DE ARDIDES Y MENTIRAS
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CAPÍTULO I
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Breves notas de la autora:
Primero, créditos financieros a Stan Lee, a las compañías que pagaron por los derechos del mundo de MARVEL, y a los nórdicos por crear estas leyendas. La narración, la trama y varios de los personajes secundarios de este fic ya son míos –por estos acepto jitomates y vegetales diversos– pero como no me gusta caer sola, debo agradecer y añadir a Cuencas Vacías quién no sólo beteó este fic sino que escribió escenas enteras, ayudó con la trama y aportó sus conocimientos de MARVEL.
Debo aclarar que no es pre ni post a ninguna película, se hacen guiños a ellas pero no tiene relación, después de todo es un AU. Nos tomamos varias y bastantes libertades con el fic pero siempre procurando darle una base lógica a los acontecimientos que se señalan. Para ir al grano, este fic transcurre sin que Odín haya adoptado a Loki. Loki está con Laufey y a éste no se le ocurrió intentar conquistar Midgard.
Cuando lo escribí, me imaginé qué era lo más extraño que hubiera narrado, de ahí nació la idea del Mpreg, sé que no hay muchas adeptas a él –yo misma no lo soy– pero hay que sacar ideas de la cabeza antes de que germinen y sean peores. Eso es todo, este fic nació de eso, de leer demasiado a George R. R. Martin, a Valerio Massimo Manfredi y ver Thor 2 al menos cuatro veces. También culpo al Hiddlesworth.
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Capítulo I:
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Tal reunión no se había visto en cientos de años, la necesidad apremiaba aquel cónclave entre dos reyes, soberbios y orgullosos como ningún otro en los nueve reinos. El encuentro fue pactado en Asgard, la ciudad dorada, a donde se les permitió el acceso a Laufey de Jötunheim, y parte de su corte. Aquella mañana había sido agitada para cualquier miembro del servicio e inclusive entre los generales aesir, pues la última vez que se había visto a un gigante de hielo había sido en cruenta batalla eones atrás. Muchos inclusive sólo sabían de ellos lo que se contaba en las historias infantiles. Se dijo que aquel día, hubo un poco de nieve en Asgard y que una ola fría entró desde la puerta del reino.
A la hora pactada, el Bifrost brilló para los invitados y éstos arribaron sin ningún percance, pasaron al lado del portero Heimdall. Una comitiva les esperó desde la puerta para llevarlos a través del puente hasta Valaskialf, el palacio de Odín. Laufey era fácil de distinguir, era el gigante más grande de entre los que le acompañaban, el reflejo de su piel parecía más vidrio que hielo y en sus ojos rojos podía leerse maldad combinaba con astucia. Portaba joyería dorada, como correspondía a alguien de su rango, aunque sus ropas parecían más bien sencillas para provenir de un país de nieve. El resto de su corte, compuesta de guerreros, cargaba grandes mandobles y armas de hielo que en Asgard no hubieran utilizado nunca por el peso del mismo. Fueron recibidos por la familia real: Odín, su amada esposa Frigga y su hijo, Thor. Laufey puso una mirada en el joven antes de dejarse conducir a la cámara dónde hablarían y a la cual sólo tendrían acceso los miembros del concejo de guerra.
Pues era de guerra de lo que iban a hablar.
Cada uno tomó una posición en la mesa redonda. Las armas fueron entregadas al entrar a aquella sala como signo de buena voluntad. Un heraldo as quedó al pie de la mesa, tenía entre sus manos un pergamino que más bien era una carta, procedió a leerla.
–Rey Odín, proclamado por sí mismo Padre de Todo, causante de una gran ofensa sin que mediara ninguna provocación, que con ávida soberbia ha proclamado como suyos reinos que no le pertenecen. Los daños sufridos a ambos reinos fueron ingentes. Por eso se le pide una indemnización de los tesoros robados, manzanas doradas de Iôunn y trescientos esclavos. Si no accedes a nuestra petición deberemos considerarte un enemigo, con todo lo que ello comporta. Firman, Gerenot y Giselher, reyes de Nornheim y Alfheim. –El heraldo volvió a doblar el pergamino.
Laufey sonrió, no con carcajada pero era obvio que encontraba divertida aquella situación. Acomodó su brazo sobre la mesa y le hizo una seña con la mano a uno de sus generales que desenredó un pergamino exactamente igual, inclusive tenía el mismo lacre roto. Odín le miró con su ojo bueno, como si pudiera ver a través y ya supiera lo que decía.
–Rey Laufey, gigante de hielo supremo. Sabiendo los agravios, harto conocidos en los nueve reinos, sufridos por Odín, Rey de Asgard. Le invitamos a unirse a nuestra contienda en contra del reino dorado. Las recompensas serán bastas, la gloria eterna y la satisfacción será por fin compensada. A fin de que hablemos de lo sucedido en nuestros reinos a manos de tal opresor, le convino… –en esa parte el gigante calló como seguramente estaba instruido –firma, Gerenot, rey de Nornheim –finalizó.
Ambos soberanos se miraron. Para Laufey era obvio que por una vez en su vida, Odín necesitaba de otro soberano que no fuera él mismo, y eso provocaba mayor satisfacción que inclusive golpear al rey tuerto en contra de su fina mesa.
–¿Te invita a reunirte con él? –Preguntó Odín. Que la reunión empezara con secretos, no era bien visto.
–La semana entrante, ha sido diligente con su invitación. Ahora, creo que estamos reunidos aquí para que decida qué es lo que voy a responder al amable Gerenot –dijo Laufey.
–Puedes responderle lo que gustes Laufey, pero de ello dependerá si deseas que Asgard sea tu enemigo o no, ya en el pasado nos hemos enfrentado y ambos sabemos cómo ha terminado aquello –dijo Odín con una sonrisa casi idéntica a la de Laufey. Si el rey gigante se vio agredido por tal aseveración, sólo lo dejó ver con una mirada de desdén.
–¿Qué obtengo de pactar con Asgard? –Fue directo al punto, si estaba en Asgard y no en Nornheim, era porque ya había considerado cuál coalición le traía mayor satisfacción, y creía estar eligiendo al bando ganador. –Quiero una alianza sólida entre nosotros, reparto igualitario entre armas, prisioneros, gloria y tesoros de ambos reinos que han osado retarte –dijo mirando fijamente a Odín, éste hizo un movimiento de la cabeza asintiendo a su petición. –Mandaré a una pequeña corte de Jötunheim, hijos de nobles, para que sean adiestrados en Asgard. Puedes enviar algunos de tus guerreros igual, serán tratados con la mayor diligencia en mi reino –añadió. El Padre de Todo pareció meditarlo un instante –y quiero que uno de mis hijos sea casado con el tuyo –fue el final de la petición de Laufey.
Odín en ese momento pareció mucho más serio.
–Sólo tengo un hijo Laufey, y ya está comprometido desde hace años con una joven de la corte aesir. Nosotros honramos nuestra palabra en estos aspectos –le explicó.
