Delicias de una noche
Miles de recuerdos cruzaban su cabeza en esos momentos. Todos y cada uno de ellos vividos con intensidad e ilusión. Recuerdos agradables, recuerdos tristes, momentos de ira, de calma, de serenidad, momentos amargos, momentos dulces... Su mente parecía remontar el pasado con una agradable e irresistible melancolía que causaba lágrimas una vez más en sus hermosos ojos azules. Se sentía extraña, raramente extraña. Las cortinas de deliciosa seda blanca se mecían con la suave brisa nocturna que se mezclaba con el salado aroma del mar. El suave sonido de la tela llamó la atención de su mente intranquila. La luz de la luna se filtraba por la ventana acariciando la blanca piel. La noche le brindaba su belleza, ¿quién era ella para negarle nada? Se levantó lentamente de la elegancia y el confort que le proporcionaba su cama y empezó a andar hasta el hermoso balcón. Su pelo rubio ondeaba ligeramente acariciando sus hombros, espalda y caderas. Los ojos reflejaban la luz cálida y plateada de la luna llena y lucían húmedos por las derramadas lágrimas. Sus labios habían dejado de temblar confusos y ahora permanecían apretados, carnosos y sonrosados, realmente apetecibles. Un delicado y fino cuello, unos hombros de piel suave y tersa, un camisón plateado cubriendo sus hermosos y blancos pechos. Montañas de piel fina y pálida que guardaban entre seda su enorme erotismo y belleza. La fina tela plateada seguía el camino recorriendo todas y cada una de sus curvas, marcando al detalle y siendo fiel al plácido talle de la joven. Sus pies avanzaban en delicados y seductores pasos hasta el balcón. Una suave brisa acarició su cara inundando sus sentidos de la irresistible brisa del mar. Se acercó hasta acariciar con sus manos la barandilla. Los oídos recibían agradecidos el sonido de las calmadas olas llegando a la solitaria playa. Su azulada mirada se perdió entonces en el oleaje y en la blanca y cremosa espuma que provocaban las olas en la arena. La luna se reflejaba en todo su esplendor en el cielo, y podía verse su plateado reflejo en las aguas marinas del horizonte. La joven dama sintió en su interior el terrible deseo de introducirse en las frías aguas y nadar en calma para así apaciguar sus melancólicos pensamientos. Bajó por las escaleras exteriores. Cada escalón de piedra le parecía una eternidad. Sus ojos miraban como si fuera la primera vez la belleza del mar. Levantó la vista hacía el cielo mientras sus pies ascendían por la distinguida escalera. Otra vez aquella punzada de nostalgia en su corazón. En el negro cielo se podían apreciar miles de pequeñas estrellas decorando la dura y fría oscuridad con una sutil pero impresionante belleza. Sus dorados mechones bailaban al compás del viento y cruzaban su cara jugueteando con su fina nariz. Ella sonrió por primera vez en la noche apartando un sedoso mechón de pelo que jugueteaba por su rostro. Sus pies tocaron al fin la fría arena. El tacto en la planta de sus pies le pareció de lo más agradable, había dejado todos sus sentidos abiertos aquella noche y disfrutaba de la calma y el dulce ronroneo del mar. Caminó con la vista en el cielo por la suave arena y volteo un par de veces admirada de la belleza de su propio hogar. Tokio de Cristal se levantaba ante sus bellos ojos más brillante e increíble que nunca. Las luces de la ciudad se mezclaban con la cúpula del castillo provocando un efecto arco iris en ella. Miró entonces el balcón dónde antes estaba. El palacio era lujoso, demasiado lujoso quizá para su gusto. Sin embargo no pudo reprimir una sonrisa al ver la habitación dónde había estado y buscó en la oscuridad un indicio de movimiento. Nada. Sólo tranquilidad. Devolvió entonces la atención al mar. Estaba a tan sólo un par de pasos de las calmadas aguas y ya no pudo resistir más la tentación. Levantó la tela de su largo y sensual camisón y dejó que el agua acariciara sus pies. Una sensación difícil de describir inundó su ser. El agua chocó contra su sedosa piel tan cálida como una caricia. Ella apreció por unos instantes aquella sensación y luego sonrió satisfecha. Una carcajada salió de sus labios a la vez que perdía toda la madurez y la compostura y se lanzaba de cabezas a las profundas aguas. La profundidad era notable a tan solo cinco metros de la arena. Bajo los plateados rayos lunares que se filtraban en las cálidas aguas la princesa nadó borrando las preocupaciones de su mente por unos instantes. El agua acariciaba su rostro apartando el pelo de su frente y meciéndolo entre las delicadas olas que le brindaba el mar. Nadó bajo el agua todo el tiempo que le permitieron sus pulmones. Disfrutando de la sensación de libertad acariciando su rostro. Su torso se deslizó rozando las arenas de las profundidades de la costa y su cuerpo se impulsó finalmente hasta alcanzar la superficie. El aire llenó sus pulmones y apaciguó aún más sus sentidos devolviendo la vida a todos y cada uno de sus poros. Miró una vez más la enorme luna surcando los cielos y dejó escapar de sus labios una sonrisa cálida y cariñosa. Nostálgica. Se apartó el pelo mojado de su rostro y nado de espaldas por la superficie del agua. Sus ojos no podían dejar de admirar la belleza de todas y cada una de las estrellas que la rodeaban. Hasta que su mirada se paró en una. Una hermosa estrella fugaz cruzó el negro cielo y se perdió tras el cristalino castillo. La chica