Disclaimer: Xiaolin Showdown no me pertenece.


Salto de fe

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Ciertamente, Kimiko estaba sorprendida –y se reprendió por ello, porque si algo había aprendido en el par de años que llevaba en el Templo era, precisamente, a esperar lo inesperado, nada menos- cuando se despertó desorientada en la bóveda de los Sheng Gong Wu, y todo a su alrededor se veía tan solo ligeramente distinto a como estaba antes de cerrar los ojos.

En efecto, todo se veía más nuevo y menos cubierto de polco, lo que ya era algo, pues ella estaba allí, de hecho, porque era su turno de sacudir y barrer la bóveda cuando lo que sea que hubiese pasado, ocurrió.

Sin embargo, ver a Chase Young al otro lado de las escaleras de caracol no hizo mucho por llamarla a la calma.

—Quién eres tú y qué haces aquí— si Kimiko notó que aquello no era una pregunta si no que una exigencia, él nunca lo supo (tampoco le importaba) porque en ese mismo instante, la jovencita que tenía en frente, se desplomó como un saco de papas contra la pared.


—Es una chica.

—¿No me digas? No lo había notado.

—Eres un idiota, ¿eso tampoco lo habías notado?

Kimiko oyó las voces distorsionadas por el peso del sopor, que parecían pertenecer a dos hombres jóvenes que mantenían alguna especie de discusión entre cuchicheos no lo suficientemente bajos, y por un instante, ella creyó que todo se había tratado de un mal sueño producto del cansancio.

—Basta con eso ustedes dos— les reprendió otra, más rasposa, que encontró graciosamente familias, y la idea de estar en el Templo con sus amigos cobró más fuerza—, la verdadera pregunta aquí es qué le hiciste.

—¡Yo no le hice nada! Por qué creen que yo—

—Silencio todos ustedes— les reprendió una cuarta, también masculina—; nuestra invitada ya está despertando.

El silencio se hizo en la habitación mientras ella abría los ojos azules e inspeccionaba su entorno con dificultad. Desde donde se encontraba tendida en una colchoneta, podía ver que ya no estaba en la bóveda, sino que en lo que, suponía, era una de las habitaciones del Templo, y que tenía sobre sí, el par de ojos de un más joven y lozano Dojo, que le miraba con curiosidad manifiesta, y el de otro hombre que reconocía como el maestro monje Guan durante su juventud.

Ante esto, su primer impulso fue el de erguirse sobre la colchoneta, pero se vio interrumpida por el golpe punzante de un dolor de cabeza que amenazo con tumbarla de nuevo, y lo habría hecho, de no ser por las manos grandes de Guan contra su espalda, que la sostuvieron.

Entonces así, ella se llevó disimuladamente una mano al antebrazo y pellizcó con fuerza, soltando una ligera exclamación de dolor.

Esto no era un sueño.

—¿Te encuentras bien?— sin saber exactamente si se refería al dolor de cabeza, al pellizco o en general, ella asintió.

—Nos alegra mucho oír eso, nos tenías preocupados— comentó otro a su lado, con un semblante amable y voz tranquila—. ¿Cierto, Chase?

Y ante la mención de su nombre, ella siguió su mirada hasta posarse sobre el joven que se dedicaba a atormentarla a ella y a sus amigos cada vez que tenía la oportunidad. Es decir, era él, pero diferente; más lozano y jovial, con marcas de expresión a cada lado de la boca, propios de quien acostumbrada sonreír con frecuencia, aunque con el mismo semblante adusto que ya conocía, con el pelo negro y brillante trenzado prolijamente y vestido con una túnica de entrenamiento. Le miraba desde su lugar con el entrecejo junto, señal de cautela y desconfianza ante un extraño encontrado bajo su propio techo. Podía entenderlo; ella habría hecho lo mismo, de estar en su lugar, pero, aun así, arrugó las cejas en su dirección.

—Chase dijo que te encontró en la bóveda y que luego te desmayaste, ¿es eso verdad?

