Aclaración: Los personajes pertenecen a una de las mejores escritoras de nuestra generación, Stephenie Meyer (a excepción de algunos añadidos en la novela) pero la trama es completamente de mi propiedad.


Capítulo 1: El comienzo del final

Bella's POV

La lluvia descendía fuertemente, chocando contra el vidrio de las ventanas cerradas del pasillo, mientras yo las miraba con gesto aburrido. No era normal que lloviera en pleno septiembre en Seattle, y más con tanta magnitud. Resté toda importancia a la lluvia ya que no era nada que debiera captar mi atención lo demasiado, era algo cotidiano que llueva y sin importancia, aunque siempre me había resultado relajante observar la lluvia mientras tomaba algo caliente. Bebí un sorbo de mi café y lo deposité en la mesita de enfrente mío y como acto reflejo miré el reloj que estaba colgado en la pared, controlando de que no se hubiera pasado mi descanso, y no, eran las 10:45, aún me quedaban unos 15 minutos y no tenía nada mejor que hacer que mirar a la estúpida lluvia caer a torrentes por la ventana, aunque me sobresalté cuando escuché tronar afuera, hoy si que se venía una tormenta bien grande, y agradecí haber estado bajo techo y bien calentita. Seguí bebiendo mi café con ausencia mientras pensaba en blanco. Hoy todo era paz y quietud en el Northwest Hospital & Medical Center, demasiado. Todas las mañanas teníamos mucha actividad ya que Seattle no era una ciudad del todo normal, ni de lejos. Cada día todos iban de un lado a otro, moviéndose de aquí para allá, ya que no dábamos abasto ni los médicos y los trabajadores de aquí por todos los heridos que llegan aquí, y mas a esta hora de la mañana, ya sea por que le impactaron un balazo en el pecho y se desangraban en medio del asfalto, porque hubo un choque grave en la carretera o un simple accidente doméstico, entre otros. Seattle era una ciudad muy activa en lo que se respectaba a accidentes y por eso los hospitales eran una cosa de locos, aunque yo adoraba con fervor mi trabajo, curar a la gente desprotegida, salvar a las personas que tienen una vida y un futuro por delante, agradecía ser útil y lo demostraba todos los días. Yo trabajo de paramédica en urgencias ya hace 2 años y medio. Me considero muy dedicaba y rendidora en lo que se respectaba a mi trabajo, y no lo tomo en broma en lo absoluto. De niña sabía que iba a ser médica, desde que me compraron la valijita de juguete con las herramientas básicas en una médica que yo tanto anhelaba, desde que curaba a mi padre cuando estaba enfermo o si le había ocurrido algo, siempre lo supe y no lo pensé dos veces cuando decidí que carrera era mi vocación. Me recibí con honores en Harvard en Medicina gracias a una beca bien merecida por mis buenas calificaciones en la secundaria, tenía el segundo mejor promedio del instituto y lograba dejar a mis compañeros con la boca abierta, y yo me dedicaba a sonreírles complacida. Allí todos nos conocíamos a la perfección, entre los trabajadores, éramos muy compinches y nos considerábamos prácticamente una familia. El cariño y el afecto sobraban en este hospital, ya que todos mantenían relaciones amistosas con sus pacientes, y los hacían sentir como en casa, a pesar de las dificultades que cruzaban algunos. Este no era para nada uno de esos hospitales que cuando los vez te cruza un escalofrío por el espanto y el miedo. Lo consideraba mi segundo hogar como sabía que muchos otros también lo hacían.

