Los personajes de esta historia no me pertenecen, son propiedad de Walt Disney Animation Studios.


El aire en la ciudad es helado, es comprensible ya que estamos en pleno invierno, Diciembre para ser más especifica, y estar en la azotea de un edificio lo hace aún más palpable en la piel, pero esto es algo que para ser exacta no me molesta para nada. Llevo ya algunas horas aquí arriba, contemplando todo el hermoso paisaje que la ciudad decembrina tiene para ofrecerme, ya está anocheciendo por lo que no tomará mucho tiempo para que alguien venga a decime que baje al calor dentro de casa, solo quiero tomarme unos cuantos minutos más, y recordar como llegué aquí.

Mi nombre es Elsa Frost y dentro de poco cumpliré 23 años, aunque la historia que quiero contar es hace casi 1 año y medio atrás, a mis 21 años, en ese entonces aún vivía en Noruega con mi familia, aunque para entonces ya me solo faltaban unos cuantos meses para terminar la Universidad. Mi historia es por mucho bastante peculiar, aunque creo que esa palabra no es suficiente para definirla.

Vivía en una ciudad pequeña llamada Arendelle, como mencioné con anterioridad, situada en Noruega, aquel sitio es, personalmente, mi lugar favorito en el mundo por muchas razones en particular, es tranquilo y entre lo irónico de su habitual clima helado para mi es en realidad muy cálido.

Mi madre, Iðunn Frost, Abogada intachable, que todos los en que vivi junto a ella me demostró que todo en la vida se logra yendo por sobre todo con lealtad, bondad y mucho esfuerzo, que el éxito personal siempre se gana a base de trabajo constante y bien realizado, mi madre es una mujer hermosa de cabello castaño oscuro, ojos azules y una mirada comprensiva, una mujer de semblante noble pero que igualmente puede ser alguien muy firme si es necesario. Mi padre, Agðar Frost, ojos verdes, rubio pelirrojo y atractivo, Capitán de Tripulación Marina, todo lo que conlleva la disciplina y respeto lo aprendí completamente de él, por su trabajo no solíamos verlo con frecuencia pero esto no significaba que mi padre era el soldado frío y encasillado hombre que no es afectivo con nadie, ni siquiera su familia, esto esta por lejos erróneo, mi padre detrás del semblante serio y calculador, los días que estaba en casa o que teníamos la dicha de verlo, era la persona más cariñosa, amable y bondadosa que he conocido en lo que llevo de vida, y siempre ha sido así, muchos dirán que obviamente tengo esos recuerdos de él desde que era pequeña porque es normal, un padre siempre ama a sus pequeños, pero no es así, mi padre, a pesar de que su mirada ya no muestre la misma ternura con la cual me miraba cuando era muy pequeña, sigue mostrando esa adoración por mi.

Su primer hija, "Su primer tesoro", como es que él me llama.

¿Por qué primer? porque mi hermana Anna, fue su segundo más grande tesoro.

Anna...

Anna...

¿Cómo puedo empezar a hablar de Anna...? ¿De qué forma puedo narrar esto sin que mis palabras parezcan algo forzado? De qué forma puedo decir mi historia sin que parezca que solamente quiero agregar palabras para embellecer lo que siento. Anna...

Desde el momento que la vi, desde el primer momento que mis ojos se posaron en ella nunca imaginé que sería la única vez que pudiera sentir tanto sin siquiera saber lo que eso era. Era apenas una niña, una pequeña de 3 años que vio por primera vez a alguien que dormía plácidamente en su cuna mientras todo alrededor estaba en silencio y mis padres observaban aquella escena con total adoración hacía sus hijas, pero mientras ellos hacían lo suyo, cuando la vi por primera vez, todo lo demás a mi alrededor se derrumbó y se unió para mostrarme que sólo era ella lo que me iba a mover desde entonces, adorarla de la manera más pura, tal y como ella era.

Acompañado de las palabras de mi padre y madre, Anna se convirtió en lo más importante para mí y en lo que con mi corazón, fuerzas y razón iba a cuidar por siempre.

Pero qué sabían ellos, qué sabía yo, que eso sería sólo el comienzo de algo que hasta entonces pensé que era la maldición más grande de las dos que pude merecer...

Sí... dos.

No suficiente la vida con el hecho de darme este inmenso amor por mi pequeña e inocente hermana, me dio algo más de lo cual sentirme un monstruo, sentirme miserable por mi sola existencia y pensar que la vida misma se empeñó en destruirme desde el comienzo.

