Notas: Esta historia se suponía que sería acompañante de Pulakaumaka. Inicialmente iba a ser una precuela, pero no lo es. Tampoco es una secuela, estrictamente hablando. Es, más que nada, un intento de entrar en la mente de Keala Halamano y probablemente no tenga mucho sentido o coherencia. Son unos pocos capítulos.
I
ʻOlohaka (Vacío)
Septiembre 29, 2010.
Hogar Halamano- Kaua'i County.
—Lamento mucho su pérdida, señorita Halamano.
Las palabras se habían repetido tanto durante todo el día que ella ya no sentía su peso ni su significado. Eran fonemas que se tornaban confusos entre sí. Sin importar el orden, el mensaje era siempre el mismo. Carecían del valor que le querían dar.
(Halamano. Lamento. Pérdida. Señorita.)
Las había escuchado antes, también. Antes de la muerte de su madre. En el otro funeral. El primero. El de su padre… (Había sido el funeral de su familia como la conocía).
Mirando las imágenes en la pared, ella no podía decir que sentía dolor. Estaba... vacía. (¿Podía alguien sentirse vacío?) Porque ella estaba segura que no sentía, así como podría jurar que su madre no había sentido. No había derramado una lágrima. Porque nunca lloraba. No había llorado después de su su padre murió. No había llorado ni cuando Keala le dijo que no estaba bien, cuando el dolor la dejaba sin aire. (Y ahora ella, la mujer que la había arrastrado a esa isla cuando dejaba la adolescencia, se había ido...). La había dejado, a pesar que solo habían estado ellas dos.
(Pérdida. Halamano. Lamento. Señorita.)
No sabía si vacío era lo que sentía. Tal vez, en cambio, era libertad. Pero era a la vez, angustiante y desesperante. Se suponía que la libertad no era así, ¿no?
(No había nadie más para ella en el mundo).
No había nadie más.
Negar dos veces es afirmar.
Alguien tenía que existir. Para ella.
Kaua'i nunca se había sentido como su hogar, como el lugar al que pertenecía, en el que estaban sus raíces. Su madre había hecho el esfuerzo para que ella se sintiera a gusto en esa isla (estaban en una isla, siempre habían vivido en islas) pero la casa jamás había dejado de sentirse vacía, fría y opaca. La luz no alcanzaba los ángulos perfectos y hasta sus fotografías se sentían desteñidas en el gran esquema de las cosas.
Keala había aprendido, desde muy temprano, que las fotografias son juegos de luz y de sombra. Sin importar qué quisieras que apareciera en la imagen, ambos elementos eran necesarios para su conjugación. A su padre, que se había quedado en algún punto, Keala siempre le había dicho lo mucho que quería guardar el mundo en pequeñas imágenes para que no fuera a desaparecer. Una vez que él se fue, el sentimiento creció.
(Señorita. Lamento. Pérdida. Halamano.)
Su madre le había dicho que su padre nunca la dejaría del todo. Había llenado los muros con su imagen y le había hablado de sus historias, emblemas y conquistas. Pero ahora su mamá se había ido y su padre ya no parecía estar allí. (A Keala le parecía que su padre nunca había estado con ellas en Kaua'i). Su madre había tomado su recuerdo y se lo había llevado con ella, egoísta como era.
La libertad era vacía.
(El vacío era libertad).
Encendió la televisión. El silencio de la casa era opresivo y pesado, como una manta que no la dejaba respirar, que le apretaba los pulmones. El sonido de la pantalla al encenderse retumbó en la sala, en sus oídos, y le dio luz a la oscuridad que estaba filtrándose por las ventanas de la noche naciente.
Miró la fotografía de su madre que estaba en una de las tantas estanterías en su casa. La puso boca abajo para alejarse de esos ojos que ya no estaban y, aún así, la perseguían.
(Pérdida. Halamano. Lamento. Señorita.)
—... y Kono Kalakaua. El nuevo equipo de fuerzas especiales, Five-0, parece que...
Keala no había escuchado la primera parte, ni siquiera había seguido la noticia hasta el final pero el nombre de Kono hizo que algo dentro de ella saltara en reconocimiento en medio del diálogo discontinuado. Keala, a pesar de que había ido al Príncipe de Coral, nunca había tenido el futuro que a Kono le habían augurado. Keala había sido siempre pequeña, siempre demasiado frágil. Demasiado... opaca. Débil. Necesitaba a alguien brillante en su vida. Brillante como el sol, radiante. Como su padre había sido con su madre.
(Kono.
Alguien. Para ella.
Kono.
Para ella. Alguien.
Kono.)
Lo último que había sabido de Kono, un puñado de años atrás era que había dejado el surf a causa de una herida. Había sentido pena, de aquel entonces. Kono realmente había salido majestuosa en las fotografías que la captaban en el agua. Había algo en ella, en la manera que abarcaba todo el foco de la foto que nunca había dejado de fascinarle.
Había personas que siempre salían bien en las fotografías, como si hubiesen sido hechas para quedar grabadas en la memoria. Kono podía ser la de Keala.
No se sentía, con ese pensamiento, tan vacía.
