Disclaimer: Todo lo relacionado a Harry Potter y su universo pertenece a J.K. Rowling. Yo solo los uso para mera diversión y entretenimiento, tanto mío como de ustedes.

Capitulo 1

N/A: Hola de nuevo, Vengo con este pequeño fic de receso, por así llamarlo de cinco capítulos, cada uno con una cosa que jamás en tu vida se te debe ocurrir hacerles o decirles a las hermanas Black. Y que sus esposos lo aprenderán con el tiempo. Lucius, Rodolphus y Ted, hubieran querido leer primero este fic antes de enfrentarse a sus "singulares" mujeres. Les diré el orden por si acaso, empiezo con Bellatrix, Narcisa y luego Andromeda. :)

DISFRUTEN!


~ 1-. Nunca cuestiones su linaje ~

La cena había sido exquisita, cada platillo, cada tema de conversación, el decorado, todo había sido perfectamente puesto en su sitio por la calculadora de la señora Black. Tal como tenía que ser.

La familia Black tenía fama por sus magnificas recepciones y sus reuniones sofisticadas tan finas como el mismo linaje que portaban desde siglos atrás con el orgullo que se merecían.

Y Rodolphus lo sabía, por eso al anunciar su compromiso con la mayor de las hijas de Cygnus Black, la gente no hizo nada más que alagar y festejar su acertada decisión. Iba a ser una unión envidiada. Ambos con sangre pura, noble, con poder, dinero y distinción, algo de lo más beneficioso para todos los implicados.

Ahora se encontraba sentado en el espectacular comedor de la mansión en donde residía su futura esposa, cenando con sus suegros, y demás compañía. Él sabía como comportarse en aquellas situaciones por lo que la velada según Druella Black, fue de lo mejor.

Una vez retirados los pequeños platos de porcelana en los cuales habían disfrutado de un delicioso postre, los dedos delgados de su novia lo asieron por la muñeca debajo de la mesa. Bellatrix, que se encontraba al lado de él, se levantó de su asiento sujetando todavía a Rodophus con su mano. Con una disculpa y una reverencia hacia su padre, ambos salieron de la estancia.

El mago era jalado por la mujer, que lo dirigía entre las escaleras de aquella ostentosa casa. Sin mediar palabra, Rodolphus la siguió en silencio, observando la silueta de la bruja, insinuante con aquel corto vestido rojo que portaba y sus negros cabellos cayendo como cascada sobre su espalda, mientras sentía como la mano de ella halaba la de él.

Pronto llegaron al salón, un piso más arriba. No entendía porque lo llevaba hasta ahí. Pero Bellatrix lo soltó y a grandes zancadas atravesó el lugar de un color verde olivo, con grandes vitrinas a ambos lados y sofás, hasta pararse en frente de un gran tapiz, que Rodolphus no recordaba haber reparado en él.

La bruja giró sobre si misma, y al ver que su prometido seguía parado en el umbral de la puerta, exclamó:

-Rodolphus, ¿Qué esperas? Ven.

El aludido obedeció sin pensarlo dos veces, y se plantó frente al enorme tapiz bordado con hilos dorados. Abrió la boca incrédulo, al leer las estilizadas palabras que rezaban arriba de aquella maraña de nombres y líneas. "La noble y ancestral casa de los Black", debajo el lema familiar aparecía: Toujours pour. Alzó las cejas como única muestra de asombro. Debía admitir que aquello era fascinante, era un extenso árbol genealógico que ponía en evidencia la pureza del linaje que la familia conservaba desde la edad media, o al menos eso le calculaba. Todos los Black aparecían en ese tapiz, que con tanta suficiencia Bellatrix le mostraba.

Inmediatamente ubicó el nombre de su novia, en lo más abajo del árbol, con las nuevas generaciones, junto con el año de su nacimiento. Quiso tocarlo pero se abstuvo. Levanto la vista de ojos verdes, analizando una vez más el cuadro, absorto, pocos días se veía algo así.

