Observó a la mujer ante él. Estaba en compañía de toda la legión de Iscariote XIII y sabia cuales eran las ordenes, aun así no podía. No podía simplemente capturarla y llevarla ante el sumo pontífice.
Sus hermanos no pensaban lo mismo, ya que para ellos (tal y como debía ser) lo principal eran las ordenes del Vaticano.
Pero él veía a esa mujer y no podía, sencillamente no podía. Aquella mujer fuerte brillaba por si misma, ella la líder de la organización Hellsing, una protestante una líder de monstruos que en aquel momento solo pensaba en sus subordinados.
Si, era una cerda protestante, una infiel, pero aquella mujer le recordaba la misma virgen María, luchaba por los suyos y brillaba con su propia luz.
Si, parecían las palabras de un ateo o tal vez las de un borracho, pero en aquel momento no era capaz de cumplir su deber y menos con lo corrompido que estaba Enrico Maxwell, aquel hombre había movilizado a todos los grupos de antiguos cruzados y dudaba que las ordenes que tenían llegaran del santo padre, el poder le había corrompido.
Aunque tampoco era una sorpresa ya que él era el mas grande de los tontos.
Sonrió tranquilizadoramente y bromeó.
-Todos vosotros, tratando de tomar a una mujer por la fuerza… parecéis unos violadores.
Instantáneamente todos se apartaron de la mujer que seguía cabezonamente empeñada en ir junto a sus sirvientes, esta le miró y sonrió.
-Ah… pero una mujer sola como yo… siendo el camino tan peligroso…
Él realmente lo sabia, sabia que no les necesitaba y que podría ir sola sin ningún problema, pero sentía la necesidad de ir junto a esa poderosa mujer, asíque se colocó las gafas y asintió.
-Nosotros la acompañaremos, señora.
Sus hermanos le contemplaban atónitos pero el tan solo sonreía, sabia que Heinkel y Yumie pensarían en que lo hacia para encontrarse con el monstruo que la servia pero aquello no era totalmente cierto.
Al fin y al cabo seguía siendo un humano pecador y sentía que no le habría importado servir a esa imponente mujer.
