[Fan-Fic]

¡El Amo me Necesita a Mí!

Rin, Sesshōmaru & Jaken—

Summary: Sesshōmaru deberá aprender que los yōkais de menos poder no dejan de ser peligrosos. Y más cuando la maldición de una sacerdotisa mala lo obliga a permanecer en su forma original sin poder hacer nada al respecto; Rin quiere ayudar pero Jaken también quiere hacerlo. Oh no. [Reto #2: Fic para el foro ¡Siéntate!]

Disclaimer:

InuYasha © Rumiko Takahashi

¡El amo me necesita a mí! © Adilay Himelric

Advertencias: Leve lenguaje obsceno.

Notas: Ya que éste fic está terminadito, voy a comenzar a editarlo, disculpen las molestias ocasionadas por el hecho de que no me quedaba inspiración para terminarlo en su momento.

Espero que el final no les disguste ya que hice todo lo que pude para que estuviera a la altura del reto. Uno que aún considero muy bueno.



CAPÍTULO

I

El Hechizo de una Pésima Sacerdotisa Mala.

Aquella tarde, el equipo de Sesshōmaru retornó su viaje después de algunos inútiles combates contra aquellos yōkais de bajo nivel que no causaron más que irritación y pausas al grupo que se reducía al propio Sesshōmaru.

Pero gracias a Dios, ahora ya estaban de regreso para ir en busca de Naraku y su pútrido trasero para desaparecerlo del planeta debido a tantas osadías contra Sesshōmaru que cometió alrededor de tantos meses y tantos días y tantas horas y… ¡muchos minutos!

Naraku iba a pagar con sangre todo lo que había hecho. Sobre todo el haberse metido con el gran Sesshōmaru y pensar que saldría vivo después de ello. Sesshōmaru contaba con una muy buena memoria, y con una poca (o nula) capacidad para perdonar.

—Mmm… Sesshōmaru-sama —llamó la pequeña Rin montada en el yōkai, Ah-Un, cuyas cuerdas estaban siendo jaladas por Jaken cuyo rostro sólo podía ser definida con una palabra: irritación.

—¿Qué? —dijo el peligroso yōkai perro sin detenerse, ni mirar hacia atrás. Con la vista fija al frente cual depredador. Nadie completamente cuerdo se pensaría siquiera en ponérsele enfrente. Su aura era poderosa y oscura, peligrosa.

—¿Ya casi llegamos? —pregunta típica de un infante en proceso de morir de aburrimiento. Menos mal que Sesshōmaru parecía tenerle mucho más apreció a esa niña humana que a cualquier otro ser, porque si hubiese sido Jaken quién ahora mismo gruñó ante la pregunta, tal vez Sesshōmaru ya estaría viajando solo.

Mierda, y ese era justamente el problema, Sesshōmaru no iba a pedirle que se callase ahora por lo que Rin iba a seguir preguntando sin poder humano o yōkai que pudiese silenciarla. A decir verdad esa era una de las cosas que el gran Sesshōmaru lamentaba en el más estricto de los secretos, el poder que su pequeña protegida tenía sobre él aunque nadie salvo él mismo lo sabía.

—Aun no, mocosa, ahora deja de fastidiar al amo —espetó el pequeño sirviente yōkai, harto también de las preguntas bobas de esa diminuta humana; y aunque ambos yōkais sabían que el que Rin hiciera preguntas como esas a cada segundo no era algo anormal suponiendo que por su edad la curiosidad por las cosas era inmensa, no quería decir que estaban dispuestos a tolerarla al 100%.

—A usted nunca lo llame Jaken-sama —bufó ella torciendo la boca acomodándose en el lomo de Ah-Un que los acompañaba sin decir (o gruñir) nada.

Y aunque pudiera, Ah-Un no se metería en una plática de esas, realmente consideraba que hacerlo sería un suicidio teniendo al yōkai perro de mal humor, cosa que Ah-Un olía bastante bien.