–Has de saber que en Jötunheim las tradiciones son diferentes, nosotros también respetamos los juramentos hechos y el vínculo del matrimonio, aunque tengamos más de una esposa. –Odín estaba al tanto de que en Jötunheim las cosas eran distintas, que Laufey de hecho tenía o había tenido dos consortes en su momento. –No pediré que mi descendiente obtenga el primer enlace, que ese sitio se lo quede tu querida asgardiana pero bien puede ser el segundo consorte, con el mismo honor y gloria –dijo Laufey haciendo el rostro a un lado –junto con este matrimonio llegarán veinte mil soldados jötun, armería, mil bestias de ataque y un acuerdo de paz. Esa es mi propuesta –dijo Laufey.
Odín empezaba a creer que de hecho, esa siempre había sido su primera intención y que eso es lo que deseaba, lo que Odín realmente quería saber, era ¿por qué? No confiaba en Laufey. Si le había convocado había sido porque no quedaba otro rey en los nueve mundos con quién tratar. Dos de ellos eran sus enemigos los svartha, durante el Concilio de reyes, dejaron en claro que no entrarían en la guerra mientras que su aliado vanir había muerto finalmente vencido por la edad.
–Me parece que Gerenot tiene un hijo, ¿cómo se llama? –Pareció que Laufey le preguntaba a otro de sus gigantes cuando de hecho sólo era un ardid –ah sí, Hagen –dijo.
–Quizás tú puedas vender a tu progenie al mejor postor pero…
–¿Pero tú no lo harás? ¿Eso es lo que vas a decirme Odín? Tu orgullo te llevará a la perdición, ambos lo sabemos, ¿o acaso creías que iba a ser un fiel sirviente que sacrificaría a su pueblo en aras de tu grandiosidad? Quiero esto, si no lo obtengo, entonces he perdido mi tiempo y nos veremos en el campo de batalla, no como aliados sino como enemigos –dijo zanjando la cuestión.
Laufey había elegido sus palabras, ya sabía que iba a aceptar la propuesta de alianza entre ambos, sabía lo que iba a pedir en ese momento y de no verse satisfecho iba a unirse a los otros dos reinos. Asgard era poderoso pero no podría con tres enemigos al mismo tiempo, simplemente sería demasiado. Caería en fuego, desesperación y muerte.
–Mi rey –se atrevió a decir uno de los miembros del concejo –no me parece una petición descabellada. El joven Thor puede tener sin duda dos esposas, no debemos considerar una afrenta el ofrecimiento del rey Laufey. Hay que pensar en el bien de todos –dijo el hombre.
El silencio se apoderó de la sala por un instante, y tal parecía que más le valía a Laufey ir a hablar con Gerenot acerca de su hijo Hagen.
–Está bien –aceptó Odín. –Esos veinte mil soldados que presumes deberán estar preparados dentro de una semana, y esos jóvenes jötun deben estar dentro de dos días en la corte de Asgard, supongo que vendrán con tu vástago, quiero hijos de nobles, no de segundos señores, y sólo admitiré cinco. No te enviaré ningún guerrero a Jötunheim, todos estarán en la contienda así que deberán declinar tu hospitalidad por el momento –dijo Odín.
Laufey asintió aceptando aquello, era notorio que era la última propuesta la que en verdad le interesaba.
–Medio año –dijo de pronto –en medio año deben estar casados. Esa es mi última petición, eso y que sea puesto por escrito, porque sé cuánto amas poner tu firma en un documento que lo deje así asentado –finalizó Laufey.
Se hizo tal como pidió. Uno de los miembros del concejo fue tomando nota de ello en un acuerdo que redactaba todo lo que se había dicho, incluyendo el enlace y destino de dos personas que ni siquiera se habían conocido. Se hizo a la entera satisfacción de los dos, aunque Odín tenía la certeza de que había algo más en aquellas demandas que había hecho el gigante. La estadía de Laufey se prolongó con un banquete sobrio entre una corte elegida de aesir, para la noche el Rey de Jötunheim partió hacia su reino.
Frigga, la amada de Odín, se detuvo a su lado en uno de los balcones de Valaskialf. Había visto a su marido paciente, educado pero a la vez tenso durante la cena. En apariencia todo estaba bien con Laufey, parecía que habría un acuerdo entre ellos pero no entendía que causaba pesar en Odín.
–¿Pasa algo, amado? –Le preguntó poniéndose a su lado.
Odín se giró de inmediato, atrapó su mirada con su único ojo bueno.
–Llama a Thor, debemos hablar de su nueva esposa.
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Dos días después…
La puerta multicolor se abrió ante él. Nunca antes había cruzado un portal que lo llevara a otro reino, la experiencia fue única, de colores y con la sensación de estar volando. De ser libre de una manera sublime y sin igual. Cuando arribaron a su destino, sólo tuvo que dar un paso al frente. El guardia al pie de la escalinata dorada hizo una pequeña reverencia con la cabeza a la que Loki, hijo de Laufey, respondió con elegancia. Iba acompañado de cuatro hijos nobles de Jötunheim, los que podía considerar sus amigos más cercanos. No habían alcanzado aún todo el desarrollo de un gigante, por lo que no eran tan grandes como los emisarios con los que su padre contaba y sin embargo, eran más altos que él. Portaban baúles para una estadía prolongada, obsequios para los reyes de Asgard y una parte del contrato firmado por ambos reinos.
Llevaban ropa menos reveladora que la que se usaba en su reino, aun así eran túnicas de verano, pues ningún invierno en Asgard podía hacer mella en sus pieles azules. Loki era fácil de distinguir, era el único que tenía cabello oscuro, los demás iban rapados y se vislumbraban los típicos tatuajes en su cabeza, brazos y piernas. Además, era el único que ostentaba joyería dorada. Fueron escoltados a palacio donde un banquete de bienvenida los aguardaba. El Padre de Todo, estaba en Hliöskjálf, su trono; a su lado Frigga y su hijo Thor unos escalones más abajo. Éste último no se veía contento, aunque más bien, desde que Loki entró a la corte, se percató de que ninguno estaba feliz de verles.
Él tampoco era la felicidad andante. Aún recordaba el altercado con su padre cuando supo lo que había hecho. La manera en que le había vendido a un viejo rival y sin su consentimiento. Ninguno de sus reclamos fue escuchado, nada de lo que Loki dijo importó, y más bien tuvo que callar cuando un golpe dio de lleno contra su rostro. Si no estuviera ahí, estaría en Alfheim o Nornheim, era claro que su padre estaba considerando otro tipo de alianzas, y que él era una ficha en aquel juego.
–Rey Odín, Padre de Todo, me es grato encontrarme en su presencia. Soy el príncipe Loki Laufeyson, segundo sucesor al trono en Jötunheim. Le he traído regalos, que espero expresen lo feliz que me encuentro de estar en Asgard –dijo en tono solemne, fue haciendo una reverencia profunda hacia el rey. Y luego hizo otra hacia Frigga. –Reina, es un honor conocerla. –Los otros Jötun hincaron una rodilla en muestra de respeto.
