Ni Kuroko no Basket ni sus personajes son de mi propiedad, todos ellos pertenecen a Tadatoshi Fujimaki.
1.
Nadie vio a Kuroko y por eso fue que en un principio nadie entendió qué había pasado.
El partido de práctica entre Seirin y Touou de ese día no estaba siendo muy diferente a los que habían tenido anteriormente. Aomine y Kagami iban en un uno contra uno atrás del otro, Imayoshi sacaba a Hyuuga de sus casillas con sus extraños y perturbadores comentarios, y Sakurai no cesaba de disculparse cada vez que iba a hacer un tiro de tres puntos. Touou iba ganando, pero la diferencia de puntos era escasa y lo cierto era que el balance había cambiado varias veces durante el partido, llevando la delantera Seirin por momentos.
Lo que todos vieron —u oyeron, en realidad– fue que de pronto Sakurai parecía haber entrado en una especie de crisis nerviosa y había comenzado a disculparse a toda velocidad, sin parar. Más que de costumbre. Incluso había interrumpido uno de sus rápidos tiros de tres puntos y había dado la espalda a la canasta, todo para disculparse.
— ¡Lo siento, lo siento, lo siento! De verdad, perdón, ¡lo siento! Lo…
— Ya cállate, Sakurai. ¿Qué demonios te ocurre? —Intervino Wakamatsu desde debajo del aro cuando no pudo soportarlo más. Una cosa era que se disculpase, pero que frenase el juego para hacerlo ya le parecía una exageración.
Todos dejaron lo que estaban haciendo y se giraron para mirar al joven, que parecía haber dejado caer la pelota y se disculpaba sin cesar con algo que estaba tirado en el suelo. Cuando prestaron atención, se dieron cuenta de que aquello con lo que Sakurai se estaba disculpando no era otro que Kuroko.
— ¡Lo siento, lo siento! Lo…
Ignorando el constante balbuceo del escolta de Touou, fue Kagami el primero en llegar a donde Kuroko estaba, para tenderle una mano y ayudarlo a levantarse. Parecía ser que Sakurai no había visto al jugador fantasma de Seirin y había chocado contra él… o algo así.
— Oi, Kuroko. —Lo llamó Kagami, extendiéndole una mano para que pudiese incorporarse.
Ahora todos los jugadores estaban apiñados en torno al número once de Seirin. Kuroko yacía tendido con la espalda contra el suelo, una pierna flexionada y la otra estirada, y se tapaba los ojos con uno de los brazos. No se movía.
— ¡Lo siento tanto, lo siento, lo…! —Sakurai continuaba disculpándose, aunque nadie le prestaba demasiada atención.
— ¿Tetsu? —Preguntó Aomine, que también se había aproximdo, sonando ligeramente preocupado. No era raro que la gente chocase contra Kuroko y lo derribase, ya que era muy fácil llevarse puesto algo que tenía por costumbre ser invisible. Sin embargo, era poco frecuente que el chico sombra permaneciese tirado durante tanto tiempo.
Riko y Momoi también se habían acercado a observar. La segunda entró en pánico al instante, con una expresión de terrible preocupación en el rostro porque no tenía idea de qué le pasaba a su adorado Tetsu–kun. La primera, en su lugar, permaneció en calma, estudiando al jugador derribado con la vista hasta que…
—… Su tobillo… —Murmuró despacio la entrenadora de Seirin, abriendo los ojos de par en par con una expresión mezcla de sorpresa y de horror.
Fue suficiente oír esas palabras para que todos miraran. Y la vista no era nada agradable. El tobillo de la pierna que Kuroko tenía estirada sobre el suelo se hallaba hinchado y en una posición absolutamente antinatural, y bastaba con ver durante un segundo cómo Kuroko mantenía los dientes apretados para darse cuenta de que era víctima de un intenso dolor.
Se hizo un silencio sepulcral, sólo quebrado por el llanto de Momoi y las incesantes disculpas de Sakurai.
— Lo siento, perdón, lo…
— Sakurai. —Lo interrumpió de pronto Imayoshi, sonando repentinamente más serio que de costumbre. Incluso tenía los ojos abiertos —si bien eran como rendijas–, algo poco frecuente en él.— Creo que es un buen momento para que te calles.