Bellatrix sonreía, regocijándose con el embelesamiento de su futuro marido. Que supiera que no se estaba metiendo con cualquiera. Ella era perfectamente consciente de la admiración que Rodolphus sentía por la nobleza de la sangre, y el árbol genealógico de los Black, era una muestra perfecta de eso.

-Tu nombre aparecerá aquí- Dijo, rompiendo el silencio, señalando con su dedo un lugar junto a su nombre, mientra posaba una mano en el hombro del mago, que seguía con el ceño fruncido, concentrado.

Ladeó la cabeza, con una mueca en la boca. Alzó el mentón. ¿Acaso Bellatrix sugería que ella era mejor que él? ¿Qué tenía que conformarse con aparecer "al lado"? ¿Solo por tener ese tapiz? Los Lestrange tampoco eran cualquier cosa. Al fin y al cabo, ella tendría su apellido. Ya no sería más Black.

Despectivo, comentó:

-Tiene más manchones de los que imaginaba- Hizo un ademán hacia las quemaduras pequeñas, perfectamente circulares, que borraban algunos de los nombres de la tela.

-¿Qué quieres decir?- Preguntó la mujer con una postura defensiva.

-Bueno, no esta completamente limpio, digo se que es difícil, pero incluso hasta...-No terminó la frase, solo se limitó a dirigir sus ojos a la llaga más reciente, específicamente al lado del nombre de Bellatrix.

Esta apretó la mandíbula, poniéndose tensa al instante. No le gustaba que recordara a esa traidora. Ella ya no existía más.

-Y no hablemos de tu primo Sirius, va para ese mismo camino…

-¡YA ENTENDÍ!- Exclamó furiosa, apretando los puños a los costados de su cuerpo. No iba permitir que la humillase de esa manera. Rodolphus supo que había hablado de más. Pero ella se lo ganaba. Aunque…¿Qué tanto se podía haber enfadado?

-Tranquila no es para que te pongas así…-Trató de remediar. Talvez si se comportó como un crío idiota y celoso. Pero su mujer ya no lo escuchaba, estaba roja de la cólera, y en sus ojos se percibía la amenaza.

-Si vas a insultarme de esa manera, será mejor que no haya boda ni nada- Habló conteniendo las ganas de lanzarle algún hechizo. ¿Quién se creía que era para andar diciendo esas cosas?

-Estás actuando irracionalmente, Bellatrix- Habló el mago, aparentando tranquilidad. Se estaba poniendo nervioso.

-¡NO TU ERES EL IDIOTA AQUÍ!- Gritó ofendida, dándole la vuelta, encaminándose hacia la salida.

-Espera- Habló el hombre pero fue ignorado olímpicamente.

-¡YO VENGO A ENSEÑARTE EL TAPIZ, COMO IMBECIL, PARA QUE TU SALGAS CON TUS NIÑADAS!- Volvió a gritarle, sin girar a verlo, casi llegando a la puerta.

Bien. Ahora se hacía la victima. Conocía perfectamente a Bellatrix como para saber que ella no había hecho aquello con otras intenciones más que para dejarle bien en claro quien era y restregárselo en la cara. ¿Quién era la cría ahí? ¿A VER, QUIEN ERA LA CRIA? Tenía ganas de decírselo, de pelear con ella, pero sabía que no llegaría muy lejos con aquello.

-Y será mejor que te vayas, antes de que te saque de aquí con una maldición- Amenazó antes de salir y dar un portazo.

Probablemente abajo, todo el mundo hubiese escuchado su discusión, al menos los gritos. Y los esperarían ahogándolos con preguntas. Pero eso no era lo más importante. Se había enojado. ¿Y si cancelaba el casamiento y todo? ¿Solo por comentar que el tapiz tenía algunas manchas? ¿Algunos traidores como en todas partes? ¿Solo por hacerla bajar de aquella nube en donde todo era perfecto para ella? Rodolphus tragó saliva. Preocupado. De haber sabido que iba a hacer aquel berrinche talvez se lo hubiera pensado mejor antes de hacer lo que había hecho. Pero ya no había vuelta atrás. Tenía que ser una Black, así eran todos, de orgullosos, de pretenciosos y sentidos. Ni que lo hubiera divulgado en el profeta… Ahora tendría que contentarla.