dejó de nadar y se incorporó en el agua. Una sombra andaba por la arena. Una figura masculina se dibujaba en al tenue oscuridad. Ella fijó la vista intentando visualizar el rostro de aquel muchacho. No era su príncipe. Estaba segura. ¿Pero entonces quién? Nadie excepto los miembros de palacio tienen autorización para entrar en esa playa. Fijó más la vista en la sombra. Pudo distinguir dos cristales azulados iluminados por la luz plateada de la noche, un brillo constante centelleaba en ellos. El pelo negro azabache del chico jugueteaba en el viento y estaba recogido en una larga coleta que se mecía con la salada brisa. Unos dientes blancos y brillantes tras una hermosa sonrisa. Espaldas anchas y formadas. Un torso musculoso y atractivo. Brazos ligeramente bronceados. Una cintura elegante y delgada que se perdía en dos firmes y fuertes piernas. El corazón de ella se aceleró notablemente y dibujó en sus labios unas sílabas que salieron más débiles que un susurro. ¿Era realmente él? ¿Y si era él cómo había regresado? ¿Y... por qué? Serena quiso nadar hasta la orilla, pero el joven se despojó de su camisa y se lanzó también al mar. Ella buscó en el agua algún indicio del paradero del joven, pero sólo veía las negras aguas balanceándose en su vals. Empezó a agitarse, buscaba al joven que sin duda había aparecido ante ella, no había sido una ilusión. ¿Verdad? Empezaba a inquietarse cuando una mano agarró uno de sus pies y tiró de él con delicadeza sumergiendo la cabeza de la joven y atrayéndola hacía un cálido calor humano. Ella abrió los ojos en las saladas aguas una vez más y observó el rostro de la persona que tenía delante. Sus ojos se dilataron ferozmente y llevó sus manos a la boca cubriendo sus sonrosados labios. El chico sonrió ante la sorprendida joven y agarró su cintura dulcemente atrayendo el cuerpo de ella aún más hasta sentirlo completamente aferrado a él. Atrapó la joven entre sus fuertes brazos y giró bajo el agua lentamente disfrutando de aquella calidez tan anhelada. La chica respondió al abrazo con júbilo y estrechó aún más las distancias. Empezaron a ascender, sus cabezas salieron a la superficie y no dio tiempo a la chica a recuperar el aire que sus labios fueron cubiertos por los del joven. Demasiado embriagada por el momento se dejó llevar rodeando el cuello del joven con sus brazos y devolviendo el beso con intensidad. Sus labios se perdían en los del otro y sus bocas exploraban lo que años atrás no pudieron. Su aliento se confundía en el otro y ya casi no podían respirar. Aún así él se negaba a soltarla y ella se aferraba con tanta fuerza que parecía tener miedo de caer. Finalmente sus rostros se separaron lo suficiente como para contemplar sus ojos. Ella notó como su corazón latía apresuradamente y dos lágrimas brotaron de sus ojos azul cielo. El muchacho sonrió ampliamente y abrazó a la chica, que reposó su cabeza en el mojado hombro de él. Se habían acercado más a la orilla y ahora sus pies tocaban la superficie bajo las negras aguas. No pudieron calcular cuanto tiempo estuvieron así, acompañados por el silbido del viento y por el continuo golpeteo de las olas. Ella sabía que lo que hacía no era correcto, pero aún así ahora estaba demasiado excitada por la situación como para atender razones. Por fin él recobró el sentido y separó un poco a la joven que le sonrió dulcemente. " Al fin te veo de nuevo" Susurró en un cálido murmullo. Ella amplió la sonrisa y acercó su rostro hasta tocar frente con frente el de él. "Te he extrañado tanto..." ahora fue el chico quién sonrió con pesar. "Tú le elegiste a él, tú elegiste este futuro" Ella se abrazó nuevamente al chico y acarició con sus suaves manos la fuerte espalda desnuda del joven. "¿Acaso tenía otra opción amor?" La separó nuevamente y agarró firmemente pero con delicadeza su rostro. Clavó su mirada en la de su princesa. La chica se derritió en esos ojos brillantes y llenos de vida, tan puros y dulces que le excitaban sobre manera. Sintió el deseo de besarlo de nuevo, de sentirlo cerca, de poseer cada fibra de su ser. Él se había perdido en su mirada. Esos hermosos ojos azul cielo que le devolvían la vida cada vez que los contemplaba. Aquella sensual, tímida e irresistible mirada tan clara cómo el más puro cielo. Su corazón latía anormalmente y parecía querer salir del pecho. " Mi amada princesa de la Luna, sabes que tu corazón es libre, puedes venir conmigo, sabes que deseo con todas mis fuerzas que vengas conmigo" Dos lágrimas cruzaron nuevamente su rostro y una triste sonrisa se dibujó en sus labios. "Si tan sólo pudiera hacerlo sin morir en ello amor. Jamás podría cargar la culpa de destruir este apaciguado mundo. La ciudad se apoya en los fuertes muros del palacio de cristal y de sus jóvenes reyes. Amor, no puedo abandonar un futuro que desde tantos millones de años la Tierra a deseado con tanta fuerza. No podría ser feliz con el peso de su corazón roto en mi pecho". Él escuchó todas y cada una de las palabras y sintió una vez más el peso de ellas. "Sin embargo ya cargas con el peso de un corazón roto, con el mío. Pues sabes que te necesita para sobrevivir" Ella no pudo resistir más y agarró la cabeza del chico con fuerza acercando su rostro rápidamente y en un ataque de deseo. Sus labios se encontraron por segunda vez en la noche y se recibieron exactamente del mismo modo. Un encuentro tan apasionado y cálido como