Hacía frío, los vistosos ropajes aptos para el baile, pero incapaces de proteger del cruel clima se le ceñía al cuerpo como una segunda piel. La caminata era larga, la noche sin estrellas denotaba una curiosa sensación de soledad. Con la vista clavada en el pavimento y los zapatos de baile gastados por la cruel realidad, Alma Douglas volvía a casa.
-¡Vallasen ambos al infierno!- exclamo una joven.
¡Cálmate Marian! – imploro su hermano.
¡Cállate!, tu eres un maldito traidor…y tu, eres peor que una rata no vales anda, Alma,¿me escuchaste?, solo das asco a todos.
La mencionada permaneció quieta, con la vista gacha simplemente tratando de perderse en los delicados vidrios esparcidos. Nuevamente sucedía lo mismo, Marian gritaba insultos en su contra, en aquellos momentos lo mejor era perderse en su mundo particular…alejada de Marian, de aquella casa y el recuerdo de sus padres.
¡Mírame Alma! – gritó con odio.
Aquel había sido su error, alzar la vista y encontrarse con los verdes ojos de su hermana, igual a los de su padre: con aquel tenue color mezclado de rabia y desprecio que reservaban par ella. No supo cuando, todavía estaba inmersa en el mirar de la joven cuando una punzada de dolor ataco su cuello, lentamente toco la superficie dolorida sintiendo la primera gota de sangre emanar…Marian sonreía victoriosa.
Una ráfaga de viento atizo su lado derecho, apenas tuvo tiempo de girar la mirada para percibir una borrosa mancha café que se esfumo al instante. Todavía mantenía la vista clavada en el lugar de la aparición, cuando el grito de su hermano la llamo tenido de angustia.
La ojiverde yacía en el suelo en medio de un lago carmesí, Alan la sostenía en brazos tratando de detener la hemorragia. Su cuerpo exhibía varios cortes, como si una daga invisible se hubiera ceñido sobre ella.
Esa noche lo vio por primera vez en la realidad, alado de la joven inconciente con las garras empapadas en sangre ajena. Se erguía orgulloso, con la mirada clavada en Alma…podría haber pasado por un lobo de gran tamaño de no ser por las orejas que le llegaban hasta el pecho, y la cola enroscada entorno a su cuerpo. Aquellos ojos azules tan similares a los suyos los recordaría por siempre…pero no era necesario, ya los recordaba, solo que no lo sabia.
Las luces de un auto le hicieron señas desde el extremó de la acera. Lo miro con indiferencia, no era el primer automóvil que la invitaba, eso se ganaba por estar en una calle poco recomendable a estas horas.
El vehiculo se detuvo a su par, la chica lo miro temerosa preparada para huir y al mismo tiempo rezando por que solo necesitara indicaciones. Las dudas se esfumaron al ver la cara familiar, los ojos verdes la inspeccionaron con reproche.
Lo lamento – le dijo al joven.
Se despeino el cabello como solía hacerlo cuando lo atacaban los nervios, un suspiro salio de su boca antes de mirarla como a una niña que se le había escapado su mascota preferida. Alan tenía 17 años, siempre el neutral salvo cuando se trataba de ella, en ese momento era el eterno protector. Lo quería más que a nadie, es que no podía querer a nadie más…por que simplemente no existía.
Acomodándose en el asiento de acompañante lo miro con duda, nunca anticipaba sus reacciones: sermón, regaño, compasión, broma. Con Alan era algo aparte, "indescifrable" lo describiría a la perfección…
No te voy a regañar – anuncio sintiendo como su hermana se relajaba.
Deberías – dijo mirando por la ventanilla.
Sabes que nunca lo has necesitado, tu misma lo haces mejor que cualquiera – bromeo.
No es verdad…me haces parecer como una masoquista.
El pelinegro la miro arqueando una ceja, Alma se limito a empujarlo levemente mientras él reía. La joven lo miro con expresión ofendida para luego volver a perderse en su mente dejando el silencio.
Bueno…¿Qué quieres de cenar?
Lo que quieras –dijo secamente volviendo a su antigua pose.
Puede ser…comida china, italiana…mmm quiero pizza, - exclamo entre fingidos sollozos.
Alan –lo llamo.
Auque unas hamburguesas suena tentadoras…
No me admitieron –dijo secamente.
El silencio volvió a reinar, mientras la joven esquivaba la mirada. No sabia como lo hacia, necesitaba contarle…aunque no se lo pidiera. Era su hermano, confidente, amigo…pero cada vez que fracasaba se hacia más duro mirarlo a los ojos. Sabia que a él no le importaba, pero no quería depender de la herencia de sus progenitores para siempre, aunque bien podía hacerlo, necesitaba demostrarles a todos que….valía.
