Disclaimer. Los personajes no me pertenecen, aunque la trama es mía, solo mía, mi tesoro. Aunque con un poco de inspiración de un par de películas.

Lo que está escrito "entre comillas" son los pensamientos de la gente, mientras que lo que está escrito en cursiva son conversaciones telefónicas o en la lejanía.

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Advertencia, para que no haya líos. Está historia está escrita desde dos puntos de vista. Por un lado, Bella, y por otro, Edward. Un capítulo será pov Bella y otro pov Edward, referente al mismo día. No se si me explico, pero ya lo iré diciendo en cada capítulo.

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Los protagonistas son humanos.

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CAPÍTULO UNO, POV BELLA.

Iba caminando por el bosque cuando, de repente, la luna llena que había iluminado la noche hasta ese momento, desapareció tras una espesa nube. Me asusté, pero no me moví, a pesar de que deseaba echar a correr. Alguien se acercaba, y yo seguía inmóvil. Cada vez estaba más cerca. Conseguí que al fin mis pies obedecieran las órdenes que hacía minutos que mi cerebro iba mandando. Me di la vuelta a tiempo de ver aparecer ante mí una figura.

- Bella! – exclamó una voz a mi lado. Abrí los ojos y vi a mi hermana a mi lado. – Ya hemos llegado.

Estaba en el coche, de camino a la casa de campo en la que solíamos pasar los fines de semana y las vacaciones. Mi hermana Alice había sido la que me había despertado, aunque no íbamos solas. En el coche iban mis otras tres hermanas: Rosalie, Victoria y Renesmee, mientras que en el coche que teníamos delante iban mis padres, con todo nuestro equipaje.

En cuestión de minutos, Rosalie estaba aparcando frente a la casa. La casa solo tenía tres habitaciones, aunque todas eran bastante grandes. Tan grandes que solíamos dormir las cinco en una misma habitación. La casa estaba bastante cerca de un lago. Como tradición, antes de sacar las maletas del coche, loas cinco íbamos al lago a bañarnos, vestidas. Y así lo hicimos ese día. Las cinco salimos del coche, vaciamos nuestros bolsillos y nos metimos en el agua.

- Bella, estás bien? – dijo Alice, mi hermana de dieciocho años. Un año menor que yo.

- Si. – nadé hacia ella y colgué en sus hombros.

- Estás muy seria. En el coche ya lo estabas. – dijo empezando a nadar, conmigo sobre su espalda.

- Tuve un sueño muy extraño. Vamos, tortuga.

Alice comenzó a reír y nadó más deprisa hacia donde estaban jugando nuestras hermanas. Rosalie, de veinte años, Victoria, de veintiuno y Renesmee de diecisiete. En cuanto llegamos a su lado, Renesmee nadó hacia mí, me empujo y ahora fue ella la que luchó por subirse sobre mi espalda.

- Habéis visto? Este verano vamos a tener vecinos. – dijo Victoria, mirando hacia la casa que había al otro lado del lago. Hacía años que nadie iba a esa casa. – Me pregunto quien será.

- Podríamos ir a visitarles esta tarde. – dijo Renesmee.

- Aun tenemos que deshacer el equipaje. – respondí, mirando también hacia la casa.

- Esta noche, en el club. Tal vez les veamos en la fiesta. – dijo Rosalie, que era la más sensata de todas. – Una carrera hacia el muelle?

- Vale. – dijimos las cuatro al mismo tiempo.

Renesmee se bajó de mi espalda y nadamos hacia la orilla. Una vez allí, las cinco nos pusimos en fila y, cuando Rosalie dio la señal, echamos a correr. Una vez que entramos en el agua, nadamos hacia el muelle, que estaba a unos cien metros. Una vez allí, dimos media vuelta y volvimos a la orilla.

- Oh, no! – dijo Alice cuando llegamos a la orilla. – No habrá quien la haga callar después de esto.

Renesmee estaba en la orilla, bailando. Había ganado. Las demás habíamos llegado más o menos al mismo tiempo.

