Todo empezó un día gris de Noviembre, ni siquiera tenía que estar allí, pero ese día Blaine decidió ir al momento más equivocado al lugar peor.
Un aeropuerto al norte de la ciudad, quería darle una sorpresa a su novio Sebastián y pensó que si iba unos días antes de lo previsto y le preparaba un día de cine lograrían acabar con los problemas de pareja que últimamente atravesaban.
Pero unos ojos se posaron sobre su espalda, mirando fríamente mientras iba andando por la diana para poder luego entrar y embarcar al avión. Estaba detrás de él, como él también estaba embarcando.
Y fue entonces donde todo empezó a ir mal, su primer contacto que iría directamente a la boca del lobo.
Blaine sintió un golpe justamente detrás suyo que lo hizo tropezar y luego caerse sin hacerse daño pero fue una caída fuerte.
-Lo siento mucho no te había visto –dijo una voz atractiva mientras Blaine conseguía girarse y dejarse ayudar por el que lo había empujado.
-No te preocupes, pero tienes que tener más cuidado –dijo Blaine secamente antes de levantar la vista y ver unos ojos azules.
-Espero que no te hayas echo daño –dijo el chico mientras le ofrecía una mano para ayudarlo a levantarse del suelo.
-No, tranquilo estoy bien un simple golpe no puede romperme –dijo Blaine mientras se dejaba ayudar por el extraño –Lo siento tengo que irme o perderé el avión.
Y así a paso rápido siguió su camino hasta llegar a la puerta de embarque de Nueva York en el vuelo 1305 de las ocho.
Blaine espero a que prácticamente todo el mundo estuviera a su asiento para ir a por su asiento odiaba tener que esperar de pie mientras la gente subía y bajaba sus maletas o seguía en medio del avión interponiéndose.
Estaba casi al final del avión, era curioso jamás había estado al final del avión, aunque también era verdad que pocas veces cojea la clase turista, se había despistado y la clase ejecutiva iba llena, no le había quedado más remedio que ir en clase turista, no es que le importara mucho ir en clase turista casi toda su vida había viajado así, hasta hacía dos años, por fin lo había conseguido el empleo de sus sueños, que le pagaban dietas y aviones en primera clase era un sueño merecido por tanto esfuerzo que había tenido que hacer en su vida.
Y de repente lo volvió a ver, era el último pasajero que faltaba lo sabía porque nadie más venía detrás y el avión parecía bastante lleno, faltaban algunos asientos que restaban vacíos como los dos de su lado, quizás esta vez le tocaba ir solo, en cierto modo lo agradecía no sabía nunca quién podría sentarse a tu lado podría ser desde una anciana que únicamente pasaría el viaje hablando de sus nietos o nietas o intentando casarlo con algunas de sus hijas solteronas, o el típico gordo que únicamente pasaba el viaje comiendo y bebiendo sin dejar de hacer ruido en ningún momento salvo para decir sus habituales groserías e insultos variados.
Pero entonces vio que el mismo chico que había conocido en el aeropuerto, el mismo que se le había tirado encima venia justamente a su lado.
Blaine fue caballeroso y le ayudo a subir su maleta al compartimento, y luego el chico se sentó a su lado.
-Hola, otra vez –dijo el chico con una sonrisa.
-Hola, de nuevo que casualidad no que nos volvamos a encontrar es curioso.
-Mucho si pero me gusta al menos hay una cara conocida, quien sabe a quién puede tocarte al lado, una solterona que intente ligar contigo o un ejecutivo que pase el día hablando sobre negocios.
-Sí, no nos pudimos presentar antes, Blaine Anderson –dijo Blaine ofreciendo la mano en señal de saludo.
-Kurt Hummel, encantado de conocerte –por fin pudo identificar al chico como Kurt y no como el chico con el que tropezó accidentalmente en el aeropuerto.
-Y cuéntame Kurt a que vas a Nueva York, por negocios, seguramente serás modelo triunfaras rápido en NYC si buscas una oportunidad la encuentras y tu dudo que tengas problemas para encontrarla.