Todo el equipo de Seirin —incluso los suplentes y los de primer año– se hallaba en ese momento en la sala de espera del hospital. Hyuuga, Kagami e Izuki tenían la vista clavada en el suelo. Mitobe parecía más relajado, pero para no perder la costumbre no decía nada. Furihata, Kawahara, Fukuda y Koganei susurraban entre ellos, preocupados, mientras Tsuchida se limitaba a escucharlos. Kiyoshi a ratos intentaba decir algo para animarlos y sonreírles, aunque no estaba teniendo mucho éxito.
Riko caminaba de un lado a otro, pensando y murmurando cosas para sí misma. Parecía ser que no podía quedarse quieta, lo cual era comprensible teniéndose en cuenta su posición como entrenadora del grupo. En primer lugar, temía que a Kuroko le hubiese ocurrido algo muy malo: y era probable, dado el estado de su tobillo. Además, ¿qué harían sin Kuroko en el equipo? Se habían acostumbrado demasiado a tener al jugador fantasma de su lado, y pagarían las consecuencias si no se les ocurría una estrategia rápido que contrarrestase su ausencia, aunque fuese algo temporal.
Habían interrumpido el partido de práctica de ese día y habían llamado a una ambulancia, que rápidamente se había llevado a Kuroko al hospital. Aunque no se encontraba muy lejos del Instituto Seirin, el jugador fantasma no tenía pinta de poder siquiera caminar en ese estado.
El resto del equipo había acudido al hospital a pie. Durante el camino se habían comportado exactamente igual que ahora: Izuki, Hyuuga y Kagami en silencio, mirando el piso, los de primero y Koganei hablando entre sí, y Riko sin prestarle atención a nadie y susurrando para sí misma. Kiyoshi había tenido que acercarse a ella y recordarle que ante todo debía conservar la calma.
Incluso los regulares de Touou habían ido con ellos. Mientras se dirigían al establecimiento, Sakurai parecía aterrado, como desesperado por continuar disculpándose. El único motivo por el que permanecía callado era que Imayoshi había parecido ir en serio al pedirle que se callase, y para colmo tenía a Wakamatsu al lado, listo para golpearlo en caso de que comenzase de nuevo con su torrente de disculpas. Aomine caminaba solo, con el entrecejo fruncido, sin prestar atención a Momoi que, colgada de su brazo, lloriqueaba sin cesar. Susa cerraba el grupo en silencio.
Los jugadores de la Academia Touou se habían retirado de la sala de espera, alegando que esperarían en algún restaurante barato cercano. El único de ellos que había permanecido era Aomine, que se hallaba sentado en un banco lejos de los jugadores de Seirin y, al igual que Kagami, permanecía con la vista clavada en el suelo y gesto amargo. Momoi estaba agarrada su brazo como si su vida dependiese de ello, y no cesaba de llorar.
Permanecieron allí bastante rato. Todos estaban preocupados, y excepto por los susurros de los de primer año y Koganei, nadie decía nada. Cuando estaba por cumplirse una hora, la puerta tras la cual se habían llevado a Kuroko se abrió. Aomine y Kagami se levantaron al mismo tiempo, antes que nadie, y todos se giraron para ver al médico que salía de la sala cargado con papeles y el entrecejo fruncido.
— ¿Cómo está…? —Empezaron a formular los jugadores estrella de Touou y Seirin al mismo tiempo, pero el hombre de bata los interrumpió alzando una mano.
— Tiene una fractura en el tobillo. En breve les daré los detalles. —Anunció con gesto serio. Al percibir en el aire el interrogante que todos parecían estar a punto de formular, rápidamente añadió:– Se recuperará. Pero tomará dos meses de reposo como mínimo, y otros dos o tres meses de rehabilitación.
Al oír esa información, todos los jugadores allí presentes —incluso Aomine– sintieron como si les lanzasen un bloque de plomo sobre la espalda. Momoi empezó a llorar más fuerte y se abrazó a Aomine, que no le devolvió el abrazo pero tampoco intentó apartarla. Riko parecía a punto de partir al otro mundo, y Kiyoshi la tuvo que atajar en brazos para que no perdiera en equilibrio. Era como si en vez de estar lesionado, Kuroko se hubiera muerto.
¿Qué demonios iban a hacer durante cinco meses sin Kuroko en el equipo?
Jugar contra Seirin si no tenían a Kuroko en el equipo no tenía gracia, o al menos eso era lo que pensaba Aomine Daiki mientras él, Sakurai, y los jugadores de Seirin esperaban a que terminasen de hacerle todas las pruebas necesarias a Kuroko y les permitiesen verlo.