Y en lugar de defenderse ante la completa presunción de falsedad en su versión, el aludido mantuvo sus ojos durados en los azules de la chica, que tampoco claudicaron. A su vez, ella comenzaba a llegar a una casi espantosa conclusión; si a su lado estaba el que ella conocía como el maestro monje Guan, y aquél era Chase Young que conocía antes de beber la Sopa de Lao Mang Lone que Omi mencionó, entonces, el tercer monje, el que figuraba sonriéndole con un joven Dojo colgándole del hombro tenía que ser…

—Oh, por Dashi— balbuceó ella, llevándose ambas manos a la boca, al caer en la cuenta de que, de alguna forma, había viajado en el tiempo, alrededor de mil quinientos años hacia el pasado.

—¿Qué te parece? Eres popular— bromeó el Dragón sobre su hombro.

—¿Qué puedo decirte? Soy afortunado— sonrió—. Me siento alagado de que una jovencita tan linda sepa mi nombre, pero me temo que yo no conozco el tuyo, ¿serías tan amable de decírnoslo?

Ella pareció vacilar un poco.

—Soy Kimiko.

—Kimiko— repitió él, como si se tratara de una bella palabra, y ella no pudo evitar quemar sus mejillas—. Es un lindo nombre; no eres de por aquí, ¿no es cierto?

Kimiko negó con la cabeza.

Entonces Dashi sonrió más ampliamente.

—¿Qué te parece si nos cuentas qué sucedió mientras tomamos algo de té?


—Aquí tienes, linda— dijo el Dragón, poniéndole una taza de té en frente—. Ten cuidado, está caliente.

—Muchas gracias, Dojo— canturreó quedamente ella, acariciándole la cabeza detrás de las orejas en donde sabía muy bien que a su Dojo le gustaba que le acariciasen—, eres muy dulce.

El reptil hizo un gesto, complacido y alagado por las atenciones de la chica, y avergonzado por haber sido atrapado en una debilidad. Dashi sonrió desde su lado de la mesa.

—Así que, Kimiko— llamó él su atención—, ¿te importaría contarnos cómo fue que lograste llegar a la bóveda sin ser vista?

La chica se tensó en su sitio, no solo ante la pregunta totalmente al hueso que el Gran maestro Dashi le formuló casi sin anestesia, sino también por las miradas de los otros tres que se cernían sobre ella, ansiosos de conocer y juzgar. Kimiko se sintió como en el banquillo del acusado.

—Por favor, que su presencia no te intimide, son de mi entera confianza y están tan interesados en saber como yo lo estoy. Además, son inofensivos.

Entonces, Kimiko no pudo evitar pensar que, tal vez, Dashi pecó de ser demasiado confiado.

Por otro lado, ella estaba más preocupada por cómo plantear el asunto que de si hablar o no. No era que tuviera otra opción. Pero había visto suficientes películas sobre viajes en el tiempo como para saber que, a veces, dar demasiada información podría causar graves consecuencias en su propia línea temporal. Aunque, también, Omi había mencionado su propia atemporalidad al maestro Dashi una vez sin provocar una paradoja, ¿acaso esto tendría algo que ver con aquello?

De cualquier modo, tampoco es que pudiera hacer mucho por sí misma sin la ayuda de Dashi. Tenía suerte de que no la hubiesen acusado abiertamente de bruja, aunque sabía que era eso precisamente lo que pensaba ese Chase cuando le clavaba esos ojos dorados como estabas con desconfianza.

Qué ironía más grande.

Tomó aire con profundidad antes de dar un salto de fe.

—Oigan, sé que esto puede ser difícil de creer, pero…

Y se los contó; que era un monje xiaolín del siglo XXI bajo las órdenes del maestro Fung y que estaba haciendo las labores de limpieza cuando –ahora que recordaba mejor- hubo un temblor que hizo tambalear toda la bóveda y que luego de recibir un golpe en la cabeza, se desmayó y que cuando se despertó, de alguna forma, había retrocedido mil quinientos años.

