Bien...
Primero que nada explicaré como es que surgió la idea para escribir este fanfic.
Desde siempre -al menos desde que les conozco- me han encantado tanto Len como Gumi y bueno... Len x Gumi es como... un sueño para mi(?)
Una tarde, hablando acerca de Spice! recordé que en el video mi amada peliverde ni sus luces /3 así que... es hora de que la señorita sea Spiceada(?)
Debo decir que escribir este capítulo creó en mi un rechazo hacia Len ewe
Disclaimer: Ni Vocaloid ni los personajes me pertenecen. Son propiedad de sus respectivos autores y son usados por mi persona con fines no lucrativos.
Dulce perdición.
Capítulo 1
Se apegó al cuerpo del chico, acurrucándose entre sus brazos y cerrando los ojos. El camino que habían dejado las lágrimas seguía dibujado en su rostro. Las manos ajenas acariciaban su cuerpo, le reconfortaban –¿Lo prometes?- Susurró con apenas un hilo de voz, intentando que aquellas lágrimas que luchaban por salir permanecieran en sus ojos.
-Lo prometo- Aquellas palabras sonaron frías, distantes, pero las creía, quería creerlas. Se acurrucó en su pecho, ocultando su rostro entre el espacio que había entre su hombro y su cuello mientras dejaba que el joven rubio le cobijara entre sus brazos.
Como siempre, había caído a sus pies una vez más, atrapada en aquel juego de mentiras de nuevo.
Al día siguiente, las cosas volvieron a ser como siempre. El rubio iba en la mañana a su casa a recogerle y entonces partían juntos para la escuela. Él cargaba sus cosas, ella se aferraba con fuerza de su mano, como si temiera que algo pudiera romper la unión de sus manos y alejar al chico de ella. Dulce e inocente, tanto como para perdonar todas las veces que el chico le había lastimado en el tiempo que habían salido. Solo el amor era capaz de volver a una persona ciega ante aquellas decepciones, aquellas heridas que se arreglaban con una disculpa y una vana promesa del rubio.
Cuando llegaron a la escuela, el chico le besó de forma posesiva, como si marcara con eso que ella le pertenecía y de cierta forma, así eran las cosas. Ella nunca haría nada que traicionara al otro sin importar cuantas veces sufriera por su culpa, ni por cuantas infidelidades se enterara. Solía hacer la vista gorda: ignorar aquello hasta que llegaba el punto en el que estallaba y se derrumbaba pero siempre volvía a él con la esperanza de que, esta vez, las cosas cambiaran.
Fue a su salón, suspirando con pesadez y al llegar se sentó en su pupitre, cruzando los brazos sobre el mismo y recargando su mejilla en éstos, mirando por la ventana. Ella estaba en la segunda fila, en el tercer lugar. Dado que aún era temprano, la mayoría de los asientos del aula estaban vacíos. Un rato después, llegó la chica que se sentaba en la primer fila, la que estaba junto a la ventana y al igual que ella, en el tercer asiento –Gumi- Canturreó, sonriendo dulcemente mientras dejaba sus cosas. La peliverde se incorporó, intentando darle su mejor sonrisa aunque por la expresión en el rostro de la pelirroja, notó que no era nada convincente -¿Qué tienes?- Preguntó aunque también se respondió sola –Len… ¿Cierto? Otra vez…- Suspiró, acercándose a su amiga y se puso en cuclillas a su lado –En verdad no te entiendo… ¿Por qué sales con él? En lo que va del mes, ha pasado esto al menos dos veces más… termina con él, te está lastimando-
Sonrió levemente, agachando la mirada y desviándola hacia un punto donde pudiera evitar el contacto visual con la mirada ajena –No… lo amo… estoy segura que él también me ama…- Susurró aunque su voz se quebró, demostrando la inseguridad y dolor que sentía. La pelirroja le abrazó suavemente, limpiando un par de lágrimas que corrieron por las mejillas de su amiga y no dijo nada más. Cuando el profesor entró al salón se puso de pie y caminó a su asiento. Pasó toda la clase preocupada por su amiga pero no podía hacer nada, solamente le quedaba brindarle su apoyo mientras esperaba porque ella misma abriera los ojos.
El receso llegó y antes de siquiera darse cuenta, la peliverde se había escabullido del salón. Suspiró y sacó su almuerzo, era obvio el lugar al que la chica se dirigía.
A medio camino, se encontró con el rubio o más bien, él la encontró. Le abrazó desde atrás y tapó sus ojos para después arrastrarla con él hacia un salón que estaba vacío. Una vez adentro, cerró la puerta con seguro y la liberó, sonriéndole dulcemente -¿A dónde ibas con tanta prisa cariño?- Le dijo con una voz juguetona, acercándose a ella y atrapándole entre su cuerpo y el escritorio. La menor se sonrojó y miró a un lado mientras apoyaba sus manos en el pecho del mayor –A ningún lado…- Soltó un pequeño suspiro al sentir la mordida en su lóbulo. Su corazón latía rápidamente, bombeando sangre como loco. Sabía lo que iba a pasar, ya se había acostumbrado pero seguía pareciéndole vergonzoso -¿A-Ahora?- Susurró suavemente mientras sentía la mano deslizándose por su muslo, aventurándose debajo de la falda. No recibió respuesta.