- Os he ganado! Os he ganado! – iba cantando mientras bailaba.

- Te vas a enterar. – dijo Victoria, que estaba empezando a reír. – Adelante. – cuando dijo eso, las cuatro fuimos hacia Renesmee y la cogimos por los brazos y por las piernas.

Fuimos corriendo hacia la orilla y la tiramos al agua.

- No sabéis perder. – gritó, poniéndose en pie dentro del agua.

Ignoré sus quejas, empecé a quitarme la camiseta y la estrujé para que se secara un poco. Las cinco terminamos volviendo a casa sin camiseta. En el porche, había cinco toallas. Nos quitamos la ropa y nos cubrimos con la toalla, estando en ropa interior. Dejamos la ropa mojada en un cesto y entramos descalzas en la casa. Me sorprendió ver que mis padres no estaban solos en casa. Estaban hablando con una pareja de su edad, de unos cuarenta y cinco años.

- Chicas, al fin habéis llegado. – dijo mi madre. Nos acercamos a ella y nos presentó. – Chicas, éstos son los señores Cullen. Carlisle, Esme, ésta son nuestras hijas: Victoria, Rosalie, Isabella, Alice y Renesmee. – dijo mientras nos señalaba conforme iba diciendo nuestros nombres. – Los Cullen son los dueños de la casa que hay al otro lado del lago.

- Encantada. – dijimos mis hermanas y yo al mismo tiempo.

- Charlie, Susan, debemos irnos. Las fieras deben de estar hambrientas. – dijo el señor Cullen, dedicándonos una amplia sonrisa. – Nos ha encantado conoceros, chicas.

- Espero que nos veamos pronto. – dijo la señora Cullen.

Mi madre acompañó a los vecinos a la puerta, mientras que yo empezaba a subir al dormitorio. Tardamos más de una hora en bajar a comer, ya que nos duchamos todas y aun teníamos que sacar algo de ropa de nuestras maletas, las cuales aun teníamos que deshacer.

La mesa ya estaba puesta cuando bajamos a comer. Mi padre nos contó que los Cullen le habían comprado la casa al dueño del club, y que habían ido allí a pasar el verano con sus cuatro hijos y sus dos sobrinos, hijos de la hermana de la señora Cullen, aunque dijo no saber la edad que tenían los chicos cuando Renesmee se lo preguntó.

Para hacer las tareas de la casa, salíamos hacer unos horarios. Ese día me tocaba a mí quitar la mesa, mientras que a Alice le tocaba lavar los platos. Mientras tanto, las chicas empezaron a deshacer las maletas. Ayudé a Alice a terminar de fregar y subimos a deshacer el equipaje nosotras también.

Esa tarde, fuimos al pueblo, donde nos encontramos con una de mis mejores amigas, Ángela, la hija del dueño del club.

- Hola chicas! – dijo al vernos y vino directa a abrazarnos. – hola Bella.

- Ángela, cuanto tiempo.

- Vais a venir esta noche a la fiesta, no? – dijo mientras paseábamos las seis por el pueblo.

- Como siempre.

- Genial, porque hay novedades.

En cuanto dijo eso, mis hermanas, que iban delante de nosotras, se detuvieron en seco.

- Novedades? – preguntó Victoria un poco ansiosa.

Desde que lo había dejado con su novio hacía ya cuatro meses, Victoria estaba un poco desesperada, por no decir que iba muy quemada. Me puse a reír ante su pregunta, y por ello recibí un codazo en las costillas por su parte.

- Si. Esta noche os lo cuento. – dijo Ángela, riéndose de mí. – queréis comprar algo?

Nos pasamos más de dos horas recorriendo tiendas, hasta que encontramos una en la que nos compramos algo de ropa para esa misma noche. Todas se compraron un vestido, menos Rosalie y yo, que nos compramos una camiseta y una falda.

Acompañamos a Ángela a su casa y volvimos a la nuestra, donde nos vestimos, nos peinamos y nos dejamos maquillar por Alice. Nos fuimos los siete, a pie, hasta el club, donde cenaríamos y estaríamos de fiesta.