Cabeceé sacándome de mi monólogo mental y mis ojos buscaron el reloj, no sabía cuanto tiempo había estado en trance. 10:50, murmuré a lo bajo, solo habían transcurrido 5 minutos desde que le eché la ultima ojeada. Corrí con mis manos la silla de fierro hacia atrás y cogiendo la taza vacía de café en mis manos fui hasta la cocina que quedaba a unos metros de donde me encontraba. Lavé, enjuagué, sequé y deposité en un estante la taza y se me ocurrió ir a visitar a mis amigas de la secretaría. En ese mismo sector también trabajaba Ángela Weber, mi compañera y mejor amiga de la secundaria. Casi todos los días a esta hora me daba una vuelta por allí y nos quedábamos hablando un rato aprovechando mis tiempos libres. Ángela siempre me relataba que su relación con Ben iba viento en popa y que ya planeaban mudarse juntos a una bella casa, que, curiosamente, estaba al lado de la mía. Angela tenía bien clavadas sus 23 primaveras, aunque los rasgos de su cara semi-ovalada fueran un tanto infantiles y la hicieran lucir menos vieja. Su pelo negro azabache siempre estaba bien recogido en una coleta media, descendiendo por sus omóplatos con mucho movimiento gracias a sus ondas, mientras que en su rostro poseía un flequillo recto que le tapaba al completo la frente, salvo en las extremidades que poseía dos mechones un poco mas largos, dándole un poco mas de onda y personalidad al recto aburrido. Siempre llevaba sus gafas estilo secretaria puestas, aunque no dejaban opacar sus bellos ojos marrones oscuros. Sus labios eran alargados y en el inferior poseía un poco mas de grosor que en el de arriba. Sus cejas tenían un buen grosor, pero sin dejar de estar bien emparejadas, a dúo con su nariz un poco respingada en la punta, lo que en otros pudo quedarle horrible, en ella encajaba a dúo con todo lo demás, en especial con sus largas pestañas. Su silueta era fluida pero algo frágil, ella era muy delicada hasta en el habla. Siempre tuvo más el parecido de una muñeca en tamaño humano. Igual de femenina y frágil.

-¡Hola Belli! –canturreó Angela cuando me vio doblar la esquina del pasillo mientras iba en su dirección.

Sonreí y seguí paso firme pero torpe hasta donde estaba ella.

-¡Angi! –exclamé y la abrasé fuertemente y ella pegó una risotada.

-Uy, ¿a que se debe tan buen humor? ¿Te invitaron a una cita o algo por el estilo? –Preguntó Angela tratando de acertar y me reí- Ya, desembucha –dijo impaciente con un tono divertido.

-No, nada de eso –expliqué- es que el día esta muy calmo, quizá demasiado.

Angela asintió.

-Si, hoy no ha pasado casi nadie por aquí. –soltó con una voz tan calma como el mismo día- Si no hubiera visto a tanta gente ir y venir afuera me hubiera creído que andaba un asesino en serie matando a todos –dijo Ángela y se rió bajito.

Me uní a sus risas, la verdad su punto de vista era algo gracioso de presenciar.

La charla siguió a flote sobre nuestro día. Prosiguió su monólogo diario de cuan feliz era estando ahora con Ben en pareja, y casi chillaba cuando me mencionaba lo emocionada que estaba de que comprarían una casa para irse a vivir juntos. Yo la escuché medio presente y el otro medio ausente, ya que siempre el monólogo de Ben era prácticamente el mismo todos los días, salvo por alguna que otra noticia importante que me dijera en último momento antes de que diera mi hora de ingresar al trabajo, dando fin a mi descanso y a la conversación, asíque me quedaba medio descolgada cuando iniciaba el prorrogo de Ben, solo me dedicaba a asentir y a sonreírle de vez en cuando. Yo casi siempre me dedicaba a escucharla y no a hablar, ya que no había mucho para contar. Mi vida era un deja vu, en sí, siempre pasaba lo mismo y nunca nada fue fuera de lo normal. No es que llevara una vida monótona e infeliz, estaba ''bien'' y me aliviaba. Tampoco es que fuera fan de la adrenalina y me gustase llevar mi vida al límite de todo, yo era una chica muy relax para tener mi edad, unos 23 años, a pesar de que esta es la etapa en la vida de una mujer muy importante. La etapa que yo decidí llamar living la vida loca, al igual que la canción de Ricky Martin. Estaba feliz siendo un pasivo en vez de un activo por el momento y no havia ningun cambio demasiado drástico por el momento que lo cambiase.