Maldita sea.


Apareció cansado en el jardín de su espectacular mansión, provocando que el sonido asustara a un pavo real que pasaba justamente por ahí. Pero Lucius no se inmutó, estaba agotado, lo único que quería era llegar a su casa y dormir. Dormir como si no hubiera mañana en su cómoda cama de dosel. La noche ya invadía el cielo.

Caminó con pesadumbre los pasos que lo separaban de la doble puerta de madera maciza de la entrada, sintiendo la capa de viaje sobre su espalda que parecía pesar kilos. De seguro tendría ojeras. Últimamente había tenido mucho trabajo tanto en el ministerio como con los mortifagos. Talvez tendría ánimos para comer y luego ducharse. Esperaba que Narcisa le tuviese algún baño de burbujas, o un rico aperitivo, ella sabía lo ajetreado que había estado en esa semana.

Pero en vez de las magnificas ideas que a Lucius Malfoy se le antojaban en su mente, se encontró con su esposa llorando, temblando y arrugando un pergamino, que figuraba una carta. Parecía furiosa e indignada. En el momento en que entró al salón y la vio en ese estado, deseó no haberlo hecho y devolverse en sus pasos. Pero Narcisa lo había visto y ya caminaba hacia él, apretando la mandíbula. ¿Y ahora que demonios había hecho él?

Se quitó la capa con un gran esfuerzo y la tiró en el primer sofá que se le cruzó. Luego con una mueca confusa hacía su mujer, agarró el papel que ella le ofrecía, el cual al parecer era el causante de todo aquello.

Lo leyó con el ceño fruncido, sentándose en un sillón, pues ya no se sentía capaz de que sus piernas pudieran sostenerlo. Las cejas se levantaban cada vez más al avanzar en la lectura y al terminar, con una viruta de su varita mágica convirtió la carta en cenizas, luego dejó su varita en la mesita adyacente a él. Narcisa guardaba silencio a su lado, con la mirada en el suelo y las mejillas encendidas.

Lucius la vio, sopesando en que podía decirle en un momento así, pero no se le ocurría nada.

-Era de esperarse…- Manifestó como quien no quería la cosa, pero era lo que él pensaba realmente.

Narcisa abrió los ojos, levantando la cabeza, como sorprendida por el comentario. Lucius mostró más estupefacción al notar la reacción de la mujer.

-¿Acaso tenías esperanzas de que cambiara?- Preguntó indeciso tratando de comprender a su mujer. Era un hecho conocido de que Sirius Black era un rebelde sin causa. Lo demostró desde muy joven, al entrar a Gryffindor y no Slytherin como dictaba la tradición.

-Mi tía Walburga estaba esforzándose lo mas que podía- Dijo con voz ofendida su esposa, enderezándose en el sillón- Y si, es una desgracia de que fuera en vano. Pero es que…- Las lágrimas volvían a llenar sus azules ojos,- Mi familia se está destruyendo.

-Es una lástima, desde luego- Apoyó Lucius, notando como un punzante dolor comenzaba formarse en su sien, con una mueca en la cara siguió- De todas maneras Andrómeda y Sirius se veían mal desde el principio. Digo, no eran los mejores en tu familia, podrán sin ellos.

-Tal vez tengas razón- Admitió la bruja, secándose con sus delicadas manos la cara. Su esposo pasó un brazo por sus hombros, acercándola.

