Antes de comenzar me gustaría hacer una pequeña aclaración: Los personajes de Hetalia no me pertenecen a mí, sino a Hidekazy Himaruya. Yo simplemente he querido hacer esta historia sin ánimo de lucro y con el único fin de entretener.
Nombres empleados:
Male!Belarus: Nikolai
Fem!Russia: Anya
Male!Ukraine: Dmitri
Fem!Lithuania: Helena
Fem!Latvia: Sonja
Fem!Estonia: Mirjam
Fem!Poland: Jánica
Belarus in Wonderland
Capítulo 1: El Descenso
Se dice que el Invierno de Rusia es muy duro y que amedrenta a cualquiera, y la verdad, a la gente que afirma esto no le falta razón: El Sol no se atreve a aparecer durante el mes de Diciembre, la blanca y fría nieve cubre cada uno de los tejados de la capital rusa, los charcos que se forman en las aceras debido a las lluvias ya no son son líquidos, sino sólidos, son puro hielo y harían caer hasta al patinador más experimentado de la historia, por no hablar de las temibles ráfagas de viento helador que vagan por las calles buscando víctimas a las que congelar.
Nadie en su sano juicio se atrevería a caminar en pleno mes de Diciembre y a prontas horas de la mañana por allí... Nadie en su sano juicio.
Nikolai Arlovskay, representante de la nación de Bielorrusia, no era una de estas personas pues él se había aventurado a caminar por Moscú aquel día, pero, ciertamente sus motivos eran poderosos: Había ido a pedir matrimonio a su hermana Anya... Por decimotercera vez esa semana.
Y, por decimotercera vez, su hermana le había dicho que no, como era de suponer, pues el matrimonio entre hermanos no es que estuviera muy bien visto en Rusia, bueno, ni en Rusia ni en ninguna parte del mundo que conociera Anya al menos. Así su respuesta era siempre un profuso y sonoro "no".
Esto dejaba destrozado a Nikolai, ya debería de estar más que acostumbrado a los rechazos de su querida hermana mayor, pero no, le era imposible aceptar la idea de que no le amara. Y le era imposible aceptarlo porque no veía una razón lógica y contundente para rechazarle, pues él era el chico perfecto para Anya, o así lo creía él: Físicamente no estaba nada mal y tenía unas facciones atractivas, protegía a su hermana a toda costa, velaba por sus sueños, impedía que otros hombres con intenciones perversas (o no) se acercaran a ella, no le tenía miedo al compromiso y la quería como nadie la había querido o la querría nunca.
Por esto, Nikolai no entendía las decisiones de la rusa y por esto, se encontraba vagando por las calles de Moscú sin rumbo fijo, perdido en sus pensamientos, sumido en su propio mundo de fantasía...
Tanto fue así al parecer, que Nikolai se perdió. O así se lo pareció a él pues, cuando alzó la vista del suelo encontró que no conocía las calles por las que estaba transitando, eran muy distintas a las que él recordaba... Estas calles eran mucho más estrechas y estaban custodiadas por enormes edificios de piedra negra que parecían perderse en el cielo. No podía estar seguro de su longitud, pues una espesa niebla se cernía sobre la ciudad aquella mañana, sin embargo... esta niebla era un tanto extraña, más que a nubes a lo que se asemejaba era a... ¿humo?
De pronto, oyó unas rápidas pisadas que le sacaron de sus pensamientos. Las pisadas se acercaban cada vez más a él, así que el chico decidió sacar su navaja favorita por si se trataba de algún agresor que quisiera herirle...
Más pisadas, cada vez más rápidas, más cerca, más cerca, ya ni sabía de donde venían, pisadas por todos lados hasta que...
_ ¡Aunch!
_ ¡Oh, l-lo siento, lo siento! ¡No te he visto, no te he visto!