-Bella –dijo llamándome la atención- ¿Tienes algún plan para esta noche? –me preguntó con un tono casual.

-No, como siempre –dije también en tono casual con una gota de aburrición- ¿Por?

-No, es que se me había ocurrido salir a comer algo o a pasear, digo, si quieres. Si no otro día, no importa. –dijo demasiado rápido y me reí. Le tapé la boca con la palma de mi mano.

-Claro Ang, me encantaría –acepté- e invita a Ben, hace mucho que no le veo y quiero saber que es de mi compañero de secundaria –protesté y ella se rió bajamente.

-Dalo por hecho amiga –y asintió- ¿a qué hora se acaba tu descanso? –preguntó Angela.

-¡Mierda! –grité y vi el reloj y todo en orden, eran las 10:55- ah, me pegué un buen susto –dije y respiré hondamente.

-Menos mal que yo te aviso Bella, si no, te darían por desaparecida –se quejó- no pierdes la cabeza porque la llevas pegada –dijo entre sonoras y retumbantes risas.

-Jaja, que chistosa Angi –dije rodando los ojos con una sonrisita- ¿No recuerdas en la secundaria cuando perdiste la mochila y te diste cuenta en el instituto, y, cuando la buscamos, estaba en tu cama y ni siquiera la habías llevado contigo? –Le reté- porque yo si me acuerdo. Y muy bien.

Ángela se encogió de hombros, dándome la razón.

Sonreí victoriosa y me reí.

-Ya, te prometí que no te lo echaría en cara –susurré con la vista gacha- perdón.

-No interesa –y sonrió- de todas formas, soy mas despistada que tú y no se porque vengo a plantarte quejas.

Nos reímos y todo siguió a la normalidad.

Mientras hablábamos, Kenny, mi compañero en la sala de urgencias, venía a la secretaría a recoger unos papeles sobre uno de los pacientes que estaba tratando y se quedó unos minutos hablando con Angie de cosas que no entendía, asíque con disimulo me alejé y cuando terminaran volvería. Seguro que Ángela no se enojaría, al menos, no tanto.

Fui de un lado para otro sin rumbo ni meta fija y pasé por cada rincón del hospital semi-vacío.

Me detuve en la sala F-159, donde se encontraba mi mejor amigo de toda la vida, Jacob Black.

Jacob era una bestia, al menos en lo que se refiere a su físico. Medía más o menos 1,80 y su piel tenía un color broncíneo muy hermoso. Su pelo de color negro como la noche lo tenía parado hacia arriba en un hopo aunque lo tenía algo desordenado, no le gustaba mucho usar el peine. Los rasgos de su carga eran turbios aunque con la apariencia de un adolescente de 18 años en vez de un adulto maduro de 25. Sus ojos eran de un color marrón bien oscuro, tanto hasta parecer negros. Sus cejas eran gruesas y sus labios finos y carnosos encajaban perfectamente con su mandíbula ni tan cuadrada ni Tan ovalada, pero lo más impactante y hermoso sobre su cara, era definitivamente su sonrisa. Sus dientes iban en una fila perfectamente ordenados, y poseían una blancura impresionable, haciéndose resaltar aun más por su piel cobriza. Su cuerpo era bien formado y sus brazos y su torso estaban bien ejercitados, al igual que su abdomen y sus piernas. Aunque yo no estaba del todo segura, el me dijo que no iba al gimnasio, que solo eran los frutos de una alimentación sana y llena de vitaminas y minerales, y claro, de una buena caminata todas las mañanas.

