Este fic sera visto y contado desde tercera persona, ya lo habran leido en otra parte pero tuve un problema con mi contraseña asi qeu ya actualizare luego en otra pagina -o al menos eso se intentara-. Espero les guste y dejen reviews x3
Judal I
Asi sin más, sin previo aviso. La hora habia llegado cruelmente espantosa.
Los recuerdos, los más gratos que Judal, el magi oscuro, obtuvo en su desgraciada vida se reflejaban en su mente como experiencias vividas de tan solo hace algunos segundos. Tan pocas y contadas que si juntaba los dedos de pies y manos sabria cuantas son.
Superior a una obseción, al simple deseo y capricho, las visiones de Sinbad le atacaban como dolores de cabeza. Identico al golpeteo de un martillo sobre un fragil clavo. Lo odiaba, lo deseaba y lo amaba.
¿Cómo podían vivir tales sentimientos juntos en una sola persona?
Él no lo sabía.
No necesitaba mayor realidad que la dulce imagen de Sinbad días antes al actual dandole mimos. Dandole besitos en las mejillas y en el cuello, acariciandole los cabellos con ternura y susurrandole promesas de libertad y una larga vida juntos para amarse con violencia y pasion, una mezcla que solo ellos dos podían conseguir.
Al amanecer, luego de retorcerse de placer en los confines de la cama por largas horas; con voz animada y una gran sonrisa Judal hablo, relato sobre visiones, premoniciones que al ser el Oraculo de Kou se le fue mostrado en sueños.
La mayor parte de la conversación trato sobre una niña, una pequeña de cabellos oscuros como los suyos y orbes doradas como las del rey; una traviesa sin remedio que alborotaria el reino entero poniendolo de cabeza. Judal se negaba a revelar el nombre de la tan mencionada niña; pero se referia a ella como la princesita de Sindria. La ternurita en persona. Sinbad solo le sonreia, satisfecho con lo que escuchaba y aparentemente entusiasmado con la idea de una bellízima primogenita.
Judal sabia que, maldecido o no maldecido el destino, nada cambiara el hecho de que ellos debian estar juntos.
El magi, engatuzado por palabras bonitas cual muchacha quinceañera enamoradiza.
Hasta esos niveles llegaba la capacidad del rey de Sindria para atraer a las personas.
Judal al fin tendria a Sinbad para él y seria suyo; y él seria de Sinbad. Un trato justo y equivalente con el cual cualquiera podia quedar satisfecho.
Un lindo futuro, una pareja que lo amaba, un hogar estable, una familia calida.
Todo lo que le fue arrebatado desde un inicio volveria a él. Despúes de todo, Judal solo era una más de las tantas victimas de Al Sarmen. Una pobre marioneta.
Marioneta que asesino sin piedad y cauzo dolor a muchos. Destruyo por diversión. Y el mismo destino maldecido, el que trae desgraciadas, le cambiaria la cara y le mostraria la parte más cruel de la moneda.
Durante un dia, pasada una hora de la medianoche. Los ruidos fuertes de explosiones de la lejania resonaron hasta hacer temblar las paredes del palacio. Conmocionados, la servidumbre y los magos de la organización se despertaron, salieron de sus escondites y se asomaron por cada ventana, puerta u orificio hallasen; solo para ver las fronteras de la grandiosa nación de Kou siendo incendiada.
Judal en su interior quizo saltar de alegria, pues reconocía que las zonas de donde el fuego se expandia eran lugares estrategicos en que una gran cantidad de los viejos solian reunirse.
Y tambien, el poderoso ruck de Sinbad a un lado al de Kouen se sentía. No pudo evitar enarcar una ceja y sonreir ¿Ese para aliado? Se odiaban a muerte (un odio que no tenia un lugar de nacimiento especifico pero estaba en ellos y ya) y era increible imaginarlos juntos.
Vio a los molestos viejos correr de un lado a otro igual sin reparar en su presencia.
Le valia asquerosas verduras lo que a esos repulsivos seres le ocurriese.
Y a la decima hora, ese pensamiento cambio.
La lucha, la larga guerra continuaba; pero ciertas cosas no le cuadraba. Sinbad no venía, no llegaba por él. Y Judal, quien tenia la alcoba en uno de los lugares más altos del palacio; ya estaba cansado de esperar cual princesa a su príncipe azul ¿Qué seguía, ver a Sinbab y lanzarle su largo cabello? Por los cielos y la voluntad de Salomon, Judal no era Rapunzel.
Era un hombre con poca paciencia, muy poca paciencia que se extinguio en esas tediosas diez horas.
Con un caminar lento y elegante como solo el magi podia, salio de las cuatro paredes que le resguardaban. Algunos soldados de Sindria, que le vieron aparecer, no dudaron en ir tras él y atacarle; Judal, con un solo movimiento de su varita los mando a volar lejos o los congelo por entretenimiento.
¿Arrepentido? Para nada.
Otro detalle que no comprendía. Si Sinbad le prometio liberación ¿Por qué sus soldados le atacaban con intención de matarlo? ¿Por qué? Deberian saber que si no comentian ataque en su contra, Judal los dejaria vivir. Pero los insensatos al ser un simple grupo de goi reunidos fueron tras su cabeza; él solo cumplia el deber de defenderse.
Con honestidad. Mucha, demasiada honestidad.
Si te atacasen ¿No los atacarias tú tambien con tal de salvaguardar tu vida? Si el enemigo viniese a cortarte la cabeza ¿No alzarias tambien un arma y le perforarias de una puñalada en el corazón?
Quieres vivir.
No existe realidad y prioridad mayor a esa.