el anterior. Él la envolvió una vez más en un ferviente abrazo mientras acariciaba con sus manos la deliciosa figura de ella. El agua les cubría por la cintura y entonces se dio cuenta del estado de su amada. Se separaron lentamente y aún con la respiración agitada. Bajó entonces la mirada y observó el cuerpo de ella. El camisón se pegaba posesivamente en los senos de aquella sensual criatura y bajaba acariciando su esbelto torso. La tela del camisón restante flotaba en la superficie del agua bailando al compás de las olas. Ella se sonrojó levemente y miró de igual forma a su acompañante. El agua resbalaba por su fuerte y bronceada espalda que brillaba bajo la luz lunar. Su pecho subía y bajaba con cada inspiración y su suave movimiento tenía un efecto hipnótico en ella. "Eres tan injusta amor. Tu belleza provoca cada poro de mi piel. Tu voz me hipnotiza y me seduce hasta volverme irracional, y como sigas mirándome de esa manera pienso cargar tu esbelta figura sobre mi hombro y llevarte conmigo a la fuerza." El llanto ya le era imposible de controlar y un leve sollozo escapó de sus labios alarmando al joven. "Te amo. Te amo tanto... si tan solo pudiera ser... si tan solo pudiera tenerte para siempre... ¿Acaso deberé cargar con el destino del universo el resto de mi vida? ¿Jamás podré ser libre para amarte? OH Seiya, si tan sólo pudiera parar este momento y vivirlo el resto de mis días..." Las palabras de la mujer resonaron en la cabeza de él una y otra vez y rehusando la idea de llevársela con él, de salvar su alma y la de ella egoístamente y sin pensar en los demás, se acercó con delicadeza y acunó el cuello de ella con su fuerte mano. Atrajo el rostro de ella una vez más. Sus besos empezaron siendo cálidos, leves toques de sinceridad y de pasión mezclados con las saladas lágrimas que ella derramaba. El fuerte abrazo de sus bocas se fue intensificando, cada vez más y más. Las manos de él empezar a explorar su cuerpo con ferviente deseo y liberando su deseo de acariciar zonas que están prohibidas para todo ser humano. Ella le parecía una diosa, una diosa que le amaba con fuerza y que contestaba sus caricias con la misma intensidad. Las yemas de sus dedos recorrían las curvas de su figura con impaciencia a la vez que su lengua exploraba y recibía la de ella. La chica temblaba bajo su abrazo, pero no por temor, ni por frío, sino por la impaciencia y el deseo de sentirlo aún más cerca. De hacerlo suyo. Incapaz de contener ya sus sentimientos y deseos sus manos alcanzaron la cumbre de sus pechos y masajearon dulcemente su cálida piel. Ella dejaba escapar suaves gemidos de placer bajo sus labios excitando más al joven. Ya era demasiado tarde, nada podría parar ya lo inevitable. El chico bajó sus manos entre los muslos de la joven y busco el final de la tela que cubría el cuerpo de ella. La agarró con fuerza y la subió rápidamente hasta pasar la cabeza de su amada. Lanzó entonces la prenda de la joven que se perdió en las negras aguas. Ella lucía desnuda ante sus ojos y tal visión era capaz de dejar a uno sin respiración. Sus manos recorrieron suavemente los hombros, bajando por la cálida piel de sus brazos y perdiéndose en las deliciosas caderas. Un sonrojo apareció en el rostro de la chica que sonrió algo cohibida. Esa sonrisa, esa hermosa sonrisa, ya no más. Él la estrechó en sus brazos y besó su desnudo pecho hambriento de ella. Llenó de besos el cuello y los hombros de la chica y escuchó sus provocativos jadeos susurrando su nombre. Se sentía en la cima de una montaña imposible de escalar. Creía que no podría llegar más alto. Pero estaba equivocado. La chica perdió la timidez en un suspiro y dejándose llevar por el deseo despojó al hombre de los pantalones que cubrían sus piernas para después quitarle la última prenda que él llevaba. Agarrando su mano con delicadeza y clavando su mirada en la de él lo atrajo más a la orilla y se recostó en la arena mientras las olas chocaban sensualmente con su pálida piel. La imagen no podía ser más irresistible. Tiró de su mano con delicadeza hasta que el chico quedó recostado encima de ella. Que increíble sensación sentir el peso de su cuerpo encima. Acercó una vez más la cabeza del joven y siguieron besándose bajo la luz de la luna. Pegados el uno al otro, sin ninguna prenda que cubriera sus desnudos cuerpos. Ardían de placer. Ambos parecían haber perdido el mundo de vista y lo único que podían sentir era el calor del otro y las cálidas aguas chocando contra sus oídos. Acariciando levemente su mezclada piel. Incapaz de retrasar más el momento él al fin se decidió y entró en ella. Al fin unieron sus cuerpos del todo para convertirse en uno sólo y ella gimió de placer ante el contacto de él. Sentirle dentro era algo tan sensual y erótico que desbordaba sus sentimientos hasta el punto de confundirla y creerse en un sueño. El suave movimiento de las caderas la devolvió a la realidad y sintió el mayor de los placeres crecer en su interior. Un calor tan deseado, un calor tan dulce y sedoso que jamás podría haber soñado con ello sin infravalorar las sensaciones. Sentía la respiración agitada de su prohibido amante y notaba sus labios cada vez más apretados contra los de ella. Estaban haciendo el amor bajo la luz de la plateada luna, acompañados por miles de estrellas, siendo bendecidos por las generosas olas y acariciados por la salada brisa. El momento