Arqueó su espalda al sentir el roce de la mano del rubio en aquel punto tan sensible, sonrojándose mucho más de lo que ya estaba y dejando que un pequeño suspiro escapara de sus labios. Su ropa interior se deslizó a un lado, descubriendo su intimidad y uno de los dedos del chico se adentró en ella, explorando su cavidad mientras un par de gemidos escapaban de sus labios. El rubio simplemente sonreía mientras atendía a la chica, buscando que el placer se volviera más intenso y que le pidiera saciar su deseo… el juego de siempre.
Llevaban ya varios minutos y ella no podía soportarlo más, con la forma en que el chico jugaba era imposible que aguantara el deseo y finalmente, sucumbió ante el mismo –Por favor… Len… por favor hazlo… quiero sentirte en mí…- Susurró entre gemidos, logrando así que el chico se detuviera lentamente y abriera el cierre de su pantalón para poder cumplir los deseos de su novia. Se inclinó un poco sobre de ella y empujó con suavidad, penetrando la cavidad de la chica mientras besaba su cuello y comenzaba a mover sus caderas suavemente, tomándole con una mano por la cintura mientras la otra se hacía con el cuerpo de la menor, oculta debajo de su ropa. En ese punto, lo único que pudo hacer fue abrazar el cuerpo del chico con fuerza y apegarse lo más posible a él mientras se entregaba al placer que sentía, desahogando su dolor con aquellas silenciosas lágrimas que escapaban de sus ojos y morían ahogadas en su hombro.
Al terminar el receso, el chico volvió a cerrar la cremallera de su pantalón y besó los labios de la menor una vez más antes de despedirse y salir caminando a su salón con prisa. Ella por su parte se quedó en el escritorio, mirando fijamente el suelo después de haberse acomodado la ropa. Un rato después, se puso de pie y camino al baño para lavarse el rostro pues aparte de las lágrimas, había sudado un poco y seguía acalorada por lo ocurrido.
Volvió a su salón aunque llegó un poco tarde a la clase y tomó asiento, hundiendo su rostro entre sus brazos cruzados sobre el pupitre. No quería que nadie le molestara, si no fuera una clase importante ni siquiera se hubiera atrevido a volver ahí.
-Hey, Gumi… ¡Gumi!- Susurraba la pelirroja, intentando llamar la atención de su amiga pero ésta no respondía –Señorita Kasane, podría atender a la clase, ¿por favor? Y usted, señorita Fujiwara… si se encuentra mal, debería ir a la enfermería. De lo contrario, le suplico que también ponga atención a la clase, ¿está bien?- La peliverde levantó el rostro, mirando al profesor y asintió suavemente, aprovechando aquella oportunidad para retirarse.
Después de inventar algún malestar, salió del salón y caminó hacia la enfermería. Al menos ahí podría descansar en paz, quizá dormirse un rato mientras esperaba el final del día y así poder irse a casa.
Sin embargo, la pelirroja sabía que no era ningún malestar físico, era, más bien, emocional a causa de su novio. Suspiró suavemente y atendió a la clase pues por el momento no había nada más que pudiera hacer, simplemente esperar que la clase terminara. El resto de la clase fue bastante largo, le parecía que habían sido horas desde que su amiga dejó el salón cuando apenas habían pasado cuarenta minutos, cuarenta minutos llenos de preocupación y ganas de estar con ella para poder hablar a solas y así saber qué le había ocurrido, antes del receso su estado de ánimo estaba mucho mejor que en ese momento. Cuando la campana sonó, indicando el final de la clase, se levantó dispuesta a ir a buscarla pero el otro profesor ya estaba esperando afuera y le impidió salir, obligándola a regresar a su asiento y por ende, haciéndole tener que esperar una hora más.
Se dirigió rápidamente a la enfermería cuando la clase terminó. Sonrió al saber que si había ido ahí aunque en ese momento se encontraba dormida, por lo que simplemente tomó asiento a un lado de la cama y le acarició la mejilla. Se notaba el camino de las lágrimas en su rostro pero no dijo nada, ya suficientemente afectada estaba con verle tan deprimida como para aparte tener una pelea con ella. Tomó un pañuelo y lo humedeció con un poco de agua para limpiar aquellas marcas con cuidado. Suerte que la chica no despertó, debía estar muy cansada.
Tiró el papel húmedo y miró nuevamente a su amiga, sonriendo levemente. Se veía linda durmiendo, como si en verdad su motivo de estar ahí era un malestar físico que ya había sanado gracias a alguna pastilla.