-Además- Continuó Lucius- Tu hermana no era una dama precisamente, en Hogwarts hizo cosas uff… que mejor no te digo, y mira que casarse con un sangre sucia…Y Sirius, que le siguió la corriente a Andrómeda, y lo pudrió desde pequeño, aunque siempre gritaba ¿Te acuerdas? Era un demonio, ya decía yo que no iba a llegar a hacer algo bueno, y luego con sus amistades…-

El hombre calló cuando sintió que su esposa se removió debajo de su brazo, para separarse de él y verlo directamente a la cara. Con una expresión de desdén, soltó:

-¡¿Cómo te pones a decir esas cosas?- Exclamó enojada, claramente dolida por los comentarios poco pertinentes de su pareja. –Ahora serán unos traidores, pero en algún momento fueron mi familia.

Lucius solo se hundió más en el sofá.

-Pero yo solo decía que…-Se excusaba torpemente el mago, sintiendo como el dolor de cabeza aumentaba a cada segundo. Vamos, él solo quería irse de ahí, y dormir como Merlín mandaba. Pero noooo.

-¡NO, LUCIUS!-Lo cortó la bruja- Estabas insinuando que desde que los conociste, sabías según tú, que nos iban a traicionar. Que no eran tan Black. ¿Si tan seguro estabas porque no nos advertiste? Igual pudiste haber pensado lo mismo de Bellatrix, o de mí, si con esas andamos.

-¿Cómo piensas eso? Yo nunca…

-No quiero réplicas.

Lucius soltó un quejido de frustración.

-¡POR FAVOR, CISSY! Ando cansado, casi muerto, tú lo sabes. Ahorita ya no se lo que digo.

-No me vengas con eso.

-Pero ni siquiera te insulte a ti, o a tus padres, no se porque te afecta…-Trató de razonar Lucius, exasperado. Primero los aurores vigilándole el rastro en el ministerio, el trabajo de este acumulado por las agotadoras misiones del Señor Tenebroso y ahora su esposa hipersensible y destrozada. Ah…Y furiosa.

-Estás insultando a los Black, por consiguiente me insultas a mí- Contestó fríamente levantándose de su asiento. Lucius intentó atrapar su mano para detenerla, pero falló.

-Eres una Malfoy- Respondió enfadado, recargando toda su espalda en el dorso del acolchonado sillón.

- ¡Y no se cuál es peor!- Gritó su mujer desde el comedor, con la voz llena de cólera.

Lucius quería darse de golpes contra la pared, ¿Por qué en ese momento? Él y su bocota. A veces se olvidaba que en cuestiones de orgullo Narcisa incluso podría ganarle.

Se quedó recostado en su sitio, tratando de pensar con claridad a pesar del malestar de su cabeza. Él era un buen esposo, no se merecía eso. Escuchó los pasos de su "querida" mujer subir las escaleras en el vestíbulo. Decidió darle algunos minutos de tolerancia para esperar a que se la bajase el enojo y luego iría al dormitorio que compartían ambos.

Llamó a Dobby, el elfo doméstico, para que le sirviese una copa de whisky, no era lo mejor en esos instantes, pero talvez lo ayudaría a relajarse.

Estaba cabeceando del sueño, cuando una chillona y desagradable voz, lo sacó de su sopor. Era el elfo que parado a un lado de él, algo nervioso, sostenía entre sus manos unas cobijas y su pijama, por lo que pudo distinguir.

-¿Pero que demonios…?

-La ama ha ordenado a Dobby, que le diera esto- Extendió el bulto de tela hacía él- Le dijo que esta noche, mi amo, va a dormir aquí.

-Que tonterías…-Exclamó irritado Lucius, ignorando lo que le ofrecía Dobby- Hay más habitaciones en esta mansión.

El elfo, con sus enormes ojos verdes, dejó las sabanas en el piso. Volvió a hablar.

- La ama le ha dicho a Dobby que el amo probablemente dijese eso. Así que mandó a Dobby a cerrar con un hechizo todas las puertas de las demás recámaras, de tal forma que el amo no pueda entrar a ellas.