del éxtasis llegó antes de lo esperado. Fue algo tan placentero y hermoso que jamás lo olvidaría. Sintió como ella gemía debajo de su cuerpo y no pudo evitar un último empujón antes de verterse en su interior. El peso del cuerpo de él dejado encima del suyo la embriagaba de sensaciones. Estaba agotada. Pero era un agotamiento seductor y agradable. Deseó con todas sus fuerzas que aquel momento durara para siempre. Al cabo de unos minutos de estar así, tan sólo con el movimiento de su agitada respiración, al fin él alzó la cabeza para clavar nuevamente su mirada en la de ella. Se emocionó al ver que respiraba aún algo agitada y que un ligero sonrojo sobrevivía aún en sus mejillas. Acunó la cara en sus manos y besó nuevamente sus labios con extrema ternura. "Te amo" Fue un susurró, algo casi imperceptible, pero ella lo oyó tan fuerte que caló en su corazón. Miró nuevamente los ojos de su amante nocturno y con igual tono susurró las mismas palabras al oído de él que se estremeció ligeramente. Un rayo dorado cruzó el horizonte y llegó hasta los ojos de la chica que levantó por un momento la vista. El cielo empezaba a sonrosarse débilmente y los primeros rayos del sol luchaban por llegar a la superficie de las frías aguas del mar. Seiya miró decepcionado el sol creciente y luego devolvió la mirada a su amada. El cuerpo del chico empezó a volverse claro y vaporoso. Ella se alarmó y se aferró a él con fuerza. La piel del chico se empezaba a volver transparente y se confundía con la negrura del mar. Múltiples lágrimas inundaron los ojos de la princesa de la luna y su cabeza se movía ligeramente en un movimiento de negación. "Debo irme ya princesa..." las palabras que no quería oír se hundieron en su corazón como una daga. "No... no... un momento más... no quiero que te vayas..." El chico la besó delicadamente una vez más mientras notaba las saladas lágrimas recorrer el rostro de su amada. "Ven conmigo entonces Serena... Te deseo más que a mi vida... por favor, ven conmigo, déjale." Los ojos de ella temblaron bajo las lagrimas y miraron los suyos con una mueca de duda para después cerrarse con pesar. "Lo siento." Él entendió las palabras y suspiró resignado. Acarició el pálido rostro de ella una vez más, besó sus cálidos labios y susurró unas palabras que quedarían marcadas en la eternidad. "Algún día, en otra vida, nuestras almas serán libres de nuevo y tendrás la opción de elegir nuevamente tu pareja, entonces te pediré tu elección sea Yo. Y al fin, la luna se convertirá en una estrella fugaz, libre, pura y capaz de decidir a quién entregar su amor sin tener que girar por el resto de la eternidad alrededor de la Tierra. Te amo bombón, siempre te he amado, y siempre lo aré". El cuerpo de Seiya se iluminó repentinamente convirtiéndose en un polvo plateado que se elevó ante los llorosos ojos de Serena y ya a unos cuantos metros de altura se junto en una pequeña masa gaseosa y brillante que se perdió en el cada vez más sonrosado cielo. Ella se levantó con una nostálgica sonrisa y la tela de su abandonado traje acarició sus pies. La cálida brisa del mar resopló una vez más trayéndole en un susurro las últimas palabras de su amor y una sonrisa pura y cálida se dibujó en su rostro devolviéndole la vida. Se agachó hasta coger la prenda y colocándosela sobre su cuerpo una vez más. Sus pies seguían en el agua, y la mojada tela había hecho que su cuerpo se estremeciera bajo su tacto. Una gaviota se cruzó en el horizonte canturreando sus buenos días y una sensación de paz y bien estar inundó su alma y nuevamente dejó que su pelo jugueteara libre por entre los soplos del viento. "Te amo Seiya, y algún día tu y yo surcaremos la galaxia en nuestra mutua compañía. Hasta que este llegue, adiós amor."
- ¡SERENA! ¿Que haces allí abajo?- Un joven de pelo oscuro y ojos azules como el mar bajaba las escaleras apresuradamente con una toalla en sus manos. Un pantalón de pijama era lo único que cubría su cuerpo dejando el elegante torso masculino al desnudo. Se acercó a la chica corriendo y se quedó jadeando frente a la joven. - ¿Acaso has perdido el juicio amor? ¡Estas empapada!- El chico arrojó delicadamente la toalla en las espaldas de la chica y frotó con sus manos los brazos de la joven para darle calor. - ¿Qué hacías eh?
- Lo siento... sentí ganas de bañarme, eso es todo.- Ella le miró a los ojos buscando algo que no pudo encontrar.
- Mi amor- Él la abrazó contra su pecho mientras cerraba los ojos con dulzura- Puedes enfermar, aún no esta el día muy cálido y no quiero que te pase nada, sobretodo ahora, en tu estado. Debes cuidarte más, a ti y al bebé que llevas dentro. Vamos... será mejor que entres en casa.
Darien pasó su brazo por los hombros de su princesa y empezó a conducirla hasta la escalera de piedra. Subieron por ella y cuando estaban apunto de entrar por la ventana del balcón ella se soltó con delicadeza y se dirigió una vez más a la barandilla. "Te veré cada día, en mis sueños amor."
FIN
Comentarios de la autora: Bueno, este es mi primer corto. Es algo picante, pero es que me encanta hacer estos momentos tan melancólicos y dulces para mis personajes más queridos. Sé que todas las fans de Darien querrán matarme, y yo las entiendo por qué yo amo a ese chico, pero Seiya también es mi debilidad, y ya que Darien se quedó en el manga con ella, ¿por qué no dejar un sueño a tan atractivo, sensual y buen chico?
