Todos los personajes pertenecen a Hidekaz Himaruya, sin ánimos de lucro.
Advertencia: Contenido sexual.
No hay dos sin tres I
La relación que ambos compartían siempre había sido especial para él. Honestamente, no se imaginaba su vida sin su compañía, sin su protección, sin aquella seguridad que le brindaba. No podía encontrarle un solo defecto, en palabras simples, era perfecto.
Y tal vez eso era lo que le hacía sentir aún peor. Sabía que el día que lo descubriera, le ocasionaría un daño enorme, le lastimaría al punto de romperle el corazón. Estaba muy consciente de ello. Demasiado. No había día que pasara en el que no pensara en lo que ocurriría.
¿Acaso era por qué quizás estaba un poco aburrido? ¿Necesitaba un poco de emoción? Ya hacía más de diez años que estaban juntos y estaban conviviendo desde hacía seis. ¿Cómo era posible que no sintiera a gusto con él? Porque sabía muy bien lo mucho que lo amaba, de eso, no le cabía ninguna duda.
El amor de Berwald por Tino parecía no tener límites. Incluso éste último podía darse el lujo de no tener que trabajar y quedarse en casa, mientras que cuidaba al niño pequeño que habían adoptado juntos. Todo lo que el sueco hacía, era solamente para facilitarle la vida. Era el hombre que cualquiera podría desear, ¿no?
Entonces, ¿por qué demonios no podía sacarse de la cabeza al otro? Se sentía como una basura de persona, si es que podía siquiera considerarse eso. No podía dejarlo y no quería, pero… ¡Rayos! Toda su cabeza daba vueltas, tratando de descifrar.
Mathías… era un buen tipo. Era guapo, gracioso y unos brillantes ojos azules. Y no podía faltar el detalle que era con quien estaba desde hacía un par de años y con quien le metía los cuernos a Berwald. Ah, además del pequeñísimo detalle que era el mejor amigo del sueco. Toda una ganga, ¿no?
Entonces, recordó el día que lo había cambiado todo. Sólo por mencionar el nombre que nunca debió pronunciar.
Tino seguía recostado en aquella cama de hotel de cinco estrellas en donde el sueco había hecho las reservaciones. Miraba fijamente la pantalla de su móvil, aprovechando que el otro había ido al cuarto de baño. Era el día de San Valentín y en lugar de pensar en su pareja como debía, estaba pensando en su amante.
"Espero que el quince tengas tiempo para mí". Ese era el mensaje que le acababa de dejar. Tino revisó rápidamente su móvil antes de que el sueco saliera del baño. Ni siquiera ese día, el cual se suponía que debía dedicarse enteramente a Berwald, podía dejar de pensar en él.
Quería responderle, pero estaba seguro de que el escandinavo se iba a percatar de lo nervioso que estaba. Así que dejó su teléfono ahí mismo. Rogaba para que el otro no pensara que había sucedido algo en su ausencia. Suspiró, acababan de tener relaciones, debía estar completamente relajado. Sin embargo, tenía ganas de llorar hasta que las energías se le acabaran.
—Ven —le pidió de repente su pareja y eso consiguió sacarle de sus enturbiados pensamientos. Se levantó, aún desnudo y fue hasta él. Intentó, con todas sus fuerzas, sonreír y parecer que estaba realmente feliz. Era lo que quería sentir, en verdad.
Cuando entró al baño, vio que estaba lleno de velas y el agua estaba cubierta de pétalos de rosas. Tenía ganas de decirle ahí mismo que no era digno de esa demostración de amor, que lo mejor que podía hacer era abandonarle y buscarse a alguien que realmente valiera la pena. Pero, aun cuando pudiera abrir la boca y decirle exactamente eso, Berwald se le adelantó.
—Espero que sea de tu agrado —comentó mientras que con mucha delicadeza empujaba al oriundo de Finlandia hacia la bañera.
Éste se metió a la bañera y de inmediato le siguió el sueco. Acto seguido, Tino se recostó sobre el pecho desnudo del segundo. Cerró sus ojos, quería aprovechar realmente de aquel preciado momento. Desde hacía un par de meses, que apenas unos cuantos días al mes podía disfrutar de la compañía de su pareja. El resto del mes… O estaba solo o Mathías estaba con él. Sacudió su cabeza apenas aquel nombre le surgió en la cabeza.
Entonces, buscó algún tema de conversación que le hiciera olvidar de aquel hombre.
—¿Sabes? A Peter le va muy bien en la escuela. Deberías ver cómo el resto de los niños lo siguen —comentó. Sí, estaba muy consciente de que eso no era tema de conversación cuando se hallaban en un ambiente tan romántico como ése. No obstante, eso fue lo único que se le había venido a la cabeza.