Nunca dudé en la palabra de Jacob, a excepción de esta, ya que él fue siempre mi mejor amigo, mi resguardo y el hermano que nunca tuve para mí. Nos contábamos todo y nos conocíamos mejor que el otro. No sabía ni cuanto tiempo llevaba siendo mejor amiga de Jacob, pero era un montón. Intenté sacar la cuenta con los dedos y no lo logré, y no porque no me alcanzaran los dedos, si no que la mente no me iba tan atrás.

Jacob estaba tumbado en la cama del hospital, con dos mangueras saliendo de su brazo, y en ellas había dos agujas, por las cuales inyectaban el suero por sus venas. Se encontraba despierto y me miraba tratando de adivinar que hacía yo con las manos.

El muy idiota se había caído de su motocross hacia un mes por resbalarse con un charco de agua, y agregando las ruedas desgastadas, se dio un golpazo en la cabeza cuando impactó contra el pavimento de al frente de su casa. Yo estaba con él y lo traje casi volando en mi Peugeot 207 rojo al Hospital, preocupada de que se halla causado un golpe grave en su cabezota. Me costó un montón al igual que a los médicos, a mi arrastrarlo hacia el auto y hacerlo entrar al hospital, y a los médicos, subirlo a la camilla para llevárselo, porque Jacob no es ninguna pluma, pesa una tonelada y con el cuerpo que tiene, es un labor dificilísimo.

Siempre pasaba por allí y me quedaba hablando con él, y en el caso de que estuviera dormido, observándolo con felicidad de que su recuperación era notable. Casi me daba una taquicardia pensando que su estado era grave, asique agradecia que no halla sido así.

El me miraba con cautela y tenía una sonrisa de oreja a oreja, típica en Jacob. Era muy risueño y le encantaba sonreír a todos lados. Irradiaba felicidad por cada poro de su piel y todos los sabíamos. Era simpático, a veces un poco imbécil, pero se lo quería de todos modos. Era un sol portátil que te alegraba los días solo con verlo o estar a corta distancia de él.

-Hola Bells –saludó Jacob con su sonrisita extendida de par en par, muy al estilo Jacob.

-Hola Jake –le devolví el saludo junto con la sonrisa- ¿Qué tal todo?

-Bien, salvo por el estúpido yeso de mi pata, digo pie –se corrigió y yo lo miré con impaciencia cruzando mis brazos fuertemente contra mi pecho, esperando a que se dé cuenta porque lo observaba tan acusadoramente- ya ya ya, se que el yeso sirve para curarme y hacerme bien y bla, bla, bla –dijo mientras movía sus cuatro dedos arriba y hacia abajo, chocando con su pulgar, imitando una boca hablar mientras rezongaba por la suya- pero es un fastidio llevarlo a todos lados, me hace sentir inútil, igual que estar tumbado en esta cama –soltó con un bufido.

-Cállate –le di un manotazo en la cabeza con cuidado de no acertarle justo en la herida- ya sabes que es para tu bien, así que no te quejes y cierra el pico –le ordené y el hizo que cerraba su boca con llave- así me gusta, calladito te ves mas bonito –y le guiñé el ojo izquierdo, mientras el se reía.

-Siempre fui hermoso –dijo Jacob tirando para atrás el pelo que no tenía- lo que pasa es que me tienes envidia.

-Uy si, muero de los celos –era caso perdido discutir con Jacob, así que le dí la razón, pero con total sarcasmo.

El no se dio cuenta del sarcasmo y comenzó a burlarse. Era demasiado egocéntrico como para ignorar un cumplido, incluso si fuera sarcástico.

-¿Viste? Siempre tengo la razón, siempre –dijo Jacob enmarcando el siempre otra vez.

-Claro, eres la voz de la razón Jake –dije con fastidio y rezongué a regañadientes, el se rió por mi enojo.

-Ya vale, cierro el pico –dijo y se rió.

-Gracias –le dije.

-Y, ¿Qué has hecho hoy de interesante Bellita? Claro, si es que has hecho algo interesante últimamente –largó Jacob con una risotada bien audible.