Kagami era un rival formidable, sin duda —al fin y al cabo, era el único que había conseguido vencer al jugador estrella de Touou en un uno contra uno. Ni siquiera Kise, copiando su estilo de juego, había conseguido ganarle. Sin embargo, si Kuroko no estaba en la cancha no era lo mismo. Kagami quizás podría ganarle de todas maneras, pero no era eso lo importante. Kuroko tenía que estar sí o sí.
En ese momento, Aomine sentía ganas de golpear a Sakurai hasta dejarlo inconsciente. ¿Qué clase de idiota tropezaba con otro jugador y se le caía encima, causando que se fracturase el tobillo? Era verdad que Kuroko era casi invisible, pero aun así…
Sin embargo, el estado de nervios en el que Sakurai parecía estar ablandaba hasta a alguien duro de roer como Aomine. El joven se sobresaltaba con cualquier ruido y temblaba incluso sentado sobre su silla. Cada vez que alguien le hacía un gesto para intentar tranquilizarlo, se disculpaba, miraba a Aomine con expresión aterrada —convencido de que lo golpearía por disculparse de vuelta–, y volvía a clavar la vista en el suelo, sin escuchar lo que nadie tuviese para decirle.
La mánager de Touou había llamado a su capitán para avisarle, entre llantos, que pronto habilitarían las visitas a Kuroko. Imayoshi había dicho que él y los demás preferían regresar por ese día y dejar que el jugador fantasma de Seirin pudiese verse tranquilo con sus amigos, pero Sakurai había insistido hasta el cansancio para que le permitiesen ir. Y ahora se encontraba allí, temblando sin parar sentado al lado de Aomine. El joven de cabello azul no le había dicho absolutamente nada desde que había llegado, pero Sakurai estaba convencido de que quería matarlo. Lo cual no estaba completamente lejos de la realidad.
Sakurai de alguna manera sentía que se merecía que lo matasen. No miraba a nadie a los ojos, ya que temía lo que pudiese encontrar en la mirada de los jugadores de Seirin. Se sentía totalmente culpable por lo que había pasado, pero al mismo tiempo le daba miedo confirmarlo en los ojos de las personas que en ese momento lo rodeaban.
Percibió cómo alguien se sentaba a su lado y apenas miró de reojo para encontrarse con el pívot de Seirin, Kiyoshi Teppei. Al contrario de lo que hubiese esperado, el tipo le sonreía. Sakurai ya había visto antes cómo el ex–jugador estrella de Seirin parecía estar siempre de buen humor, sonriéndoles a todos. Sin embargo, que pudiese sonreírle a él y en esas circunstancias…
Kiyoshi colocó una mano en su hombro, causando que el escolta de Touou se sobresaltase. A pesar de que Sakurai evitaba mirarlo a toda costa, el enorme jugador continuó sonriendo.
— Relájate, nadie te culpa por lo que ha pasado. —Le dijo con tono amigable.
Un bufido de irritación por parte del capitán de Seirin pareció indicar lo contrario. Sakurai se encogió en su asiento y Kiyoshi dirigió una mirada de advertencia a Hyuuga.
— ¡L–lo siento! —Exclamó Sakurai inmediatamente, poniéndose de pie y bajando todo el torso a modo de reverencia. Aomine chasqueó la lengua con irritación.
Kiyoshi emitió una risita. De verdad, ese chico nunca dejaba de disculparse.
— Creo que ya fueron disculpas suficientes. —Dijo amablemente el pívot de Seirin.– ¿Por qué no te relajas un poco mientras esperamos a que nos dejen a ver a Kuroko? Estoy seguro de que él te perdonará, no debes preocuparte.
Sakurai seguía pensando que él tenía la culpa de todo y que merecía algún tipo de castigo por eso, pero por algún motivo el tono grave y amable de Kiyoshi lo había tranquilizado, aunque fuese sólo un poco. Volvió a sentarse en su lugar, aunque ahora temblaba menos. Incluso se atrevió a levantar la vista hacia donde se hallaba el resto de Seirin. Izuki y Tsuchida le dirigieron una leve sonrisa. Aunque los demás no sonrieron, no parecían enojados con él… exceptuando a Hyuuga, claro.