Hipocrita aquel que levantase la mano jurando que sus manos jamás se mancharian de sangre por protegerse y defender lo preciado.
Todos eran asesinos; soldados que mataban a otros soldados y principes que los lideraban. Nadie se salvaba. Y ellos, esos asesinos crucificaban al magi por apagar la existencia de sus amados ¿Juzgaban y ellos no serian juzgados?
¿Qué diferencia había entre ellos?
Judal añadia a su cruel acto solo su hermosa sonrisa.
De cierta forma, una mayor cantidad de soldados se reunía a su alrededor con el mismo proposito que los anteriores. Y todo volvia a lo mismo, al aumento de muertes.
Repentino. Grave. Doloroso. Fulminante.
Judal se tambaleo, mareado. Maldiciendo que de nuevo ese extraño sintoma lo atacase. Para mal, desde hace dos días, al magi no le fue dificil averiguar que cierta anomalia ocurria en su ruck, en su magia, la que desaparecia por segundos.
En pleno jardin del palacio había ocurrido, y los segundos en que la magia se apago, que serian uno dos o tres el que el borg desaparecio...
La espada, con ferocidad se hundio en las carnes ¿Aun quedaba un soldado vivo? Judal juraba haberse desecho de todos. La mano de su atacante, la del osado hombre que con poderosa arma ataco al oraculo de Kou, se coloco sobre la cadera de este, lo sostuvo y lo empujo hacia atras, provocando que la espada atravesase más de la roja carne y la palida piel.
Judal chillo, un grito de dolor rompio las cuerdas vocales y finalmente lloro.
Ahora todo tenía logica. Penso, tristemente y alegremente, debatiendose tambien con la ironía; de que no fue necesario ir a buscar a su tonteza. El hombre, tal como prometio, fue a por él. Sinbad siempre cumpliendo a su palabra.
El llanto fue por dolor, por confusión, por tantos sentimientos que lo atropellaron ¿Cómo no reconocer la mano, la piel del amante que le provocaba ardor en cada noche de lujuria? No seria satisfactorio ver, no lo seria, pues ya sabia la identidad de su atacante y el solo verle el rostro una vez más lo mataria.
Atacado por la espalda ¡Qué cobarde era ello!
- Judal
Un susurro de su nombre y se desmorono. La espada fue sacada del cuerpo y el magi emitio un sonido de queja dolorosa, dejandose caer al suelo. Herido y sangrante. La rabia se apodero de sus finas facciones cuando el rey de Sindria se marcho como si nada hubiese pasado.
¿Fuerzas para levantarse?
No existian.
Se quedo tirado cual cadaver más del monton, escuchando el transcurso de la batalla, vivía, aun vivía.
Seria a las dos horas siguientes quizas en que exclamaciones de alegría inundaron las calles. Y las personas, murmuraban, con jolgorio, que la emperatriz y sus seguidores al fin fueron exterminados. El príncipe Kouen asumia su lugar en el trono como Tercer Gran Emperador de Kou.
Los rumores de la muerte de la Emperatriz eran inciertos, el que más se creía era que la malvada mujer fue decapitada, pues su cabeza estaba escaleras abajo del trono.
Judal, en su dolor, sonrio ¿No era Hakuryuu quien decia que haria bolar la cabeza de su honorable madre lejos del trono? Ya se imaginaba la muerte exacta de la vieja bruja mayor.
- ¡Judal-chan! ¿Qué te han hecho?
Si pudiese, el magi hubiera brincado de la sorpresa ¿Kougyoku? ¿Qué hacía la octava princesa en los jardines decorados de cadaveres?
- Oh, Judal-chan -la muchacha intento cargarlo, fallando y teniendo un resultado a medias- tenemos que hacer algo con esa herida
Claro, ella era lo más cercano que tenia a una amiga, a una casi hermana en ese mundo de buitres. Suspiro ¿No entendía Kougyoku acaso que ella sola no podría con él? De pronto, una fuerza no perteneciente a la príncesa lo alzo sin cuidado, arrancandole un quejido adolorido.
- ¡Judal-chan esta muy herido, Hakuryuu-chan!
¿Hakuryuu? Con las pocas fuerzas que le quedaban, efectivamente, comprobo que el cuarto príncipe estaba a su lado, ayudandole, con el rostro bañado en lágrimas. Lo supuso, el niño en verdad nunca estuvo preparado para matar a su madre. Estaria confundido, tan confundido como él estaba por la clara traición de Sinbad.
- Debemos irnos
- Alejarnos todo lo que podamos, príncipito -¿Esos dos estaban llegando a un mutuo acuerdo?
- Y-yo los acompañare
- ¿Eh? Vieja bruja, tú no tienes que ir con nosotros
- ¡Los acompañare!
En el rostro de la mujer se mostraba la decisión. Iria con ellos. Desde un inicio, ella no pertenecio al palacio, no era igual a esas personas, no era de la realeza. Una paria no dejaria de ser una paria. Sin importar cuanto cambiase, para los de poder seria lo mismo.
- No deberias..
- ¡Ire!
Judal rodo los orbes, que mujer tan terca ¿Por qué Hakuryuu no opinaba y le ayudaba en que la vieja bruja desistiera de esa idea? Ella aun podía permanecer en palacio y disfrutar de comodidades. Ella no era ellos, los soldados clamarian por la cabeza del magi si descubrian que con incluso una mortal herida seguia vivo. Hakuryuu se iba por.. Alto ¿Por qué el príncipe se iba?
Unos pasos se escucharon, y el trio, supo que si deseaban irse tenian que hacerlo ahora, pues una oportunidad igual a esa no se les volveria a presentar; ya luego tendrian aclaraciones.