Tengo pene.

A lo que dicen los médicos, soy Intersexual, anteriormente denominado hermafrodita. Mi salud es completamente perfecta, este miembro no me impide hacer ninguna de las actividades normales de un ser humano, claro, no puedo llegar a ser madre por experiencia propia, pero sí puedo serlo embarazando a una mujer, pero a todo esto ¿Quién quisiera un hijo de alguien cómo yo? En fin. Mi apariencia física es de una mujer, soy delgada pero no de una forma debilucha, ya que entreno de tres a cinco días a la semana en el gimnasio del instituto y los fines de semana juego para "The Reindeer", una liga semi-profesional de baseball de mi ciudad, por lo tanto mi cuerpo está tonificado pero no exagerado. Mis caderas son anchas, mis piernas largas y tonificadas, mi pequeña cintura, mi abdomen plano, mis glúteos firmes, grandes pechos, ojos azules; un azul oscuro y profundo; mi cabello de rubio platinado, que incluso podría pasarse como cenizo; mi mejor amigo se burla de mí diciendo que es el cabello canoso de una anciana, asociándolo también con mi actitud habitual; mi rostro, a lo que me dicen algunas personas, es precioso. Todo esto, son cosas que harían de mí una mujer muy bella.

Pero aquello se tira por la borda al momento de mirar en otra dirección de mi cuerpo, mi entrepierna, incluso en el tamaño tenían que empeñarse en hacer de mi vida un caos, ya que no me dieron algo de un tamaño modesto, un tamaño del cual sería sencillo esconder, no, nací con un pene de 21 cm, veintiún centímetros que me vendrían perfectos si mi vida sexual hubiese sido de lo más normal en ese entonces, pero como no era el caso, era algo completamente inservible para mí, algo que solamente estaba ahí para traerme problema, para hacerme avergonzar en los momentos menos oportunos, para esconderme continuamente y en sus peores casos hacerme salir de clases para aliviar mis deseos en aquel frío y solitario cubículo del baño de la universidad.

Desde el comienzo mis padres hablaron conmigo sobre mi condición y para proteger a Anna, ya que ella si había nacido normal, con sus órganos sexuales de acuerdo a los de una mujer, se acordó que se le diría sobre ello cuando tuviera edad para entenderlo, por lo tanto yo no tuve nunca baños junto a ella, a mi no me vestían estando ella en la habitación, todo esto para que no tuviera una idea confusa, que no tuviera algo así de complicado de entender tan joven.

Si no fuera por mi pene estoy casi segura que hubiese sido una persona muy diferente, pero gracias (?) a eso, soy alguien introvertida, tranquila y suelo permanecer apartada, buscando llamar la menor atención posible. Sé que tenía el potencial de estar en el típico grupo de chicas populares, pero por mi condición me abstuve siquiera de pensarlo, por qué este tipo de secretos a la larga siempre se terminan sabiendo y no importa si este nunca sale de mis labios, en algún momento sería visible. Muy visible... por lo que preferí evitar problemas; porque el estilo de vida de las chicas así, que son mejores amigas, suele ser de salir muy a menudo, suelen intimar demasiado, al grado de desvestirse delante de las demás por la confianza, las famosas pijamadas, los días en la playa o alberca, todas estas actividades son propias de chicas en el instituto y yo no podía darme el lujo de vivirlas de esa manera. No hubiese podido lidiar con el hecho de tener que darles un pretexto para no hacerlas, en primera, los pretexto se acaban y en segunda, estos dejan de ser creíbles, así que mejor me aparté, no me tocó vivir ese tipo de vida.

De todas formas no me afectaba, mi vida, haciendo de lado aquellos dos temas antes narrados, era bastante tranquila, amena, y me agradaba bastante, en mi educación las cosas iban muy bien, siempre tuve notas excelentes, tengo gustos e intereses que me llenaban, mis actividades deportivas me satisfacían y me hacía sentir bien el hecho de tener buena salud por ello, por mi personalidad no tuve muchos amigos, eran pocos y solo eran dos los que consideré mis compañeros de vida. Kristoff Björgman y Olaf Winters. Además en la escuela nunca se metieron conmigo a pesar de estar apartada del resto, solía interesarme por otras actividades como en la universidad, supongo que era una de las ventajas de haber sido parte de un equipo deportivo.

