Capítulo 1.

El chirriante sonido del despertador me despertó abruptamente. Aún sobresaltada, abrí los ojos con pesadez despegando mis pestañas que insistían en seguir juntas. Gruñí y revolví las sábanas. Me llevé la grata sorpresa, al levantarme, de observar los rayos de sol que se colaban por mi ventana. Digo "grata" porque generalmente, la contaminación es la causante de que no pudiésemos ver el cielo con claridad en la capital nipona. Empero, justo hoy que había decidido quedarme cinco minutos más o bien sumergirme en la oscuridad de la habitación, el firmamento hacía de las suyas. Estaba despejado y el sol rebosaba de buenas energías. Shikisio (maldición)

Una vez que conseguí salir de los efectos secundarios del embrujo de Morfeo, me estiré como un gato. Troné los huesos de mi espalda e hice respectivamente lo mismo con los de mis dedos. La cama no era tan cómoda, el colchón estaba muy duro. Se notaba de verdad que estaba durmiendo sobre tablas y… ¡Echaba mucho de menos mi futón! Tan suave y blandito. No como este pedazo de hierro y madera, pensé maldiciendo a la vez que me lanzaba de nuevo sobre las mantas desordenándolas aún más. Las sacudí repetidas veces en un triste intento de hacer aparecer de la nada a mi querido futón.

Me detuve cuando divisé unas letras rojas envueltas con un círculo rojo en el calendario. Me levanté definitivamente, giré sobre mis talones apresurándome a ver la fecha. ¡No podía ser! ¡Hoy era el día! Los ojos se me abrieron como platos y mis labios quedaron en forma de óvalo. Al instante busqué con la mirada a mi móvil. Di un vistazo rápido a la habitación. En ella se encontraban dos literas acomodadas de forma casi increíble en un diminuto espacio, admiraba de sobremanera a los ingenieros tokiotas que se las apañaban con tan poco terreno para realizar estupendas obras verticales. Había de suponer que el "hotel" donde me encontraba debía tener al menos diez pisos. Oh sí, porque Sakura Kinomoto se encontraba viviendo en un Sakura Hotel desde el viernes pasado.

Irónicamente estos hoteles compartían mi mismo nombre. Era habitual que en este tipo de lugares se hospedasen extranjeros cuya estancia no se prolongaría más de tres meses. Por lo tanto, caras nuevas iban y venían. Esperaba que al menos mis tres compañeros de piso fueran personas agradables. Gente tolerable y tolerante. Aunque solo hubiese visto gaijin (extranjeros) en películas y a unos cuantos en la calle, debía de reconocer que me hallaba un poco nerviosa.

Saliendo un poco de mis cavilaciones acerca de los occidentales, y después de escudriñar el dormitorio de de arriba abajo, me jalé los pelos un tanto desesperada. ¿Dónde demonios estaba mi celular? Mi precioso. ¿Kami-sama tenía algo en contra mía? Maldije y lancé improperios por lo bajo. No obstante, parecía ser que este dios vengativo se tomaba muy enserio las cosas, puesto que enseguida comenzó a temblar.

Lo primero en que pensé al sentir el movimiento sísmico, fue en el bienestar del televisor. Quería seguir viendo doramas y por ende el televisor debía estar en perfectas condiciones. Lógica pura y dura. Aunque también me preocupé por el portátil y el dichoso móvil. Cuando comprobé que las replicas del pequeño temblor habían pasado, solté la tv, la cual tenía abrazada. Respiré soltando el aire que había estado conteniendo, encendí la tele verificando si aún servía. Yokatta (menos mal). Miré la hora en un programa de cocina y me di cuenta de que…

Kuso, kuso, kuso, Sakura no baka! (mierda, mierda, mierda ¡Sakura eres una imbécil!).Ya eran las 9:40 am. Si no me daba prisa de seguro que todos los ejemplares se agotarían y lo que menos quería era perderme la entrevista de Tukishiro-san. Él era tan guapo, sus cabellos grisáceos cayendo sobre su frente, ese mentón agudo y esos ojos que se encontraban adornados con unos preciosos lentes. Definitivamente Sakura-chan se había enamorado.

Suspiré acomodando la televisión en el mueble. Ese hombre me traía loca. Así, vagué por el pequeño departamento como alma en pena hasta hallarme lista. Me había puesto una sudadera color blanco junto con unos leggins negros, y encima de éstos unos shorts. Iba de lo más casual.