Ese año, el señor Weber, el padre de Ángela, había decidido preparar dos salones para la cena. En uno cenarían los adultos y en el otro los más jóvenes. El salón se fue llenando, salvo seis asientos. Ya estábamos cenando cuando llegaron.

- Mirad, las novedades. – susurró Ángela para que solo nosotras la oyéramos.

Los muchachos dudaron, pero Ángela se puso en pie y, como la hija del dueño, fue a saludarles. Los asientos libres estaban justo delante de nosotras e, inevitablemente, el ambiente se tensó cuando entraron los chicos. Ángela encendió el equipo de música, lo que nos ayudó a animarnos un poco, y continuamos con la cena.

No quería mirar a los chicos directamente, los cuales hablaban entre ellos, pero les miré de reojo y me acerqué un poco más a Ángela.

- El de la derecha se llama James, tiene veintidós, Jasper veintiuno, Emmett veinte, Edward diecinueve, Jacob dieciocho y Seth diecisiete. – dijo nombrándoles por el orden por el que estaban sentados, que ya era casualidad que se habían sentado de mayor a menor. – Jacob y Seth son hermanos y son los primos de los otros cuatro, los Cullen, que son hermanos. Están buenísimos.

- Y que lo digas. – dije mirando a mis hermanas.

Ellas también estaban mirando a los chicos. Renesmee, que estaba sentada al otro lado de Ángela, lo había escuchado todo y se lo estaba diciendo a las demás. No pude evitar ponerme a reír ante esa imagen. Se notaba a la legua que estaban hablando de ellos. Sentí como si alguien me estuviera mirando, pero cuando miré en su dirección, no había nadie mirándome, sino cenando y hablando.

- Luego hay una fiesta. – dijo Ángela, hablando a los chicos. – mi padre suele hacerla para que nos conozcamos todos.

- Será genial. – dijo el chico moreno, de pelo corto rizado y ojos azules. – Soy Emmett. – añadió al darse cuenta de que yo también le estaba mirando, tendiéndome su mano por encima de la mesa, la cual estreché al momento.

- Bella Swan. – dije correspondiendo su sonrisa.

- Swan… me suena…

- Vivimos en la casa que hay al otro lado del lago.

- Ah! Si! mis padres fueron esta mañana. Vuestra casa es tan pequeña como la nuestra?

- No se como es la vuestra.

- Somos ocho personas en tres dormitorios.

- Entonces si. Nosotros somos siete en tres dormitorios también.

Yo no solía hablar tanto con la gente que no conocía de nada, pero Emmett desprendía una confianza que me facilitaban las cosas.

Emmett, Ángela y yo estuvimos hablando durante lo que quedó de cena, mientras que tanto sus hermanos y primos, como mis hermanas, seguían mirándose de reojo.

Cuando la cena terminó, fuimos hacia el jardín, en el que había mesas con bebidas y un poco de música. Casi todos empezaron a bailar. Estaba hablando con Ángela y mis hermanas cuando noté una mano sobre mi hombro.

- Quieres bailar? – dijo la voz del único Cullen con el que había hablado. Me di la vuelta y sonreí.

- No suelo bailar. Básicamente, porque no se.

- Yo te enseño.

- Os importa? – dije mirando a mis hermanas, que me miraban alucinadas. Todas negaron con la cabeza y volví a mirar a Emmett. – De acuerdo entonces.

Emmett me cogió de la mano, besó el dorso de la misma y me llevó hacia la zona en la que todos estaban bailando. Una canción lenta comenzó a sonar y Emmett llevó mis manos alrededor de su cuello y las suyas a mi cintura.

- Tus hermanas son muy guapas, y tú amiga también.

- Si, lo son. – dije orgullosa.

- Tú también, eh.

- Gracias.

- Creo que a James le gusta la pelirroja. No ha dejado de mirarla durante toda la cena.