Presentaron los regalos ante ellos. Pieles exquisitas de animales únicamente encontrados en Jötunheim, joyería extraída de las minas de su mundo y piezas de colección encargadas a los enanos de Svartálfheim. Loki tomó con ambas manos una espada que su padre había mandado a hacer especialmente para Thor, era un arma pesada y según decían el hijo de Odín era el epítome del guerrero aesir, con más fuerza que cualquier otro. Loki lo creyó, lo superaba en estatura y presencia, rubio y de porte aguerrido. El Jötun pensó en mil maneras en que eso podía salir mal, pero calló sus propios pensamientos.
–Príncipe Thor Odínson, me halagaría si aceptara este regalo –dijo extendiéndola hacía él. No llevaba funda, en cambio iba rodeada de una tela brillante.
Como si hubieran acordado fingir que todo estaba bien, Thor la tomó.
–Un arma espléndida, la usaré en la próxima contienda. Agradezco el gesto –dijo éste.
El momento de tensión pasó. Se dirigieron al salón del banquete después de las formalidades. Habían sido elegidos los nobles que iban a acompañarlos, entre ellos Sif, quién era la prometida de Thor, sus amigos más cercanos y los padres de éstos. Iôunn, la de las manzanas doradas también se encontraba presente. A los jóvenes jötun se les acomodó al lado de Volstagg, Fandral y Hogun mientras que Loki pudo sentarse al lado de Thor, quedando frente a Frigga. Loki midió cada sonrisa fingida, la vena que saltaba en el cuello de Odín y la seriedad de Thor. Adivinaba los cuchicheos que se daban alrededor y la única que parecía serena era la reina.
Se sirvió vino, jabalí, carne de avestruz, faisán, lechón, frutas variadas y pasteles en algún momento Loki pensó que estaban intentando envenenarle con tal cantidad de comida. No habían hablado en lo que iba del banquete, parecía que ninguno quería ser el primero en iniciar una conversación.
–¿Cómo es tu hermano mayor? –Preguntó de pronto Frigga.
Loki no quería hablar de él. Lo odiaba con todo su ser, era el favorito de Laufey y no dudaba ni un instante en restregarle lo 'gigante' que era a comparación suya.
–Hildetand. Es el heredero al trono e irá a la contienda en contra de nuestros enemigos. Es general de una de las fracciones de nuestro ejército, uno de los gigantes más rápidos, fuertes y es un excelente combatiente –dijo haciendo una descripción a su parecer vana pero halagadora para alguien que no la merecía. Era un pésimo estratega, impaciente y testarudo.
Thor pareció prestar atención a aquella descripción pero no continúo hablando de Hildetand, sino que cambió de conversación.
–Nunca había visto a una mujer jötun, la verdad es que no eres como pensé –dijo el rubio.
Loki le sonrió, de pronto pensando que el querido acuerdo de su padre se iría al traste, luego miró con seriedad al heredero aesir.
–Eso es porque soy hombre –dijo sin dudarlo.
El golpe en la mesa provino de Odín, aquello calló cualquier conversación que se estuviera suscitando en la mesa e inclusive derramó un poco de vino que ningún sirviente osó recoger. El ojo de Odín recorrió a Loki con escrutinio y molestia.
–Hablemos –le ordenó el Padre de Todo.
Loki se puso en pie con lentitud mientras que Odín parecía un torbellino por la sala. Decidió seguirlo aunque no hubiera dicho nada más, y luego notó que a su lado iba Frigga. Los tres dieron zancadas rápidas dejando el salón, yendo a una habitación accesoria custodiada por dos guardias. En cuanto las puertas se cerraron tras ellos, Odín le encaró.
–¿Es un ardid de tu padre? ¡No voy a casar a mi heredero con un hombre! –Exclamó. –Un matrimonio tiene como base la descendencia y la ayuda mutua, ¿cómo pudo Laufey simplemente ignorar eso?
Loki ya se esperaba algo así, se lo había advertido a su padre, y éste le había casi dictado las respuestas que debía darle al Padre de Todo. Unas que al mismo Loki no convencían pero había visto que Laufey estaba muy seguro de las habilidades que poseía.
–Puedo tener herederos. Sé que no es lo normal pero dentro de mí hay magia, y con ella puedo crear vida –le explicó. –Es verdad que Laufey sólo ha tenido hijos varones pero no provenimos de la misma madre, mi familia vía materna, siempre ha tenido ciertos dones que ahora me permiten tener esta habilidad de la que les hablo –en ese momento miró a Frigga –me parece que es usted la diosa que podría versar sobre mis palabras –dijo. Ahora encontraba muy útil que la mujer los hubiera seguido.
No es que Loki anhelara con su alma lo que pasaba pero Laufey había sido muy directo con sus amenazas, si no conseguía lo que deseaba, iba a ir a parar a manos de Surtur. Y esa idea aún le daba escalofríos a Loki.
–¿Es qué lo has hecho antes? –Preguntó Odín.
–No, dije que puedo hacerlo, no que lo haya hecho –aclaró Loki. Sabía lo que hacía Odín, buscar una salida para romper el compromiso sin romper el tratado. –¿Es qué desea que le transmita a mi padre su negativa a tenerme en su corte? –Se le adelantó a sus pensamientos.
–No –cortó Odín.
Loki intentó no sonreír. Frigga se había acercado a él, dejó que le tomara el rostro con las manos aun cuando el tacto natural de Loki era frío.
–Creo que dice la verdad –dijo Frigga y fue como si con ello acallara las dudas de Odín, o al menos las que podía formular delante de Loki. –Eso hace que sigamos con el acuerdo –dijo Frigga mirando a su marido. De pronto a Loki le pareció verle aún más viejo que cuando entraron en la sala.
No tenía caso que siguieran con la charla. Afuera los esperaba Thor, parecía querer hablar con sus padres también. Loki pasó de largo sin dirigirle una mirada o una palabra, no tenía nada más que decirle. Pensó en no regresar al salón del banquete, resultó acertado cuando vio a Ull, uno de sus amigos, esperándole afuera. Se colocó a la par de éste para caminar, ya sabían dónde estaban sus habitaciones, fueron acomodados en una sola ala del castillo, por lo que no necesitaban guía.
–Uno de esos guerreros, Volstagg, le preguntó a tu prometido que habías dicho. Toda la sala sabe que eres hombre –le dijo Ull.
–Se iban a enterar de todos modos –dijo Loki –y eso no ha cambiado en nada el pacto que hicieron los reyes –dijo soltando un poco el aire dentro de sus pulmones.
–Me pregunto si tu padre sabe lo que está haciendo –dijo de pronto desconcertado el gigante. Las cosas a partir de ese momento se iban a transformar en una situación difícil.