Son unos ciegos si no vieron tu talento, Alma – la voz de su hermano la saco de las cavilaciones.
Alan…según tu más de 5 jurados están ciegos
¡y lo sostengo!...yo soy el único que aprecia la verdadera belleza – dijo dramáticamente para luego dirigirle una sonrisa.
Me gustaría comida china.- acepto devolviéndole la sonrisa.
La cabeza le latía sin parar, caminar por más de 20 minutos con 9 grados y vestida con traje de ballet no fue una de sus mejores ideas. Sentada en uno de los primeros bancos de la clase apenas si distinguía el pizarrón, con un sonoro estornudo interrumpió una extensa explicación ganadote una mirada de reproche.
-Perdón – susurro.
El profesor volvió a sus ecuaciones y la cabeza de alma al banco, odiaba estar allí. Aquel salón de clases había sido su tortura personal durante años, casi daría lo que fuera por que alguien la molestara…pero en cambio parecía ser un fantasma que recorría los estantes de la biblioteca. Cada tanto algún alumno reparaba en ella con una mirada de temor, varios de ellos recordaban la escena de segundo año…y los que no seguro habían escuchado el chisme en donde aparecían dragones, lanzas y ella como demonio de la muerte.
No podía culparlos, de no ser ella misma la protagonista se protegería de esa niña demoníaca. Sin embargo sabia que podía haber sido peor, aquella vez solamente le habían gritado un grupo de niñas…la razón era obvia, su espeso cabello pelirrojo y ojos azules causaban el enojo de las demás mujeres. Alma sabia como soportarlo, estaba bien entrenada…mirada gacha y muda, pero aquellos insultos no pararon…no se pudo contener y rompió en lagrimas antes de darse cuenta, en ese instante varios libros y útiles cayeron de la biblioteca sobre las agresoras.
La pelirroja no lloraba nunca, sabia que no podía darse aquel lujo. Cada vez que lloraba por culpa de algún insulto o se enojaba con alguien pasaban cosas horribles, cosas que se caían, muebles que se movían, objetos punzantes…pero solo una vez aquel lobo. Ese animal misterioso que solo había visto una vez, que aparecía en sus sueños como un tierno cachorro pidiendo caricias…pero esa vez salto contra Marian sin compasión.
Desde ese momento no lo volvió a ver, solamente en sus sueños con aquella tierna imagen. Sabía que era su culpa, que ella hacia esas cosas…que estaba maldita, como solían decir sus difuntos padres y tíos. Por ella Marian vivía con la hermana de su madre, Alan también la había visto…sintió el miedo en su mirada, pero él se quedo con ella, negándose a abandonarla permanecieron en una casa diferente a la de su hermana, aunque legalmente los tres estaban al cuidado de sus tíos. De no ser por Alan hubiera terminado en un internado para psicópatas…"De no ser por Alan", siempre que repetía esa frase sentía que ataba a su hermano a ella. Es que con él era "Alma", no la niña maldita…sino una chica de 15 años que le gustaba bromear y amaba bailar, la Alma del colegio y la Alma de Alan eran completamente diferentes….a veces se preguntaba cual seria la verdadera.
El timbre sonó, dejo que los demás se macharan apresurados, no tenia ánimos de salir por los pasillos repletos de estudiantes con aquel martilleo incesante en su cabeza. Una vez que los gritos se apagaron comenzó a guardar sus cosas, medio tambaleando cargo su mochila al hombro y salio del salón.
No había nadie en los pasillos, el cuerpo el pesaba más a cada paso que daba. "Maldición, debo tener fiebre" se reprendió, las figuras comenzaron a borrarse hasta el punto de no distinguir…solamente percibir como su cuerpo caía.
Unos fuertes brazos detuvieron su caída, se sentía calido y…"bien". Abrió un poco los ojos siendo consiente que los había cerrado, un suave olor familiar inundo sus fosas nasales.
-¿Estas bien? – pregunto una voz con dulzura.
No podía hablar, las nauseas la atacaban sin darle tregua y entre la confusión no entendía si estaba dormida o despierta. La fría mano resulto para su frente el remedio ideal, por inercia la cubrió con la suya para que no la abandonara. Una melódica risa masculina llego a sus oídos, haciendo un esfuerzo sobrehumano logro divisar su rostro. No podría haberlo descripto con nada mas que "perfecto", las pálidas facciones parecían esculpidas para agradar enmarcadas entre mechones de pelo caoba que tentaban a tocarlo…los ojos color pensamiento la inundaron perdiéndola, haciéndola creer que volvía a soñar….
-Lobo…- pronuncio antes de perder la conciencia.