— Mucho mejor. —Indicó Kiyoshi sin dejar de sonreír.— Al fin y al cabo, cualquiera podría tropezar con un jugador invisible, ¿no es así?
— Invisible… invencible… imposible… —Izuki empezó a murmurar para sí mismo, con gesto pensativo.
— Por amor a Dios, Izuki, no empieces ahora con tus rimas. —Intervino Hyuuga con gesto molesto.
Kiyoshi rió, e incluso Sakurai consiguió emitir un sonido similar a una risa. El escolta de Touou sabía que el base de Seirin era conocido por sus constantes juegos de palabras, que parecían molestar al equipo por entero.
Parecía que el pívot de Seirin iba a añadir algo, pero en ese momento volvió a abrirse la puerta de la sala en la que se encontraba Kuroko, y el mismo médico de antes volvió a salir.
— Ya pueden pasar. —Anunció.
— ¡Tetsu–kuuuuun! —Chilló Momoi apenas hubo entrado a la habitación, corriendo para aplastar al jugador fantasma en un abrazo.
— Cuidado, Momoi–san. —Pidió Kuroko, intentando sacar la cabeza de su abrazo para poder respirar.
El joven invisible estaba recostado sobre una camilla. Tenía toda la parte inferior de la pierna derecha cubierta por un yeso, y se hallaba sostenida en el aire por un conjunto de metales y cintas. Momoi comenzó a lloriquear en su hombro mientras los demás se limitaban a observar.
— … ¿Cómo estás? —Nadie sabía qué decir y por eso fue Kiyoshi el primero en hablar, formulando el interrogante con su eterna sonrisa pintada en el rostro.
— Estoy bien. —Fue la respuesta de Kuroko. Con su expresión tan seria, era imposible saber si lo decía en broma o iba en serio.
En ese momento, Sakurai surgió desde detrás de Aomine y empezó con lo que era inevitable: su inacabable ritual de disculpas. Haciendo una profunda reverencia, comenzó disculparse sin cesar.
— ¡Lo siento mucho, lo siento! Es mi culpa, ¡lo siento! Fue por mi…
— No te preocupes. —Lo interrumpió Kuroko apenas encontró la ocasión. Incluso le dedicó una pequeña sonrisa, consciente de que si no lo frenaba de forma convincente, Sakurai estaría disculpándose hasta el año siguiente. Bueno, posiblemente lo hiciese de todas maneras.— No estoy enojado contigo, podría haberle pasado a cualquiera.
— Aun así, ¡lo siento mu…!
— Ya cállate, Sakurai, te dijo que está bien. —Lo interrumpió Aomine con impaciencia, apartando al escolta de Touou a un costado.— Oi, Tetsu, ¿es cierto eso de que no podrás jugar durante no sé cuántos meses?
Kuroko bajó la vista y asintió, en un principio sin mirar a nadie.
— Sí, así es. —Confirmó. Entonces alzó la vista, para mirar directamente a Kagami y ver su reacción.
El pelirrojo, que no había dicho casi nada en la última hora, tenía la frente arrugada y el entrecejo fruncido. Miraba alternativamente a Kuroko y al gigantesco yeso que rodeaba su pierna derecha.
— No creo que sea tan así, tiene que haber alguna manera de que te cures antes. —Dijo el ala–pívot de Seirin con tono visiblemente molesto.
— De ninguna manera. —Dijo Riko de forma cortante.— No haremos tonterías. Sé que es un incordio no tenerlo en el equipo, pero si no permitimos que sane bien, su lesión podría convertirse en algo más problemático. —Al mencionar eso último miró de reojo a Kiyoshi, que emitió una risita nerviosa.— Se recuperará durante el tiempo que los médicos recomienden, y nosotros lo ayudaremos a cumplir con eso.
Kagami emitió un bufido de irritación, pero no añadió nada más. Sabía que discutir con la entrenadora sería inútil, y en el fondo entendía que ella tenía razón. Era que simplemente no podía aceptarlo así como así.
Permanecieron un rato más hablando con el jugador fantasma de la generación de los milagros. Aunque casi todos hacían un esfuerzo por gastar bromas y reírse, era notable que gran parte del buen humor de la atmósfera era fingido. Ni Kagami, ni Aomine, ni Riko participaban de las bromas, generando un peso tenso en la habitación que no era posible contrarrestar ni con el mejor chiste del mundo. Momoi se reía un poco, pero como lloraba al mismo tiempo el efecto no era exactamente agradable. Todo Seirin estaba preocupado por el futuro del equipo, y a Aomine lo ponía de mal humor el hecho de que Kuroko no pudiese jugar por tanto tiempo.