—¿De verdad? —. Aunque normalmente le gustaba escuchar sobre su hijo, estaba más interesado en hacer algo en aquel momento. Después de todo, tendría que tomar vuelo aquella noche y quería que cada instante, valiera la pena.
—Sí, sí. Es el chico popular de su clase —comentó con mucho orgullo.
—Me alegro —respondió mientras que acariciaba la cabellera rubia del finés.
Éste se mantuvo callado mientras que dejaba que Berwald lo tocara. Haría lo que fuera necesario para mantenerlo contento y no sospechara absolutamente de nada. Por supuesto, era bastante difícil hacerlo. Pero ya estaba acostumbrado a fingir que todo estaba bien. Además, ya sabía qué era lo que el escandinavo quería. Respiró profundamente, ya que sus energías no le daban para volver a hacerlo pero… Iba intentar a hacerlo. Después de todo, sólo se encargaba de limpiar la casa y todo lo que ello convenía. No tenía razón para estar agotado, ¿no?
—Tino, te amo —le susurró, creyendo que así podía ponerle de humor, mientras que iba acariciando su muslo lentamente. Su mano iba subiendo con no mucha prisa, ya que le gustaba tocar la piel de su "esposa".
De inmediato, puso su otra mano sobre el miembro del finlandés. Éste dejó escapar un gemido. No hacía más de media hora que habían hecho el amor y aún estaba un poco adolorido. Sin embargo, estaba dispuesto a soportarlo. Cerró sus ojos y dejó que el otro hiciera lo que quisiera con su cuerpo.
El sueco apenas cabía dentro de la bañera, pero no le importaba. Es más, le parecía que cuánto más apretujado estuviera contra el cuerpo de su chico, era mejor. Sí, realmente no le importaba pasar por desesperado. ¿Hacía cuanto qué no habían tenido relaciones? ¿Una o dos semanas? Y eso, si no hubiera llegado cansado de su viaje.
Lamió y relamió la nuca del muchacho, mientras que lo toqueteaba. El finlandés le dejaba hacer lo que quisiera, como si realmente le perteneciera. Lo cual le encantaba. Le fascinaba que fuera completamente suyo, que pudiera poseer su cuerpo durante ese lapso de tiempo. Aunque, claro, ignoraba que había alguien más que hacía lo mismo con Tino, durante su ausencia…
Tino jadeaba de vez en cuando. Y gemía cuando el otro movía su muñeca de arriba abajo a un ritmo bastante constante. Quería que terminara ya. Quería que terminara ya. Pues en su cabeza, al que se imaginaba que le estaba haciendo todo eso, era el danés y tenía el temor de decir su nombre por accidente.
Sabía que si no se concentraba, era capaz de decirlo en voz alta, en pleno acto. ¿Y qué sucedería luego? ¡Ah! Estaba comenzando a excitarse bastante. Se agarró de la bañera para poder controlarse un poco. Si perdía el poco control que tenía en aquel momento… Estaba frito.
No obstante, era difícil mientras que Berwald continuara tocándole de ese modo. Se mordió los labios. Esa era la única alternativa para no hablar. Por supuesto, que alguien le estuviera masturbando de ese modo tan salvaje cómo lo hacía su chico, era casi imposible no gemir.
El mayor tenía la impresión de que algo sucedía con Tino. Parecía que le estuviera poniendo resistencia. Pero no quería ponerse a pelear ahí mismo. Quizás sólo se lo estaba imaginando o algo por el estilo. Quizás… Bueno, no quería pensar en nada más. Quería simplemente hacerle el amor.
—¿Puedes levantarte un poco? —le preguntó, casi susurrándole y como si le estuviera suplicando que al menos, le prestara un poco de atención.
Tino abrió sus ojos al escuchar aquellas palabras y luego hizo tal cual como se lo había pedido. Se puso casi de rodillas, aunque la superficie de la bañera estaba bastante resbaladiza. Se aferró todavía más fuerte al borde, para no caerse, pese a que ya se lo estaba imaginando el dolor que eso le causaría. Tal vez, se merecía lastimarse de ése modo.
Gritó de dolor al sentir que el otro le estaba invadiendo. Ah, aunque no sabía cuántas veces ya lo había hecho con él, todavía le dolía cada vez que le penetraba de esa forma. Dejó escapar su nombre mientras que el sueco se lo iba metiendo lentamente.
—¿Te gusta? —. Esa era la pregunta que siempre le hacía. ¿Acaso era porque sentía algo de inseguridad, de no poder satisfacerlo como correspondía? Suspiró, siempre que lo estaban haciendo, empezaba a experimentar esa especie de temor.
Luego de un par de ahogados gemidos, el finlandés asintió. Moverse en el agua, en un lugar tan apretado, les complicaba un poco. Mismo el escandinavo tuvo que colocar una de sus manos sobre el borde de la bañera, para no caerse sobre Tino.