Mis dos mejores amigos, Kristoff, un grandulón rubio, ojos marrón de buen corazón y Olaf, un bromista y sarcástico pequeño pero amoroso cabellos negros. Ellos sabían perfectamente mi condición y no sé si porque son hombres, lo vieron de alguna manera "normal" o porqué en verdad tienen el corazón más bueno entre tanta gente rancia que hay en la actualidad, ellos me apreciaron, me aceptaron y me amaron sin importar qué.

Volviendo al tema, la razón de mi historia. Les hablaré de mi hermana y la relación que mantuve mucho tiempo con ella.

Anna es mi hermana menor, menor por tres años, como mencioné desde el comienzo me di a la tarea de cuidar de ella, de ver por ella y protegerla de todo. Si algo le faltaba yo hacía todo por encontrarlo, si algo la hacía llorar yo hacía lo que fuera para que sonriera, si las noches se tornaban tormentosas yo iba a su habitación sin siquiera esperar a que ella gritara por mí. Siempre la abrazaba, la consentía, le daba besos, le buscaba sorprender de cualquier forma. Nuestro primer beso fue juntas, fue una cosa de niñas pequeñas pero para mí fue lo más especial que había vivido hasta entonces.

Físicamente ella es para mí la creación más hermosa que he visto, tiene las facciones de mi madre, sus ojos son azules pero de un tono más aguamarina, y el cabello rubio pelirrojo como mi padre, a mi parecer la perfecta combinación de ellos dos.

Cuando pienso en Anna siempre siento una especie de aura cálida a mi alrededor, es como el sol que me ilumina y me abraza todos los días. Su piel ligeramente bronceada y bañada de esas hermosas pecas es algo que me encanta admirar, desde que la cuidaba siendo una bebé me encantaba admirar sus pecas y jugar con las pequeñas hebras cabello que comenzaban a crecerle, cuando creció esa belleza se intensificó y dejó atrás toda la imagen de ternura que tuve sobre ella, Anna se convirtió en una mujer hermosa y sensual a mis ojos; esbelta, de piernas largas; es de estatura un poco más baja que la mía, su cuerpo tiene una perfecta sintonía con todos sus atributos. Sus manos, sus brazos, sus hombros, sus andadas al caminar, la forma en que su cadera se mueve y como su trasero resalta con cualquier prenda que se ponga, Anna no es de senos grandes como los míos, pero estos, que también están cubiertos de pecas, son perfectos para el tamaño de mis manos, perfectos para mi.

El olor que despide su cuerpo, el tono agudo y vivaz de su voz, su manera de divagar al hablar y la forma nerviosa con la que juega con sus manos, todo esto hacía que la adorara completamente, que apreciara cada vez más la idea de que ella era única mujer que rondara mis pensamientos siempre.

Pero mientras crecía me daba cuenta que mi cariño no era el cariño que miraba de parte de mis compañeros de clase hacía sus hermanos o hermanas, el cariño que yo le mostraba era más sentimental, más amoroso, pero por mi temprana edad eso no me parecía algo tan alarmante.

Las cosas cambiaron radicalmente cuando entré a la pubertad, ya que al tener un miembro masculino este reaccionaba y tenía todos los despertares que un muchacho sufría en esa etapa, por lo tanto los días en que Anna entraba corriendo a mi habitación por las mañanas queriendo despertarme terminaron, los días de tenerla abrazada a mi y jugar demasiado juntas igualmente fueron historia, yo seguía viendo por ella y me preocupaba por lo que sea que necesitara, pero el distanciamiento fue enorme y lamentablemente ella lo resintió.

En este entonces yo tenía 12 años y Anna 9.

Por más que quise hacerle saber que seguía preocupándome por ella, apoyándola, hacerle ver que seguía siendo mi pequeña hermana y la quería como a nadie no lo entendía, así fue como con el tiempo nuestra relación se fue enfrío poco a poco y yo no pude hacer nada más que sentirme culpable, para ese entonces, la confesión de mi condición se fue postergando hasta que ya nunca se volvió a comentar de ello en casa, lo más probable fue que mis padres pensaron que había encontrado la forma de contarle a Anna tiempo antes. Pero a pesar de eso, de los diferentes caminos que habíamos tomado cada una de manera abrupta en el fondo algo me decía que era lo mejor, con mi pubertad me di cuenta, llegaron días de comprensión y conocimiento propio, así fue como deduje que mi amor por Anna no era realmente fraternal, era de forma romántica, y a cualquier lado que voltease, cualquier camino, cualquier información, todo me indicaba que eso que sentía estaba mal, muy mal.

Así que después de entenderlo no hice mucho para reconciliar nuestra relación, únicamente quería que supiera que me tenía ahí como la hermana que siempre debí ser.