–Me pregunto si sabemos nosotros lo que hacemos –remató Loki.
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Había hallado algo maravilloso y sin igual en Asgard: la biblioteca. Prácticamente desde que la descubrió, Loki empezó a leer cada uno de los libros de su inmenso acervo, al principio los eruditos recelaban de su presencia pero finalmente permitieron que alguno que otro libro saliera del control de la biblioteca para que el joven príncipe los leyera en la comodidad de sus aposentos. Siempre los devolvía con diligencia y cuidado. Ull y Vill, que eran hermanos, solían acompañarlo aunque se quedaban afuera de las puertas contemplando la estructura del palacio, pues ellos adoraban la edificación, siempre señalaban algún arco o un detalle labrado en la piedra. Loki no había vuelto a cruzar palabra con Thor, aun cuando se hubieran visto en la cena, y eso era porque la boda entre el heredero de Asgard y Sif estaba por caer. Su padre había dado medio año únicamente y para ser el segundo consorte, debía haber un primero.
El día de la boda, Loki estaba en sus habitaciones. Había sido oficialmente invitado aunque se había disculpado y enviado un regalo, sabía que en realidad no querían su presencia ahí. Los cuatro jötun se quedaron con él en su alcoba, estaban disfrutando del descubrimiento de los juegos de los asgardianos.
–¿No te molesta? –Le preguntó Vill moviendo sus piezas sobre el tablero.
Loki apartó la mirada del libro, estaba tendido sobre el lecho.
–No –dijo sinceramente –preferiría ser yo el que tuviera dos esposas. Los ases hacen mucho alboroto por esto, nosotros estamos más acostumbrados –dijo. Dudaba que Sif fuera de las que deseaban hacer un trío y a él, ella no le gustaba.
–No me refería a eso –dijo Vill –¿no te molesta saber que tendrás que quedarte aquí con tu esposo? –Esa era su duda. Loki ni siquiera había pensado en eso, y es que ni ante ellos, que eran de su confianza, podía admitir que siempre había deseado escapar de Jötunheim.
Su estatura, su complexión, sus dones lo habían marginado. Vill y Ull eran una excepción a la gente que lo rodeó en su momento, porque ellos habían padecido en carne propia la ira de Loki, y no deseaban volver a probarla pero para los demás no era más que el hijo extraño de Laufey. Le sorprendía que su padre no le hubiera abandonado desde un principio, aunque a su madre la asesinó por ese hijo que al principio negó fuera suyo, ahora Loki le era de utilidad, sino a saber dónde estaría. No, su padre era una bestia y no lo echaba de menos. En Asgard, era el extranjero e igual le miraban de forma extraña pero no era lo que él llamaba hogar. Podía superarlo. Iba a hablar pero luego recordó la advertencia que le hizo Laufey sobre el portero de Asgard.
–No. Es un clima cálido –dio por respuesta.
Afuera se escuchó gran algarabía, el cielo se llenó de luz aunque fuera de noche por lo que la fiesta debía de haber dado inicio. Había escuchado de miles de invitados, con cincuenta y cinco platillos diferentes, los mejores vinos de la ciudad, bufones, acróbatas, bardos y que los desposados habían entrado al salón, a lomos de sus caballos mientras los sirvientes tiraban pétalos de flores a su paso. Loki regresó a su libro, a su presente, con las claras palabras de Laufey en su cabeza: No te quedarás ahí.
A los dos días de la boda, partieron hacia la guerra, pues se había cumplido la semana en que Laufey debía tener a sus hombres listos. No vieron partir a los de Jötunheim pues debían ya estar listos en Nornheim, que iba a ser el reino donde se iba a librar la contienda. Loki se presentó para despedir a las huestes, como parecía ser tradición y se apostó al lado de Frigga. Odín marchaba a la cabeza en su caballo de ocho patas y Gungnir en sus manos; detrás de él le seguían Thor y Sif, quién también iba a la contienda, ahora como parte de la realeza de Asgard. El desfile de guerreros se había prolongado pues numerosos eran los soldados, y aun así se iba a quedar una guarnición para defender Asgard de ser necesario. Thor se había acercado con la espada que le había regalado Loki en su primer encuentro, se habían despedido de manera cortés aunque sólo se habían mirado para desearse suerte.
Luego de que se marcharan a través del Bifrost, Loki pensó en recluirse nuevamente en sus aposentos pero Frigga se lo impidió poniéndole una mano sobre el brazo.
–Me gustaría que me enseñaras algo de esa magia que tienes –dijo sonriente. –Yo también poseo algunos dones, aunque me parece que es mucho más débil que la tuya –dijo. Si era una fórmula de amabilidad, Loki pensó que ella debía ser la diosa de la cortesía.
–Será un honor, reina.
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Entraron a uno de los jardines privados del Valaskialf, ahí todo era agua y cielo. Era una construcción que a Loki le gustaba. Jötunheim era hermoso a su manera pero el cielo la mayoría del tiempo era tormentoso o gris y no contaban con aquella vegetación tan exuberante.
Frigga le estiró las manos, Loki no comprendió que deseaba pero intentó tomarlas y al momento, la mujer se desvaneció en un brillo. El jötun rió encantado con aquella demostración y en cuanto notó que estaba a su espalda no dudó en copiar el mismo truco, así que antes de que ella le tomara del hombro, se evaporó.
–Veo que aprendes rápido –dijo Frigga buscándole.
Loki apareció a un costado, frente a ella y sentado en una banca. Frigga le analizó intentando ver la composición de aquel hechizo y al instante el joven reapareció de manera verdadera a su lado.
–Tengo una mente bien entrenada –presumió Loki.
–Es lo que me han dicho los maestres, que visitas continuamente la biblioteca, que has leído en esta semana más de lo que otros jóvenes de tu edad hacen en un año –dijo Frigga. Loki vio en ellos una sombra de duda que no tardó en formular con voz –¿por qué rehúyes la compañía? –Le preguntó.
–Me pareció adecuado. Creo que mi presencia en Asgard no ha sido del todo grata, menos ahora que se sabe mi género y que su hijo se encuentra atado a mí mediante un contrato. Sin duda su pueblo está feliz con su nueva princesa –dijo sin rodeos, sin ambages y con sinceridad.
–Están contentos pero Odín, y Thor al aceptar, han hecho una promesa. Será un honor unir nuestras dos casas, aun cuando haya sido de esta forma –dijo la mujer. Loki esperó un instante para ver si decía algo más, le alegró que no preguntara sobre sentimientos y que fuera práctica. –¿Te gusta Asgard? –Esa fue su cuestión.
Loki echó un vistazo al jardín y abrió un brazo.
–Es imposible no enamorarse de esto –dijo sonriendo.
–Espero que de la misma manera, te enamores de mi hijo –dijo ella con una sonrisa.
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Las noticias de la guerra iban y venían de inmediato. Algunas de pronto se contradecían con respecto a lo que sucedía, cantaban victorias como narraban funestas derrotas.