-Que bien me conoces: si, no hice nada de interesante hoy. Pero lo haré esta noche, saldré, tengo planes.

Jacob se puso serio y frunció el seño.

-¿Con quién? ¿Con un muchacho? –preguntó Jacob arrugando la frente.

Jacob era muy celoso si llegaba a tener algún pretendiente. Me prohibía tener novio sin su consentimiento, y claro, su aprobación sobre el chico. Claro, si es que Jacob lo dejaba vivo. Me trataba como su hermana, como había dicho antes, y demasiado en serio. Podría hacer llorar sangre al muchacho si me hería o me hiciera algo malo, claro, Jake no quería que me pasara nada malo, y por eso lo amaba tanto. Era el hermano que nunca tuve, y yo adoraba que él me tratase como su hermanita pequeña.

Cuando vi que se impacientaba con cada segundo que pasaba sin una respuesta a su pregunta, decidí mentirle. Una mentirilla blanca no haría daño.

Solo lo haré cabrearse, dijo una voz malévola en mi subconsciente, y yo iba a lograr cabrearlo con solo una palabra.

Si –dije convencida, aunque algo nerviosa.

Mi nerviosismo excedido era debido a la opinión de todo mundo hacia mí sobre que no sabía mentir. Nunca nadie lograba tragarse mis embustes, ni siquiera por minúsculos que fuesen. Fruncí el seño y me hubiera gustado no ser tan obvia en este aspecto mío.

-mmm... –susurró Jacob- ¿Y, se puede saber quien es? –preguntó, pero mejor dicho parecía exigiéndolo.

Sonreí con malicia. Faltaba que se pusiera bordó y estaba al dente.

-Kenny –dije yo automáticamente, seguro no le molestaría que yo mintiera en eso, total, nadie se enteraría…

-¿Tu compañero en emergencias? –dijo incrédulo alzando una ceja.

-Si, el mismo –asentí con una sonrisita de completa satisfacción.

-Agh, bueno –dijo Jake apartando la vista enojado.

Me puse delante de él y busqué sus ojos, y cuando los encontré, le abrasé y el quedó estático.

-Bella, ¿que ocurre? –preguntó Jake confundido.

-Es que eres muy tonto –dije y el bufó- No voy a salir con Kenny, si no con Ángela, solo era una pequeña bromilla hermanito –le dije tocando con mi dedo la punta de su nariz.

El se rió aliviado y yo me reí de él. Se había tragado mi embuste completamente, aunque solo porqué estaba lo suficiente enojado como para que le importase poco y nada el resto. Sentí por un momento que iría con mucho gusto a arrancarle la cabeza a Kenny y arrojársela a los perros del parque de al frente.

-Menos mal, estaba por ir a arrancar la cabeza del miserable que pretendía algo con mi hermanita y arrojárselo a los perros –Me reí fuertemente al tener la razón. Me coloqué sobre su pecho y cerré los ojos.

-Sabía que dirías eso, tonto –me reí- eres demasiado sobre-protector conmigo, y por eso lo hice. Para hacerte rabiar.

-Muy graciosa, Isabella –susurró con un tono bromista- me siento tan idiota en verdad, no se como caí en uno de tus embustes. Si, lo lograste, me hiciste enojar. ¿Feliz? –e hizo un pucherito de lo más tierno.

Intenté no ceder y mi voluntad flaqueó con demasiada rapidez.

-Perdón –le dije contra su pecho.

-Ok, acepto tus disculpas –dijo con suficiencia. Sabía muy bien que no me resistía a su cara de perrito mojado y le terminaría pidiendo perdón.

-Maldito seas tu Jacob y tu carita de perrito mojado y aun más por funcionarte –mencioné fastidiada con rapidez y el se dobló de la risa.

-Es mi don –dijo con arrogancia- no todos pueden ser tan encantadores.

-Si, y no todos pueden ser tan insoportables.

-Cierto.

Nos partimos de la risa sobre su cama un rato y luego nos recompusimos.