—¡Mocosa irrespetuosa! —gritó Jaken agitando su báculo sin dejar de caminar ni mucho menos se atrevió a soltar las cuerdas de Ah-Un—, aprende a respetar a tus mayores, no es posible que no sepas cuál es tu lugar… —y etcétera, etcétera y etcétera, Jaken siguió hablando sabiendo bien que Rin no le prestaba ni la más mínima atención. Pero a Jaken le gustaba gritarle así que no se preocupó por lo demás.

Tal vez debió hacerlo.

Sesshōmaru suspiró de forma casi indetectable, estar con esos dos, caminando a la deriva, prometía serios dolores de cabeza diarios, pero siendo él un poderoso yōkai, el quejarse sólo demostraría debilidad; una que estaba más que dispuesto a desaparecer de su interior.

—Anochecerá pronto —avisó deteniéndose—, Jaken —llamó sin mirar atrás.

—Dígame amo —Jaken dejó las cuerdas del yōkai de dos cabezas y se acercó a Sesshōmaru con el báculo en sus dos manos enfrente de su cuerpo como si con esa cosa pudiera protegerse de algún pisotón inesperado.

Jaken a veces se preguntaba si su amo Sesshōmaru lo pisaba porque en verdad se lo merecía o para saciar una retorcida diversión.

—Lleva a Rin al río que está cerca de aquí —con su mano señalo a su derecha.

—Por supuesto amo —hizo una reverencia antes de regresar y tomar las cuerdas de Ah-Un tirando de ellas con una extrañada Rin.

—¿A dónde vamos señor Jaken? —preguntó Rin viendo hacia atrás observando la espalda de Sesshōmaru mientras ellos se alejaban.

—A donde el amo nos dijo, a un río cercano —contestó el pequeño yōkai sabiendo bien que su amo debía encargarse de una peste que llevaba siguiéndolos desde ya hace algunas horas. Y a pesar del aura peligrosa que emanaba Sesshōmaru en cada poro, el intruso se negaba a dejar de seguirlos.

Era increíble que algunos tuvieran la fantasía de morir a manos de un yōkai del calibre del gran amo.

Sesshōmaru dejo que una pequeña ventisca acomodara mejor sus plateados cabellos para poder concentrarse (aunque sabía que no era muy necesario hacerlo debido al poco nivel de poder que poseía el espía) en la criatura que llevaba siguiéndolo. Puras basuras sin valor alguno que tenían el poco sentido común como para pensar que podrían siquiera causarle algún tipo de dolor. Él iba únicamente por la basura de nombre Naraku, y hasta no terminar con su objetivo, no deseaba ser interrumpido por ningún asqueroso yōkai de bajo nivel.

—Sal… ahora —ordenó.

Las hojas de los árboles se mecieron con una nueva ventisca más fuerte que la anterior, y en frente de Sesshōmaru hizo uso de presencia una mujer vestida con un kimono negro con tulipanes pequeños de color blanco, un obi de color verde pálido.

—Me honra que se haya dado cuenta de mi presencia —dijo la mujer de cabellos rosas bastante largos atados en un chongo con unos palillos cafés y ojos rojos remarcados por la sombra negra que cubría el contorno de sus ojos y con los labios pintados de rojo con una sonrisa en ellos.

—Cualquiera podría darse cuenta de tu presencia —por unos segundos la imagen de Inuyasha apareció en su cabeza—. ¿Qué es lo que quieres, sacerdotisa? —no necesitaba sus ojos para saber que esa tipa no era más que una de las tantas sacerdotisas fracasadas que deseaban tener prestigio fuera de lo que fuera. Era claro que se había equivocado que lo tendría con él.

—Escuché, yo no deseo provocarle ningún mal y yo sé que usted no desea que le provoque un mal a su protegida—el yōkai albino arqueó levemente la ceja izquierda, ¿acaso esa mujer se atrevía a desafiarlo? Vaya, vaya—. Por lo que le pido una pequeña cosa.