Loki no se vio recluido nuevamente en sus habitaciones, Frigga lo llamaba por las mañanas para que tomaran el desayuno, y en la tarde para hablar de historia, tanto de sus reinos como de sus familias. Loki le había hablado de su madre muerta, que no era Jötun, sino de Vanaheim y que fue ella quién le legó su magia –omitió el que fue asesinada, para no parecer tan bárbaros a los ojos de los aesir– del reino, del cofre de los antiguos inviernos, que era la mejor arma con la que contaba su padre. Le habló de las cuevas de hielo de eones de años, de sus tradiciones y ella a la vez le enseñó cosas de Asgard. Le habló de su esposo Odín y sobre todo narraba historias de Thor. Loki se daba cuenta, que siempre que estaba en compañía de la reina, los demás le trataban con mayor diligencia, eran menos hoscas sus miradas y menos rudos sus tratos, pensó que Frigga lo hacía a propósito para hacerle grata su estadía en Asgard. Loki no pudo evitar pensar que le habría gustado que esa mujer hubiera sido su madre, y envidió a Thor por tenerla. Inclusive le concedió permiso para tocar los tatuajes en sus brazos pues le llamaban la atención.
En uno de los desayunos, un heraldo se acercó a dónde estaban. Hizo una reverencia.
–Una misiva ha llegado para el príncipe Loki –dijo extendiendo la carta.
Aquello fue novedoso pues nadie le escribía. Tomó la carta, adivinó en ella la letra de uno de los miembros del concejo de guerra de su padre, que a petición de Laufey le pedía que se uniera al campamento de batalla, su hermano Hildetand había sido herido en la contienda y su padre requería su presencia y dones. A Loki no le extrañó, de verdad que no.
–Debo ir dónde la guerra –le explicó a Frigga que le miraba atentamente. De hecho no le molestó mostrarle el mensaje para que ella le ayudara a llegar a su destino.
Convocó a sus cuatro amigos para que le acompañaran. Los que no eran hermanos habían comentado que preferían estar en la guerra que en el palacio de ociosos y Loki pensó que era un buen momento para dejarlos en Nornheim con su padre. Se preparó para el viaje, no es que necesitara equipaje pero al menos si acudir armado aunque ya sabía que no entraría en combate, a su padre ni le gustaban sus estrategias ni le consideraba un diestro guerrero. Se presentó en el Bifrost tan pronto como se despidió de Frigga. El portero asintió, la puerta empezó a funcionar y sólo debieron entrar en aquel portal.
No había palabras para describir la brutalidad del cambio de escenario. El contraste entre el reino dorado y aquella tierra desolada, dejaba a más de uno con la boca seca. Habían sido transportados directo al campamento, aunque en vez de que los hombres descansaran, estaban apostados en formación de batalla, parecían esperar ser atacados en cualquier momento. Un soldado jötun le señaló una de las dos únicas tiendas que había, una para el concejo de guerra, y la otra para los heridos importantes. Ahí era donde estaba Hildetand. Cruzó la tela que separaba el frío de la intemperie aunque más valdría tenerla abierta pues el olor de las heridas no era precisamente el mejor. Loki no halló a su padre ahí, pero si estaban Thor y sus compañeros alrededor de un improvisado camastro con algún amigo importante tendido en este.
Loki se puso a la cabeza de su hermano. Hildetand no estaba inconsciente, le miraba con ojos rojos y una mueca de burla. Misma que Loki copió. Sería muy divertido dejar a su hermano morir, si lo hiciera, él sería el único heredero al trono de Jötunheim, por desgracia sabía que no podía hacerlo porque ahora que había llegado, su padre no se lo perdonaría. Estiró las manos, no había sábana que cubriera sus heridas así que Loki las palpó. Tenía un corte profundo en un costado, por donde se desangraba, había perdido algunos dedos por los cuales Loki no podía hacer nada, y tenía heridas de flecha en todo un costado. Evaluó entonces que no se iba a morir, por desgracia, sólo querían que acelerara la recuperación.
–Te va a doler –le advirtió. Siempre se lo decía, ya en el pasado le había curado en más de una ocasión.
–Como si eso no te gustara –replicó su hermano y Loki tuvo que reírse un poco. –Que arda –le dijo. Definitivamente ser hijos de Laufey no les confería la más fina de las corduras.
Metió las manos dentro de la herida, al tacto podía verse un poco de luz verde. Hildetand apretó los dientes intentando no gritar, aunque de vez en cuando salían gemidos de dolor de entre sus dientes. Su herida fue cerrando poco a poco mientras Loki apartaba los dedos hasta que finalmente sólo posó la palma, ni siquiera dejaría una cicatriz visible. Repitió la misma acción en el costado, aunque esas heridas no dolieron tanto ni tardaron en curarse, lo mismo fue con los dedos, pues sólo cerró ahí donde la carne todavía se adivinaba cercenada.
–¿Y estos? –Preguntó Hildetand levantando la mano para mostrarle los dedos ausentes.
Loki negó con la cabeza.
–Nunca fuiste buen arquero –lo consoló.
Si Hildetand iba a replicar algo más, se calló porque miraba a alguien justo detrás de Loki. Notó el cambió de humor en su hermano, al girarse encontró una mano ya sobre su hombro, una mano cálida as. Era Thor. Notó el pequeño intercambio de miradas entre ambos príncipes herederos.
–¿Puedes venir conmigo? –Le pidió éste.
Loki asintió pero antes de irse, la mano de Hildetand se cerró sobre su muñeca. Su hermano se colocó en pie, tan alto y fiero como siempre se mostraba pero Loki se escapó para ir con Thor. Al menos había descubierto que su hermano debía contener su furia habitual delante de los ases, le resultó interesante y útil. Thor le señaló al guerrero rubio, a uno que había visto en el banquete de bienvenida y que tenía las piernas destrozadas. Debían cortarlas para salvarlo pero el sujeto, Fandral, aún lo estaba pensando.
–Te he visto, has curado a tu hermano ¿podrías hacer lo mismo? –Le pidió. No se lo estaba ordenando, era una súplica, que se leía no sólo en sus palabras sino en la profundidad de sus ojos. Loki encontró que jamás lo había visto bien, no hasta ese momento y luego recordó que no era la mejor situación para hacerlo.
–Lo que me solicite mi prometido –dijo. Las palabras no eran para Thor, ni siquiera para Sif en quién Loki no reparó, sino para Hildetand que estaba aún prestando atención a la escena. Deslizó la mano por una de las piernas, Fandral respingó y eso al menos indicó que sus nervios aún servían. Inició desde la rodilla, por la forma de la herida podía adivinar que el caballo lo había aplastado, hincó los dedos en la carne haciendo que él gritara. Hacía mucho tiempo que Loki había dejado de sentir compasión por el dolor ajeno. No estaba en la naturaleza de un gigante ser sentimental. Las heridas se fueron cerrando con lentitud pues tal era su gravedad. El guerrero sudaba y se retorcía pero todos podían ver la mejoría de su pierna cuando movió las manos hacia la siguiente.