Las visitas de Kuroko se fueron yendo de a poco. Primero salieron los de primer año, luego Sakurai —disculpándose nuevamente antes de traspasar la puerta–, después se retiraron Koganei, Izuki y Mitobe, y luego Momoi —aunque un poco a regañadientes– salió de la habitación diciendo que volvería a verlo en cuanto pudiese y que avisaría de la situación al resto de los miembros de Touou.
Al final sólo quedaban Aomine, Kagami, Riko, Hyuuga y Kiyoshi. Los dos primeros miraban las vendas de Kuroko con el entrecejo fruncido, mientras la chica parecía estar rompiéndose la cabeza pensando.
— Lo siento, Kagami–kun, Aomine–kun. —Se disculpó Kuroko al darse cuenta de las caras con las que miraban su lesión.
— ¿Qué sientes qué? —Replicó Kagami con tono de irritación– Si tú no tienes la culpa de nada, en todo caso es ese idiota de Sakurai quien…
— Vamos, Kagami, podía pasarle a cualquiera. —Intervino Kiyoshi, que parecía dispuesto a defender a Sakurai hasta el final. Le preocupaba la posibilidad de que Aomine, Kagami, o Hyuuga —o los tres juntos– saliesen a buscarlo y lo matasen. Si podía hacer algo para suavizar la situación, lo haría, aunque eso significase tener que salir en defensa del escolta de Touou cada cinco minutos.
— No tiene sentido darle vueltas. —Masculló Aomine. No le gustaba pensar demasiado las cosas y no pensaba hacerlo ahora tampoco.– Habrá que esperar a que Kuroko se recupere.
— ¿Pero qué dices? ¡Si no fuese por…!
— ¡Kagami! —Lo cortó Riko con impaciencia. La sacaba de quicio que el pelirrojo no pudiese controlar su mal temperamento en situaciones como ésa.– ¡Déjalo de una vez!
Se generó un silencio incómodo, en el cual la única interrupción fue un chasquido de la lengua de Kagami. Como nadie sabía qué más decir, y Riko no quería ponerse a discutir sobre nuevas posibles estrategias de juego con Aomine presente, se despidieron de Kuroko y salieron de la sala.
Cuando llegaron al exterior, el cielo ya estaba casi del azul nocturno. En la puerta del hospital, los cinco jóvenes se miraron sin saber qué decirse. Aomine tenía las manos en los bolsillos y miraba fijamente a Kagami con la peor expresión posible. El pelirrojo le devolvió la misma expresión, a sabiendas de que el de piel oscura pensaba que Kagami, de alguna manera, tenía parte de la culpa en todo aquello. Cómo era eso posible, era algo que sólo Aomine sabía. Acto seguido, el as de Touou se dio la vuelta y se fue sin decir nada ni saludar a nadie, lo cual no sorprendió a ninguno de los presentes.
— … Bien. —Murmuró Riko.– Volvamos al gimnasio. Tenemos que discutir un par de cosas.
Y, sin añadir nada más, los cuatro se dirigieron de vuelta al Instituto Seirin, sumidos en un silencio aplastante y conscientes de que los próximos meses no resultarían exactamente fáciles.
Finalmente me decidí a resubir uno de los fics que más me solicitaron (si no el que más...). La verdad es que estaba un poco indecisa pero bueno. El asunto es que la frecuencia con la que resuba los capítulos de esta historia (porque no pienso subirlos todos ahora, no) estará condicionada por la bola que me den: en otras palabras, si no comentan ni hacen nada, las actualizaciones serán cada vez más lentas. En cambio, si le ponen buena onda y me dan una motivación para tomarme el trabajo de continuar resubiéndolo, entonces estaré subiendo por lo menos un capítulo a la semana. En resumen: depende de ustedes.
Siento quedar como una persona horrible con esta propuesta que les hago, es que la verdad no es que no tenga otras cosas que hacer, entonces si me tomo un ratito para darles lo que me piden, creo que lo mínimo que merezco es un gracias de su parte xD Ni más ni menos. Intercambio equivalente, ¿vio usted?
Gracias por leer~