Lucius miraba boquiabierto al elfo, sin poder creerse lo que le decía. ¡Por los calzoncillos bombachos de Merlín! ¡Narcisa pretendía que durmiese en el sofá! ¿Acaso se había vuelto loca? Se hizo una nota mental de vengarse por la mañana.

Dobby le hizo un tendido en el pequeño sillón del salón mientras él refunfuñaba por lo bajo. Maldito orgullo Black. MALDITO. Lo odiaría para siempre, por siempre. Y luego decían que el engreído ahí era él. Ajá….


Dejó el periódico que estaba leyendo sobre la blanca mesa de plástico, para meterse una cucharada de la humeante sopa a la boca. Los ojos se le aguaron al comprobar lo caliente que estaba y la lengua se le entumeció.

-¡Dora, quédate quieta!- Escuchaba la voz de su esposa que salía de la puerta de la cocina regañando a su pequeña hija.

Luego de recuperarse de su quemazón, prosiguió con su lectura del Profeta. Era una costumbre que Ted Tonks había adquirido. Su diario nunca faltaba en las mañanas, hojeándolo mientras desayunaba. Se dedicaba a las noticias de primera plana, alguno que otro artículo, para luego pasarse a la sección de deporte mágico, donde se ponía al día con los partidos de Quidditch, al final quedaba la de sociedad que casi nunca leía. Pero ese día le llamó la atención la foto que abarcaba una página completa del susodicho apartado, seguido de unos nombres y el letrero de "ENLACE".

Examinó la imagen, alzando las cejas burlón. Justo en el momento en que entraba su mujer a la estancia cargando a una linda niña de unos tres años, con un exótico color amarillo en su cabello. Ted le sonrió a su hija, la cual Andrómeda sentó en su sillita al lado de él. Poniendo un plato de cereal multicolor con leche en frente de la chiquilla. La brujita festejó por su desayuno.

Ted volvió a sonreírle antes de dirigirse a su esposa.

-Creo que te interesará esto- Habló animado entregándole el periódico abierto en la portada de "Sociedad mágica".

La aludida frunció el ceño. Jaló una silla de la mesa, mientras escrutaba la fotografía para luego sentarse, al lado de Nymphadora.

-Cissy…-Susurró absorta en el diario- Con Malfoy.- Habló sorprendida, más no del todo. Levantó la vista hacia su marido que la observaba con una sonrisa traviesa.

-Una unión muy beneficiosa- Dijo Ted Tonks, con una voz pomposa, divirtiéndose. Dora que jugaba con su comida, rió al ver a su padre reír.

Andrómeda solo negó con la cabeza, dejando el papel de prensa en la mesa.

-¿Qué les vamos a hacer?- Preguntó resignada, encogiéndose de hombros. Aquello estaba arreglado, era tan obvio. En su interior sentía un poco de decepción por Narcisa, al aceptar tales cosas. Pero ya había aprendido con el tiempo que para los Black, la apariencia, el linaje, y el dinero les era más importante que otra cosa. Más importante que el amor.

A Ted se le borró la sonrisa del rostro, al seguir viendo la imagen, en donde una bella joven de cabello rubio y ojos azules, con un hermoso vestido blanco caminaba del brazo de un elegante caballero de larga melena casi blanca y un porte arrogante, en una túnica de gala. Ambos con sonrisas perfectas. Se sumió en sus pensamientos, en unos nada agradables.

Andrómeda notó el cambio en el semblante del hombre. Pero no tuvo tiempo de preguntar, pues este ya había abierto la boca para hablar.

-¿Y si te hubieras casado con uno como esos? También estarías en la primera plana, así como tu hermana.

La bruja de cabello castaño claro, rodó los ojos antes de levantarse dispuesta a seguir su trabajo en la cocina.

-Ay, Ted no empieces…- Soltó enfadada.

-Pero es verdad, digo, cabía una posibilidad…Sabes a veces te pareces mucho a ellos…-Habló serio, como dando a entender que quería expresar ese comentario desde hace tiempo.