Entonces se produjo un silencio que a Kimiko se le antojó insoportable, y que anunciaba condena a grandes gritos. Al menos hasta que Chase soltó un bufido, y Kimiko se lo habría agradecido de no ser porque hizo eco de lo que se estaba temiendo:

—Sabía que no podíamos confiar en ella; debe ser un espía de Heylin.

—¡No! Les aseguro que— yo no podría—

—Ni siquiera te molestes en negarlo, es imposible que tú seas un monje— declaró el moreno, categórico.

—No, yo— espera, ¿y eso por qué?— se cortó Kimiko en medio de su defensa.

—Eres una chica— dijo, como si fuera un hecho controvertido.

Hubo otro silencio.

—Oh, ¿de verdad?— Kimiko no pudo evitar preguntar, cruzada de brazos y alzando una ceja, desafiándolo con esos ojos celestes que continuara su idea.

Unas risas se oyeron a un lado.

—No hay forma de que una chica llegue a ser monje xiaolín.

—¿Ah, sí? Te mostraré lo que esta chica puede hacer.

Y justo cuando Guan estaba a punto de detenerlos, Dashi intervino con una sonrisa.

—Es una magnífica idea, Kimiko. Chase, ¿por qué no lo intentas?

—¿¡Qué? No hay forma en que yo—!

Pero tuvo que callarse ante la mirada que le dirigió el resto; la risueña de sus compañeros y la suficiente y desafiante de ella, quien le sostuvo la mirada con un Dojo regalón sobre su cuello níveo.

Ahí supo que no tenía elección.

—Bien— protestó antes de salir al patio de entrenamiento—. Te veré afuera: arreglaremos esto.

Ella sonrió más ampliamente.

—No esperaba menos.


Por supuesto que cuando Kimiko desafió al Chase Young de hace mil quinientos años a una pequeña batalla por su credibilidad, lo hizo sin esperar venderlo realmente. Muy milenio y medio más joven podría ser, pero no por nada había llegado a ser el guerrero que, quizás en algunos años más, sería escogido por Hannibal para pasar al lado Heylin.

No tenía oportunidad contra él y ella era muy consciente de eso. Lo único que necesitaba era que, al menos, la tomara en serio en una pelea justa. Quién sabe, quizás algún día podría gozar de los resultados de este pequeño experimento, mil quinientos años en el futuro.

Sonrió ante la sola idea.

—Te ves muy confiada— observó Chase desde su lado.

—Emocionada, más bien. No siempre tengo esta oportunidad.

El duelo dio inicio y, aunque había una clara ventaja de él por sobre ella, tuvo que admitir que la chica era dura y que iba a tener que esforzarse para no salir lastimado. No podría ganas si continuaba fingiendo que intentaba apagar una vela, cuando en realidad era un incendio.

La pelea se fue volviendo cada vez más álgida, los movimientos de Kimiko, cada vez más veloces y los de Chase, más duros. Todo bajo la atenta mirada de Dashi, Guan y Dojo. Al final, claramente fue la foránea la que cayó rendida de rodillas, dejando a un joven monte más entero, de pie, pero igualmente agotado, como vencedor.

Aun así, no podía quitarse de encima la sensación de mal estar, ¿quién rayos era esta niña?

Fue Dashi quien interrumpió el hilo de sus pensamientos.

—Ésa fue una gran demostración, Kimiko— la felicitó, acercándose a ella mientras lograba ponerse de pie con ayuda de su contrincante. Muy tonto podría ser, pero seguía siendo un guerrero honorable— ¿estás convencido ahora de que dice la verdad, Chase?

—¿Tú no dudabas de mí?— le preguntó Kimiko, sorprendida.

—Nadie que me rasque detrás de las orejas puede ser mala persona, linda— acotó Dojo con gracia.

—Claro que no— respondió Dashi, como si no hubiese oído su comentario—; llevas el chi de un Dragón de fuego en tu interior.