Una figura empujó a Nikolai por la espalda haciéndole caer al suelo. El chico se levantó rápidamente al darse cuenta de que aquella figura que tenía ante sus ojos era ni más ni menos que Sonja, la pequeña letona que servía en casa de su hermana mayor, solo que... la muchacha estaba ligeramente cambiada, al menos su atuendo.
La niña portaba sobre su cabeza unas graciosas orejas de conejo blanco. Su cuerpo lo cubría un vestido corto a rayas azul y blanco y, cubriendo el mismo, una pequeña capa blanca ornamentada con varios números, Nikolai pudo distinguir al menos una fila que iba del 1 al 12. Cubrían sus piernas unas medias blancas simples y zapatitos de charol negro.A su espalda pudo ver una... ¿cola de conejo? Sí, una esponjosa y pálida cola de conejo. Pero esto no fue lo que le llamó más la atención, lo que más destacaba en su atuendo era el enorme reloj que colgaba de su cuello y al cual no paraba de mirar con cara de espanto.
_ ¿Qué diablos llevas puesto? ¿Son carnavales o qué?
_ ¿Carnavales? N-no sé a que te refieres... ¡Oh, cielos! ¡Llego tarde, muy tarde! ¡La Reina de Corazones me cortará la cabeza si no llego a tiempo! ¡Oh, dios mío, oh dios mío!
Y con estás palabras, la joven letona salió corriendo nuevamente y dejando a Nikolai atrás, con una mirada de absoluta extrañeza en su rostro. ¿La Reina de Corazones había dicho? Eso le sonaba de algo... pero en ese momento no recordaba de qué. Para aclarar sus dudas decidió seguir a la chica y así seguir preguntándola. De este modo, emprendió una veloz carrera intentando alcanzarla y agudizando su oído para así saber por dónde había ido o dónde se encontraba la muchacha. Sin embargo, a pesar de que él corría más rápido que ella, nunca llegaba a alcanzarla, lo máximo que había conseguido ver era el reflejo de su vestido en alguna esquina de aquellas tétricas y solitarias calles que cada vez se estrechaban más y más... Hasta que... ya no hubo más calle.
Un estruendoso grito por parte de Nikolai salió de su garganta al saber que ya no pisaba más el suelo, sino que había caído por algún sitio, supuso que por algún agujero de alcantarilla. ¡Maldita niebla que no le dejaba ver bien por donde pisaba y maldita letona por correr tan sumamente rápido y no atender a sus órdenes de que se detuviera!
El bielorruso cerró los ojos esperando el golpe, más este parecía estar tardando en llegar. De este modo, abrió lentamente los ojos y tensó su cuerpo al descubrir que ya no caía a tanta velocidad, sino que parecía flotar en aquel extraño agujero negro que parecía no tener fin.
Movió su cabeza hacia los lados y descubrió algo: Aquello no se parecía para nada a la entrada de una alcantarilla. En primer lugar porque no era de metal, más bien, parecía que era la entrada a una madriguera, pues las paredes de aquel extraño lugar estaban hechas de tierra, varias raíces de árboles y pequeñas florecillas en vivos colores que brillaban con fuerza. Y en segundo lugar porque aquella especie de madriguera contenía objetos de lo más inverosímiles, como caballitos de madera de juguete, tazas de té y relojes, muchos relojes. Los había de todo tipo, de todos los tamaños y de todos los colores. Solo una cosa tenían en común esos relojes, y era el hecho de que ninguno daba la hora correcta y que algunos de ellos giraban sus manecillas en sentido inverso a velocidades vertiginosas.
Nikolai acercó una de sus manos hacia uno de los relojes para así intentar tocarlo, pues tenía mucha curiosidad por ellos.
_ ¿Pero qué mierd...? _Su pregunta fue interrumpida por un sonoro chillido de nuevo dado por él mismo, pues había vuelto a caer a la misma velocidad que antes, precipitándose al vacío.
El joven cerró los ojos de nuevo y esperó por el golpe, el cual no tardó en llegar esta vez.
