CAPÍTULO 1

Los finos rayos del sol alumbraban el rostro dejando ver parte de la pintura corrida de la noche anterior. Abrió levemente los ojos y los volvió a cerrar al recibir la desagradable luz dorada que brotaba de la ventana. Envuelta en la sábana blanca y suave palpó la cama en busca de una mano varonil, y allí estaba, la acarició. Grande y suave. Con una sonrisa en los labios y sin levantar los párpados se dio la vuelta hacia el chico, quedando su cabeza en el pecho de este suavemente reposando. La mano del joven recorrió la espalda de la chica, acariciando cada milímetro de la blanquecina piel. Este soltó un suspiro de placer al sentir las manos de la chica rozar su rostro y acariciarlo suavemente provocando cosquillas en su piel, erizando cada bello de su nuca. Al igual que ella tampoco había abierto los ojos a causa de la luz que le impedía ver. Notó como el cuerpo desnudo de la atractiva mujer se situaba sobre él y empezaba a darle besos por el cuello provocándole dulces gemidos. Las varoniles manos recorrían los fuertes y suaves muslos de ella mientras recibía los calurosos besos que ahora se dirigían hacia sus finos y rosados labios.

La sábana de él había sido bajada hasta la cintura por ella, para acariciar el marcado torso que lucía unos hermosos abdominales a causa del quidditch. Los labios se movían con pasión, dejando paso a las ansiadas lenguas de librar la batalla dentro de estas. Los labios parecían uno, no se separaban. Los gruesos labios de ella recibieron un pequeño mordisco de los rectos y pequeños dientes de él. De repente la chica se separó, excitada pero extrañada al recibir ese mordisco, que probó solo una vez y no volvería a probar más. Al mismo tiempo que el chico, abrió los ojos para ver a unos verde esmeralda y él unos azul intenso:

-¡POTTER!

-¡PARKINSON!

La chica se quitó encima de él y se tapó con la sábana mientras era observada por el chico. La chica parecía vivir en una especie de trance. Se echó su melena negra y lisa que le caía por los hombros rectamente hacia atrás alborotando así su recto flequillo. Se percató de la irada atónita que le echaba el moreno y se tapó más con la sábana.

-¿Por qué te tapas si te vi anoche desnuda?

-¡Anoche no pasó nada! – el chico soltó una carcajada

-Ya claro, y yo no maté a Voldemort.

El joven se levantó abandonando las sábanas y se dirigió a la pequeña puerta que había en la pared de la pequeña habitación que dirigía al baño.

-¿Quieres taparte¡Estás aprendiendo muchas cosas desagradables de tu amiguito Malfoy!

El chico se volvió dejando ver todo su esplendor. La chica se ruborizó.

-Quizás sí – sonriño con su hermosa sonrisa y se dolvió ota vez hacia la puerta no sin antes decir -. Y no finajs que te avergüenzas de verme así, Parkinson. Porque como a mí has visto a miles – La chica le lanzó un cojín enfurecida que se estrelló con la puerta que acababa de cerrar el chico.

Se levantó corriendo y tambaleándose, comprobando que la noche anterior había bebido más de la cuenta y el fallo ya lo había cometido. Se apresuró a buscar su ropa. Encontró el tanga negro y el sujetador a juego esparcidos por la roja moqueta de la cálida habitación. Se puso los calcetines y, justo cuando se agachaba debajo de la cama para coger el extremo del pantalón que había visto, se abrió la puerta del baño.

-¡Dios! – exclamó Harry excitado. Se había lavado el cuerpo en un minuto y se había puesto una toalla blanca que le resbalaba por las caderas.

Pansy se incorporó rápidamente y se volvió hacia el chico.

-¡Escúchame, Potter! Esto ha sido un gran error, un enorme y tremendo error y no…

Pero el chico le había cerrado el pico dándole un beso furioso y apasionada que le hizo caer en la cama. Las hormonas de ella volvieron a despertarse olvidándose quién era la persona que le daba esos besos. El chico le había quitado el sujetador de nuevo y lo había arrojado lejos, mientras comenzaba a acariciarle los perfectos pechos con pasión. Pero esa pasión se cortó.

-¡Eh, Harry! ya era hora de que despertaras tío, Malfoy y Zabini están aba… jo.

Ron Weasley acababa de entrar en la habitación y se había quedado de piedra tras ver la escena. Los chicos se separaron rápidamente y Pansy tiró de nuevo de las sábanas. Harry se subió la toalla y le dirigió una severa mirada. Ron se escabulló por la puerta sin decir otra palabra.

Cuando Harry se volvió otra vez para volver a la acción descubrió que la chica, había huido, al igual que el pelirrojo y que ahora se ponía los grises vaqueros ajustados que marcaban su bonita figura.

-¡Oh, vamos, nos lo estábamos pasando en grande!

-¡No! He sido una tonta, te dije una vez y no más, me he dejado llevar por el calentón.

-A si que te pongo – la chica se dio la vuelta con los brazos en jarra cuando se hubo puesto la escotada camiseta negra de mangas anchas que llevó la noche anterior.

-Yo no he dicho eso… ¿y mis tacones? – el moreno se agachó y cogió los zapatos de debajo de su cama y antes de entregárselos a la chica, le señaló la boca con los dedos y cerró los ojos, poniendo detrás de su espalda los zapatos negros.

La chica fingió una risa y se acercó despacio, alzó la mano y le pegó una bofetada. Ek chico abrió los ojos y abandonó los zapatos para frotarse la mejilla izquierda.

-Te dije que no – se los puso y después se acomodó su abrigo negro -. Nunca pensé que te convertirías tan caradura como Draco, Potter. Tú siempre tan bueno, tan...prudente… tan… - se sacó el pelo por encima del abrigo y se miró en el espejo que había en la habitación.

-Bueno… todo el mundo cambia… desde la batalla descubrí que se podía confiar en Malfoy y nos hemos hecho buenos amigos. Nos hemos enseñado cosas ¿sabes?

-¿A eso le llamas enseñar? Yo por lo menos he visto a Draco más amable desde que vivís los cuatro en el mismo piso.

-¿Te das cuenta la agradable conversación que acabamos de tener? Vamos¿Por qué no lo admites? Te gusto, Parkinson – la chica le dirigió una severa mirada y luego se marchó dando un portazo que hizo caer un marco colgado en la habitación donde estaban Draco Malfoy, Ron Wealey, Blaise Zabini, Ginny Weasley, Hermione Granger, Luna Lovegood, Pansy Parkinson y él sonriendo alegremente hace 2 años, cuando tenían 19 años.

CONTINUARÁ