Kimiko sonrió, triunfal. Acto seguido, se volteó a ver a Chase, quien la miraba aún ceñudo y a una distancia prudente.

—Bah— protestó antes de irse.

Si bien no esperaba una fiesta de bienvenida de su parte, tampoco esperaba esa reacción; tenía entendido que Chase Young había sido un guerrero honorable y noble. Ahora, en cambio, estaba demostrando ser un pésimo perdedor, ¡ni siquiera había perdido!, y se negaba a reconocerla como guerrera, como si tan solo hubiese dio un golpe de suerte. Ella bufó, cruzándose de brazos, contrariada por la situación.

Una mano grande tocó su hombro, sacándola de su tren de pensamiento. Era el Gran maestro Dashi, quien le sonreía desde su altura.

—Tendrás que disculpar a Chase, Kimiko— le pidió él, conciliador—, aún es joven y es más orgulloso de lo recomendable. No le gusta perder.

—¿Perder? Pero si me ha vencido completamente.

—Sí, pero él no te había visto como a un rival desde el inicio, y el hecho de reconocer que se ha equivocado al pensar que ibas a ser un oponente fácil, para él es un golpe duro a su orgullo— concluyó—. Solo dale tiempo. Mientras tanto, Kimiko, estoy seguro que estás cansada, ¿qué te parece si tomas un baño y te unes a nosotros para cenar antes de dormir?

Entonces a ella se le escapó la felicidad por los ojos en una sonrisa que Dashi no pudo evitar considerar un arma moral.


Ciertamente, tomar un baño había sido lo mejor que le pasó en todo el día. Rara vez podía acaparar la bañera por tanto tiempo y con tanta privacidad, ya que usualmente estaban sus compañeros y el resto de los monjes del Templo y siempre parecía haber demasiado que hacer, por lo que nunca podía darse el lujo de tardarse más que una ducha rápida y un lavado de pelo ocasional.

Ahora, en cambio, el cuarto de baño estaba desierto y había sido preparado especialmente para ella. ¡Incluso había lociones aromáticas! También le habían sido entregadas un conjunto de mudas de ropa de alguno de los monjes con las que ella podría dormir, entrenar y usar para vestir. Se deshizo de su toalla y se vistió con una de las túnicas que creyó que era adecuada para pasearse por el Templo a esas horas y a pesar de quedarle grande, era capaz de usarla sin llamar la atención de nadie debido a su figura femenina, que, si en su tiempo era poco bienvenida, mil quinientos años en el pasado escapaba de su imaginación. Dejó que su cabello mojado se secara al viento mientras éste caía por su espalda, disfrutando del aroma a pomelo y jengibre de la loción que había utilizado para lavarlo.

Con la última de sus escasas pertenencias guardadas, se dispuso a salir de la habitación que habían dispuesto para ella y caminar hacia el comedor, cuando chocó, quizás, con la última persona con la que habría querido encontrarse por accidente.

Algo se revolvió en su estómago entonces, contrariada con la idea de encontrarse de frente con él, pero el hecho de que aún fuese el joven monje como ella en esos momentos le quitaba los deseos de enemistarse con él. En ese instante, ellos eran iguales (o algo así).

—Hey, hola— quiso saludarlo con un gesto con la mano, pero no tuvo el efecto esperado, ni de lejos, recibiendo solo un asentimiento adusto con la cabeza antes de seguir su camino al comedor.

Kimiko suspiró, viendo cómo la ancha espalda de Chase se perdía al final de la pasarela.

Definitivamente, pensó, la suya sería una larga estadía.

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¡Uff! Nuevamente. Ahora debería estar estudiando. Pero la historia estaba dando vueltas en mi cabeza hace tiempo y no me dejaba vivir/ estudiar. Lo malo es que lo que yo pensé que sería una escena cortita, acabó siendo de varios capítulos. A ver qué sale de aquí. Me gustaría saber qué les parece.