-Gracias, nadie me había dicho algo así, pero en realidad voy por visitar a alguien muy importante para mí, mi mejor amiga y mi hermanastro viven allí y voy a hacerles una visita.
-Vaya y no harás nada más, en una ciudad como Nueva York donde todo puede pasar.
-No lo sé, quizás vaya a Central Park, o a Broadway siempre quise ir allí.
-Yo podría enseñarte algunos lugares cuando aterricemos –contesto Blaine sin resultar pesado u obsesivo.
-Claro porque no, y tu Blaine que haces tú en Nueva York.
-Trabajo y vivo allí, es bastante estresante de ir de un lugar a otro pero ya sabes si quieres ascender este es el precio del éxito.
-Así que te consideras un hombre de éxito que afortunado eres, no todo el mundo puede decir lo mismo, por desgracia.
-¿Por qué lo dices, estas pasando una mala época? –pregunto Blaine con preocupación no podía entender como alguien tan bello y simpático podría tener algún problema que lo afligiera tanto que incluso parecía que en sus ojos amenazaban con salir lágrimas.
-Bueno se podría decir así, no han sido tiempos fáciles para mi últimamente, me quede sin trabajo, sin nadie en mi vida, y mi padre estuvo en el hospital recientemente –dijo Kurt derrumbándose y soltando las dos lagrimas que ya no podía retener más.
-Y está bien, tu padre quiero decir, ha salido del hospital o… -no quiso terminar la frase sabía que si no había salido sería demasiado doloroso de recordárselo.
-Sí, salió es fuerte y pudo salir sin problemas pero no han sido tiempos fáciles tuve que hacerme cargo del negocio y perdí mi empleo y ahora me quedare en Nueva York esperando una oportunidad.
-Tu tranquilo alguien como tu seguro que encuentra una oportunidad, no te hará falta mucha espera para que alguien se fije en tu talento y consigas lo que quieras –dijo Blaine mientras veía como el rostro de Kurt se iluminaba y echaba una sonrisa.
-Eso espero Blaine, eso espero no podría superar otra decepción en mi vida en este momento, ¿sería demasiado demoledor comprendes? –dijo Kurt mientras echaba un suspiro al aire como si todas sus preocupaciones fueran eso un suspiro al aire.
Pasaron un rato en silencio, demasiada información para asimilar, el traqueteo del avión cortaba los silencios incomodos, y las azafatas constantemente en todo intentando vender zumos, refrescos, comida etc…
-Oye Kurt sería muy grosero si te pidiera el número de teléfono, últimamente necesito un amigo con el que hablar, si es mucha molestia puedes negarte claro lo entiendo perfectamente –dijo Blaine mientras sus labios querían decir más palabras que la velocidad de su cabeza podía procesar.
-Claro, yo casi no conozco a nadie en Nueva York sería bueno tener un guía, mi número es el siguiente 554….
Y allí se intercambiaron los números, era un juego inocente, unos números simples que podrían ser la destrucción de toda una vida en pareja y comenzar una nueva o simplemente un número que nunca jamás llamaría.
Últimamente la vida de Blaine no iba bien, nada bien no había que mentir sobre ello, era un infierno su vida, en casa con Sebastián las discusiones eran constantes, no podía imaginar el motivo a veces era cualquier chorrada, desde cambiar el canal de la televisión hasta coger prestado un cepillo, todo podría acabar en discusión no era su mejor momento, era un echo pero habían vivido tantas cosas juntos que todavía creía que podría darle una oportunidad a su relación, quizás ahora tonteaba con Kurt quizás le convenía una distracción alguien quien no le peleara hasta la más mínima coma.
