Capítulo 1: Prólogo
Bella:
Renésmee. Fue lo único que pude pensar cuando Alice, en voz calma y lejana, alertó que se nos acercaba un vampiro desconocido. Edward parecía debatirse entre los mismos miedos que yo sentía y la calma él sentía que debía aparentar. Quizás lo más sensato era llamar a Jacob para avisarle de las visiones de Alice y consultar por Ness. Tendría que haber escuchado a mi instinto materno que me gritaba que no la dejara ir a La Push, pero era imposible decir que no cuando yo había protestado años atrás porque Edward no me dejaba ir. No podía decir que no y actuar como una hipócrita, aunque me hubiera gustado tener a mi niña entre mis brazos en ese momento. La mirada de reojo de Edward fue contundente. "No entres en pánico" decía. Besó mi sien y me atrajo por la cintura, dejándome acurrucarme a él como una niña en busca de consuelo.
Alice ya lo había visto. Se supone que llegaría en un par de minutos, pero las visiones cambiaban muy rápido y eran poco precisas. Obra de un neófito, seguramente. Uno que no tenía claro hacia dónde ir o dónde se estaba metiendo. A no ser que en realidad supiera más de lo que imaginábamos y quisiera llegar con la mayor sorpresa posible para... ¿atacarnos? El silencio era tenso. Todos aguardábamos con la mirada fija en Alice, a la espera de una señal. De vez en cuando escanéabamos el bosque con nuestra intensa y hábil vista.
-Tranquila, todo irá bien.-murmuró contra mi piel marmórea.
Entonces lo sentimos. Una secuencia de pasos tan veloces como inciertos se desde el norte directo ha nosotros. Eran ágiles y no parecían estar ya muy lejos. Calculé unos cuarenta metros cuando se tornaron más fuertes y de pronto lo teníamos allí por delante. Estaba oculto cerca, en algún lado. Desde su posición nos tendría que estar viendo.
Emmett gruñó, él y Jasper estaban ya agazapados un paso por delante de nosotros, listos para pelear a pesar de que Carlisle dijo que sería un encuentro, de ser posible, amistoso. Carlisle y Esme se encontraban por delante nuestro, tomados de la mano y escrutando la oscuridad del lugar. Rosalie también estaba muy alerta. Con mi cabeza cerca del pecho de Edward podía escuchar sus gruñidos de vez en cuando como una especie de ronroneo muy suave y ocasional. Mi escudo invisible estaba sobre todos ellos, como una burbuja elástica. Alice parecía... bueno, ser Alice. La misma de siempre. De hecho, tenía su gran sonrisa en el rostro. Era lo único bueno a lo que me aferraba. Si ella tenía fé, yo también la tendría.
-No queremos pelear. Puede salir. Sólo queremos dialogar en paz-dijo Carlisle, con el tono autoritario del líder de un clan.
Apreté la mano de Edward suavemente para descargar mis nervios y el me lo devolvió con su semblante más tranquilo. Ya no parecía tener nervios, para nada.
-¿Cómo se que puedo confiar en ustedes?
Era una voz masculina y aterciopelada. Sonaba joven, segura de sí misma. Sin embargo cuando mis ojos dorados se movieron en busca de él hacia el lugar del que venía la voz comencé a hacer arcadas inevitablemente. Al igual que Emmet, Carlisle, Alice y Rosalie quién logró disimularlo un poco desviando la mirada. La sensación que me recorrió el cuerpo fue muy desagradable. El brazo de Edward me sujetó más fuerte hacia él.
-Hace unos años conocimos a Bree Tanner. Ella pidió que te acogiéramos si algún día te encontrábamos. La conoces, ¿cierto?
De pronto, ver en esa dirección era más fácil. Lo pude ver claro y nítido. Un poco más alto que yo, su pelo rubio caía en rulos apenas sobre su cara, sus ojos eran rojos carmesí. Era guapo, aún para ser un vampiro. Llevaba unos jeans y una remera blanca que se pegaba a su piel pálida dejando ver sus músculos. Tendría alrededor de diecisiete años, no más. Su expresión era una mezcla de esperanza, nervios, incredulidad y otras emociones inciertas, pero que le daban un toque adorable.
-¿Bree? ¿De verdad? ¿Cómo está ella? ¿Está aquí?
-No. Fue asesinada, no pudimos hacer nada frente a los Volturi. Son como la policía dentro del mundo vampírico. Imponen el orden, sus leyes y son fuertes-explicó Edward, lento y pausado como si le intentara explicar sobre la muerte a un niño que ha perdido a sus papás.
El chico se tomó un minuto para volver a hablar. Tragó ponzoña y respiró profundo varias veces. ¿Bree? ¿Quién era Bree? ¿La neófita del ejército de Victoria que Jane había mandado a asesinar? Edward tenía muchas cosas que explicarme.
-Ellos... nos habían dicho que ustedes, los de ojos dorados, eran los chicos malos. Que debíamos matarlos o nos aniquilarían. Que eran presa fácil. Nada era así, ¿verdad?
-Lamento eso. Victoria quería atacarnos. Los creó, usó y manipuló para formar un ejército. Los Volturi dieron el problema por solucionado. Ya no hay de qué disculparse. No tenían como saber la verdad-Carlisle volvió a tomar la palabra.
-En todo caso... no entiendo -el chico parecía abrumado. Su rostro compugnido. Pobre, demasiada información para alguien que ha sido creado y recluído del mundo para usar en un ejército con el fin de matarme. - ¿Para qué los quería Victoria? Y, ¿por qué son sus ojos dorados?
-Son historias que estaremos contentos de revelarte-sonrío. -Pero antes que nada, me gustaría ofrecerte un lugar en nuestra familia. Es una promesa que mi hijo Edward le hizo a tu amiga Bree y que me siento obligado a cumplir. Además de que será un placer acogerte -Esme también sonrió y recostó su cabeza sobre el hombro de su marido. Otro hijo más en la familia.
-En realidad... no tengo a donde ir. Y si Bree es petición de Bree... Supongo que podría quedarme... si no es estorbo-respondió luego de una larga pausa.
-¿Cómo te llamas?-preguntó Esme, tendiendo su brazo hacia él y haciéndole señas de que se acercara a ella. Él lo hizo, bastante relajado. Jasper estaría echando una mano.
-Fred.
-Bienvenido Fred-rodeó su hombro con el brazo, aún sonriéndole con una emoción tan genuina que enseguida hizo mella en el nuevo Cullen. -Mi nombre es Esme y él es mi esposo Carlisle. Ellos son nuestros hijos; Rosalie, Emmett, Alice, Jasper, Edward y Bella.
Nos presentamos todos con asentimientos de cabeza o cordiales pero aún no muy confiados saludos. Excepto el de Alice que fue un efusivo abrazo. -¡Bienvenido, hermanito!-chilló.
-Por cierto, hay una condición-Carlisle se aproximó a ellos dos y Fred volvió a tensarse. - Deberás hacer un cambio en tu dieta. Eso es lo que nos da el color dorado en los ojos. Nos alimentamos de animales, nunca de humanos.
-Oh, supongo que podría intentarlo...-Fred nos miró a todos con cautela. -Gracias. A todos.
Me abracé a Edward y le di un rápido beso mientras todos se separaban y se acercaban a Fred o hablaban entre ellos. Él sonrío.
-Tienes muchas explicaciones que darme-murmuré por lo bajo para que solo él me escuchara.
-Lo sé. Te las daré en casa, Bells.
Y sin más, Fred se convirtió en el nuevo integrante de la familia.