- Victoria tampoco le ha quitado ojo. – dije dándome cuenta de que él también estaba mirando fijamente a alguien. Disimuladamente, nos dimos la vuelta y vi a quien estaba mirando. – Quieres que te presente a Rosalie?

- Eh? Que? Yo… creo que a ella le gusta Edward. – dijo con tristeza.

- Edward?

- Si, el que parece que no sepa lo que es peinarse. – dijo refiriéndose al chico de pelo cobrizo y despeinado.

- Pero cuando Rosalie hable contigo, se dará cuenta de lo estupendo que eres. – dije logrando hacerle sonreír.

Ahora fui yo quien tomó su mano y tiré de él hacia donde estaban las chicas. En cuanto llegamos a ellas, solté a Emmett y le di un breve empujón hacia Rosalie.

- Rosalie, serías tan amable de bailar conmigo? – dijo tímidamente, hablando entre susurros.

- De acuerdo. – dijo después de pensárselo demasiado tiempo. – será divertido. – dijo sonriendo al fin.

Los dos se fueron hacia la pista de baile, bajo la atenta mirada de los cinco chicos.

- Yo me voy a ir dando un paseo. – dije mirando a mi familia. – estoy cansada, me voy a casa.

- Se lo diremos a papá y a mamá. – dijo Renesmee. – ve tranquila, hermanita.

- Gracias. – me despedí de ellas con un beso en la mejilla y me marché, despidiéndome con la mano a Rosalie y Emmett, que se despidieron de mí de igual forma.

La noche era fresca y tranquila, como a mi me gustaba. Iba caminando por el bosque cuando, de repente, la luna llena que iluminaba la noche hasta ese momento, desapareció tras una espesa nube. Estaba empezando a asustarme, y no solo por la situación, sino porque me sonaba mucho esa escena. No podía moverme, aunque deseaba marcharme de allí. Alguien se acercaba, y yo seguía sin poder moverme. Pude dar un paso adelante al fin, cuando vi aparecer ante mí una figura.

- Quien es? – dije dando un paso atrás.

- No tengas miedo. – dijo una voz desconocida.

- Es un poco tarde para eso.

- Solo quiero hablar contigo. – dijo avanzando hacia mí.

El bosque empezó a iluminarse de nuevo y logré ver el rostro de mi acompañante. Era uno de los chicos que habían ido al club con Emmett, uno de sus primos. "Creo que es…"

- Me llamo Jacob. – dijo interrumpiendo mis pensamientos. – Tu amiga, la hija del dueño del club, me ha dicho que te llamas Bella.

- Así es.

- Perdóname por haberte asustado.

- Tranquilo. Es que tuve un sueño un poco raro y se parecía mucho. Yo… soy un poco paranoica. – dije soltando una risita nerviosa. – Encantada Jacob. – dije tendiéndole mi mano, la cual tomó al momento.

- Lo mismo digo. Puedo acompañarte?

- Me iba a mi casa.

- Te acompaño. Vivo cerca.

- De acuerdo. – dije al darme cuenta de que no iba a rendirse.

Jacob vino a mi lado y empezamos a caminar por el bosque de camino a mi casa. Me estuvo contando que él y su hermano Seth se apuntaron a estas vacaciones casi en el último momento. Yo le hablé de mi familia y de que solíamos ir allí todos los fines de semana y por las vacaciones.

Debo reconocer que me lo pasé bastante bien ese rato que pasé junto a Jacob. Era un chico muy agradable, y su sonrisa era muy tranquilizadora. Al fin, llegamos a mi casa y fuimos hacia los columpios que teníamos en mi jardín.

- El campo es tan relajante… - dijo cuando nos sentamos en los columpios.

- Por esa razón mis padres compraron la casa. Nueva York es de lo más agobiante.

- Lo mismo digo de Seattle.

- Bueno, ahora que tus tíos han comprado la casa, podrás venir más a menudo a relajarte al campo. – dije sonriendo. – Yo, cuando viene época de exámenes, vengo aquí a estudiar.

- Tal vez venga de vez en cuando. Tal vez nos veamos. – dijo sonriéndome de nuevo.