Y su vida en el trabajo tampoco era mejor que en la amorosa, viajes continuamente por todo el mundo podría llegar a ser el sueño de cualquier persona, pero cansaba, a Blaine le gustaba viajar, pero es que eran tantas las reuniones de negocios que tenía que asistir que únicamente iba del aeropuerto al hotel, del hotel al taxi y de vuelta al aeropuerto casi no podía ni saborear la ciudad en la que estaba que tenía que volver a marchar.
Y todo por el ascenso, que su jefe le había prometido hace un año pero este cada vez parecía más lejano, muchísimo más lejano que el que tenía Blaine en sus sueños.
Lo único que a Blaine le iba bien era el dinero, no se podía quejar, venia de una familia adinerada, él había ido en busca de suerte a la gran ciudad, no quería depender de su familia y lo había conseguido.
Pero aun así, a veces sentía que necesitaba una ventana por la que escapar, algún sitio donde ir, sentir que alguien lo comprendía y le daba esa tranquilidad y seguridad que tanto necesitaba en estos momentos.
-Y no te importaría si te llamara mañana –de repente la voz de Kurt despertó a Blaine de sus pensamientos.
-Mañana casi imposible trabajo, pero que tal el miércoles, ¿te va bien? –pregunto Blaine no quería resultar grosero puesto que había pedido el número de móvil, pero realmente quería planear bien la sorpresa a Sebastián.
-Perfecto, me va bien, tienes que enseñarme tus lugares de Nueva York.
Y Blaine quizás comprendió que había cruzado la línea, la ligera línea entre ser agradable y coquetear, y por su sorpresa había sido correspondido pero no quería malpensar quizás Kurt solo intentaba buscar amigos en una ciudad grande y desconocida, así que todo estaba bien, solo eran eso amigos.
Blaine entonces pensó en la sorpresa para Sebastián, el restaurante que más le gustaba ese que estaba en el Upper East Side, tenía una gran terraza con flores era el favorito de Sebastián, quizás también podrían dar un paseo romántico por Central Park, y remataria la noche con una copa de champan en su terraza privada de su lujoso apartamento.
-¿Crees que tardaremos mucho en llegar? –pregunto Kurt rompiendo otra vez a Blaine de sus pensamientos.
-No un par de horas y estaremos en la ciudad –dijo Blaine con una sonrisa mientras veía que Kurt pedía a la azafata un café volvió a sus pensamientos.
Hacía tiempo que no le hacía un regalo bonito a Sebastián, cuando fue la última vez que tuvo un detalle con él, meses, demasiados meses para una pareja, quizás parte de que estuvieran discutiendo día sí y día también fuera culpa suya, había descuidado a Sebastián al principio todo eran atenciones y ahora todo eran gritos y desesperación.
Quizás él también tenía culpa, Sebastián no era nada fácil de llevar nunca se contentaba con nada a veces sentía que aunque se esforzara nunca contentaría a Sebastián parecía que él era una roca en su camino, lo trataba de menos Blaine se había fijado con los años, eran pequeños detalles, comentarios sin importancia, pequeños gestos pero que al final tenían significado, últimamente estaba más relajado, desde que consiguió ese cargo en la empresa lo había valorado pero Blaine no podía dejar de pensar si todo era una ilusión y que en realidad Sebastián siguiera menospreciarlo.
El viaje estaba a punto de acabar, el piloto ya daba instrucciones para aterrizar y se avisaba a los pasajeros que en 15 minutos llegarían al aeropuerto J K Kennedy en Queens, NYC.
-Ha sido un vuelo agradable ¿no crees? –pregunto Kurt mientras por la ventana se podían ver las luces de los edificios de la ciudad que les daban la bienvenida.
-Sí, ha sido tranquilo –respondió Blaine sin darle más importancia.
-Aunque lo mejor ha sido la compañía
De repente Blaine no tenía más respuestas que dar, simplemente se limitó a dar una sonrisa por cumplimiento.
-Entonces te llamo el miércoles si te va bien, concretamos detalles por mensaje.
-Claro ya quedaremos por ahí.
-Nos vemos Blaine, pero me ha encantado conocerte –contesto Kurt a forma de despedida mientras cogía su maleta y desaparecía mezclándose entre la gente para salir del aeropuerto.