-Siempre fui así contigo –me acusó- es que eres muy bonita y no quiero que ningún baboso ponga sus mugrosos dedos encima de mi hermanita –dijo entrecerrando los ojos con enfado.

-Claro, Jake –dije fastidiada- soy un imán de hombres –agregué bromista.

El se rió a más no poder y yo le di un manotazo de la frustración.

-¡Ouch! –Se fregó el golpe con la palma de su mano derecha- ¿Por qué demonios fue esa? –me exigió saber.

-Se que no soy Miss Universo –le dije- ¡pero tampoco soy Betty la fea joder! A si que no te rías de mí, porque así hieres a tu hermanita –quebré mi voz con tristeza fingida.

-Después me dices a mí que soy el idiota. –Me acusó- Yo no lo digo porque seas Bella, es porque…

-Soy espantosa, lo sé –dije adivinando lo que diría.

-¿Quieres cerrar la boca y dejarme terminar? –me dijo con poca paciencia asíque fruncí los labios y el asintió.

-Como dije antes de que me interrumpieras –y me clavó la mirada acusadora suya. Me encogí de hombros- no es porque seas fea, si no porque eres hermosísima Bella, y justo ése es el problema.

Me le quedé mirando, tratando de comprenderle, y no lo logré.

-¿Cómo? Explícate –le demandé sin comprender ni ''a'' de lo que me había dicho.

-Bella, tu eres muy hermosa, y por eso te cuido tanto, o al menos mas intensamente –me explicó con paciencia mientras acariciaba mi mejilla con sus dedos- agregando que también eres mi hermana del alma y te amo por sobre todas las cosas, eres increíblemente guapa, simpática, atenta, amorosa, y creo que no solo yo lo noto, y ese es justo el problema. –Dijo suspirando- Eres muy despistada y por eso no debes darte cuenta, pero yo si. Como los hombres, por ejemplo, cuando vamos por la calle, te miran y solo falta que se les caiga la baba, y créeme, a algunos se le ha caído a torrentes cuando te han visto, y no miento. Eres demasiado guapa para tu propia seguridad, asi que para eso esta aquí, Jake el grandote, para protegerte y alejarte de los pervertidos que piensan cosas impuras con mi hermanita –y me abrazó tiernamente.

-Gracias Jake –le dije apretándolo más contra mi- te quiero grandote.

-Y yo a ti, peque –me dijo y me despeinó toda con su mano.

-Imbécil.

-Gracias, yo también te quiero Belli.

-Jajaja –me reí con falta de entusiasmo.

-Eres muy amarga Bella, no te aguantas ni una broma. Te saldrán canas a temprana edad. ¿O ya te salieron y te las tiñes? –me preguntó y se partió de la risa como un pendejo.

-¡Cierra tu maldito pico! –Dije pegándole un manotazo- no seas idiota, no tengo canas.

-Lo sé, pero como dije antes, eres a-m-a-r-g-a –dijo separando cada palabra.

-Lo se, y tu eres agrio –le dije y se rió. Había conseguido ablandarlo.

-Eso me gusta, la Bella divertida. A la aguafiestas en cualquier momento la tiraré por la ventana.

Le miré con cara de pocos amigos.

-Ya me gustaría que lo intentes.

Jacob me miró con arrogancia.

-No me tientes, hermanita. Que esté inválido no significa que sea inútil.

-Tarde, ya lo eras antes del accidente –y le sonreí burlona.

-Mala –e hizo otro pucherito.

¡Que lo parta un rayo a el y a sus pucheritos!, dije en mi mente, es que eran tan tiernos y no me resistía.

-Perdona –dije acariciando su cabeza- pero a nadie le gusta que le digan que los tirarán por la ventana, ya sabes –y me encogí de hombros.

-Cierto, perdona –y me acercó mas contra el dándome un abrazo- ambos somos idiotas.