Tomé mi bolsa y las llaves, salí al pasillo haciendo una anotación mental de que debería pasar por la lavandería antes de volver. Si no me apuraba, sería misión casi imposible adquirir el libro en preventa. Y no iba a esperar dos meses más. Tukishiro-san escribía como los ángeles y lucía como uno de ellos. Me sonrojé hasta las orejas al imaginarnos a ambos el día de nuestra boda, los dos tomados de la mano dándonos el sí quiero. Tiempo después tendríamos lo que suelen llamar como "la parejita", es decir; un niño y una niña. Siendo el niño mayor por supuesto, para que de esta manera cuidase a su hermanita. Seríamos felices y comeríamos perdices…No, mejor perdices no. Ano seríamos felices y comeríamos bolas de arroz cubiertas con algas, algas rellenas de pescado.

Sin embargo, la burbuja explotó cuando el carraspeo de alguien me sacó de mi ensimismamiento. Mostré una sonrisa nerviosa al individuo sin mirarle directamente a los ojos, sentí un aura maligna a mí alrededor. Hice una reverencia inclinando mucho el torso. Juraría ver que el sujeto se estaba desatando los cordones. No le di mayor importancia, tragué en seco para después salir despedida de allí.

No miré hacia atrás. Que vergonzoso ha de haber sido. Salí del Sakura Hotel con rumbo a la estación de metro. Haciendo cuentas si de la estación al lugar en donde se iba a realizar el evento habían diez minutos, más otros treinta. Si, estaba a tiempo. Era sencillamente un crack de las matemáticas.

Cuando llegué al local, no pude hacer otra cosa que fijarme en la interminable fila que había para entrar. Era infinita, caminé un poco más hasta darme cuenta de que la cola daba la vuelta entera al recinto ¡E incluso había carpas! ¡La gente había acampado! Creó que dé la impresión me desmayé sobre unos arbustos. Y después de minuto y medio escondida entre el hierbajo, me levanté y caminé dignamente ignorando las miradas de la gente curiosa. Me planté detrás de la última persona, bien decían que los últimos serían los primeros.

La chica que estaba delante de mí se dio la vuelta y me sonrió al verme. Al parecer, por darse cuenta de que no era la última. Aquel día el sol era protagonista principal, pude mirar de reojo como la gente esperaba "pacientemente" con su sombrilla abierta, dándose sombra. Suspiré y me coloqué la capucha de mi sudadera, paciencia era algo que me faltaba. Me mordí las uñas asomándome cada dos por tres haber si la dichosa fila avanzaba. Ni un solo metro, nada. Quizá Tukishiro-san quería que todo estuviese perfecto para que sus fans estuviesen la mar de cómodas. De verás que era un pan. Sonreí como idiota.

-¿Cree que este libro estará mejor que el anterior desconocida-san?-me preguntó la muchacha de antes.

Era de por sí una chiquilla adolescente. Me miró con algo de respeto, agradecí que en mi familia toda fuésemos altos, tampoco gigantes, pero lo suficiente para prescindir de tacones (las mujeres). Le sonreí recolocando un cabello rebelde que había escapado a mi frente detrás de mi oreja.

-Kinomoto Sakura-me presenté ante lo de "desconocida-san"- Claro que sí, Tukishiro-san es un gran autor que sabe cómo hacer encajar las cosas ¿Ne, niña- chan?

- Si que lo creo. Falta poco para que nos dejen entrar- dijo sin presentarse. De verdad pensé que se presentaría. Que decepcionada estoy- lo mejor será que revise que tengo todo en orden.

Apenas recordé aquello el botón de alarma sonó en mi interior. Yo también debía de revisar que todo estuviese en orden, aunque con la prisa con la que me había marchado… No, no podía ser cierto. Registré mi pequeño bolso en busca de las entradas que había comprado hacía un par de días. Comencé a preocuparme cada vez más y más al ver que no aparecían. Me colgué el bolso al cuello para poder buscar con ambas manos, recibiendo, otra vez, la mirada de la gente. Cosa que ni me importó, porque en ese instante, lo más importante era la susodicha entrada. Cuando me convencí a mi misma de que no la tenía, marché despavorida hacía el apartamento.

No me di cuenta por donde iba hasta que el grito de un ciclista me sacó de mis pensamientos. Me hice a un lado sintiendo de lleno el aire producido por la velocidad del chico. Lo esquivé por muy poco, empero él no había contado con la misma suerte. Se había estrellado con un poste y había caído de bruces al césped del parque. Me acerqué al sujeto para cerciorarme de que aún vivía, lo toqué con la punta de un palo, a lo que él simplemente gimió. Menos mal no había muerto. Lancé el palo a un lado y me coloqué en cuclillas. Tomé mi dedo índice y comprobé que efectivamente estaba respirando. Aún con el tiempo encima, saqué de mi bolso una libreta de la que arranqué una hoja. Escribí un "discúlpeme por favor" que se lo guardé en uno de los bolsillos de su chaqueta, para después emprender la caminata de nuevo.