Fue una despedida corta, inesperada pero al igual que todo el viaje, todo había sido una sorpresa tras otra, sin apenas tiempo de digerirlas.
Kurt no perdió tiempo, nada más atravesar todo el aeropuerto, cogió un taxi que lo llevo en la parte más rica de la ciudad en Manhattan, allí se hospedaría en un hotel previamente estudiado, odiaba tener sorpresas a los hoteles así que siempre se aseguraba antes de salir de casa consultar la página web del hotel donde quería hospedase, aunque no había hecho reserva el dinero no era un problema para él.
Ante el majestuoso edificio de principio de años 30, Kurt alzo la cabeza, el encabezado del hotel con luces brillantes, un chico en la entrada encargado de las maletas, esta era la vida de los ricos.
Así que entro a paso firme al hotel con sus maletas de piel de Louis Buitrón exportadas desde Italia las había comprado en internet a un precio razonablemente asequibles al ser de segunda mano pero muy bien conservadas no se notaba la diferencia entre estas y unas nuevas.
-Bienvenido al hotel Carlow de Carlow City en que puedo ayudarle –pregunto amablemente el recepcionista del hotel nada más verlo llegar.
-Quería una habitación –dijo Kurt con voz tranquila sin ni siquiera mover una pestaña al apreciar el lujo del hotel.
Lámparas de araña perfectamente limpiadas, suelos de mármol blanco relucientes, escaleras con alfombras rojas perfectamente colocadas, amplios sofás de estilo moderno europeo y flores frescas por cada mesita de la recepción.
-Lo siento señor pero solamente nos quedan suites de 500 euros la noche –dijo el recepcionista lamentado la falta de habitaciones aunque era habitual el que el hotel estuviera lleno en pleno verano.
-Dame una suite, por ahora por una semana, pagare en metálico ahora, ¿está bien con eso? –pregunto Kurt alzando una ceja al ver la cara de asombro del recepcionista quien no se esperaba que el cliente disponer de una suma de dinero tan grande a mano.
-Por supuesto que sí señor
-Hummel, Kurt Hummel –sentencio Kurt.
-Mi nombre es Andy cualquier cosa que necesite solo tiene que llamar por teléfono al número del hotel y le atenderemos enseguida –dijo el recepcionista mientras empezaba a iniciar su reserva.
-¿Necesita algún documento? –pregunto Kurt viendo como el hombre dudaba
-Sí, D.N.I, y el pagamiento por favor.
Una vez acabado el papeleo, Andy le dio la tarjeta de su habitación, al mismo tiempo que un chico recogía las maletas.
Al entrar en la habitación Kurt pudo ver las paredes de color marrón claro, decoradas con cuadros y fotografías antiguas en blanco y negro, cuadros modernos, una cama de matrimonio grande con sabanas de seda, miniar repleto de champan, botellitas pequeñas de alcohol, unos bombones, televisión de plasma empotrada a la pared, aire acondicionado, y un baño acabado en mármol, entre otros muchos más lujos.
-Muchas gracias puede dejar las maletas aquí –dijo Kurt señalando un rincón cerca de la cama, y dándole al chico una propina generosa.
Al estar solo, se fue directamente al baño, para él la higiene era algo primordial y siempre le gustaba ver en qué calidad estaba el baño antes de quedarse en una habitación, miro a ambos lados y vio todo lo que había; un amplio cuarto de baño con las paredes acristaladas con una amplia bañera y una ducha efecto lluvia, un doble lavabo grande de mármol y un vestidor.
Se había ido a refrescarse al baño, después de lavarse el pelo mientras se secaba el pelo con una toalla seca, oyó un ruido proveniente de su teléfono, era un mensaje.
``Espero que todo haya ido según lo planeado´´
Kurt contesto al instante, todo ha ido de perlas he llegado a la ciudad a la hora no ha habido retrasos de última hora.
