Aang contemplaba la entrada que alguna de sus vidas pasadas hizo, atónito ve lo imponente que lucen los pilares de la entrada. Las piedras fraccionadas le recordaban al templo, ubicado en su pueblo natal. Llevaba todo el día comparando Ba Sing Se con el pueblo nómada aire del sur; cada detalle le recordaba a su viejo hogar. Si fue suya la decisión, no saldría de allí nunca.
El monje Gyatso recomendó al avatar que aprendiera los cuatro elementos de la manera más cómoda para él. La razón por la cual avisó a temprana edad su condición, fue para que pudiese ir a desenvolver sus habilidades, como un niño normal, en la escuela especializada en las artes de los elementos. Tal como su antepasado, el Avatar Roku.
Quedando poco tiempo para el inicio de clases, Aang no tuvo otra alternativa aparte de tomar el consejo de su maestro más querido. Era muy difícil para él haber decidido irse, sin embargo, su deber para con el mundo era establecer el equilibrio. Y para ello, debía ser el único humano con el poder ilimitado, que eventualmente obtendría el susodicho.
Sin embargo, se le hizo más cómodo abandonar sus pensamientos negativos y andar a su casa. Que era, obviamente, la de los nómadas aire. Al entrar tuvo que registrarse en el sistema, la secretaria tomó su nombre y lo escrbió en un gigantesco libro, para luego entregarle al chico una llave y ponerle un sello en la mano.
—Bienvenido a la escuela— le decía animadamente la secretaria que lo registró—. No olvide recoger su vestimenta en la sala del sastre.
— Disculpe... pero no sé dónde se encuentra— admitió Aang un poco avergonzado—. ¿Me lo podría indicar?
De inmediato la secretaria lo llevó a la sala del sastre, mientras le hacía una seña a otra señora. Ésta tenía un par de lentes torcidos y alfileres en sus manos, Aang supuso que ella le daría su ropa. La señora le lanza una sonrisa nerviosa al Avatar, al mover sus músculos faciales sus lentes se tuercen aún más.
—Cariño... ¿qué necesitas?— preguntó, viendo al pequeño Aang con ternura.
—Eh… Ropa— La respuesta de Aang parecía más bien una pregunta.
La mujer se acercó, arreglando sus lentes para dejarlos horizontalmente sobre sus ojos; ella no tenía tatuajes azules, incluso tenía una piel bastante morena parece ser maestra aire. Al sonreír se le hacían pequeños hoyos por debajo de las mejillas y se le remarcaban arrugas sobresalientes del rabillo del ojo. Ella tomó una larga cinta y el chico retrocedió, inseguro.
—Ven cariño, quédate quieto— le ordenó—. Necesito tomar unas medidas, y si no son exactas podrías pasar vergüenza el primer día de clase, cosa que nadie quiere.
Aang se imaginó el primer día, con la ropa apretada, o muy ancha. Sacudió la cabeza varias veces. Sería muy vergonzoso comenzar así el primer día de clases. Por ahora lo más que se podía hacer era quedarse inmóvil.
Luego de una hora de espera Aang obtuvo su ropa. Era un traje de cuerpo completo color amarillo, con un fino chaleco color anaranjado y unas botas de cuero café. De inmediato se fue a su habitación, cuya llave decía 234.
—Qué gracioso— pensó—, están como en escalera.
Al entrar a su habitación, vio que habían dos camas, y se preguntó quién sería su compañero de habitación. E incluso se preocupó un poco, ya que no llegaba, sin embargo, su angustia se esfumó cuando observo que la cerradura hacía leves chirridos. Preparándose para saludarlo, Aang esboza una sonrisa y la puerta finalmente se abre.
— Hola— dice un chico, muy parecido a Aang—. Soy Lee, del templo aire del oeste. ¿Y tú?
—Soy Aang, del templo aire del sur— contesta nervioso, no quería arruinar la conversación.
