Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, si no que a William Shakespeare.

Mucho Ruido y Pocas Nueces

Acto 1: Reencuentro

"Toc-toc", el sonido de la puerta de madera resonó en la pieza de Beatrice, sobresaltando a la chica que estaba sentada en el alfeizar de la ventana. Dejó a un lado la libreta de notas sobre la cual había algunas frases garabateadas al azar y muchos dibujitos a los lados.

—Pase.— Dijo, con un gruñido de impaciencia. Su prima Hero entró en su pieza con un remolino de rizos castaños y se sentó sobre su cama.

—No te imaginas las noticias que te tengo, prima.— Dejó escapar, con el típico tono de quien quiere que le pregunten sus novedades. Beatrice levantó una ceja.

—¿Dogberry terminó de volverse loco y está andando a caballo sobre Verge? ¿O Margaret decidió usar de nuevo el espantoso vestido rosado con flores del otro día y provocó un choque en la carretera? Espera, no me digas nada, ya sé… Hay un chico, muy guapo, que quiere invitarte a salir y llevarte a su reino perdido sobre su caballo blanco.

Hero se rió. Se había sentado sobre la cama con los pies cruzados y un cojín apoyado sobre su pecho, mientras que su prima estaba sentada sobre la silla de su escritorio. No podía haber dos primas más distintas que ellas dos. Beatrice, la mayor, solía destacar por su aguda inteligencia y comentarios sarcásticos que dejaban a sus interlocutores sin respuesta. Tenía el pelo castaño y liso, que usaba muy corto y unos brillantes ojos color miel y generalmente usaba ropa sencilla y poco llamativa, de colores neutros. Era rebelde frente a lo que decían los demás y nunca tenía miedo de decir su opinión, aunque muchas veces lo hacía agresivamente y sin miramientos por los sentimientos de los demás. Vivia con su tío y su prima porque su padre no podía hacerse cargo de ella, luego de la muerte de su madre. A pesar de eso, Beatrice era extremadamente alegre, lo que la hacía parecer algo despreocupada.

Por el contrario, Hero era toda dulzura y simpatía, y muy guapa, su pelo oscuro y rizado contrastaba con su piel perfecta de porcelana y sus bonitos ojos verdes siempre brillaban con simpatía. Siempre se la podía ver preocupada del bienestar de los demás y mostrándose cariñosa con la gente que quería. Era muy idealista y vivía con la cabeza perdida en las nubes de sus sueños románticos, lo que muchas veces la hacía la víctima de las burlas de su prima, las que no la afectaban mucho ya que sabía que su prima sólo las decía por molestar. Sus buenas notas y comportamiento la hacían ser la preferida de los profesores, y su simpatía le había ganado la amistad de muchas de sus compañeras. Beatrice la quería mucho y solía defenderla frente a quien osara pronunciar una palabra en contra de su prima y mejor amiga.

—No, Bea.— Dijo, finalmente, lanzándole el cojín a la cabeza. —¿Te acuerdas de Peter Argon, el hijo del amigo de papá?— Al ver la mirada de su prima, siguió hablando. –Viene a pasar unos días aquí, junto con unos amigos. Y los conocemos, son Claude Florence y Benedick Padua.- Hero vio como los ojos de su prima lanzaban un brillo extraño y recordó al díficil relación entre su prima y el chico. —Al parecer llegan esta mañana, papá los está esperando en cualquier momento. — Apenas dijo eso, un ruido llamó su atención desde el patio de adelante, el ruido de las ruedas de un auto deslizándose por las piedras del patio de la entrada. —Deben ser ellos.— Dijo Hero y salió disparada por la puerta, Beatrice la siguió de mala gana.

Benedick maldijo de nuevo su buena voluntad de acompañar a su amigo donde Leonard. Ya conocía al señor ése, a su hija y, por desgracia, a la fierecilla de su sobrina. Ya llevaba dos años sin ver a la chica, pero estaba seguro de que no había cambiado ni un poquito. John Argon, el hermano menor de Peter le dirigió una mirada hosca. A Benedick no le gustaba demasiado el joven, pero había sido un agregado de último momento al viaje y no había podido librarse de su mirada amargada durante horas. John había vivido toda su vida a la sombra de su hermano, el mayor, con las mejores notas, capitán del equipo de fútbol, del equipo de debate y presidente de la sociedad de alumnos, por no decir que tenía un éxito considerable entre el sexo opuesto. Cada vez que algo le recordaba los muchos méritos de su hermano mayor, John no podía evitar rechinar los dientes de rabia.