``Perfecto tenemos que vernos lo más rápido que puedas´´
Kurt acabo por contestar un simple Ok, no había mucho más que decir.
Kurt miraba el cielo estrellado desde el balcón de su habitación, quizás en alguna parte en las estrellas se escondía lo único que buscaba desesperadamente en este momento de su vida, un cambio que hiciera de su vida un giro de 120 grados y le permitiera volver a respirar con tranquilidad.
En otra parte de la ciudad Blaine se enfrentaba a una prueba de fuego, se encontraba en la puerta de su casa, a punto de entrar pero todavía no sabía si pasar, tenía un mal sabor de boca, quizás el coqueteo con Kurt ahora le daba dolor de cabeza, los remordimientos ahora le pesaban en el corazón y quizás solo necesitaba una distracción, las cosas eran como fuego que solo faltaba una pequeña cerilla para que todo ardiera en llamas.
Finalmente decidió olvidar el coqueteo y ser valiente y entrar a casa a ver la cara de sorpresa de Sebastián.
-Sorpresa, estoy en casa –anuncio Blaine casi gritando mientras dejaba su maleta al lado del escritorio de madera de principios de siglo XVII que Sebastián había traído desde Paris donde vivía su familia.
-Blaine has llegado pero no venias el día 4 –dijo Sebastián tirándose encima de Blaine dándole un fuerte abrazo nada más verlo.
Era una mera de disculpa, pedir perdón por tantas discusiones sin motivo, y empezar de cero, con Sebastián se tenía que ir a base de indirectas era su mejor baza. Al menos no habían vuelto a discutir como la última vez que Blaine volvió de su viaje de Tokio y todo fue mal, hasta tal punto que Blaine volvió a coger el avión y marcharse de nuevo a Tokio a pasar allí el resto de su fin de semana.
-Te eche de menos Blaine, me alegro de verte de nuevo tan pronto –contesto Sebastián dejando el fuerte abrazo para permitir que Blaine pudiera respirar un poco.
-Donde dejaste a tu amante –contesto Blaine en broma mientras entraba dentro del salón.
-Lo deje en el armario, puedes ir y encontrarlo
Blaine sabía que eso significaba que había una sorpresa para él, siempre era la misma broma del amante y siempre había un regalo que Sebastián compraba para el escondiéndole en sitios típicos de escondite de amantes.
Blaine entro y abrió el armario, era grande, cubría casi todo el hueco que tenía la pared especial para el armario, era de madera noble, Blaine la había barnizado hacia poco, abrió y allí encontró una caja muy bien envuelta en papel de regalo.
Y la abrió allí mismo con ansia, siempre esperaba ver los regalos de Sebastián solían ser grandes regalos, relojes de oro macizo, elegantes zapatos hechos en Italia, pero esta vez eran un par de entradas para ir a Broadway para un musical que Blaine quería ver.
-Y todavía hay más regalos pero mejor nos esperamos para descubrirlos –anuncio Sebastián desde la puerta mirando como Blaine sonreía ante el regalo, le había gustado.
-Yo también tengo una sorpresa, vamos a la calle –dijo Blaine agarrando del brazo a Sebastián y arrastrándolo hasta el portal.
-Ahora, a donde vamos Blaine –dijo Sebastián que a duras penas conseguía llevar el ritmo de Blaine.
-Cierra los ojos –ordeno Blaine mientras seguía guiando a Sebastián con el brazo.
Anduvieron unas cuantas manzanas más, el restaurante no estaba muy lejos de su casa, así que no tardaron mucho.
-Ya puedes abrir los ojos
-Pero Blaine porque pero si es nuestro restaurante si hay cola de espera de semanas, como lo has conseguido, es imposible tener mesa –se alborotaba Sebastián haciendo espavientos mientras miraba emocionado el local más de moda de la ciudad.
-Que te crees que no haría por ti –dijo Blaine mientras lo abrazaba.