—No tienes ningún derecho a pedirme nada —dijo de forma seria―. Lárgate ―no quería seguir perdiendo su tiempo y el hecho de que esa mujer amenazara la vida de Rin la había hecho merecedora de una muerte segura, sin embargo, si la sacerdotisa aceptaba perderse de su vista pronto era probable que decidiera no hacerle daño.

Aunque… ese no era su estilo. Incluso el propio Sesshōmaru debía aceptar para sí mismo que cuando las cosas se trataban de Rin, él solía dejar de ser tan despiadado como en antaño.

—Oh, claro que sí —alzo su brazo y abrió su mano, un extraño polvo color verde estaba en ella. Rezó unas cuantas líneas, sopló a su dirección y dijo—: Lo que ella quiere tienes que dárselo, —cerró sus ojos y los abrió con una sonrisa.

Algo completamente extraño ocurrió después de uno segundos, a Sesshōmaru le dieron ganas de estornudar, pero las contuvo con maestría.

—¿Qué fue eso? ―dijo frunciendo levemente el ceño.

—Lo que escuchaste… lo que ella quiere, tienes que dárselo —siguió sonriendo triunfadora—. Si tienes algo que le debas a una mujer, será mejor que lo entregues —pausó airada—, ahora ve y regresa la esfera de color verde.

—¿De qué diablos hablas?

—A mi no me engañaras, Okusuki.

Sesshōmaru entrecerró los ojos, cuando comenzó a tomar su forma original sin su consentimiento empezando por sus ojos los cuales se tiñeron de rojos y más tarde sus pupilas se embriagaron con un tono azulado…

—Ahora, hasta que no me regreses lo que me debes —cerró los ojos orgullosa de ver al albino encorvar su espalda bastante extrañado… y dolido—. Perderás esa forma humana y regresarás a tu forma original que es la de un g-gato… —susurró lo último dándose cuenta de un pequeño detalle—. Mierda. Creo que me equivoqué de yokai —susurró para sí misma antes de que la pata del gran perro demonio, Sesshōmaru, cayera sobre ella para después dar un rugido.

Un poderoso rugido que presagiaba la muerte ineludible.

—¿Qué fue eso señor Jaken? —preguntó Rin bastante intrigada.

«¿Amo Sesshōmaru?» se preguntó Jaken algo extrañado; juraría que ese rugido era del amo en su forma original. Eso no podía ser posible, el amo no tomaría su forma verdadera por alguien tan débil.

—Vamos a ver —dijo Rin al ver que el yōkai no le respondía.

—¡No! Será mejor que esperemos aquí —susurró sosteniendo a la niña del kimono. Ella lo miró con una mirada llena de confusión y curiosidad.

—¿Señor Jaken?

Rin miró al señor Jaken, no era nada normal que él estuviese tan estaba serio, para nada, cosa que aumentaba la indetenible curiosidad.

Esto había sido el colmo de los colmos, esa estúpida sacerdotisa le había puesto un hechizo, un conjuro, un rezo, un tremendo golpe en los testículos.

Por más que deseaba no podía regresar a ser un yōkai menos enorme. Y por si fuera poco lo único que ella dijo antes de que él la comiera de la forma más cruel posible (se puede decir que hasta disfruto masticarla) fue: "No puedo romper el hechizo".

Vaya bastarda, debió dejarla a la mitad para que sufriera un poco más. Pero de algo el gran demonio perro estuvo seguro: Sí Naraku lo viese, moriría de la risa. El sólo pensamiento lo hizo rabiar aún más.

—¡Amo Sesshōmaru! —gritó Jaken llegando seguido de Rin y Ah-Un.

Genial.

—¿Sesshōmaru-sama?

—¿Qué le ha pasado? ―preguntó Jaken.

«Pregunta estúpida» se dijo Sesshōmaru gruñendo.

—Increíble Sesshōmaru-sama —musitó la impresionada humana mirando hacia arriba—, jamás lo había visto en esa forma, señor Sesshōmaru, es hermosa.

Jaken le dio un bastonazo a Rin que retumbó hasta en los oídos de esta.

—¡Oiga! ¡Eso me dolió!