-Los hermanos idiotas, claro –Le di la razón entre una risa y otra.- Somos como los dos hermanos idiotas, los de la película que vimos el otro día. ¿Cómo demonios se llamaban? Loyd y… -intenté recordar.

-Harry –concluyó Jacob, acordándose de Tonto.

-Y, ¿Quién es quién? –le pregunté curiosa.

-Y, mas por mi estilo de bromista, yo seria Retonto, o sea Loyd –dijo Jake con mucha risa- y Harry tiene un lado medio serio, a sí amargo, a si que Tonto eres tú –dijo señalándome y se rió más fuerte que antes.

-Al menos yo maduré, no como tú –le señalé acercándome a el hasta tocarle la nariz con mi dedo.

-Que mas quisiera yo… -dijo Jake suspirando.

-Espera sentado Jacob, no pasará.

-Jajajajajaja –estaba reventado de risa al lado mío.

-Infante –mascullé.

El pegó otra risotada y volvió en si a la normalidad.

-Bueno Jake, creo que debería irme.

-Esta bien, cuídate Bella, te quiero chiquilina –y me dio un beso en la mejilla.

-Yo también grandulón –y le deposité un beso en su frente.

El me sonrió y yo pegué la media vuelta sobre mis talones y emprendí camino hacia la secretaría a buscar unos papeles que me encargaron unos compañeros pasar a buscar por ellos.

Llegué y me fui donde se encontraba Ángela, en la ventanilla principal. Estaba hablando por teléfono así que la esperé mientras la observaba.

Me asusté cuando la observé más de cerca.

Ángela cambió de la neutralidad al pánico, y no solo a este: tristeza, miedo, dolor, desesperación, agonía, más dolor. Estaba tiesa en su silla con el teléfono en su oído, bien firme y derecho el brazo con el que lo cargaba. Abrió la boca y supe que iba a hablar.

-Gracias –dijo con una voz carente de vida y colgó el teléfono. Comenzó a llorar con desesperación y todos fueron corriendo a donde estaba ella.

Fui corriendo hacia la puerta y entré. La tomé de los hombros y le dije.

-Ang, ¿Qué ocurre?

Estaba preocupada, mejor dicho, me comía las uñas de los nervios. Nada alteraba a Ángela si no era grave, muy grave…

Mi miedo fue creciendo.

-Era una llamada para ti.

Me paralicé.

-¿Quién era?

-Tu madre.

Me espanté y abrí los ojos como platos.

Una punzada de dolor se apoderó de mi corazón, me entró pánico y quise averiguar más, necesitaba averiguar más.

-¿Qué ocurrió?

Ángela me miró con ojos de sufrimiento, unos ojos de sufrimiento por completo rojos por tantas lágrimas. Rompió a llorar de nuevo y yo igual.

-¡ÁNGELA, QUE DEMONIOS PASA! –le grité desesperada mientras gruesas lagrimas surcaban por mi rostro, y ella continuó llorando sin frenarse.

Los demás nos veían petrificados. No entendían nada al igual que yo.

-Bella –me dijo hipando- tu padre murió electrocutado hace unos minutos.

Tu padre murió hace unos minutos…

Mi mente quedó en blanco, aunque lo comprendí todo.

Mi pecho comenzó a subir y bajar frenéticamente, sabía que estaba sollozando fuertemente y sin aviso me descargué y comenzó a fluir mi llanto. El dolor que me consumía no tenía antecedentes, era casi ilegal ese nivel de tormento.

Sentía que mi corazón se caía a pedazos haciéndome sentir todo el peso de este. La persona que me había dado la vida y me vio crecer no me estaría esperando en casa. Mi mente se arrastraba en el débil intento de ignorar lo que me habían dicho, pero ya me era imposible, esto me había marcado para el resto de mi vida.