Miles de recuerdos cruzaban su cabeza en esos momentos. Todos y cada uno de ellos vividos con intensidad e ilusión. Recuerdos agradables, recuerdos tristes, momentos de ira, de calma, de serenidad, momentos amargos, momentos dulces... Su mente parecía remontar el pasado con una agradable e irresistible melancolía que causaba lágrimas una vez más en sus hermosos ojos azules. Se sentía extraña, raramente extraña. Las cortinas de deliciosa seda blanca se mecían con la suave brisa nocturna que se mezclaba con el salado aroma del mar. El suave sonido de la tela llamó la atención de su mente intranquila. La luz de la luna se filtraba por la ventana acariciando la blanca piel. La noche le brindaba su belleza, ¿quién era ella para negarle nada? Se levantó lentamente de la elegancia y el confort que le proporcionaba su cama y empezó a andar hasta el hermoso balcón. Su pelo rubio ondeaba ligeramente acariciando sus hombros, espalda y caderas. Los ojos reflejaban la luz cálida y plateada de la luna llena y lucían húmedos por las derramadas lágrimas. Sus labios habían dejado de temblar confusos y ahora permanecían apretados, carnosos y sonrosados, realmente apetecibles. Un delicado y fino cuello, unos hombros de piel suave y tersa, un camisón plateado cubriendo sus hermosos y blancos pechos. Montañas de piel fina y pálida que guardaban entre seda su enorme erotismo y belleza. La fina tela plateada seguía el camino recorriendo todas y cada una de sus curvas, marcando al detalle y siendo fiel al plácido talle de la joven. Sus pies avanzaban en delicados y seductores pasos hasta el balcón. Una suave brisa acarició su cara inundando sus sentidos de la irresistible brisa del mar. Se acercó hasta acariciar con sus manos la barandilla. Los oídos recibían agradecidos el sonido de las calmadas olas llegando a la solitaria playa. Su azulada mirada se perdió entonces en el oleaje y en la blanca y cremosa espuma que provocaban las olas en la arena. La luna se reflejaba en todo su esplendor en el cielo, y podía verse su plateado reflejo en las aguas marinas del horizonte. La joven dama sintió en su interior el terrible deseo de introducirse en las frías aguas y nadar en calma para así apaciguar sus melancólicos pensamientos. Bajó por las escaleras exteriores. Cada escalón de piedra le parecía una eternidad. Sus ojos miraban como si fuera la primera vez la belleza del mar. Levantó la vista hacía el cielo mientras sus pies ascendían por la distinguida escalera. Otra vez aquella punzada de nostalgia en su corazón. En el negro cielo se podían apreciar miles de pequeñas estrellas decorando la dura y fría oscuridad con una sutil pero impresionante belleza. Sus dorados mechones bailaban al compás del viento y cruzaban su cara jugueteando con su fina nariz. Ella sonrió por primera vez en la noche apartando un sedoso mechón de pelo que jugueteaba por su rostro. Sus pies tocaron al fin la fría arena. El tacto en la planta de sus pies le pareció de lo más agradable, había dejado todos sus sentidos abiertos aquella noche y disfrutaba de la calma y el dulce ronroneo del mar. Caminó con la vista en el cielo por la suave arena y volteo un par de veces admirada de la belleza de su propio hogar. Tokio de Cristal se levantaba ante sus bellos ojos más brillante e increíble que nunca. Las luces de la ciudad se mezclaban con la cúpula del castillo provocando un efecto arco iris en ella. Miró entonces el balcón dónde antes estaba. El palacio era lujoso, demasiado lujoso quizá para su gusto. Sin embargo no pudo reprimir una sonrisa al ver la habitación dónde había estado y buscó en la oscuridad un indicio de movimiento. Nada. Sólo tranquilidad. Devolvió entonces la atención al mar. Estaba a tan sólo un par de pasos de las calmadas aguas y ya no pudo resistir más la tentación. Levantó la tela de su largo y sensual camisón y dejó que el agua acariciara sus pies. Una sensación difícil de describir inundó su ser. El agua chocó contra su sedosa piel tan cálida como una caricia. Ella apreció por unos instantes aquella sensación y luego sonrió satisfecha. Una carcajada salió de sus labios a la vez que perdía toda la madurez y la compostura y se lanzaba de cabezas a las profundas aguas. La profundidad era notable a tan solo cinco metros de la arena. Bajo los plateados rayos lunares que se filtraban en las cálidas aguas la princesa nadó borrando las preocupaciones de su mente por unos instantes. El agua acariciaba su rostro apartando el pelo de su frente y meciéndolo entre las delicadas olas que le brindaba el mar. Nadó bajo el agua todo el tiempo que le permitieron sus pulmones. Disfrutando de la sensación de libertad acariciando su rostro. Su torso se deslizó rozando las arenas de las profundidades de la costa y su cuerpo se impulsó finalmente hasta alcanzar la superficie. El aire llenó sus pulmones y apaciguó aún más sus sentidos devolviendo la vida a todos y cada uno de sus poros. Miró una vez más la enorme luna surcando los cielos y dejó escapar de sus labios una sonrisa cálida y cariñosa. Nostálgica. Se apartó el pelo mojado de su rostro y nado de espaldas por la superficie del agua. Sus ojos no podían dejar de admirar la belleza de todas y cada una de las estrellas que la rodeaban. Hasta que su mirada se paró en una. Una hermosa estrella fugaz cruzó el negro cielo y se perdió tras el cristalino castillo. La chica dejó de nadar y