Nikolai calló sentado y se quedó en el suelo al menos durante un par de minutos reponiéndose de aquel dolor.
Una vez que se hubo recuperado de la caída más o menos, se levantó del suelo y se inspeccionó en busca de heridas, mas pronto detuvo esto al ver algo que lo dejó aún más perplejo, si es que podía, claro.
Se trataba de su ropa, la cual había cambiado radicalmente. Su abrigo grisáceo había desaparecido y ahora dejaba paso a una camiseta de manga corta de color negro cubierto por un chaleco blanco que contrastaba bastante. El chaleco en cuestión tenia una peculiaridad y era que terminaba en una especie de delantal con un pequeñísimo lazo negro a la espalda, más que para sujetarlo era meramente decorativo. El delantal finalizaba con unos pliegues sobre los que varias series de figuras, entre las que se podían distinguir corazones, picas, tréboles y rombos, se hallaban dibujadas. Cubrían sus piernas unos pantalones cortos de color negro y algo abombados y unas medias a rayas verticales grises y negras. Finalmente, sus manos iban enguantadas en negro y sus pies cubiertos por unas botas con un par de hebillas de plata.
_ ¡Lo que me faltaba por ver! ¡Pero se puede saber qué está pasando aquí! ¿¡Qué son estas ridículas ropas!? ¡Parecen sacadas del maldito Siglo XVI! _En esto, el chico olvidó un momento su nuevo atuendo y buscó en los bolsillos del pantalón en busca de su adorada navaja. Afortunadamente su peligroso y querido objeto seguía allí, así que suspiró algo más calmado. _Al menos no te he perdido a ti...
Una vez se hubo acostumbrado a su "nuevo yo", observó con detenimiento donde había caído. Se trataba de una habitación de altas paredes en color púrpura oscuro. El suelo, por otro lado estaba hecho de baldosas blancas y negras, haciendo parecer un tablero de ajedrez. En cuanto a mobiliario, se podría decir que aquella sala era muy pobre, pues solo tenía una mesa de cristal sobre la cual había una especie de panecillo de color rosado con la etiqueta "Cómeme" y una extraña llave de color dorada. Nikolai dejó de lado aquella mesa, ignorándola completamente pues estaba más entretenido buscando una puerta por la que salir. Finalmente, se arrodilló en el suelo y pudo vislumbrar una puerta no más grande que su mano. Aun con todo intentó abrirla, pero esta se hallaba cerrada.
El chico suspiró frustrado y con la mente embotada, a punto estaba de perder el juicio pues no sabía cómo salir de allí. Miró hacia su derecha y, junto a las patas de la mesa de cristal, encontró una pequeña botella que contenía un líquido azul y que portaba una etiqueta que decía: "Bébeme"
_ … No puedo perder nada. _Y con estas palabras, el chico abrió la botellita y vació su contenido en su boca.
A los pocos segundos, el joven comenzó a sentirse algo extraño. Su estómago ardía y cada una de sus articulaciones parecía salirse de su lugar. Se dio cuenta de algo: Estaba encogiendo. Los objetos se hacían cada vez más grandes. La mesa de cristal ahora parecía una montaña inalcanzable y la puerta, por el contrario, ahora le iba perfecta. Una vez su decrecimiento se detuvo, volvió a intentar abrirla, pero no pudo.
Colocó su dedo índice bajo el mentón y miró hacia arriba en un gesto pensativo cuando, de pronto, se percató de los objetos que se encontraban sobre la mesa, sobre todo se fijó en la llave dorada.
Se golpeó la frente al ver lo despistado que había sido al no coger la llave antes.
_ Muy bien, Nikolai, perfecto, simplemente perfecto...
Se dijo así mismo aún con la mano cubriendo su cara. Sin embargo, pronto volvió a enfriar la mente y pensó una manera de abrir la puerta. Quizás pateándola... No, no quería arriesgarse a romperse un tobillo o algo similar, ya bastante había tenido con la caída anterior.