El camarero los llevo hasta su mesa, daba a la ventana desde allí podían ver a la gente en la calle pasar, había desde parejas muy enamoradas como ellos, hasta gente solitaria que pasaba andado y con ellas miles de historias, desde un chico que llevaba rosas para una misteriosa mujer, a una chica que esperaba ansiosa que la vinieran a buscar a veces Blaine se preguntaba que de interesantes tenían las historias de todas las personas que iban por la calle.
De repente unos ojos fríos los observaban desde el otro lado de la calle, Blaine se sintió observado así que miro disimuladamente arriba no conseguía ver quien era la persona que lo miraba estaba demasiado lejos pero podía ver sus ojos, podía decir que eran unos ojos azules o verdes, pero que le sonaban pero no podía decir de qué.
De repente esa mirada desapareció y Blaine prosiguió con la cena con Sebastián sin darle más importancia.
-Blaine, deberías comer más, estas un poco delgado, como se nota que no estoy yo para cuidarte.
-Sí, se te nota en falta en los viajes, espero que poco a poco no tenga que hacer tantos.
-Pero debes hacerlos Blaine si no ascenderás jamás! –ese comentario calo hondo a Blaine veía que lo decía enserio, Sebastián no iba a cambiar ni siquiera en un momento como este, decidió perdonarlo y seguir con la cena sin embargo en su corazón se podía apreciar la decepción que ese comentario le había hecho.
-Claro, pronto me ascenderán.
-Eso es porque te lo mereces por el esfuerzo que le pones siempre, por eso serás el jefe muy pronto y lo celebraremos por todo lo alto.
Siguieron disfrutando de la velara, hasta que llegaron a los postres y de repente Sebastián dio la gran noticia.
-Tendré que ir una semana a Paris
-Una semana justamente ahora que acabo de venir y no puedes cambiarla –suplico Blaine viendo como sus planes perfectos eran arruinados.
-No Blaine lo siento, ya quisiera poderme quedar pero tengo que ir a esa reunión además mi familia me reclama, estaré muy liado ojala hubiera sabido que venias si lo hubiera sabido…
Incluso cuando la culpa no era suya, Sebastián siempre lograba poner las cosas de su lado, en esta situación todavía podía ver cierto reproche con que hubiera llegado antes de lo previsto.
-Pensaba que tardarías hasta el cuatro, y como solo sería una semana, estaría listo para recibirte, pero al venir antes, me siento mal por dejarte aquí solo –dijo Sebastián mientras terminaba su copa.
Quizás era una señal del destino que tenían que estar separados unos días, quizás así llegarían más relajados y todo iría mejor, no quería agobiar ya que sabía que si insistía demasiado podía acabar mal, así que decidió sonreír falsamente y disfrutar de la velada.
Ni siquiera supo que había pasado, de repente se levantó a la mañana siguiente en su cama con Sebastián obviamente a su lado, quizás irían demasiado borrachos pero por la ropa en el suelo se veía que habían pasado una buena noche o eso creía.
Solamente hubo un pequeño detalle que no reconoció, fue un colgante en forma de hoja llevaba una inscripción, K-1990 no recordaba ese colgante, no era suyo eso estaba claro y tampoco recordaba habérselo visto nunca a Sebastián, así que lo guardo disimuladamente al cajón. Quería investigar más de repente le había entrado curiosidad para descubrir que era ese colgante y sobretodo porque había llegado en su habitación.
Sebastián se despertó lentamente, odiaba los rayos del sol en la cara a primera hora de la mañana así que frunció la cara, despertándose de golpe para no soportar más el sol.
-¿Qué tal cómo has dormido Blaine? –pregunto Sebastián mientras iba camino al baño.
-Bien, oye Sebastián ¿has comprado algún colgante o algo últimamente? –pregunto Blaine disimulando aunque no era el mejor disimulando era fácilmente delatable que estaba interesado.
-No, ¿porque es que quieres comprarme algo? –pregunto Sebastián mientras abría el agua para que se calentara. –Ya te he dicho que no me des más regalos, la cena de ayer fue inolvidable.