—Entonces… Oh cielos, estoy con…— Aang vio palidecer a su compañero, y se abofeteó mentalmente por el evidente detalle que olvidó decir.
—Sí, el Avatar— completa su oración, decepcionado —, he venido a salvar el mundo, recobrar el equilibrio y estar encerrado seis años en un internado— dice con una voz exageradamente actuada—. Denme un descanso.
Un resoplido de Aang mueve la sábana de las camas y Lee se estremece.
—L-lo siento, no quise ofenderte— baja la cabeza, avergonzado—. Espero que podamos ser amigos— añade, y hace sonreír a Aang.
— Yo también—contesta sereno.
Aang saca su equipaje. En su maleta no habían muchas cosas; solo un par de zapatos viejos y una túnica beige de ropa. Gyatso le preparó un pie antes de irse, que era básicamente el gran peso en su valija. Tomó un trozo desanimado, y le ofreció un poco a su compañero. Se preguntó cómo diantres había metido el hombre un pastel en el equipaje.
—No gracias— contestó Lee—. El azúcar no es muy amigo mío, que digamos.
Apenas probó la deliciosa obra maestra, recordó su hogar y se sintió cada vez más solo. Sin remedio fue a la residencia de al lado. Ahí no podría recordar su hogar de ninguna manera. En cuestión de minutos se sintió totalmente perdido, y eso le gustó.
Se escondió e el cuarto del conserje de la residencia de agua control, y meditó un rato, para recobrar sus fuerzas internas. De inmediato consiguió comunicarse con el avatar Roku, que también había estudiado aquí.
—¿Cómo te acostumbraste?— le preguntó Aang, sin esperar respuesta.
—Joven Aang, debes dejar que las cosas fluyan y que las personas se vayan— le respondió Roku, sorprendiendo a Aang— . Comienza nuevas amistades, y envíale cartas a Gyatso; solo si dejas ir a las personas que forman tu pasado podrás dejar entrar a personas nuevas— dijo, para luego esfumarse.
Segundos después Aang escucha entrar a alguien al pequeño armario, suponía que venía a calmarse, como él. Sin embargo, vio que sus intensiones eran lo opuesto al escuchar gritos en el pequeño lugar.
—Sokka, no puedes esperar que haga todo por ti. Estás grande y yo estoy cansada de esto— la niña exclamaba con potencia—. ¿Cómo diantres pensaste que podías entrar a una escuela de las artes del control sin saber algún control?— preguntó furiosa.
—Katara…
—¡Nada de Katara Sokka!— lo interrumpió— Yo perderé la beca si ven a un holgazán escondido en mi habitación, ve y busca una casa en la que enseñen boomerang control— agitaba sus brazos como un colibrí bebé, a Aang le resultó graciosa la situación.
— Espera Katara…
—¿Sabes qué? El próximo año vendré aquí sola, y así no te tratarás de colar…
—¡Katara!—cansado le grita el chico— Tenemos compañía.
Aang se sobresalta al escuchar al chico, que al parecer tenía minutos viéndolo. Trató de levantarse, pero llevaba tanto rato allí sentado que sus piernas se durmieron, al verlo caer la chica lo tomó y le sonrío.
—Tenemos que ayudarlo— sentenció, calmada.
Una vez sujetaron al chico y lo ayudaron a salir, se presentaron decentemente y trataron de disculparse con Aang por el numerito que montaron en el cuarto de conserje. Para su sorpresa, Aang y Katara compartían clases juntos; cosa que le alegró, ya que por alguna razón, sentía que los chicos eran parte del destino de su travesía como Avatar.
¡Hola, lectores nuevos!
Me gustaría saber su opinión sobre el capítulo.
Acepto críticas(constructivas y destructivas), no obstante, consideremos que tengo 13, me faltan años de práctica.
Los votos y comentarios me animan a seguir escribiendo.
*se despide* PG Mellark.