Andrómeda se volvió hacia él desde el rellano de la puerta, con los brazos en jarras, se paró detrás de la sillita donde su hija comía.

-¿Será acaso porque crecí con ellos? ¿Por qué ellos me educaron?- Preguntó con obviedad, sacando de un bolsillo del delantal que vestía, un pequeño trapo con el que limpió el charco de leche rosa que Dora ya había formado debajo de su platón de cereal.

-No, eso no te lo discuto. Claro que te tienes que parecer a ellos en algo, pero a veces no se…Drómeda- Se revolvió inquieto en su asiento, nervioso, su esposa le tocó el brazo incitándolo a seguir hablando- A veces siento que todavía te importa la pureza de la sangre, que te sientes altiva por ser…por tener la sangre limpia.

-¿En serio esa impresión te doy?- Ted no supo definir si aquella pregunta la formulaba con preocupación o decepción. Se limitó a asentir con la cabeza.

-Bueno- Resolvió la señora Tonks- Y si eso fuera cierto ¿Qué tiene de malo en apreciar la sangre limpia? Una cosa es valorar el esfuerzo que han hecho los Black por preservar su pureza y otra (muy diferente) es creer que solo por eso, son superiores a los demás, cuando no es así.

Pero como no obtuvo respuesta del mago, que siguió comiendo de su sopa, se atrevió a sugerir una sospecha.

-Amor, ¿Tienes prejuicios sobre mi?-

-Claro que no- Respondió extrañado- Pero es cierto que a veces logras intimidarme.

La bruja rió por las ocurrencias de su marido.

-Aparte- Dijo el hombre un poco más confiado- ¿De que sirve tener un linaje de hace mil años o no se cuantos, si son puros fanfarrones engreídos y presumidos?, ¿A quien le importa eso ahorita?- Hablaba sin parar al mismo tiempo que tomaba su sopa, de una manera atrabancada.- Nada de eso sirve, mira yo, con mis padres muggles, y estoy tan bien. Tonterías, eso es lo que creen los Black.

-Al menos tenemos mejores modales- Contestó con una mirada fría Andrómeda, la cual Ted tardó en captar- Y no todo fue en vano, siquiera tenían un propósito. No como otros…

-No cambies el tema.

-¿Yo? Si no lo estoy cambiando, nada más digo la verdad como tú- Respondió con enojo la bruja, caminando de nuevo hacia la santa cocina.

-¡YA TE DIJE QUE MI PADRE ME CONSIGUIÓ EMPLEO EN SU TALLER!- Gritó defendiéndose, acabándose su desayuno.

Pero no obtuvo respuesta solo el portazo de la puerta, ¿Y ahora que la molestó?. Acarició la ahora azulada cabeza de su hija, mientras pensaba. Talvez no debió insultar a su familia, que de todas maneras seguía siendo parte de ella. Suspiró. Todavía había muchas cosas que no comprendía de su esposa pero una si tenía claro, su odioso orgullo, tan arraigado como nada más.

Ese día no tuvo cena, ni camisas planchadas, ni un baño esperándole. Y Ted se prometió ser más cuidadoso con sus palabras.

Al llegar, en la tarde, al taller con su padre, cuando este le preguntó porque traía esa cara de afligido, él solo atinó a responder.

-Jamás te cases con una Black, si puedes evitarlo.

El viejo señor Tonks se echó a reír, acariciando su barba.

-Son difíciles, si hijo, pero que tal en lo hermosas e inteligentes…¿Eh?

Ted no pudo discutir eso.

Unas por otras.


Me divertí haciendo esto, XD, Pobres hombres no saben con quien se enfrentan. COMENTARIOS? CRUCIOS? AVADAS? AMM...COMENTARIOS? PERRITOS? (¿?) Todo será bienvenido, excepto talvez los perritos porque mi mamá no me deja tener uno T.T, oh well..