18