No obstante, el sueco estaba tan excitado que francamente no le importaba el sitio. Movió lentamente su cadera. Cada segundo que pasaba, aumentaba la pasión. Seguía sin estar seguro de que al finés le gustara o que siquiera le importara el acto. Dejó escapar un suspiro y continuó. Bueno, al menos, le había dejado tener sexo con él.
En medio de los gemidos, Tino continuaba luchando contra lo que su cerebro le decía. No debía, por nada del mundo, mencionar aquel nombre. Sólo bastaba con que lo pronunciara una vez, para que todo se derrumbara allí mismo.
—Um… Tino —Berwald repitió un par de veces su nombre, a la vez que continuaba con el movimiento de caderas.
—Ay… —se quejó el muchacho. Cerró sus ojos y volvió a ver a los ojos azules del danés. Sacudió su cabeza, ¡su imagen le perseguía! Quería detener al sueco en ese momento, debía hacerlo. Pero, ¿cómo? Sólo se le ocurrió comenzar a moverse, para que el otro se excitara aún más y pudiera terminar de inmediato.
Y en efecto, eso motivo a Berwald a seguir con las estocadas. Y cada vez, lo hacía mucho más rápido. No sabía qué le había impulsado a Tino a hacerlo, pero no planeaba quejarse. Al contrario, le volvía loco la manera en que lo provocaba.
Dejó de moverse sólo por un instante. Quería… Quería grabar aquella imagen en su cabeza. Para las noches solitarias, cuando tenía que dormir en un apartamento solo y al otro lado del país. Sí, eso debería bastarle, ser suficiente. Aunque por supuesto, una fotografía mental no era lo mismo que hacerlo en vivo y en directo.
Y cuando Berwald estaba a punto de acabar, a punto de alcanzar la cumbre máxima del placer, el móvil del muchacho comenzó a sonar como loco, lo cual desconcentró a éste por completo. No supo por qué rayos lo hizo o cómo no pudo controlar su boca pero…
—¡Mathias! —exclamó el finlandés en el preciso momento que empezó a eyacular.
El sueco se separó de inmediato de él mientras que el muchacho salió corriendo del baño, sólo para contestar su móvil. Había cometido la tontería de poner en volumen alto, en lugar de ponerlo en silencio y por alguna razón que más adelante se lamentaría, no se le ocurrió más que gritar su nombre. Se detuvo ahí mismo, enfrente de la cama mientras que sentía la mirada de Berwald sobre él.
—¿Por qué…? —Éste no sabía realmente qué hacer o cómo sentirse sobre lo que acababa de hacer el finlandés. Su corazón le dolía tanto que no estaba seguro si aguantaría el fuerte golpe que le había propinado aquel. ¿Por qué diría ese nombre? Justamente el nombre de su mejor amigo…
—Fue… un accidente —murmuró Tino. No sabía para qué rayos lo ocultaba, si ya había salido al descubierto. Su boca parecía no querer moverse cuando pretendía explicarle lo que había pasado. Sus ojos se habían llenado de lágrimas, porque había hecho justo lo que él no quería.
Berwald recogió todas sus cosas en silencio. De todas las cosas que Tino pudo haber dicho o hecho, esa era la peor. Quería reprocharle, enojarse con él, mandarle al demonio, pero parecía que no le era posible. Tampoco podía gritarle absolutamente nada.
Se vistió y guardó todas sus pertenencias dentro de la maleta que había traído consigo. Luego miró a Tino, quien estaba temblando, como si aún no comprendiera lo que había ocurrido. Y estaba seguro que si lo abrazaba, lo iba a perdonar. Así que antes de cometer esa insensatez, a la cual estaba sumamente tentado, salió por la puerta.
—Puedes quedarte en la casa hasta que regrese —le dijo fríamente, para luego retirarse.
Y en ese preciso instante, Tino se derrumbó. ¿Qué se suponía que iba a hacer? ¿A dónde iba a ir? No tenía un centavo, ya que todo el dinero que tenía, era en realidad del sueco. Se tiró sobre la cama, boca abajo. Luego miró el mensaje que había recibido: "Te extraño. ¿Nos veremos mañana?"
Ahora, estaba acostado sobre la cama del danés. Era el sábado dieciséis. Habían pasado cuarenta y ocho horas desde eso. Esto era lo que él quería, ¿no? Podía estar con el danés libremente, ya que no tenía ninguna atadura con el sueco. Debería estar contento de poder estar con Mathías.
—¡Te hice el desayuno! —gritó éste desde la cocina.
Sin embargo, ninguno de los dos sospechaba de la tragedia que estaba a punto de acontecer…
Sé que no debería comenzar nada con todo lo pendiente que tengo, pero mi inspiración es bastante troll. Son sólo tres capítulos y ya todo esta bien calculado.
¡Gracias por leer!