-De acuerdo Bas -Blaine suspiro tranquilo no era el mejor disimulando ni mintiendo pero al menos esta vez se había librado de dar más explicaciones innecesarias.
Al instante recibió un mensaje de Kurt, parecía que él también se había levantado temprano y era extraño estaba haciendo un tiempo horrible, a diferencia del sol de ayer, hoy había sol, pero se amanecía una gran tormenta por las nubes negras, a mediodía esas nubes ya taparían el sol y a la tarde empezaría la tormenta.
-Oye mejor quedamos mañana hoy no hace muy buen día, te parece ;).
-De Acuerdo mañana enfrente del ayuntamiento ¿Sabes dónde está?
-Sí, allí nos vemos a las 10?
-Ok hasta mañana Kurt.
-Adiós Blaine que tengas buen día.
Hoy pasaría el día bastante solo, ya que Sebastián trabajaba desde primera hora de la mañana y no volvía hasta la noche.
-¿Estarás bien? –la voz de Sebastián saco a Blaine de sus pensamientos quizás esa pregunta iba con segundas pero en ese momento no quería hablar.
-Sí, vete tranquilo.
Y Así salió por la puerta Blaine aprovecho y seguidamente, removió el cajón hasta encontrar el colgante quería verlo con más profundidad saber si había algún nombre algún número a quien pudiera llamar para saber quién era el dueño del objeto pero nada únicamente habían las palabras K-1990, intento buscar por internet su significado pero habían miles de resultados y ninguno relacionados o con sentido para esta cadena.
Blaine no podía parar de darle vueltas al objeto le tenía hipnotizado parecía una tontería, quizás él era un paranoico pero siempre le habían gustado estas tonterías, eran como misterios que él había de resolver como si de una novela de Agatha Christine se tratara, Blaine era una persona que rápidamente quedaba prendado de las cosas y se obsesionaba con ellas, sanamente por supuesto pero este colgante tenía toda su atención.
Y no pararía hasta encontrar al dueño o el significado del collar, y sobretodo saber porque había llegado a su habitación, ya que estaba convencido que la noche anterior cuando llego a casa y entro en la habitación a simple vista no había nada.
Blaine tubo una idea, iría a la tienda de anticuarios y allí miraría si tenía algún valor ese colgante, quizás el sabría identificar quien fue el que marco la inscripción al colgante de plata, decidido se fue directamente a la calle, la tienda era una tienda muy pequeña llevaba allí desde generaciones había pasado de manos en manos en la misma familia databan del siglo 1850, Blaine solía ir con frecuencia a esa tienda así que sabía que de sobras le harían el favor de mirar el colgante.
Entro en la tienda, estaba vacía solo estaba el dueño del local, los suelos de madera crujían al dar pasos, era madera antigua la habían dejado así para que se conservara el estilo antiguo, no querían tocar absolutamente nada de la tienda, lo máximo que habían hecho fue pintar las paredes cada temporada por higiene y fumigar, el resto seguía igual que cualquier tienda de 1850.
-Podrías mirarme este colgante y decirme si reconoces quien pudo poner esta inscripción –pedio amablemente Blaine al dependiente.
-Claro Blaine, déjame ver –dijo el chico mientras miraba detalladamente el colgante y buscaba unas informaciones por Internet.
Blaine esperaba impaciente en la tienda, miraba toda la tienda, y vio un pequeño reloj, le recordó a Kurt, se fijó que no tenía reloj, pensó que sería un bonito detalle regalárselo, al fin y al cabo que era mejor que un regalo de bienvenida a la ciudad.
-Disculpa este reloj cuánto cuesta –pregunto Blaine mientras miraba el reloj no era gran cosa pero era bonito parecía de oro aunque estaba seguro que no lo era.
-Cincuenta, estamos intentando liquidar estos relojes, casi no se venden la gente quiere algo más comercial –anuncio el chico mientras seguía buscando información.