se incorporó en el agua. Una sombra andaba por la arena. Una figura masculina se dibujaba en al tenue oscuridad. Ella fijó la vista intentando visualizar el rostro de aquel muchacho. No era su príncipe. Estaba segura. ¿Pero entonces quién? Nadie excepto los miembros de palacio tienen autorización para entrar en esa playa. Fijó más la vista en la sombra. Pudo distinguir dos cristales azulados iluminados por la luz plateada de la noche, un brillo constante centelleaba en ellos. El pelo negro azabache del chico jugueteaba en el viento y estaba recogido en una larga coleta que se mecía con la salada brisa. Unos dientes blancos y brillantes tras una hermosa sonrisa. Espaldas anchas y formadas. Un torso musculoso y atractivo. Brazos ligeramente bronceados. Una cintura elegante y delgada que se perdía en dos firmes y fuertes piernas. El corazón de ella se aceleró notablemente y dibujó en sus labios unas sílabas que salieron más débiles que un susurro. ¿Era realmente él? ¿Y si era él cómo había regresado? ¿Y... por qué? Serena quiso nadar hasta la orilla, pero el joven se despojó de su camisa y se lanzó también al mar. Ella buscó en el agua algún indicio del paradero del joven, pero sólo veía las negras aguas balanceándose en su vals. Empezó a agitarse, buscaba al joven que sin duda había aparecido ante ella, no había sido una ilusión. ¿Verdad? Empezaba a inquietarse cuando una mano agarró uno de sus pies y tiró de él con delicadeza sumergiendo la cabeza de la joven y atrayéndola hacía un cálido calor humano. Ella abrió los ojos en las saladas aguas una vez más y observó el rostro de la persona que tenía delante. Sus ojos se dilataron ferozmente y llevó sus manos a la boca cubriendo sus sonrosados labios. El chico sonrió ante la sorprendida joven y agarró su cintura dulcemente atrayendo el cuerpo de ella aún más hasta sentirlo completamente aferrado a él. Atrapó la joven entre sus fuertes brazos y giró bajo el agua lentamente disfrutando de aquella calidez tan anhelada. La chica respondió al abrazo con júbilo y estrechó aún más las distancias. Empezaron a ascender, sus cabezas salieron a la superficie y no dio tiempo a la chica a recuperar el aire que sus labios fueron cubiertos por los del joven. Demasiado embriagada por el momento se dejó llevar rodeando el cuello del joven con sus brazos y devolviendo el beso con intensidad. Sus labios se perdían en los del otro y sus bocas exploraban lo que años atrás no pudieron. Su aliento se confundía en el otro y ya casi no podían respirar. Aún así él se negaba a soltarla y ella se aferraba con tanta fuerza que parecía tener miedo de caer. Finalmente sus rostros se separaron lo suficiente como para contemplar sus ojos. Ella notó como su corazón latía apresuradamente y dos lágrimas brotaron de sus ojos azul cielo. El muchacho sonrió ampliamente y abrazó a la chica, que reposó su cabeza en el mojado hombro de él. Se habían acercado más a la orilla y ahora sus pies tocaban la superficie bajo las negras aguas. No pudieron calcular cuanto tiempo estuvieron así, acompañados por el silbido del viento y por el continuo golpeteo de las olas. Ella sabía que lo que hacía no era correcto, pero aún así ahora estaba demasiado excitada por la situación como para atender razones. Por fin él recobró el sentido y separó un poco a la joven que le sonrió dulcemente. " Al fin te veo de nuevo" Susurró en un cálido murmullo. Ella amplió la sonrisa y acercó su rostro hasta tocar frente con frente el de él. "Te he extrañado tanto..." ahora fue el chico quién sonrió con pesar. "Tú le elegiste a él, tú elegiste este futuro" Ella se abrazó nuevamente al chico y acarició con sus suaves manos la fuerte espalda desnuda del joven. "¿Acaso tenía otra opción amor?" La separó nuevamente y agarró firmemente pero con delicadeza su rostro. Clavó su mirada en la de su princesa. La chica se derritió en esos ojos brillantes y llenos de vida, tan puros y dulces que le excitaban sobre manera. Sintió el deseo de besarlo de nuevo, de sentirlo cerca, de poseer cada fibra de su ser. Él se había perdido en su mirada. Esos hermosos ojos azul cielo que le devolvían la vida cada vez que los contemplaba. Aquella sensual, tímida e irresistible mirada tan clara cómo el más puro cielo. Su corazón latía anormalmente y parecía querer salir del pecho. " Mi amada princesa de la Luna, sabes que tu corazón es libre, puedes venir conmigo, sabes que deseo con todas mis fuerzas que vengas conmigo" Dos lágrimas cruzaron nuevamente su rostro y una triste sonrisa se dibujó en sus labios. "Si tan sólo pudiera hacerlo sin morir en ello amor. Jamás podría cargar la culpa de destruir este apaciguado mundo. La ciudad se apoya en los fuertes muros del palacio de cristal y de sus jóvenes reyes. Amor, no puedo abandonar un futuro que desde tantos millones de años la Tierra a deseado con tanta fuerza. No podría ser feliz con el peso de su corazón roto en mi pecho". Él escuchó todas y cada una de las palabras y sintió una vez más el peso de ellas. "Sin embargo ya cargas con el peso de un corazón roto, con el mío. Pues sabes que te necesita para sobrevivir" Ella no pudo resistir más y agarró la cabeza del chico con fuerza acercando su rostro rápidamente y en un ataque de deseo. Sus labios se encontraron por segunda vez en la noche y se recibieron exactamente del mismo modo. Un encuentro tan apasionado y cálido como el