Buenas a todos por aquí. Este es mi primer fanfic. Francamente libero mi imaginación al cien con estos escritos. Una historia en la cual un fuerte vínculo nace, y de qué tan fuertes son los sentimientos entre seres de distinta especie. ¿Qué mejor ejemplo que hacer una relación entre humano y pokémon? No sean duros. Iré mejorando conforme dejen sus posibles comentarios y críticas. Adoraría recibir PM por si algunos tiene dudas más centradas. Gracias por su atención.

Posdata: Yo no soy dueño de Pokémon ni de sus franquicias, simplemente estoy usando esta idea para crear una historia a base de mi imaginación y compartirla ante ustedes. :D

Update: Por decisión personal decidí cambiar la clasificación... ahora es "T". Francamente el rumbo de mi historia no será tan explicito como pense. De resto, espero que los pocos que vean mi escrito lo encuentren entretenido, gracias.


Suelo viajar por toda la región de Kanto, observando paisajes, ciudades, y las fronteras que conectan a estas tierras con el resto que falta aún por explorar: Johto, Sinnoh, etc… Pero más que todo, dibujo y documento con mi cuadernillo a los pokémon.

Son seres que desde infante me han llamado la atención. Siempre me parecen extraños; a diferencia de animales comunes, estos seres tienen rasgos y comportamientos diferentes… parecen ser casi igual de inteligentes que nosotros. Muchas veces comprenden el lenguaje de uno. Increíble. A pesar de eso, nunca me animé a entrenar uno, no me sentía capaz. Pero disfruto verlos en su habitad, o con sus entrenadores, documentando y sacando información, para algún día, ser un gran enciclopédico.

Aquellos eran los pensamientos de los cuales llenaba mi cabeza cada día; motivándome a explorar más estas grandes regiones. Me encuentro en camino a ciudad Verde, en la cual iría a aprovisionarme para ir justamente a ciudad Plateada. Aún quedaba un buen trecho, así que decidí perderme en el bosque del camino y explorar para armar un campamento. Me tomó un buen tiempo, pero el lugar era de lujo: suelo firme, un riachuelo puro al lado y un buen lugar para crear una fogata. Me siento de locos, puesto que es el mejor campamento que he tenido en el transcurso de estos días.

Al llegar la noche, siempre suelo pensar en las cosas que he vivido. Me gusta. Puesto que la luna y el frio silencioso del ambiente hacen que mi mente emane experiencias. Puse a calentar unos fríjoles en lata y esperé para después marcharme a dormir. Lo que yo no sabía es que esta noche iba a ser diferente de las demás… y no porque encontrara un sitio bonito para acampar.

Un sonido escabroso provenía de unos arbustos. Me puse en alerta. Mirando mis alrededores. Se detuvo. Deduje que era un posible animal o pokémon andando cerca. El sonido volvió. Me levanté, pensando en qué carajos era lo que me rodeaba. No había pasado nada. Detecté el sonido a mi izquierda; me acerqué unos cuantos centímetros, después, saliendo bruscamente de uno de los arbustos, un ser reluciente cayó al suelo, rendido. Me asusté tanto, que di un tonto salto hacia atrás, cayéndome en el proceso.

Al no ser ningún entrenador pokémon no poseía pokédex. Decidí chequear el pequeño ser, tiene una apariencia similar al de un Espeon que observé una vez en mis exploraciones. Pero una especie de látigos y colores llamativos me desconcertaban con respecto a su identidad.

"Syl…" Murmuró el pokémon, en su lenguaje natal. Al ver sus otros aspectos, podía apreciar de que destacaba de fuertes rasguños y mordidas… Como si hubiese estado escapando de una cacería. Eso me preocupó un poco; un pokémon salvaje es un problema muy feo, ya había tenido experiencias. Me puse triste, pues tenía que dejar mi lugar de acampar. No tardé mucho en recoger todo. Al estar listo, pensé que no muy distante de aquí había un centro pokémon. Cargué al pobre en mis brazos, se quejó bastante. Me apresuré, no permitiría que sufriera más.