Notó la presencia de su padre antes de que entrara a la tienda. Hizo caso omiso cuando Hildetand salió de la misma, y sólo cuando terminó con la piel de Fandral, escuchó su nombre.
–Loki, ven –le ordenó su padre.
Al alzar la mirada se encontró con los ojos castaños de Sif, otra persona con la cual no se había encontrado antes y ni siquiera habían sido presentados formalmente. No sabía qué pensaría la aesir de él pero Loki no estaba interesado en enzarzarse en una contienda por la atención del que sería el esposo de ambos, todo era parte del juego de reinar, esperaba que ella así lo entendiera. Loki simplemente soltó a Fandral, se giró y salió.
Laufey había avanzado con Hildetand a lo largo del camino hasta la fracción del ejército que pertenecía a los jötun. Loki se introdujo entre las huestes de piel azul hasta una zona alejada de los soldados donde Laufey lo esperaba, su hermano se había perdido entre su cuadrilla personal. En cuanto le vio cruzado de brazos supo que la conversación iba a ser seria.
–No quiero que nadie nos escuche o vea –dijo Laufey. Desde lejos aún se les podía ver pero no era por eso que lo decía el gigante. Loki dibujó con una mano un círculo, encerrándolos en medio. Aquella barrera iba a hacer que Heimdall, el guardián que todo lo veía, quedara cegado.
–¿Me has traído para participar en la guerra? –Le preguntó.
–Por supuesto que no. Ahora que eres valioso, no quiero que corras peligro en la contienda, de no ser así, no dudes en que te hubiera usado de carnaza para atraer a los enemigos –respondió Laufey. A Loki no le quedó duda de que así sería –sólo quería que curaras a tu hermano, no se iba a perder la guerra por tales heridas. El hijo de Odín salió indemne de aquella batalla pero no es tan buen guerrero como Hildetand –masculló Laufey.
A Loki ya le iba pareciendo que su hermano estaba midiéndose con el heredero de Asgard.
–Sí, claro –dijo Loki. Le daba lo mismo quién de los dos fuera más fuerte pero no así a Laufey que le fulminó con la mirada.
–¿Es verdad que ya se ha casado con la aesir? –Le preguntó. Loki asintió. –Esta guerra nos tomará tiempo pero de todos modos en cuanto venzamos a Nornheim insistiré en que sea celebrada tu boda. No arruines tu estancia en Asgard ¿me has entendido?
Loki entreveía en los planes de su padre pero temía que no estaba comprendiendo el alcance de los mismos y no podía calcular si no tenía todas las premisas.
–Sé que hiciste ese pacto porque tú nunca podrás conquistar Asgard, y Hildetand es tan corto de imaginación que tampoco podrá aunque viva más que Odín. Lo haces a través de esto. Crees que esta boda te abrirá las puertas del reino dorado, y una vez dentro ¿les vas a traicionar? ¿Qué es lo que me estas ocultando padre? –Preguntó. Temía la respuesta, descubrir que la manera en que le usaría no le iba a traer más que desgracias.
–¿Y tú, hijo? Qué tan rotundamente te negaste en Jötunheim ¿por qué aceptaste? –Le preguntó.
Loki debió prever que no le iba a responder fácilmente.
–Para escapar de ti –dijo.
Laufey debió de haberlo encontrado gracioso porque rió contento.
–Así que preferiste hacer caso a mis órdenes, pensando que te encontrarías lejos de mí, sólo para darte cuenta de que aún estas en mis manos ¿o es que te place la idea de ser la meretriz del asgardiano?
–Mejor su meretriz que tu hijo.
A Loki le tomaría tiempo ser más rápido que su padre, por lo que aquel golpe le dio de lleno en el rostro, tan fuerte que le sacó de la barrera que había puesto en contra de Heimdall. Laufey le miró con desprecio, de esa forma que parecía querer recordarle que si estaba vivo era gracias a él, pero eso Loki no se lo iba a agradecer.
–Vuelve a Asgard. Aquí ya no eres necesario –le ordenó. –Y quítate esa herida –le señaló antes de marcharse.
Loki se puso en pie, palpó su rostro notando la sangre emanar de su nariz y boca, le tomó un instante curarse a sí mismo pero no eran los golpes los que en realidad le dolían, sino el sin sabor que se le quedaba por no poder vengarse de su padre. Quizás pudiera hacerlo, que Laufey pensara que se hacía su voluntad pero Loki al final impondría la suya. Pensó en eso hasta reparar que alguien había visto la pelea familiar, y ese, no era otro más que Thor. Loki se quedó quieto, esperando que se fuera, pues se interponía en su camino pero no lo hizo así que no tuvo más que andar a donde estaba.
–Quería agradecerte por curar a Fandral –dijo Thor –y decirte que no por ser tu prometido estás obligado a hacer cosas por mí –dijo, parecía sincero en sus palabras. –¿Estás bien? –Preguntó preocupado. El hechicero que podía sanar las piernas casi destrozadas de un guerrero, y el hijo de Odín iba a preguntarle si estaba bien.
–Lo estoy –dijo. No era para ir a llorarle a su prometido porque su padre le diera golpes, ni siquiera era algo nuevo en su vida. –Regresaré a Asgard así que… –reparó en Mjölnir, que siempre llevaba en la mano –¿y la espada que te regalé? –No supo porque se acordó del arma, quizás por el gusto de poder tomarla y encajarla en la piel de su padre.
–Se rompió –dijo Thor, parecía apenado por ese hecho –¿te molesta?
–No, sólo me has impresionado –dijo Loki mirándole. ¿Más débil que Hildetand? Su padre podía decir lo que quisiera, era obvio que no era así. –Ten cuidado con mi hermano, nunca ha llevado bien la rivalidad –le advirtió. Thor asintió a sus palabras. Loki hizo una pequeña despedida con la cabeza y se marchó.
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Decían que ninguna batalla había sido tan impactante como la sucedida en las montañas Hovedoya en contra de los norn. El rey Gerenot había muerto en la reyerta a manos de Laufey pero quién realmente se había llevado la gloria por abrir la brecha del enemigo había sido Thor. Hagen había huido junto con Giselher a Alfheim. Aun con la victoria sobre los hombros, no los persiguieron hacia el siguiente reino, si no que volvieron sobre sus pasos para reagruparse, decidir sobre los prisioneros norn y repartir el tesoro real del reino. En aquella pequeña brecha de paz fue que Laufey le recordó su promesa a Odín, habían pasado ya más de seis meses desde que la guerra había iniciado. Loki y Thor no se habían visto durante todo ese tiempo, aunque Sif y el heredero, tampoco habían disfrutado demasiado de la compañía del otro.