Hora y media después, me encontraba desganada y desilusionada. Cuando había regresado al local toda la fila había desaparecido. En un principio pensé que era estupendo, pero cuando me acerqué a la entrada el gorila que se encontraba en la puerta no me dejó pasar. A pesar de tener el ticket a la mano salió con la excusa de que el aforo se encontraba completo y que el dinero se me reembolsaría. No quería que me reembolsaran el dinero, esos 4.000¥ los había pagado solo para verle. Solo para ver a mi amor platónico y escritor favorito. Por lo tanto esperaría sentada en un muro solo para verle salir. Sí, eso haría.

El tiempo pasó tan lento que no me fijé en qué momento había comenzado a cabecear. El alboroto y unos gritos me despertaron. Tukishiro-san salió y comenzó a repartir autógrafos, me paré como un resorte y me encaminé mezclándome con el tumulto. La gente se peleaba por el simple rose con la piel del escritor, él por su parte estaba radiante. Llevaba una americana junto con unos pantalones oscuros. Sonreía como siempre y se le veía un poco nervioso. Pero su semblante cambio a uno más serio y seguro de sí mismo en cuanto denotó mi existencia. El corazón amenazaba con salirse de mi pecho y temía que los latidos no fuesen apaciguados por la algarabía. De esta manera, traté de hacerme paso entre el gentío. Sin embargo, muchas chicas que estaban a mi lado sentían lo mismo que yo. Se sentían observadas por su ídolo. Era una tarea difícil, ya que todas arañaban, tiraban las unas de las otras. Nos encontrábamos ante bestias con uñas afiladitas.

A pesar de todo, tal fue mi sorpresa al notar que Tukishiro-san me hablaba, que me quedé pasmada. Sus guardaespaldas se colocaron en forma de círculo cubriéndonos a ambos. Todas las chicas forcejeaban sin éxito, él se limpió las gafas enfocándome mejor. Me sonrió de nuevo y cuando escuché su voz sentí como las piernas me comenzaban a flaquear. Todo yo era un flan.

-Disculpa, ¿nos conocemos? Tú cara se me hace conocida- alzó un poco la voz para que yo pudiera oírle.

Me quedé callada, estupefacta. ¿Estaba soñando? ¿Esto de verdad estaba pasando?

Saqué mi cuaderno y un bolígrafo, tímidamente estiré mis dos brazos ofreciéndole el papel. Escondí el sonrojo de mi rostro bajo mis antebrazos. En el instante en que sentí que me quitaban el papel con suavidad procuré no lanzar un grito ni desmayarme de nuevo.

-¿Cuál es tu nombre? – se había acercado lo suficiente para hacerme perder la cordura.

-Ki…Ki…nomoto-respondí con un hilo de voz.

-¿Cómo?

-¡Kinomoto Sakura!- le grité respondiendo como soldado. Me callé al instante.

-Muy bien- se acomodó los lentes. Este hombre tendría que estar jugando a cada instante con esas gafas. Me ponía aún más nerviosa.

Le vi escribiendo algo, mas no podía despegar la mirada de sus labios. Kami-sama ayúdame o moriré de un derrame nasal.

Me devolvió el papel y me sonrió una vez más. Esta vez solo a mí. Para evitar desmayarme delante de él, salí corriendo como pude de entre todas las chicas. Corrí y empecé a llorar de emoción. Lo apreté contra mi pecho en un intento de calcarlo en mi corazón. Me senté en un parque suspirando una vez más, hasta que el crujido de mi estómago me sacó de mis pensamientos. Lo sobé, tratando de calmar las ansias de comer un elefante. Con tanto ajetreo me había olvidado de desayunar. Tenía que hacer caso a mi hermano o si no iba a terminar por desaparecer.

Me puse de pie y busqué un supermercado para comprar alguna comida rápida para hacer en casa. Un buen plato ramen instantáneoestaría bien. Además si el reloj de la calle no fallaba, en una hora comenzaría las clases de nuevo.

Media hora después llegué al piso. Suspiré sacándome los zapatos, había sido un día un poco largo. Y eso que apenas era medio día. ¿Qué sería de mí a este paso?

Me apresuré a encender el computador, puesto que pronto iban a comenzar mis clases. La materia de Arte Renacentista lograba motivarme de sobremanera. Leonardo era un sol, amaba sus cuadros. En especial La Gioconda y La virgen de las rocas. Siempre había soñado con ir al Louvre*(*El Louvre es uno de los museos de arte más importantes que se encuentra en París) además de conocer la ciudad del amor con el amor de mi vida.

Sin embargo, toda la emoción se transformo en miedo. La pantalla del portátil se había quedado negra. No encendía, bueno quizá sí. Pero la pantalla estaba negra. ¿Era acaso esto una jugarreta? Pensé y presioné tantas veces el botón de encendido que conseguí que se quedase pegado.

¡No! ¡No podía ser cierto! Lloriqueé.