Al llegar al centro, la enfermera me miró terriblemente. "¿qué le ha sucedido?" Preguntó.

"Encontré este pokémon herido, no sé qué le paso".

Desconcertada, la enfermera alzó el pequeño en sus brazos y lo llevó a un cuarto para su correspondido tratamiento. Esperé en el lugar, aguardando por un pronóstico. Miré mis prendas, y estaban empapadas de sangre. Solo dios sabe qué podría haberle hecho esto a ese pequeño ser. En un instante, la enfermera apareció, al parecer, aliviada.

"Que pokémon tan especial trajiste aquí". Me dijo.

"¿Por qué lo dice?"

La enfermera rió irónicamente, al parecer, pensando que me hacía el bobo. "Es una Sylveon, es un pokémon muy raro… Qué afortunado eres".

La mujer, sonriendo, continuó y dijo que se encontraba bien. Lo que padecía "Sylveon" eran una serie de mordidas de posibles adversarios. Puesto que en muy raros casos, los pokémon tienen depredadores. Me sentí aliviado, puesto que no sólo salve una vida, también salve posiblemente la mía. La enfermera se fue a recoger unos cuestionarios, unas hojas no sé, y se acercó para sustraerme información.

"¿Eres un entrenador pokémon?"

"No…" Respondí.

La mujer dudo, soltando un leve murmullo. Luego continuó. "No podrás conservarla si no eres un entrenador".

"Supondré que tiene que quedarse aquí". Le respondí.

La mujer volvió a fijar su mirada en mí, soltando una risa burlona, volviendo a creer que me estaba haciendo el loco. "Esa pequeña Sylveon ya se aferró a ti". Dijo. "Si tú te vas ella no será feliz. Le salvaste la vida". Recalcó. De las hojas que estaba aferrando, sacó una tarjeta, y de su bolsillo, una pokébola vacía.

"¿Te gustaría ser un entrenador pokémon?" Preguntó, sonriente.

Tal rasgo de responsabilidad en una noche era algo riesgoso. Pero era mi oportunidad de conocer a los pokémon de una manera más cercana. Puesto que en parte, quiero saber cómo seguirá la pokémon de colores. Acepté. La enfermera me advirtió que esto iba en contra de las reglas, puesto que yo no tenía ningún conocimiento de cómo amaestrar un pokémon. Pero recalcó que lo hacía por el bien del pokémon, diciendo que de igual manera los mejores entrenadores aprenden así, sin conocimientos. Personalmente, considero que ella está un poco loca. Aunque su forma de pensar me agradó bastante; sin ella, no podría haber llegado a ser un "entrenador", algo que de una u otra forma, pensé ser; ¡más experiencias para mis relatos enciclopédicos! Me pasó una tarjeta, la cual tenía secciones a llenar: nombre, edad, sexo, altura, etc. Después, en la contra parte, había un lema: "Juro, como entrenador pokémon, no dañar, abusar, ni torturar a estos seres. Liberarlos cuando lo pidan, y acudir a sus necesidades en cualquiera de los casos". Finalmente, entregándome la pokébola, la enfermera alzó su mano, en señal de estrecharla, me dio la bienvenida.

"Felicidades, entrenador". Dijo, con su típico entusiasmo. "Espera hasta mañana en el cuarto de tu Sylveon, ella te saludara de una manera muy grata, ya lo verás".

Al entrar, tome lugar en un sofá al lado de la plataforma donde Sylveon tomaba reposo. La enfermera se despidió, cerrándose así la puerta del cuarto. Podía contemplar el pokémon mucho mejor a esta perspectiva, rodeada de vendajes y cables. Parecía tener un sueño lúcido. ¿Qué significaría todo esto? El haberme topado con un pokémon tan misterioso. No le di muchas vueltas al asunto, me dormí al costado del sofá, entusiasmado por empezar con mi nueva rutina de entrenador pokémon.