— ¿Es en serio?
Ella se mira en el espejo. Encuentra la imagen de una chica rubia sin chiste, con un vestido azul como sus ojos que eligió en un momento de sentimentalismo. Y bueno... Es obvio que no debió haberlo hecho porque Sherlock está ahí, justo detrás de ella con su vestido negro y el cabello rizado cayéndole sobre los hombros de una manera espectacular. Johanna siempre fue fan de su cabello, pero hay veces en las que preferiría jalárselo para obligarla a ser un poco más modesta.— Dios, eres una pésima novia.
Sherlock la abraza por la cintura y susurra un pequeño 'lo siento', porque se siente una persona terrible cuando no puede mantener su boca callada por varios segundos.
— No eres tú —le dice—. Son esos horribles tacones, me molestan demasiado ¿por qué tienes que usarlos siempre?
Ella no va a decirle la verdad.— ¿Y usar tenis como tú? ¿Qué es lo que te traes con las medias de red, de todas formas?
Sherlock sonríe.— No es mi problema que tu madre no te deje vestirte así.
— No es mi problema que tu madre no te preste atención —Johanna toma su bolso en donde guarda el maquillaje y lo cuelga cruzado del pecho. Sherlock rueda los ojos, y ella hace lo mismo—. ¿En serio, Sherlock? ¡Es un maldito bolso! ¿Puedes superarlo de una vez?
Su novia se cruza de brazos mientras pierde su vista en el suelo, tomando las asas de su mochila para tener algo de lo que sujetarse.
— ¿Dije algo malo?
Sherlock suspira. Sus pies se mueven nerviosos en la alfombra rosa de la recámara de su novia.— ¿Cuál es la diferencia?
Johanna frunce el ceño.— No te estoy entendiendo, linda.
— Si, es decir, me gustabas lo mismo cuando te ponías sudaderas y pantalones holgados. ¿Y ese labial? Se siente raro besarte. No me malinterpretes, porque me encanta que me dejes marcas de tus labios en las mejillas y en realidad eres una jodida princesita pero, amor, siento que es mi culpa. ¿Estás cambiando por mi?
Johanna se ríe, pero es obvio que está nerviosa, porque se ha tomado el vestido y ahora lo sostiene en un puño.— No es por ti, Sherlock.
— ¿Entonces? ¿Es tu madre?
Ella niega con la cabeza.
— ¿O tu padre?
— ¡Sólo soy yo, ¿de acuerdo?! —Johanna deja el bolso en la cama y se sienta sobre la cama. Sherlock trata de buscar su mirada, sentada frente a ella aún con la mochila negra sobre su espalda, pero la verdad es que Johanna hace un esfuerzo para evitarlo. Sherlock está llena de furia después de un rato.
— ¡Dime qué es lo que tienes! ¡Dímelo para que haga algo! —le pide, golpeando con su puño delgado una parte lejana de la cama. Ni siquiera le duele, ella está considerando golpear la pared cuando Johanna decide contarle su secreto.
— ¡Me hacen sentir más linda! ¡Los tacones y el maquillaje! ¡Sobre todo los tacones! ¡Es que tú eres tan alta, y la última vez que salí contigo, Janine se acercó a mí y me preguntó si estabas soltera y sus amigas me pidieron tu número de celular! ¡Quiero ser bonita para mis ojos! ¡Quiero ser alta y abrazarte por sorpresa sin que parezca que soy tu hermana menor! ¡Así que, si, uso malditos zapatos horribles y maldito maquillaje pero estoy haciendo un esfuerzo!
Johanna se limpia las lágrimas con la manga de su vestido, y deja de rehusarse a verla, porque no hace falta ahora que todas las cartas están sobre la mesa. Lo ha dicho, lo ha dicho y no puede creer que lo haya hecho pero por fin lo hizo. Dejó hablar a su corazón, y le traicionó contando su secreto más íntimo.— Lo siento, soy una tonta.
Sherlock la abraza de nuevo, y se deja caer junto con ella en el colchón. Le deja un par de besos en el cuello mientras susurra—: Puedes hacer lo que quieras, cielo; pero Janine ya sabía que yo estaba contigo. Siendo honestas, creo que sólo estaba celosa.