Odín comprendió que no podía darle más rodeos a aquello así que accedió a volver a Asgard, donde sería la celebración. Se preparó un festín parecido a la primera boda sucedida antes, aunque está vez hubo una corte de Jötunheim, entre ellos la madrastra de Loki, Farbauti.
Loki había estado indiferente a los preparativos y el día antes de la boda de hecho se encontró en sus alcobas leyendo. Se había acostumbrado a la corte, conocía bien de vista a los nobles aesir y había notado que mientras se acercaba el momento del matrimonio, los viejos resentimientos que le tenían, habían vuelto a aflorar. ¿Acaso habían pensado que no se haría la voluntad de Laufey? Es que entonces no lo conocían ni remotamente. Farbauti se había encargado de sus ropas, las habituales para la ceremonia Jötun. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuchó que llamaban a su puerta.
–Adelante –dio permiso. No esperaba que fuera Thor quien entrara a su alcoba.
El joven parecía preocupado, tenía una arruga en el entrecejo, no parecía molesto sólo mortificado. Se quedó de pie delante de él sin decir nada por varios segundos, parecía estar escogiendo sus palabras con cuidado. Se retorció las manos y luego las miró antes de dirigirle otra mirada más.
–No puedo hacerlo –dijo de pronto. Ese era el pensamiento que tenía atorado en la garganta y que emergió con fuerza –pensé que podría tomarte como consorte pero no puedo. Lo siento. He venido para comunicártelo con la esperanza de que me ayudes a convencer a tu padre de que no rompa el tratado de paz aunque no cumpla mi compromiso hacia ti –dijo Thor. Palabras bien dichas, las había meditado bastante.
Loki dejó el libro, se acercó a la orilla de la cama y le dio unos golpecitos a su lado para que Thor entendiera que se sentara a su lado.
–¿Por qué no puedes? ¿Por qué soy Jötun, por qué soy hombre o por Lady Sif?–Quiso saber. Para convencer a Laufey se necesitaban buenos argumentos aunque Loki jamás había logrado persuadirlo de nada.
–Sif no sabe lo que vine a decirte. Nos conocemos desde la infancia y siempre fuimos conscientes de que algún día nos casaríamos, por el rango que tenemos, sin embargo ni yo la amo, ni ella me ama a mí. Somos amigos, y este matrimonio no ha afectado eso –dijo. Loki asintió pensando que estaba muy bien para ellos tener una relación así, y que suponía que para ninguno de los dos había sido un sacrificio demasiado grande. –Es muy extraño esto, no sólo porque eres jötun –dijo negando un poco con la cabeza.
–Descuida, a mí también me contaban historias de cómo eran los asgardianos. Asesinos, ladrones, timadores y eran los malos de los cuentos, como yo lo sería de los tuyos –dijo Loki. Había encontrado libros que narraban historias así. –Si es por mi apariencia… –se interrumpió a sí mismo. De pronto su piel dejó de ser azul transformándose en un pálido aesir, sus ojos rojos tomaron una combinación en verde y el único que permaneció igual fue su negro cabello. Su complexión delgada se acentuaba en ese tono, no había tatuajes de ninguna índole y era casi tan alto como Thor.
El dios del trueno lo miró de arriba abajo, como si no pudiera creer lo que sus ojos estaban mirando. Loki se quedó con aquella apariencia.
–¿Por qué lo haces tú? –Le preguntó.
Loki humedeció un poco sus labios mientras le miraba a los ojos.
–Si no estuviera aquí contigo, me encontraría en Alfheim contrayendo nupcias con Hagen. De quien, por cierto, dicen que le gustan los jovencitos o podría estar casado con el mismo Giselher. Mi padre no me pidió mi opinión, como seguro no hizo el tuyo contigo, sólo me dejó en claro que mi destino no era reinar, sino servir de alianza con otro reino –dijo. –Si ahora voy a hablar con él, y le digo que has cancelado el compromiso, montará en cólera. Hablará con tu padre, quien posiblemente te apoyará porque no soy de su agrado, así que saldremos esta misma noche indignados. Mañana temprano recibirán noticias de que las huestes jötun asentadas junto con las suyas en Nornheim les han traicionado, que Hagen ha vuelto a su reino como soberano y la alianza se habrá quebrado. Yo estaré casado con Hagen pasado mañana. Y al tercer día Nornheim, Alfheim y Jötunheim estarán marchando contra Asgard. Tu padre y, dicho de paso, también tú, aceptaron porque sabían que no tenían remedio –le narró Loki que podía ver perfectamente el panorama –y esa es la razón por la que tú aceptaste –le recordó. Y sin embargo no había revelado la suya, tuvo que tomar un poco de aire. –Y yo, quería salir de Jötunheim. Mírame, no parezco un Jötun, y entre los míos esta apariencia ha sido motivo de desprecio, pensé en empezar en un nuevo lugar, Asgard me pareció tan bueno como cualquier otro.
Sus palabras estaban llenas de razón pero Loki escondió una verdad. Había pensado en marcharse desde antes pero si no lo había hecho era porque esconderse no le aseguraba que Laufey le dejaría en paz. Como le dijo, de no conseguir lo que quería, Surtur iba a obtener un nuevo juguete y además, ¿cómo iba a vengarse de su padre estando lejos?
–¿Significa eso que no puedes convencerle?
–La escena que viste en el campamento de guerra, era yo hablando con mi padre. No, lo siento, no puedo hacer nada para evitar nuestro compromiso y a la vez no romper la alianza –negó Loki. Salvo que Thor estuviera dispuesto a salir a asesinar a su padre y hermano para que él fuera el soberano de Jötunheim, y así romper aquel pacto, no veía otra manera.
Thor parecía estar meditando sus opciones pero Loki se las había ido enumerando con tal de que viera, que tal como Odín cuando le sucedió, no tenía mucha elección. Loki se iba a valer de Thor, iba a jugar la estrategia de su padre pero se iba a asegurar de sabotearle al final cada una de sus opciones. La venganza era un plato que se servía fríamente.
–Esa relación que tienes con Lady Sif –dijo de pronto Loki –tú y yo podríamos tenerla igualmente. Podemos ser amigos, casarnos mañana, consumar el matrimonio, hacer cada uno su vida aunque vivamos en el mismo palacio, llevarnos bien –dijo Loki. No le parecía un mal trato visto de esa manera. Vio a Thor suspirar.
No había temor en los ojos de Loki. Había tomado una resolución y eso le allanaba el camino. Sonrió sabiendo que Thor lo miraba con interés debido a su transformación en aesir. Loki levantó hacia él una mano pálida y lo acarició, sus ojos verdes resultaron de lo más expresivos y en ese momento lo que mostraron fue una emoción indefinible. Era la mirada de alguien enamorado, o al menos a eso se parecía. Aunque Thor y el mismo Loki estaban seguros de que no había espacio entre ellos para eso llamado amor.