_ Es una cerradura, no debería ser muy difícil de abrir. Si he podido con las de casa de Anya puedo con esta.
Y así, Nikolai sacó nuevamente la navaja de su bolsillo y comenzó a trastear con ella en la cerradura de la puerta mientras cerraba los ojos y trataba de concentrarse en el sonido que hacían los engranajes y demás sistemas de seguridad. Unos segundos después, la cerradura hizo "click" y la puerta se abrió.
Nikolai sonrió con sorna y sopló en la punta de su navaja, como si se tratara de un vaquero que acaba de batir a su enemigo más letal con su pistola.
Finalmente salió de aquella sala y caminó un poco, mas se detuvo unos metros más adelante pues la imagen que tenía ante sus ojos era difícil de creer.
Se encontraba en lo que parecía ser un bosque, pero no un bosque normal, no. Este no tenía árboles normales con hojas de color verde, sino que, los árboles, contenían hojas de colores que brillaban y que cambiaban de color, portaban flores que no había visto en la vida y que parecían tener vida propia y daban frutos de lo más extraños.
El suelo por otro lado, estaba compuesto por varias piezas de dominó que se incrustaban de forma irregular en el suelo. Era una decoración de lo más extraña.
Además, numerosas setas que oscilaban entre los colores azules y rosados, se alzaban custodiando el camino.
A parte de una enorme cascada que pudo ver a lo lejos, pero no de agua de color transparente, sino de una extraña tonalidad azul muy luminosa.
_ … Estoy drogado. Es la única posibilidad. La cosa que he bebido antes estaba drogada y por eso ahora veo cosas raras.
El joven iba a seguir con su monólogo cuando de pronto escuchó una risita. Posicionó su cuerpo en una postura de defensa y agarró su navaja con más fuerza intentando descubrir de donde provenía aquella débil risa.
_ ¡Alicia! ¡Qué pequeña te has vuelto! ¿Tantas veces aquí y aún no has aprendido la lección?
Nikolai alzó la vista y sus ojos se abrieron como platos al ver sobre la rama de un árbol una sonrisa que... se movía sola. Una sonrisa sin cuerpo. De lo más curioso, sin duda. Curioso y extraño.
Pronto, sobre aquella sonrisa apareció un cuerpo, un cuerpo humano, o.. más o menos humano.
_ ¡Estonia! ¿Qué haces ahí?
En efecto, aquella sonrisa pertenecía al parecer a Mirjam, la representante del país de Estonia, otra de las criadas de Anya. Solo que esta vez, la muchacha, al igual que la letona o que él mismo, había cambiado ligeramente su forma de vestir.
Su uniforme de "secretaria" ahora había sido sustituido por unos ropajes bien distintos: Portaba sobre su cabeza unas pequeñas orejas de gato y, tras ella, una cola del mismo animal. Su cuerpo era cubierto por una camiseta de manga corta y un escote ancho en colores morados y haciendo diseños de rombos. La camiseta era bastante larga, por lo que casi podía hacer las veces de vestido. Unas medias blancas y con una rodillera con la silueta de una cabeza de gato en color naranja cubrían sus piernas. Para finalizar, en sus brazos portaba unos guates anchos que parecían garras de gato.
_ ¿Estonia? ¿Qué o quién es Estonia? ¿Algo que se come, quizás? Hablando de comer, tú deberías de comer esto. _Dijo la muchacha en cuestión mientras hacía aparecer de la nada un panecillo de color rosado, justo igual al que había sobre la mesa de cristal en la habitación anterior. _Esto te hará crecer de nuevo, pero solo dale un mordisquito, ¿eh?