anterior. Él la envolvió una vez más en un ferviente abrazo mientras acariciaba con sus manos la deliciosa figura de ella. El agua les cubría por la cintura y entonces se dio cuenta del estado de su amada. Se separaron lentamente y aún con la respiración agitada. Bajó entonces la mirada y observó el cuerpo de ella. El camisón se pegaba posesivamente en los senos de aquella sensual criatura y bajaba acariciando su esbelto torso. La tela del camisón restante flotaba en la superficie del agua bailando al compás de las olas. Ella se sonrojó levemente y miró de igual forma a su acompañante. El agua resbalaba por su fuerte y bronceada espalda que brillaba bajo la luz lunar. Su pecho subía y bajaba con cada inspiración y su suave movimiento tenía un efecto hipnótico en ella. "Eres tan injusta amor. Tu belleza provoca cada poro de mi piel. Tu voz me hipnotiza y me seduce hasta volverme irracional, y como sigas mirándome de esa manera pienso cargar tu esbelta figura sobre mi hombro y llevarte conmigo a la fuerza." El llanto ya le era imposible de controlar y un leve sollozo escapó de sus labios alarmando al joven. "Te amo. Te amo tanto... si tan solo pudiera ser... si tan solo pudiera tenerte para siempre... ¿Acaso deberé cargar con el destino del universo el resto de mi vida? ¿Jamás podré ser libre para amarte? OH Seiya, si tan sólo pudiera parar este momento y vivirlo el resto de mis días..." Las palabras de la mujer resonaron en la cabeza de él una y otra vez y rehusando la idea de llevársela con él, de salvar su alma y la de ella egoístamente y sin pensar en los demás, se acercó con delicadeza y acunó el cuello de ella con su fuerte mano. Atrajo el rostro de ella una vez más. Sus besos empezaron siendo cálidos, leves toques de sinceridad y de pasión mezclados con las saladas lágrimas que ella derramaba. El fuerte abrazo de sus bocas se fue intensificando, cada vez más y más. Las manos de él empezar a explorar su cuerpo con ferviente deseo y liberando su deseo de acariciar zonas que están prohibidas para todo ser humano. Ella le parecía una diosa, una diosa que le amaba con fuerza y que contestaba sus caricias con la misma intensidad. Las yemas de sus dedos recorrían las curvas de su figura con impaciencia a la vez que su lengua exploraba y recibía la de ella. La chica temblaba bajo su abrazo, pero no por temor, ni por frío, sino por la impaciencia y el deseo de sentirlo aún más cerca. De hacerlo suyo. Incapaz de contener ya sus sentimientos y deseos sus manos alcanzaron la cumbre de sus pechos y masajearon dulcemente su cálida piel. Ella dejaba escapar suaves gemidos de placer bajo sus labios excitando más al joven. Ya era demasiado tarde, nada podría parar ya lo inevitable. El chico bajó sus manos entre los muslos de la joven y busco el final de la tela que cubría el cuerpo de ella. La agarró con fuerza y la subió rápidamente hasta pasar la cabeza de su amada. Lanzó entonces la prenda de la joven que se perdió en las negras aguas. Ella lucía desnuda ante sus ojos y tal visión era capaz de dejar a uno sin respiración. Sus manos recorrieron suavemente los hombros, bajando por la cálida piel de sus brazos y perdiéndose en las deliciosas caderas. Un sonrojo apareció en el rostro de la chica que sonrió algo cohibida. Esa sonrisa, esa hermosa sonrisa, ya no más. Él la estrechó en sus brazos y besó su desnudo pecho hambriento de ella. Llenó de besos el cuello y los hombros de la chica y escuchó sus provocativos jadeos susurrando su nombre. Se sentía en la cima de una montaña imposible de escalar. Creía que no podría llegar más alto. Pero estaba equivocado. La chica perdió la timidez en un suspiro y dejándose llevar por el deseo despojó al hombre de los pantalones que cubrían sus piernas para después quitarle la última prenda que él llevaba. Agarrando su mano con delicadeza y clavando su mirada en la de él lo atrajo más a la orilla y se recostó en la arena mientras las olas chocaban sensualmente con su pálida piel. La imagen no podía ser más irresistible. Tiró de su mano con delicadeza hasta que el chico quedó recostado encima de ella. Que increíble sensación sentir el peso de su cuerpo encima. Acercó una vez más la cabeza del joven y siguieron besándose bajo la luz de la luna. Pegados el uno al otro, sin ninguna prenda que cubriera sus desnudos cuerpos. Ardían de placer. Ambos parecían haber perdido el mundo de vista y lo único que podían sentir era el calor del otro y las cálidas aguas chocando contra sus oídos. Acariciando levemente su mezclada piel. Incapaz de retrasar más el momento él al fin se decidió y entró en ella. Al fin unieron sus cuerpos del todo para convertirse en uno sólo y ella gimió de placer ante el contacto de él. Sentirle dentro era algo tan sensual y erótico que desbordaba sus sentimientos hasta el punto de confundirla y creerse en un sueño. El suave movimiento de las caderas la devolvió a la realidad y sintió el mayor de los placeres crecer en su interior. Un calor tan deseado, un calor tan dulce y sedoso que jamás podría haber soñado con ello sin infravalorar las sensaciones. Sentía la respiración agitada de su prohibido amante y notaba sus labios cada vez más apretados contra los de ella. Estaban haciendo el amor bajo la luz de la plateada luna, acompañados por miles de estrellas, siendo bendecidos por las generosas olas y acariciados por la salada brisa. El momento del