-Me llevo dos –dijo Blaine sin pensárselo dos veces, el precio estaba muy bien y uno podría ser para Kurt y otro para Sebastián o el en el caso que Sebastián no quisiera ponérselo por no ser de oro puro.
-Por lo que he podido averiguar esta casa está en Tennessee no sabría decirte más por ahora, pero te llamare si se algo mas –le contesto el chico mientras cerraba el ordenador y sacaba del expositor los dos relojes. –Los quieres envueltos en caja con papel o mejor sin papel.
Y después de esto Blaine regreso a su casa, se dio un paseo mientras tenía en una bolsa los dos relojes que acaba de comprar, y el colgante colgando de su cuello escondido bajo la camisa.
Tennessee, era el estado de Sebastián quizás el colgante tenía algo que ver con Sebastián, quizás era suyo y de repente Blaine encajo los cables sueltos de su mente, un amante, Sebastián lo engañaba, oportunidades había tenido miles en sus múltiples viajes.
De repente su corazón se empezó a bombear más fuerte, podía sentir los latidos en sus orejas, mientras estaba allí en medio de la calle inmóvil sin poder moverse.
Se sentía un estúpido, ahora todo tenía sentido, el inesperado viaje de Sebastián a Paris, sus pocas ganas de hacer nada, sus múltiples discusiones, él había puesto toda su ilusión al volver a este viaje, pensando que las cosas mejorarían, que estaban bien, ayer realmente disfruto de la cena y ahora se sentía un estúpido, mientras él lo máximo que había hecho fue coquetear en un avión, Sebastián se divertía con otros.
Y la culpa era suya, era demasiado idiota para no haberse dado cuenta antes, todo lo indicaba y el seguía sin querer creerlo incluso ahora tenía sus dudas, él siempre había sido un paranoico y exageraba las cosas y las sacaba de contexto fácilmente quizás lo mejor sería esperar que Sebastián volviera de Paris y así descubrir si decía la verdad.
Allí podría llamar al supuesto hotel donde Sebastián se hospedaba y descubrir la mentira, pasaría los días investigando a Sebastián, quizás no estaba bien pero si lo engañaba estaba en su derecho de investigar y de pedir explicaciones.
Pero si por el contrario finalmente todo eran imaginaciones suyas, habría una auténtica guerra de insultos que Sebastián iniciaría y no terminarían en meses, Sebastián era una persona muy orgullosa y no permitiría jamás que alguien lo acusara de algo que no había hecho y empezarían otra vez con las discusiones estúpidas de: ``No confías en mi´´ ``Nunca me crees´´ ``que tengo que hacer para demostrarte que te quiero´´ ``Ya estas con tus paranoias de adolecente´´ ``Madura o no llegaremos a ninguna parte´´.
Y no quería pelear más, no lo podría aguantar otra vez, eran demasiados gritos que nunca llegaban a ningún puerto salvo el de hacerse daño inútilmente, ya que cuando dos discuten al final ninguno tiene la razón, siempre la verdad amanece en un punto intermedio.
Intentaba no pensar, era mejor estar seguro antes de acusar a Sebastián de algo que por el momento no había hecho, si era cierto ya tendría tiempo para pensar que le diría, y obviamente le abandonaría, pero por el momento estaba allí mirando fijamente a la calle sin ver más que diferentes rostros que tan pronto se acercaban al hasta alejarse por el horizonte y quizás jamás volverlos a ver.
Así se sentía el en estos momentos desorientado, sin saber a dónde ir, y su futuro no era mucho mejor que estas predicciones quizás todo lo que era su vida simplemente se desvanecería en unos segundos si descubría que Sebastián tenia a otro, u otros quien sabe que había podido hacer en estos días, una pequeña parte decía que nada que todo eran paranoias suyas, la otra decía que ese colgante tenía que ser de alguien, y otra simplemente decía que negaba lo innegable y Blaine seguía sin saber que hacer salvo esperar descubrir la verdad.