Lo peor vino un día después de clases, yo tenía 18 años y Anna 15 para entonces, al ser de distintas edades nuestro horario escolar es un poco distinto, a veces ella salía unas cuantas horas más temprano, a veces yo, en alguna otra ocasión yo me quedaba a entrenar, y de igual manera, ella decidía salir con sus amigas o se quedaba ensayando rutina.

Sí, casualmente desde edad temprana ella tomó el gusto por estar en las actividades extracurriculares como yo, aunque ella de parte de las porrista, y tenía que estar viéndola continuamente en prendas pequeñas y ceñidas por la casa.

Aquel día salí de la escuela más temprano de lo usual, Anna aún no volvía ya que se había quedado a ensayar en la cancha, así que tuve la casa sola por unas dos horas. Llegando me preparé algo sencillo para almorzar, vi un poco la televisión y pasadas casi las dos horas mencionadas decidí subir a mi habitación, tenía pensado dormir un poco ya que más tarde pasarían por mí para ir al cine Kriss y Olaf.

Pero estando recostada, pensando en diferentes cosas, una cosa dio a otra y terminé masturbándome sobre la cama. ¿En qué pensaba? Siempre pensaba en lo mismo. Anna.

No quiero que piensen que solamente quería a Anna de esa forma, que lo único que deseaba era poder saciar mis bajos instintos con su pequeño cuerpo bajo el mío. No, amaba a mi hermana, pero cada día me era más difícil voltear la mirada cuando ella pasaba junto a mí, cuando desinteresadamente se paseaba por la casa en ropa interior o se ponía a ensayar sus rutinas en la sala en esa pequeña ropa deportiva. Nunca tuve ideas de mí forzándola, aprovechándome de ella de alguna forma, no, todo lo que imaginaba era amarla de la mejor forma, poder acariciar su cuerpo con mis manos, con mis labios lentamente, por horas, una fantasía donde soy correspondida, donde me dejaba amarla sin problemas, sin tapujos, sin limites, pero sabía que eso solo era parte de mi imaginación, Anna nunca me correspondería de esa manera, así que hacer esto, tocarme en la soledad de mi habitación era la única forma de apaciguar mis deseos.

Recuerdo que estaba por acabar, ya lo sentía en la presión, en el palpitar de mi pene y la rapidez que ejercía para trabajarlo cuando sin siquiera escucharlo antes vi que alguien abrió la puerta de mi habitación abruptamente. Maldita lo hora en que se me hizo habito no ponerle seguro, pensé. ¡Era Anna!

Paré por completo lo que estaba haciendo y me quedé fría viéndola, recuerdo su mirada con mucha impresión, donde luego la bajó para contemplar mejor lo que estaba haciendo, o mejor dicho, lo que había ahí, no supe identificar la expresión que apareció en su rostro, fue tan extraño. Vamos, en realidad no estaba pensando con claridad en ese momento.

Tras unos pocos segundos reaccioné y tapé mi miembro; al cual afortunadamente ya se le estaba bajando la erección; con una almohada, y me quedé sentada en la cama con esta en la entrepierna mientras veía a Anna con terror.

- Espera, Anna, puedo explicarlo... - fue lo primero que pude articular tras aquella situación.

- ¿Q-Qué es eso? ¿Por qué tienes eso entre las piernas? - me decía de forma incrédula y casi entrecortada

- Por favor, déjame explicarte, sólo dame un momento... - decía con agonía mientras intentaba ponerme de pie buscando la forma de llegar al cuarto de baño y poder arreglar todo para hablar con ella.

- No, no te me acerques - dijo al ver que me levantaba, pude notar algo que parecía temor, nerviosismo, aquello era lo último que quería que ella sintiera por mi. -, No puedo creer que nunca me haya dado cuenta de esto y peor aún que ¡Nadie me lo dijera! ¿Quién rayos eres tú? -decía ya casi a gritos alterada.

- Por favor, cálmate, esto tiene explicación, no te voy a hacer nada. - levanté las manos buscando tranquilizarla, peor error ya que aquello hizo que la almohada cayera e hizo que viera mi pene nuevamente.

- ¡ELSA! -gritó mientras mostraba una rostro de desagrado y se iba.

- ¡ANNA! ¡NO TE VAYAS!