La última clase terminó y el celular de la peliverde sonó pero ya que dormía, fue ella quien lo tomó. Era un mensaje de texto de "Len3". Frunció el ceño y lo abrió, sorprendida de lo que decía "Gracias por lo del descanso. ¿Crees que pueda ir a tu casa? Me gustaría hacerlo de nuevo. Te quiero linda" Cerró el teléfono y lo dejó donde estaba. Ella nunca le había contado que su relación con Len era más que simples apretones de mano y besos, nunca se había imaginado que ya habían tenido relaciones.
Tardó varios minutos más en despertar, incorporándose con un poco de dificultad. Aún se veía agotada y algo aturdida por la luz que entraba por la ventana. Cuando se adaptó al brillo, miró a la pelirroja sonriéndole –Lamento haberte preocupado Teto… ahora estoy mejor- La nombrada devolvió la sonrisa y le acarició la cabeza con gentileza –¿Dormiste bien?- Interrogó mientras le veía ponerse de pie y ponerse lo que faltaba de su uniforme, el sueter y los zapatos. La otra solamente asintió –Traje tus cosas, está todo guardado- Le mostró la mochila de las dos, acomodadas a un lado de la cama y tomó la propia para después entregarle la suya a la recién levantada. Luego de acomodarse un poco el cabello, ambas abandonaron la enfermería y caminaron hacia la entrada del colegio.
Pasaron bastante rato caminando, conversando en su mayoría de cosas que le gustaban a ambas y claramente, evitando tocar el tema de Len. Luego de dormir se veía más animada y no quería que ese humor se arruinara. Finalmente, se detuvieron en un parque a descansar bajo la sombra de un árbol y algo que no se esperaba ocurrió.
Luego de unos segundos en silencio, en los que ambas parecían perdidas en sus pensamientos, Gumi musitó un tanto temerosa al inicio por lo que diría su amiga –Hoy tuvimos sexo en el salón vacío de la segunda planta…- Volteó lentamente a verla, sorprendida de que lo dijera tan repentinamente y de una forma tan tranquila, aunque al ver su rostro notó que era todo menos eso. Las lágrimas corrían rápidamente desde sus ojos hasta su mentón, donde morían –Gumi…- Susurró acercándose y abrazándola con fuerza, dejándole que llorara sobre su hombro. No sabía qué decir, por lo que optó por guardar silencio y refugiarle hasta que desahogara su dolor; en lugar de decir algo tonto que pudiera dañarle. Ambas se quedaron en silencio, escuchando los sollozos de la peliverde y otros ruidos que llegaban a ellas, tanto de otras partes del parque como de la calle. Finalmente, volvió a quedarse dormida entre sus brazos.
Al acompañarle a casa, las dos estuvieron en silencio y solamente hablaron para despedirse. Mientras se alejaba, se preguntaba si en algún momento las cosas cambiarían. Esa ya era la tercera vez que Gumi perdonaba a Len por todas sus infidelidades y como siempre, el primer día había estado destrozada pero estaba segura, que con un par de palabras bonitas por parte del rubio, al otro día volvería a ser la chica más feliz del mundo, al menos hasta que volviera a romper su corazón.
Suspiró y caminó lentamente a su casa pues no habría nadie a esa hora, no había un verdadero motivo para llegar tan temprano. Compró un café y al llegar a su casa, se sentó en la acera mientras esperaba a que se enfriara un poco para poder beberlo. Un rato después, llegó su madre que se molestó un poco al verle sentada afuera de la casa en lugar de ir adentro. Luego de una pequeña discusión, ayudó a la mayor a cargar con las cosas que había comprado en el supermercado y fue a su habitación. Se tiró a la cama y se quedó en silencio, pensando.
-¡MAMÁ!- Gritó luego de un rato en silencio aunque no escuchó su respuesta por lo que bajo las escaleras y fue a la cocina, sentándose en la barra –Ma…- Se bajó rápidamente antes de que su madre le gritara, notando la expresión en su rostro cuando ésta le vio sentada ahí –Ma, ¿puede venir Gumi a comer? Estaba pensando en invitarla- La mayor suspiró, mirando a su hija y asintió suavemente –Claro, ya sabes que no necesitas pedirme permiso si se trata de Gumi, es como una hija para mí-
-Dices eso ahora porque te pedí permiso… hace una semana me regañaste- Dijo haciendo un mohín, mirando a un lado –Hace una semana era una situación distinta, vinieron tus primos y tus tíos y no había suficiente comida- La menor rió suavemente, ya sabía eso pero le gustaba molestar a su madre. Caminó rápidamente, pasando junto a ella y subió las escaleras.
De vuelta en su habitación, tomó el celular para mandarle un mensaje "Nee, ¿te gustaría venir a comer a mi casa? Mi mamá hará la pasta que te gusta" Sonrió pues estaba segura que esa pasta alegraría a su amiga, le fascinaba. Cuando recibió la respuesta, tomó emocionada su celular y abrió el mensaje para leerlo.
"Lo siento, ya he quedado con Len esta tarde"
Frunció el ceño al leer la respuesta y arrojó el celular a su mesita de noche, suspirando –De verdad que no te entiendo…- Susurró suavemente, cerrando los ojos.