Loki se acercó a Thor como pidiéndole permiso, el rubio y fornido hijo de Odín mostró recelos, no dijo nada pero tampoco se movió conforme Loki fue acercando sus labios a él. Apoyó su boca en la de Thor. Tenía los labios suaves y fríos, se separaron y se miraron, ese primer intento no les provocó aversión. Sonrieron como probando hasta donde podían llegar antes de que todas las barreras que los separaran volvieran a erguirse. Loki volvió a avanzar, esta vez Thor recibió sus labios entreabriendo los suyos para probar el sabor de su boca, no sólo para sentirla. Se exploraron mutuamente y fue en ese punto cuando algo entre ellos se encendió, se les perdió el tiempo y se les nubló la razón. La lengua de Thor invadió la boca de Loki y este se dejó hacer con deleite, cuando Thor iba a partir el beso se encontró sujetándose de sus fuertes brazos para que no se alejara. Eso incitó al aesir cuyas manos acabaron por cobrar vida y buscaron colarse bajo la ropa de Loki y alcanzar su piel. El jötun recobró algo de razón al sentir las manos amplias y cálidas de Thor en su cintura. Se soltaron y alejaron.
–Lo siento –dijo Thor aunque sus ojos lo desmintieron. No sólo no lo sentía para nada sino que moría de curiosidad por saber cómo seguía esa historia que se estaban contando.
Thor no sabía que Loki estaba decidido. No sabía que Loki ya era suyo, y como no lo sabía el jötun decidió ponerlo al corriente de eso. Prácticamente se le echó encima derribándolo sobre el lecho. Thor se rió por semejante iniciativa, Loki se detuvo a mirarlo para asegurarse de que el as no se estaba burlando de él. Thor siguió riendo mientras lo sujetaba de las caderas y lo giraba haciéndolo caer a su lado. Loki abrió la boca para decir algo pero mejor no lo hizo, la mirada de Thor lo silenció. Dejó a Thor buscarle nudos y broches, se notaba su experiencia. La ropa se fue perdiendo, el aesir no se detuvo hasta tener a Loki desnudo ante él. Lo escrutó con la mirada.
–Va a cambiar de parecer –pensó Loki. Besarse no era sino un principio, temió que en ese momento el hijo de Odín se asqueara y se alejara de él, o si seguía, que lo hiciera cerrando los ojos para imaginarse que estaba con Sif o con cualquier otra fémina.
–Mírame –le pidió Thor. Loki no se había percatado de que había apartado la mirada avergonzado. Los ojos de Thor eran como el mar; lo miraba como si quisiera comérselo, lo miraba como nadie jamás lo había visto.
–¿Te gusta lo que ves? –Preguntó Loki casi desafiante. Ni él se creyó lo que estaba pasando pero si era un engaño Thor tendría que ser mejor mentiroso que él, y eso no se podía.
Thor volvió a reírse, sabía Ygdrasill de qué. Loki se molestó, quiso borrarle la estúpida sonrisa y hacerlo sentir tan apabullado, avergonzado y a la vez tan deseoso como él. Volvieron a girar sobre el lecho, a Loki ya no le importaba que Thor lo mirara cuánto quisiera; se ocupó en regalarlo con besos mientras luchaba por alcanzar la piel del as bajo la armadura. Necesitó ayuda del propio Thor para lograr su cometido. Las ropas dejaron de estorbar y en cuanto hubo espacio para ello las manos de Loki se fueron sobre la hombría de su prometido. Thor soltó una exclamación de sorpresa, ya estaba duro; si Loki hubiera tenido más experiencia habría notado que lo estaba desde que lo desnudó. Fue el turno del jötun de sonreír halagado. Se abalanzó sobre Thor para sentir su cuerpo desnudo sobre el del rubio, piel contra piel, se frotó lentamente contra él. Toda la frialdad que la piel de Loki albergaba se había evaporado a esas alturas.
Thor sujetó a Loki con gentileza y lo instó a girarse sobre sí mismo. El Jötun suspiró de anticipación. Las manos de Thor lo sujetaron de las caderas para acomodarlo pero no ocurrió nada más. Loki percibió la duda.
–Hazlo –le pidió. Ese aliciente fue más que suficiente. Sintió a Thor rozando su entrada con la punta, probándolo, no ingresó en él de inmediato, en cambio su mano sujetó a Loki para acariciarlo e incitarlo. Loki se encontró deseando cada vez más sin encontrar satisfacción por parte de su amante. –Thor –dijo con voz de fuego –Thor –había algo en la forma en que decía ese nombre que terminó de excitarlos a ambos.
Le dolió en el momento en que Thor lo poseyó. Los dos se detuvieron para dejarlo acostumbrarse a la intrusión antes de que Thor comenzara a moverse. Loki estaba extasiado entre el dolor de sentirse partido en dos y el placer que le provocaba con cada embestida. Los movimientos del rubio fueron cada vez más feroces, cada vez más rápido empalándolo sin piedad, sujetándolo con fuerza para obligarlo a llevar el ritmo junto con él. Loki gritó su nombre, trató de resistir pero pronto había terminado. Su cuerpo se relajó pero las manos de Thor lo sostuvieron en la misma posición.
El dios del trueno le dio un breve respiro, su cuerpo temblaba como un animal salvaje al que refrenaban.
–Sigue –Loki sabía que aún no habían terminado y quería sentirlo alcanzar el clímax. Con su consentimiento Thor continuó con aquella encabritada forma de poseerlo. El cuerpo de Loki se arqueó, el dolor predominaba ahora sobre el placer pero aguantó. Los segundos se prolongaron, el ritmo se incrementó hasta que finalmente con un agónico vagido sintió la explosión de su amante. El cuerpo de Thor cayó sobre él abrazándolo por la espalda.
El peso de lo ocurrido empezó a caer sobre ambos. Loki sabía que debería sentirse como una asquerosa meretriz por lo que había pasado, peor aún, debía sentirse como una marioneta de Laufey porque su padre buscaba justo eso, convertirlo en la zorra de Asgard para sus propósitos retorcidos. Se giró abrumado y se encontró de frente con el rostro de Thor que se aprovechó de ello para tomarlo de la nuca y propinarle otro de esos besos que parecían intentos por devorar al otro, y que sólo terminó cuando necesitaron respirar. A Loki le costaba sentirse miserable si Thor lo besaba de esa manera.
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Salió de la habitación procurando no hacer ruido para no despertarlo. Se acomodó la capa que llevaba para el frío, se sintió demasiado despierto como para acudir a la cama e intentar ganar un poco de sueño, que debería hacerlo porque le esperaba un día difícil. Prefirió salir a tomar un poco de aire y luego sus pasos le llevaron lejos de Valaskialf hasta el Bifrost.
El camino por el puente le fue permitiendo quitar pesadez a las ideas que cruzaban una y otra vez su cabeza acerca de lo que había hecho. No fue hasta que llegó frente a Heimdall que sintió el peso de sus acciones sobre los hombros.
–Llegas tarde, Thor –le advirtió el guardián.
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CONTINUARÁ…
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