—¡Ya llegamos!— Exclamó Peter, sacando a los dos jóvenes del asiento trasero de sus pensamientos, mientras se detenía frente a una casa muy bonita, de estilo italiano. Los jóvenes se bajaron, casi al mismo tiempo que un hombre salía de la casa, dispuesto a darles la bienvenida. Leonard abrazó a Peter, señalando que había crecido mucho desde la última vez que lo había visto. Luego se dirigió a John, que estaba un poco más atrás de su hermano.

—Gracias por recibirnos.— Dijo el joven, con el semblante serio. —No soy de muchas palabras, pero te lo agradezco de verdad.

—No es nada, muchacho, tu padre y yo somos viejos amigos.— Fue la respuesta de Leonard, que luego se dirigió a Benedick. —¡Benedick Padua! ¡Hace tiempo que no te veía! ¿Cómo están tus padres?

—Bien.— Fue la respuesta del joven, con su típica sonrisa alegre. Leonard le dio unas palmadas en la espalda y se dirigió a Claude, que parecía perdido en algún punto en la fachada de la casa. Él le contestó amablemente, pero sin perder en ningún momento el aire ausente. Claude tenía la misma edad de Benedick y Peter, pero parecía menor por sus enormes ojos castaños y su cara sin rastros de barba. Era un buen amigo y sus compañeros lo apreciaban, aunque era un poco ingenuo y tenía la tendencia a creer cualquier cosa que le dijeran si hacer muchas preguntas. Leonard, Peter y John se apartaron un poco para comentar las últimas noticias de su familia, y dos chicas se acercaron a Benedick y Claude. Claude se quedó mudo por unos momentos, antes de la que la muchacha de pelo castaño le dirigiera una sonrisa radiante.

—Claude, Benedick, no sé si se acuerdan de mi, soy Hero y ella es mi prima Beatrice. Benedick y Beatrice intercambiaron miradas de odio.

Antes de que nadie dijera nada, Leonard se acercó a ellos riendo.

—Veo que ya se han encontrado con mi hija. ¿Es bonita, verdad? Por suerte no se parece a mí, sacó el buen aspecto de su madre.

—Por suerte, Leonard.— Dijo Benedick. —No se habría visto muy bien con barba y bigote. Aunque no habría dejado de tener un cierto encanto.

—Me asombra que sigas hablando, Benedick, nadie te escucha.— Dijo Beatrice, lanzándole una mirada asesina.

—¡Señorita Desdén!— Dijo él, dándose vuelta para verla. —¿Sigues aquí? Pensé que ya te habías mordido esa venenosa lengua tuya y estabas muerta.— Agregó, fingiendo sorpresa.

—¿Cómo podría morir el desdén, cuando tiene un alimento tan bueno como el ego de Benedick? Seguramente hasta la persona más amable se transforma en desdeñosa cuando estás cerca.— Le contestó Beatrice, provocando algunas risas entre los que los rodeaban.

—No lo creas, no hay mujer que se me resista, excepto tú, claro. Pero yo no quiero, ni necesito, una novia.— Dijo él, despejándose un mechón de pelo rubio que se le había cruzado en la cara.

—Por suerte para las mujeres, se ahorran un idiota persiguiéndolas todo el día. Pero la verdad, pienso igual que tú en este aspecto. Prefiero escuchar cómo mi perro le ladra a un pájaro que un hombre me jure su amor.

—Y así salvas la cara de alguien de tus rasguños. No cambies de opinión, por favor.— Respondió rápidamente Benedick.

—Si fuera como tu cara, los rasguños no la harían mucho peor.— Fue la ágil respuesta de la muchacha.

—Ojalá mi auto fuera tan rápido como tu lengua, pero la verdad me da lo mismo. Yo he terminado.— Dijo Benedick, entre las risas de sus amigos. Beatrice lo miró con ganas de asesinarlo, antes de dar media vuelta y entrar a la casa, seguida por su prima, que no dejaba de mirar a Claude.

—Siempre terminas escapándote, te conozco hace tiempo…— murmuró Beatrice, para sus adentros. Leonard y los hermanos Argon las siguieron, dejando a Claude y Benedick sacando las maletas del auto.