Al decir eso corrí al baño, me aseé la zona y me vestí rápido para poder aclarar la situación, salí a buscarla pero ella ya no estaba, la puerta de la entrada estaba abierta, Anna se había ido quién sabe a dónde, quizás con sus amigas, quizás a caminar y no supe qué hacer. Era de esperar que la poca relación que teníamos entonces ahora había empeorado.

Volví a mi habitación, llamé a Kristoff y Olaf para poder adelantar la salida y así poder salir de aquella casa que me estaba sofocando, al colgar y confirmar que ya irían por mi entré a darme una ducha, me vestí y me fui a esperar a la sala. Tras meditarlo unos minutos decidí dejarle un recado a Anna en su habitación, intentado convencerla de que habláramos más tarde cuando las dos estuviésemos en casa.


" Anna, esto tiene una buena explicación.

Sólo permíteme un poco de tu tiempo, regreso en la noche.

No quiero perderte.

Elsa "


Aquella tarde la pasé preocupada por Anna y pensando qué le diría para arreglar la situación, mis amigos evidentemente supieron desde el momento en que los llame que algo malo había pasado, así que esperaron pacientemente a que les contara lo sucedido. Ellos también sabían sobre mis sentimientos prohibidos hacía mi hermana, y eran conscientes tanto como yo que era algo difícil y que no estaba bien visto ante la sociedad, ante nadie moralmente cuerdo en realidad, pero después de haberme escuchado, de haber visto mi comportamiento con ella, y ver el propio comportamiento de Anna cuando llegaban a casa a pasar el rato opinaban que tanto ella y yo estábamos totalmente hechas la una para la otra, que era palpable la enorme química que había entre nosotras, y todo ello aún habiendo aquella brecha en nuestra relación, fueron capaces de darse cuenta de aquello aun con ese detalle.

Pensaban que aquella brecha que habíamos creado en el paso era relativamente fácil de romper, solo era necesario que una de nosotras diese su brazo a torcer ante la situación, y que lo que pasábamos ahora era sólo un tropiezo en nuestras vidas, que algún día íbamos a arreglar los malos entendidos si al menos yo me decidía a hablar, pero esto último a mi forma de ser, nunca pasaría.

Estuve escuchándolos mucho tiempo decirme que aquel tema debía haberlo mencionado hace bastante tiempo y que el haberlo olvidado sólo iba a traer estas consecuencias, lo sabía muy bien, pero mi situación con Anna no había dado realmente ninguna oportunidad para hacerlo. Me aconsejaron tenerle paciencia pero que dijera la verdad al final de todo, que no diera malos pasos, sin ningún rodeo, para así no crear alguna riña o algo similar porque nuestra relación estaba al parecer en una cuerda floja, por un lado está el berrinche de Anna y por el otro mi horrible miedo por enfrentarla, estos factores podrían romper lo que quedaba de nosotras definitivamente.

Ellos apreciaban a Anna, la "toleraban" porque es mi hermana y es la persona que amo, pero les molestaba mucho que fuera tan testaruda, tan aferrada a un berrinche del cual ella no tenía ni idea del origen del porqué pasaron las cosas, y bueno, por parte de Anna es lo mismo, ella solo mira a mis amigos como un dueto de payasos sin ninguna aspiración, que o querían llevarme a la cama, esto obviamente ya lo descartó por lo antes acontecido, o que querían convertirme en aquel estereotipo de chico mujeriego, fiestero y que solo piensa en sexo de los cuales ella está acostumbrada a conocer por su circulo social.

Regresé a casa a las 9:00 PM, no quise llegar muy tarde para así poder hablar con ella antes de dormir y así pudiera procesas mejor la información que le diera, para que al día siguiente ya tuviera las cosas un poco más claras sobre lo que hablaríamos.

Al llegar noté que mis padres no estaban, supuse que el trabajo los consumió una noche más y llegarían más tarde o mandarían algún mensaje avisando que pasarían la noche en algún sitio por la ciudad, o en las habitaciones de las oficinas en el fiordo en caso de mi padre, ya que nuestro hogar se encuentra a unos cuantos km alejado de esta y es preferible que no manejen a altas horas de la noche y posiblemente cansados.

Subí las escaleras y Anna estaba en su habitación, pude haberle tocado en ese momento a no ser porque vi la nota que le había dejado encima de su escritorio arrugada fuera de su puerta, esto me dio a entender perfectamente que no quería saber nada de lo que tuviese que decirle, y di por hecho que había arruinado todo.

Me fui destrozada a mi habitación no sin antes escuchar un pequeño sollozo dentro de su habitación. Aquello se había convertido en un infierno y yo me sentía como la única causante de ello.