—Deja de decir cosas tan incoherentes e insolentes —dijo intentando quitar a la niña que furiosa lo golpeaba en la cabeza—. Huh… Sesshōmaru-sama, ¿está seguro que quiere seguir la búsqueda de Naraku en su forma original? —preguntó algo indeciso ya que él sabía que el amo no era de los yōkais que acostumbraba presumir su fuerza en cada paso que daba, es más, era del tipo que procuraba ir en paso lento y cauteloso en búsqueda de nuevos enemigos fuertes.

Sesshōmaru gruño y con la cabeza les hizo un ademán de que lo siguieran.

Ambos montaron a Ah-Un y siguieron lo más rápido posible al gran Sesshōmaru, quien se detuvo enfrente de una gran montaña mientras pensaba en la estupidez en la que se había metido, debió matar a esa bruja en cuanto tuvo la oportunidad; miro la gran montaña un poco más grande que él por unos segundos y después, de un fuerte golpe hizo un agujero en ella, lo suficiente para hacerse un refugio ahí y mantenerse oculto al menos para pensar en lo que debía hacer si deseaba recuperar su otra forma.

—Jaken-sama… —susurró Rin—. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué Sesshōmaru-sama no regresa a su forma original?

—No lo sé—contestó evitando decirle a Rin que esa era la forma original de Sesshōmaru. «Lo más probable es que esa sacerdotisa le hizo algo a mi amo que le impide regresar a su otra forma».

Bajaron al suelo en cuanto vieron que el gran perro se acostaba después de entrar y aunque no ocultaba su gran presencia, era lo suficientemente cómoda para dejarlo pensar un rato.

«Maldición» se dijo furioso pensando en las palabras de esa mujer. Hablando de ello, ¿cómo demonios una simple humana pudo causarle un gran daño?, y en esos momentos anotó un pequeño recordatorio: Los humanos son de cuidado, no importa que tan débiles parezcan. Anotación que se llevaría a la tumba para jamás reconocer nada.

Rin por su parte se dio a la tarea de acomodarse en el suave y cálido cuerpo de su amo llamando la atención de él, la sorpresa en sus ojos lo delataron al posarse sobre la humana de forma bastante reveladora, sin embargo Sesshōmaru no dijo nada por lo que decidió acurrucarse más en cuanto sintió el frío hacerse más fuerte.

Por el rostro de Jaken, Rin dedujo qué algo malo estaba pasándole al amo Sesshōmaru y solo debía concentrarse el ayudarlo.

Jaken al ver que la insolente Rin se acurrucaba al amo, decidió ir con Ah-Un a otro extremo no muy lejos de ellos dos, no podía creer el problema en el que estaban, sabía que Sesshōmaru no iba a quedarse así para siempre y no iban a seguir buscando a Naraku mientras estuviese en esa forma; pero comenzó a cuestionarse sobre las opciones que deberían tomar para encontrar la solución.

Ambos acompañantes por primera vez tuvieron el mismo pensamiento al mismo tiempo: "El amo me necesita".

«Solo espero que esa niña tonta no se entrometa» pensó Jaken acostándose tomando como apoyo a Ah-Un.

«Espero que ese bobo de Jaken-sama no quiera hacerse el héroe y dejarme a mi fuera de esto. Sesshōmaru-sama, prometo que esta vez le seré útil» pensó Rin decidida mirando sin ninguna preocupación al sirviente del gran perro.

Sesshōmaru no notó los pensamientos de ambos acompañantes, por lo que sólo se mantuvo alerta en cuanto el sol decidió bajar y dejar paso a la luna. Ese maldito de Naraku tendría que esperar, y eso no lo hacía nada feliz.

Fin de Capítulo.


Y he aquí la nueva edición de este fic; lo terminaré con forme pase la semana, también voy a editar el capítulo que sigue, por favor, no piensen que me he rendido con esta historia, acabo de retomarla y esta vez es para no detenerme hasta verla completa.

Hasta el capítulo II.

JA NE! ;)