- Tal vez. – susurré. – bueno, me voy a casa, estoy bastante cansada. – dije poniéndome de pie. – Gracias por tu compañía, Jacob.

- Te acompaño a la puerta.

Fuimos hacia la puerta de la casa y abrí la puerta. Iba a entrar, pero Jacob me cogió de la mano y me quedé paralizada. Me aparté un paso de él, intentando ser delicada. Estaba empezando a sentirme incómoda.

- Perdona. – dijo bajando la vista al suelo. – me gustas.

- Apenas nos conocemos.

- Pero me gusta lo que se de ti. Bella, eres especial.

- Jacob, me caes bien, y me pareces un chico estupendo, pero… no se… creo que es algo precipitado. – entré en la casa, pero me quedé al lado de la puerta.

- Podremos vernos mañana? – preguntó un poco ansioso.

- Tal vez nos veamos por el pueblo o por el lago.

- Genial. – sonrió, lo cual me tranquilizó. Al menos, no se había tomado mal el rechazo. – Felices sueños.

- Buenas noches Jacob.

Cerré la puerta de casa, pero no me moví. Cogí aire, respiré hondo varias veces y entonces me fui hacia el dormitorio. Me puse el pijama y me tumbé en la cama. No habían pasado ni quince minutos cuando mis hermanas entraron en el dormitorio. Todas menos Victoria.

- Y Vicky?

- A bajo. – dijo Renesmee. Se puso el pijama y se tumbó a mi lado. – la han pillado en un armario con James Cullen. Imagina lo que estaban haciendo. – dijo guiñándome un ojo con picardía. Sus gritos se oyeron por todo el hall y la abuela Weber fue a ver que era lo que pasaba. Casi le da un infarto. Y tú qué?

- Yo qué?

- Vi como el morenazo se marchaba detrás de ti. – dijo Alice, tumbándose en su cama.

- Quien? Jacob? – dijo Renesmee sentándose de golpe.

- Me siguió y, después de matarme del susto en el bosque, me acompañó a casa.

- Y?

- Nada Renesmee, solo hablamos.

- De qué? – insistió.

Me senté en la cama y miré a mi hermana, que me estaba taladrando con la mirada. Parecía estar enfadada.

- Renesmee, pero que narices te pasa? – dije empezando a cabrearme yo también.

- Nada, solo tengo curiosidad. – se levantó de golpe de mi cama y se tumbó en la suya, dándome la espalda, cosa que nunca hacía.

- Déjala. – dijo Rosalie sentándose a mi lado. – Oye, gracias por presentarme a Emmett. Es un chico estupendo. Y pensar que me había fijado en su hermano…

- Emmett es muy agradable, y le gustas. – dije empezando a quitarle los clips del pelo, del recogido que se había hecho.

- A mi también me gusta. Gracias Bella. – Rosalie se dio la vuelta y me dio un abrazo antes de irse a sentar a su cama.

Ya estábamos todas tumbadas en nuestras respectivas camas cuando Victoria entró en la habitación. En cuanto vi la cara que traía, tuve que taparme la cara con la almohada para poder ahogar el ataque de risa que me estaba entrando. Su melena pelirroja estaba tan alborotada como si hubiera metido los dedos en un enchufe, y los labios ya no estaban pintados, pero si su cara.

- Ni una palabra. – dije sin mirarme, yendo hacia su cama, en la que se tumbó sin molestarse en cambiarse de ropa.

Conseguí contener la risa y me concentré en dormirme, lo que conseguí al cabo de una hora, pero no dormí nada bien esa noche, ya que vi a Renesmee levantarse de su cama y se marchó de la habitación con la almohada en sus brazos. "Que es lo que le pasa?"

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Bueno, como una de mis historias está a un capítulo de terminar, he decidido colgar ya ésta nueva historia. Se termina una de Edward y Bella y llega otra de Edward y Bella.

Espero que me digáis que os ha parecido éste primer capítulo. En el siguiente, se verá este mismo día desde el punto de vista de Edward.

Besitos guapetonas!