El indio lee con sus ojos tristes lo que escriben las estrellas que pasan volando... *

Cada sol termina en un ciclo sin fin que conlleva vida y muerte. Ahora el tiempo de que nazca un nuevo sol ha llegado. Que los dioses salven la vida del hombre de su suerte...

De noche levanta la frente y mira las estrellas que caen dentro de sus ojos, y entonces, lo que está en lo mas profundo de su pecho se llena todo de luz.*

"El quinto sol pronto llegará a su final; esta muriendo. Pronto los dioses ordenarán un nuevo comienzo. Terremotos y hambre cubrirán esta tierra. Si los dioses no son detenidos, el hombre morirá y un nuevo orden vendrá a esta tierra. ¡Apresúrate! debes ir al Santuario y prevenirlos. Solo Atenea puede detenerlos..."

Las palabras volvían a su mente una y otra vez mientras se alejaba del lugar que había sido su hogar toda su vida. Esas fueron las últimas palabras que escuchó de su maestro antes de morir. Enviaba a su alumno a Grecia para pedir ayuda a Atenea, pues solo los dioses podían cambiar el destino marcado en la piedra del sol. Su maestro sabía muchas cosas, pero no podía tener razón sobre esto. La destrucción de la tierra; ¡No podía ser!

Aunque no quería admitirlo, el hecho era que la idea le resultaba familiar, después de todo lo que había oído sobre el Santuario. Toda su vida (o por lo menos desde que se acordaba) había estado esperando conseguir la armadura de plata que lo convertiría en Caballero. Pero cuando tuvo la oportunidad de competir por ella su maestro se lo prohibió al igual que seguir las órdenes del Santuario. Aunque sintió mucha frustración con la decisión de su maestro y a pesar de que se sintió muy desilusionado, lo obedeció. El tiempo le dio la razón; su amigo Dio no lo escuchó y ganó la armadura plateada de Musca, y se unió a otros Caballeros Plateados en el Santuario. El se sintió tan desafortunado de no haber sido el elegido de proteger la paz en la tierra junto a los Caballeros de Atenea; pero después descubrió que su amigo, al igual que muchos otros, fueron engañados por el Maestro del Santuario y se convirtieron en enemigos en lugar de aliados, y habían terminado perdiendo su vida. Ahora estaba feliz por no haber ido al Santuario en aquella ocasión.

Aunque no estuvo ahí, si escuchó sobre las valerosas luchas para defender esta tierra de los dioses que querían destruirla, como Poseidón y Hades. También sabía que Atenea estaba siempre protegiendo la vida en esta tierra. Por eso, esta nueva amenaza no era tan increíble, aunque él nunca pensó que los antiguos dioses de los que le hablaba su maestro realmente quisieran destruir la tierra.

El aire sopló a través de su largo cabello negro, como si tratara de decirle algo. El sonrió, ahora por fin tendría la oportunidad de ir al Santuario como Caballero, un Caballero de Atenea; como los antiguos guerreros. Sus pensamientos volvieron a su maestro.

Si tu puedes ver largamente al fondo de sus ojos, veras como ahí hay escondida una chispa que es como un precioso lucero y que arde hacia dentro de las sombras. Esa luz le alumbra y le enseña los caminos... *

En los últimos años su maestro le enseñó todo sobre los antiguos guerreros de su tierra. Su maestro sabía que la fuerza de un Santo no venía de su cuerpo si no de adentro. De la luz dentro de ellos; el cosmo.

"Siempre recuerda que la vida esta llena de ciclos que se completan unos a otros trayendo armonía a la vida"

"¿Armonía a la vida?"

"Si. Como las estrellas en la vida, como el sol, todo se mueve en círculos y al final regresa al principio, esto es lo que le da poder a un Caballero, las estrellas en el cielo y las estrellas dentro de ti; tu tienes que estar en armonía con lo que te rodea."

Su maestro era un hombre sabio y conocía los cielos mejor que nadie, también sabía que las estrellas le daban su poder a los hombres que sabían utilizarlo.