éxtasis llegó antes de lo esperado. Fue algo tan placentero y hermoso que jamás lo olvidaría. Sintió como ella gemía debajo de su cuerpo y no pudo evitar un último empujón antes de verterse en su interior. El peso del cuerpo de él dejado encima del suyo la embriagaba de sensaciones. Estaba agotada. Pero era un agotamiento seductor y agradable. Deseó con todas sus fuerzas que aquel momento durara para siempre. Al cabo de unos minutos de estar así, tan sólo con el movimiento de su agitada respiración, al fin él alzó la cabeza para clavar nuevamente su mirada en la de ella. Se emocionó al ver que respiraba aún algo agitada y que un ligero sonrojo sobrevivía aún en sus mejillas. Acunó la cara en sus manos y besó nuevamente sus labios con extrema ternura. "Te amo" Fue un susurró, algo casi imperceptible, pero ella lo oyó tan fuerte que caló en su corazón. Miró nuevamente los ojos de su amante nocturno y con igual tono susurró las mismas palabras al oído de él que se estremeció ligeramente. Un rayo dorado cruzó el horizonte y llegó hasta los ojos de la chica que levantó por un momento la vista. El cielo empezaba a sonrosarse débilmente y los primeros rayos del sol luchaban por llegar a la superficie de las frías aguas del mar. Seiya miró decepcionado el sol creciente y luego devolvió la mirada a su amada. El cuerpo del chico empezó a volverse claro y vaporoso. Ella se alarmó y se aferró a él con fuerza. La piel del chico se empezaba a volver transparente y se confundía con la negrura del mar. Múltiples lágrimas inundaron los ojos de la princesa de la luna y su cabeza se movía ligeramente en un movimiento de negación. "Debo irme ya princesa..." las palabras que no quería oír se hundieron en su corazón como una daga. "No... no... un momento más... no quiero que te vayas..." El chico la besó delicadamente una vez más mientras notaba las saladas lágrimas recorrer el rostro de su amada. "Ven conmigo entonces Serena... Te deseo más que a mi vida... por favor, ven conmigo, déjale." Los ojos de ella temblaron bajo las lagrimas y miraron los suyos con una mueca de duda para después cerrarse con pesar. "Lo siento." Él entendió las palabras y suspiró resignado. Acarició el pálido rostro de ella una vez más, besó sus cálidos labios y susurró unas palabras que quedarían marcadas en la eternidad. "Algún día, en otra vida, nuestras almas serán libres de nuevo y tendrás la opción de elegir nuevamente tu pareja, entonces te pediré tu elección sea Yo. Y al fin, la luna se convertirá en una estrella fugaz, libre, pura y capaz de decidir a quién entregar su amor sin tener que girar por el resto de la eternidad alrededor de la Tierra. Te amo bombón, siempre te he amado, y siempre lo aré". El cuerpo de Seiya se iluminó repentinamente convirtiéndose en un polvo plateado que se elevó ante los llorosos ojos de Serena y ya a unos cuantos metros de altura se junto en una pequeña masa gaseosa y brillante que se perdió en el cada vez más sonrosado cielo. Ella se levantó con una nostálgica sonrisa y la tela de su abandonado traje acarició sus pies. La cálida brisa del mar resopló una vez más trayéndole en un susurro las últimas palabras de su amor y una sonrisa pura y cálida se dibujó en su rostro devolviéndole la vida. Se agachó hasta coger la prenda y colocándosela sobre su cuerpo una vez más. Sus pies seguían en el agua, y la mojada tela había hecho que su cuerpo se estremeciera bajo su tacto. Una gaviota se cruzó en el horizonte canturreando sus buenos días y una sensación de paz y bien estar inundó su alma y nuevamente dejó que su pelo jugueteara libre por entre los soplos del viento. "Te amo Seiya, y algún día tu y yo surcaremos la galaxia en nuestra mutua compañía. Hasta que este llegue, adiós amor."
- ¡SERENA! ¿Que haces allí abajo?- Un joven de pelo oscuro y ojos azules como el mar bajaba las escaleras apresuradamente con una toalla en sus manos. Un pantalón de pijama era lo único que cubría su cuerpo dejando el elegante torso masculino al desnudo. Se acercó a la chica corriendo y se quedó jadeando frente a la joven. - ¿Acaso has perdido el juicio amor? ¡Estas empapada!- El chico arrojó delicadamente la toalla en las espaldas de la chica y frotó con sus manos los brazos de la joven para darle calor. - ¿Qué hacías eh?
- Lo siento... sentí ganas de bañarme, eso es todo.- Ella le miró a los ojos buscando algo que no pudo encontrar.
- Mi amor- Él la abrazó contra su pecho mientras cerraba los ojos con dulzura- Puedes enfermar, aún no esta el día muy cálido y no quiero que te pase nada, sobretodo ahora, en tu estado. Debes cuidarte más, a ti y al bebé que llevas dentro. Vamos... será mejor que entres en casa.
Darien pasó su brazo por los hombros de su princesa y empezó a conducirla hasta la escalera de piedra. Subieron por ella y cuando estaban apunto de entrar por la ventana del balcón ella se soltó con delicadeza y se dirigió una vez más a la barandilla. "Te veré cada día, en mis sueños amor."
FIN
Comentarios de la autora: Bueno, este es mi primer corto. Es algo picante, pero es que me encanta hacer estos momentos tan melancólicos y dulces para mis personajes más queridos. Sé que todas las fans de Darien querrán matarme, y yo las entiendo por qué yo amo a ese chico, pero Seiya también es mi debilidad, y ya que Darien se quedó en el manga con ella, ¿por qué no dejar un sueño a tan atractivo, sensual y buen chico?