—Benedicto, ¿Te fijaste en Hero?— Dijo Claude, soñadoramente, mientras movía una de las pesadas maletas, para dejarla junto a la puerta de entrada.

—No, la vi, pero no me fijé particularmente en ella.— Fue la respuesta de su amigo, que parecía súbitamente concentrado en su celular.

—¿No es preciosa?

—¿Me peguntas mi opinión como amigo, o como al enemigo de las mujeres?

—No seas idiota. Te lo pregunto en serio.— Claude estaba un poco irritado por la infantil actitud de su amigo, pero éste no pareció notar el tono de impaciencia de su amigo y contestó burlonamente.

—En ese caso te puedo decir que es muy baja para un alto elogio, muy oscura para uno claro y muy pequeña para una gran alabanza. Si fuera distinta sería fea, y que así como es, tampoco me gusta.

—¿Me puedes dar una respuesta más clara?— Preguntó Claude, bastante irritado por la respuesta de su amigo.

—¿Por qué te importa tanto mi opinión? Ni que quisieras comprar a la pobre. No sé que ves en ella.— Dijo Benedick, sentándose sobre una maleta.

—Es la mujer más linda del mundo…no, del universo… Una diosa bajada del cielo, una visión…— Claude paseaba frente a su amigo, buscando la frase precisa para describir a la muchacha.

-Aún no necesito anteojos y te juro que no veo eso. Ahí está su prima, que sería mucho más linda que tu "doncella" si no estuviera loca… Espera un segundo, amigo. ¿No estarás enamorado?

—Creo que sí.— Fue la respuesta de Claude, sin abandonar su tono soñador.

—¿¡Qué! Estás loco, Claude. Las mujeres lo único que traen son problemas, sólo quieren compromisos, flores, besos, abrazos y que les jures tu amor. Nunca más podrás ir a ver un partido de fútbol o a tomar cervezas con tus amigos. Te va a transformar en un zombie sin opiniones y sin ideas propias, vas a ser su esclavo, vas a perder tu libertad. Claude, no seas idiota y escúchame, no vale la pena. Ahí viene Peter, él te va a decir lo mismo.

—¿Qué pasa con ustedes que no han entrado?— Preguntó éste al llegar junto a ellos.

—¡Este idiota se "enamoró"! Y no te imaginas de quién, ¡De la hija de Leonard! Por favor sé un buen amigo y dile que eso es una idiotez.— Le gritó Benedick. Peter sólo sonrió.

—¿Hero? Felicitaciones, Claudio, es muy bonita. ¿Es verdad lo que dice este estúpido?

—¿Estúpido?— Dijo Benedick, pero Claude y Peter lo ignoraron y siguieron con su conversación.

—Sí, Peter. Estoy enamorado de Hero. Nunca había visto una sonrisa ni unos ojos como los suyos.

—¡Uno menos!— Dijo Benedicto, malhumorado. —Lo que es yo, moriré soltero. Las mujeres sólo causan más problemas de los que solucionan.

—Se me había olvidado que no tienes muy buena opinión de las mujeres.— Dijo Peter sentándose junto a ellos.

—Y no la cambiará hasta que la tierra gire al revés…— Dijo Claude, riendo.

—Que una mujer me tuviera, se lo agradezco, que me criara, también le doy mis más humildes gracias, pero nunca y escúchenme bien, NUNCA, voy a confiar en una de esas, así que seré soltero hasta que muera.— Exclamó Benedick vehemente.

—Te aseguro que antes de eso, te veremos sufrir por amor.

—No me hagas reír.— Fue la única respuesta de Benedick, antes de tomar su maleta y entrar a la casa con grandes zancadas, maldiciendo a las mujeres a cada paso.

—Y, ¿Qué quieres que hagamos con tu caso, Claude?— Preguntó Peter. —Esta noche habrá un baile de máscaras, podría hacerme pasar por ti y preguntarle a Hero lo que piensa de ti, y luego juntarlos, una vez que estemos seguros de lo que ella quiere.

—¿Harías eso por mí?— Preguntó Claude con la mirada brillante de emoción.

—Claro que sí, amigo mío.— Sonrió Peter, golpeándolo en la espalda. —Vamos, tomemos nuestras cosas y vamos a instalarnos.