-Podrías haber entrado por el modo seguro en vez de haberlo reventado- escuché que decían, me sobresalté y giré de inmediato topándome con unos ojos color café que me observaban con diversión.

-¿Quién eres tú?- cuestioné mirándole sospechosamente. El sujeto que se encontraba en una de las camas de arriba se levantó y saltó cayendo al suelo.

-¡Ay!-grité un poco al sentir el golpe sordo.

-Digamos que soy un ladrón que logró colarse por la ventana, mademoiselle- sonrió haciendo una genuflexión.

-¿Enserio? Wow la verdad es que está alto por aquí- respondí mirando por la ventalla a la calle.

-Igual si subes por el alfeizar de las ventanas, o si alguien te lanza una soga-Se acercó a mí, pero al instante sacudió su cabeza- No seas estúpida, claro que no entré por la ventana- rodó los ojos a la vez que se alejaba .Paseó un poco por la habitación. Sus cabellos se habían enredado.

-Entonces si no fue por la ventana, fue… ¡Por la puerta!- Ja, victoria. Le señalé con el dedo. Y me senté en el mueble con el computador en mis piernas, intentando arreglar el desastre.

Suspiró una vez más. Se sentó a mi lado en el sofá y me quitó el portátil de las piernas. Le miré interrogante, él comenzó a revisarlo, le sacó lo que parecía ser la batería. Le escaneé con la mirada. Tenía los cabellos color chocolate un tanto ondulados en las puntas, producto de haberlo enredado con anterioridad. Tenía la piel blanca, casi pálida. Era un Adonis personificado, pero yo ya tenía un compromiso con Tukishiro-san así que no podía engañarle.

Desvié la mirada al suelo, intentando concentrarme en una pelusilla hasta que recordé sus palabras.

-Espera un segundo. ¿Hace un segundo me llamaste estúpida?

Me miró un tanto sorprendido. Denoté un toque de picardía en su mirada, cosa que me molesto. Yo no era ningún bufón para que se anduviesen riendo de mí. Indignadísima le arrebaté bruscamente el aparato de las manos, provocando que casi callera al piso.

-¡¿Qué haces loca?! Encima de estúpida, loca-me insultó volviéndolo a tomar.

-No, ese portátil es mío y por ende tienes que soltarlo.

-Déjame, que si lo vuelves a tocar de seguro que explota.

Así, entre los dos comenzó una lucha por la supremacía del aparato, de la cual salí victoriosa.

-¡Suéltalo! Igual no sé ni quién eres. ¿Qué haces acá? – lo tomé colocándolo en mi regazo.

-Tienes razón, la verdad no sé ni por qué me meto. Es tu problema- respondió evadiendo mi pregunta, se levantó del sofá y en un pispás estaba de vuelta con un vaso de agua.

Observé el vaso y una mueca de asco se instaló en mi rostro.

-¿Qué?- preguntó tosco.

-¿Enserio te vas a tomar esa agua?

-¿Acaso quieres un poco?- se acercó a mi lo suficiente como para que nuestros alientos se entremezclaran.

-No…Y-Yo solo lo decía porque se ve un poco blanquecina- respondí en un hilo de voz.

-¿Eh? ¡Pero si esta agua tiene cal!

-¿Eing?- grité un poco sin sentido. Al parecer, a causa de mi grito él se sobresaltó un poco derramándome el agua encima.

-¿Qué haces?- le dije cuando sentí que le había caído agua al portátil.

-Mejor déjalo en el suelo- me miró con cautela. Sentí su mirada de advertencia, empero no le hice caso y continué sosteniéndolo junto a mí.

-¿Por?- contesté.

-Ya- en tono dramático se lanzó sobre mí tirando la computadora al sofá, que en ese mismo instante explotó.

-Eres una bestia salvaje- Le dije en el suelo.

-Al menos te salvé- Me sonrió, haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera. Sin embargo todo mi mundo de princesas se desvaneció cuando le vi mirar mis pechos mojados.

-¡Pervertido!- lo golpeé con tanta fuerza que terminó por estrellarse junto a la puerta.

Y la puerta, en esos instantes se abrió.

En escena aparecieron dos personajes más que nos observaron con gracia.

Me les quedé mirado.

-¡Hola! Somos tus nuevos compañeros de piso.

Eso quería decir que…

Continuará.


Muy buenas queridísimos lectores. La verdad me he divertido mucho escribiendo esto, espero que ustedes se diviertan leyendo esto igual que yo lo he hecho. No hay que ir por la vida con cara de limón agrio, así que sonreír criaturas. Cantar conmigo: "Lo tengo todo papi, lo tengo todo papi, tengo fly, tengo party, tengo una sabrosura"

Dejando a un lado las tonterías. Gracias por leer y no olvides comentar o hacer notar tu presencia.

Nos estamos leyendo.