Cuando empezó a entrenar para convertirse en Caballero, creía que solo era necesario la fuerza física. Claro, ahora este pensamiento le parecía absurdo. Había aprendido de su maestro a usar el cosmo y finalmente había ganado la armadura plateada que lo convertía en un Itzae; un Santo, siempre respetando

las costumbres de los antiguos guerreros, que siempre eran buenos y justos.

Recordaba el día en que había ganado su armadura como si hubiera sido ayer. Tras la muerte de su amigo Dio, en aquel encuentro con Seiya, la armadura de plata que llevaba, volvió al campo de entrenamiento de donde había salido. Otro ciclo se cerraba. Así que era necesario escoger un nuevo Caballero de Plata.

Su maestro reunió a su alrededor a los jóvenes que se entrenaban en ese lugar y les explicó como se decidiría al ganador.

"Esta noche, aquellos que quieran contender por la Armadura de plata tendrán que pasar la prueba que les impongan los dioses. Solo tendrán una oportunidad, así que úsenla sabiamente."

El maestro caminó frente a sus alumnos y continuó.

"Ahora, deben entrar en los bosques donde los esperan los espíritus. Ellos les dirán cual será la prueba que deben cumplir. El primero que regrese aquí mañana, será el nuevo Caballero de Plata."

Es una buena noche para estar en el bosque, pensó Acaxitl. La luna brillaba sobre él. No tenía miedo, recordaba cada frase que le había dicho su maestro y todo lo que había aprendido. Estaba listo para esta prueba. Hizo una pequeña fogata y espero la señal de los dioses.

No tuvo que esperar demasiado. El sonido de un búho lo puso alerta. Se puso en pié y miró a su alrededor. No podía ver nada pero sentía una presencia cerca de él. Buscó al búho entre los árboles pero no lo encontró.

Entonces de entre las sombras de los árboles que creaba la luna alguien apareció.

"Así que quieres ser un Itzae" La figura se acercó hablando un extraño lenguaje pero que podía entender. "¿Porqué?"

¿Quién eres tu? Pensó preguntarle, pero no lo hizo, obviamente era el enviado de los dioses que le diría cual era su prueba, "Quiero ayudar a proteger esta tierra" Contestó con voz firme.

"¿Para qué? esta tierra ya no durará mucho tiempo..." la figura le dijo aproximándose más.

"Esta tierra es hermosa. Es la tierra que nos fue dada por los dioses. La quiero proteger del los malos espíritus que quieren arrebatársela al hombre". Acaxitl se sentía incomodo, algo en esta persona lo espantaba y sus palabras lo intimidaban.

"Esta bien, te daré una oportunidad de convertirte en Itzae, pero no será fácil. ¿Estas listo?"

"Si" fue su respuesta mientras sacudía el miedo de su corazón. Si quería convertirse en Caballero no había lugar para dudas.

"Entonces, antes de que amanezca mañana, tienes que regresar a tu maestro con una pluma de Quetzalcoatl." Dijo con una voz profunda y lo que pareció una sonrisa. Era difícil decirlo pues casi no se distinguía su cara.

"¡¿Qué?! ¡¿Una pluma de Quetzalcoatl?! ¡Eso es imposible! Aún si llegara a encontrarlo, ¿Cómo podría yo quitarle una pluma? ¡El es un dios!"

"Si quieres ser un Itzae debes estar en contacto con tus dioses. Si no puedes encontrar a Quetzalcoatl y obtener una de sus plumas, no podrás ser un Itzae" El hombre dijo y regresó hacia las sombras de donde había salido.

"Espera! donde..." Era inútil la figura desapareció tan repentinamente como había aparecido.


* Antonio Mediz Bolio. 1986. La tierra del faisán y del venado.


Notas de Vega 2019: Uf, este fue el primer fic serio que escribí; antes hacía solo cosas cómicas sin mucha trama XD No recuerdo si está terminado, pero aun así me pareció bueno irlo subiendo, apenas si lo recordaba! Espero les agrade y como siempre, los comentarios son bien recibidos, no sean muy estrictos, fue hace mucho! XD