Me sentía aturdida, mi mente ya no maquinaba bién, no podía pensar en otra cosa que no fuese llorar y Charlie, llorar y Charlie, y sabía que así hiva a ser siempre. Yo no soy como los autos descompuestos, una vez que comienzo a funcionar mal no tengo arreglo, y ese hollo que hicieron a la fuerza en mi corazón hiva a seguir ahi, punzando dolorosamente todo el tiempo, recordando que ya no tenía un padre, y que ya nunca lo hiva a tener.

¿Por qué justo a mi tuvieron que arrebatarle la vida a su padre en un accidente? ¿por qué el destino nos lo quitó de nuestros brazos a mi y a mi madre? ¿Por qué debiamos merecernos lo que ahora sufríamos? ¿Nos merecíamos Reneé y yo quedarnos sin un esposo y un padre? ¿Charlie se merecía morir? ¿Por qué a mi padre? ¿Por qué a Reneé? ¿Por qué a mi? ¿Acaso no teníamos el derecho de vivir felices como una familia y solo nos merecíamos la muerte en carne y en vida?

-Mi padre... oh, mi pobre padre... -No lo evité y solté otra lagrima.

No volvería a oírle.

No volvería a sonreírme.

No volvería a abrazarme.

Y el que más me costó pensar fue:

No volvería a verle.

No, no, no, no, no…

Las piernas comenzaron a temblarme y cuando ya no quise luchar más contra lo inevitable, dejé que me falle el equilibrio y cuando me encontré tendida en el suelo lloré, lloré sin parar ni pensarlo dos veces y los ojos me ardían y me nublaban la vista de tanto llorar. Puse mis manos sobre mi cara, incapaz de levantar la vista. Cargaba con un inmenso vacío, sintiendo todo su peso en mi espalda y el mismo iba creciendo, dejando a su paso solo tormento y sufrimiento puro. Un esclavo cargando con el dolor. Los trozos rotos de mi corazón ,ya astillados, me desgarraban por dentro, filosos como una navaja. No imaginaba un dolor peor.

Me mecía de adelante hacia atrás, como una loca sin remedio, y si, la ausencia de mi padre me causó todo esto, este maldito sentimiento de dolor y el transtorno psicológico, lo único en la vida que me afectaba en cuerpo y alma y justo me atacaban por ahí, por la espalda, por donde más me jodía. Mi familia.

Mi padre había muerto, y yo ya nada podía hacer.

Su imagen rondó por mi mente y grité desgarradoramente de la desesperación y se formó en mi voz un griterío entre lágrimas con más fuerza y con mucho más dolor. Solo quedaban trozos rotos de lo que alguna vez fue mi corazón, y recuerdos, solo recuerdos de mi padre... Quise morirme en ese momento con las pocas fuerzas que me quedaban, el poco aliento que aún conservaba, la última lágrima moribunda que había soltado, el último grito saliente de las tinieblas que se apoderaron de mi pecho, que me tragara la tierra, que me llevara donde esté mi padre, y poder ser felices. Poder decirle al menos cuanto lo quise, lo quiero y lo querré, recordarle que mi madre lo ama y que nada cambiará, pero solo era una fantasía, una fantasía que no iba a cumplirse jamás. Se habían llevado a mi papá y no iba a poder recuperarlo, nunca…

Sentí cuando me desmoroné de golpe.

Mi mundo se vino abajo en menos de un minuto.

...


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~ HOOOLA a todas las Twighleras! (: ~

Como habrán visto, arranqué con mi segunda novela ;) Espero que el primer cáp las atraiga & logre ganarme unas buenas lectoras fieles jajajaja :D' Esta es mucho más madura & seria que la otra (en mi opinión) & me a sido más facil escribirla :D No sin sierto esfuerzo claro u.u La inspiración es algo que te llega cuando se le da la gana. GRACIAS AL CIELO que tengo mi Blog de Notas donde escribo todas mis idéas (: Me salva la vida, ya que yo no tengo memoria jajajajaaa!

Si les gusta déjenmen reviews y la seguiré con muchisísimo gusto n_n''

- BESOS - Lola Sartana Pattinson ( L )

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