El bielorruso tomó el dulce y lo miró con desconfianza, sin embargo no se quería quedar en ese estado para siempre. ¿Qué era lo que le podía pasar? ¿Que enfermara? ¿Que muriera? Bueno, todo era mejor que estar en aquel loco y extraño lugar. De este modo le dio un pequeño mordisco y de nuevo comenzó a sentir cómo sus extremidades se agrandaban, por fortuna suya.
_ ¿De qué hablas? _Dijo ya volviendo a su tamaño natural_ Tú eres Estonia. Mirjam.
_ ¡Vaya, vaya, Alicia, tu locura ha aumentado desde la última vez que nos vimos, ¿no crees? _Preguntó la rubia mientras reía de nuevo.
_ ¿Alicia? Yo no soy Alicia. ¿O acaso me ves cara de niña, estúpida?
_ ¿No eres Alicia? ¿Entonces quién eres sino?
_ Esto ya es desesperante... _murmuró para sí mismo el joven_ Nikolai, representante de Bielorrusia.
_ Ya veo, "Nikolai". A mí me sigues pareciendo Alicia, pero bueno, ¡encantada! Yo soy El Gato de Chesire.
_ Eso me suena de algo y no sé de qué... No consigo recordarlo... En fin, ¿dónde estoy?
_ ¿Dónde estás? ¡Pues en el País de las Maravillas! ¿Dónde si no ibas a estar?
_ Sí, claro, lo que tú digas. ¿Y hacia dónde voy para salir de aquí? _Preguntó Nikolai cruzándose de brazos ya bastante cansado de aquella situación.
_ Depende de adonde quieras ir. _Respondió la chica mientras señalaba en varias direcciones.
_ No me importa a donde ir con tal de salir de aquí.
_ Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes, ¿no crees "Nikolai"?
_ Supongo... Siempre que llegue a alguna parte supongo que estará bien.
_ ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte, no te preocupes! ¿Por qué no vas por... aquí? _Sugirió la estonia mientras señalaba un camino sobre el cual se empezaban a iluminar las baldosas en forma de fichas de dominó. _Según mi mapa electrónico si sigues por aquí llegarás a ver al Sombrerero Loco, pero ten cuidado porque está, bueno, ya sabes, ¡loco!
El chico no se podía creer que aún estando drogado como él creía que estaba, aún se imaginara a la estonia portando consigo sus tan queridos aparatos electrónicos.
_ ¿No será que la loca eres tú?
_ Todos estamos locos aquí. ¡Hasta tú lo estás! Si no, no podrías haber llegado a este lugar.
_ Ya, lo de que estoy loco no es una novedad, no eres la primera que me lo dice. _Dijo con cierta dejadez de rabia y amargura en el tono de su voz.
Finalmente, Nikolai decidió seguir las instrucciones de "La Gata" y caminó para ir a ver a ese tal Sombrerero Loco. Quizás el pudiera decirle por dónde se salía de allí, pues Mirjam solo le había estado hablando de sinsentidos y no se había explicado nada bien. Quizás, aquel sombrerero no estuviera tan loco y le pudiera ayudar... Quizás...
Continuará
Nota de la Autora:
Primero de todo, decir que este fanfic surgió al ver los diseños de los trajes del comic que sacaron en Halloween de Hetalia, donde los eslavos se habían disfrazado de personajes de la historia "Alicia en el país de las Maravillas" de Lewis Carroll.
Para tener una idea clara sobre los disfraces sugiero que los busquéis en internet, he intentado hacer una versión para el cambio de género y espero haberlos descrito bien, mas por si acaso, sugiero que les echéis un vistazo a los diseños originales, que son muy vistosos y bonitos a mi parecer.
Decir también que este fanfic no es fiel al libro sino que mezcla varias aventuras que sufrió Alicia en su viaje al país de las maravillas. También me he basado en versiones cinematográficas.
Por último decir que este fanfic será corto, no tendrá más de 5 capítulos.
Y nada más, espero que os haya gustado este primer capítulo, o al menos que os haya parecido curioso.
¡Un saludo!
_ Anoushka
