Ninguno de los personajes me pertenecen, todos ellos son creación y propiedad de Sunrise
Slow dance with you
La observó desde la barra, apoyada en una actitud desinteresada. Sus brazos y cuerpo se adivinaban musculosos a pesar de lo relajada que era su postura, con una playera sin mangas algo suelta que cubría su cuerpo. Respondió a un comentario de una de las personas que la acompañaban con una sonrisa y se giró casi imperceptiblemente. El destello de tinta negra fue visible cerca del nacimiento de su muñeca izquierda. La mujer tuvo que tomar un trago de su vaso de cerveza para bajar la sorpresa y el calor que había invadido su sangre con el simple gesto.
Tenía que tener cuidado para no dejar que la afectara algo tan nimio. Con un suspiro de arrepentimiento, como si el aire pudiera llevarse sus tribulaciones, usó toda su fuerza de voluntad para desviar la mirada y centrarse en algo más. El bar ofrecía opciones variadas, desde las mesas de pool al fondo del establecimiento a la pequeña rocola que adornaba una esquina y que siempre tenía gente alrededor. Una canción de rock de los ochenta amenizaba el ambiente y podía escuchar sus propios pensamientos sin necesidad de concentrarse demasiado. En la barra su compañero era el bartender y Haruka, la mujer parecía silente y en su propio mundo por primera vez en horas y no quería interrumpir su proceso cognitivo.
Fuera lo que fuera tenía que agradecerle el momento de paz. Haruka era una buena amiga, pero podía ser abrumadora.
Además, si llegaba a detectar la distracción que había encontrado para la vista, no cejaría en su intento de que se levantara y fuera a hablarle, o la llamaría cobarde por un mes al menos. Observó como otro grupo se acercaba a la máquina e introducía un par de monedas para pedir la siguiente canción. No era miedo ni incertidumbre, la Shizuru de unos meses atrás se habría levantado y habría ido sin miedo a intentar conseguir algo de la mujer morena que seguía imperturbable en su lugar.
Y, por sobre todo, la castaña sabía cómo el miedo se sentía y no era lo que atenazaba su costado en ese momento.
No, por ahora tomaba una actitud más bien reservada. No quería lanzarse como en cualquier otra noche, no había ido en esa actitud. Por sobre todo quería tomar una cerveza en tranquilidad con su amiga, había sido un día largo, una semana insufrible, un mes eterno. Al fondo de su vaso estaba el dolor de una decisión tomada hacía años y el deseo de otro vaso para olvidarla.
―Usualmente un vaso de cerveza te dura más, Bubuzuke… ―Haruka había regresado a la realidad y la miraba con una ceja levantada, el rostro apoyado en el puño derecho mientras que con la mano izquierda jugaba con su propio vaso.― Aunque debo decir que estoy sorprendida que pidieras cerveza para empezar, no sueles ser el tipo de mujer que va por una de estas bellezas. ―La botella bailó en sus manos al decir eso, levantándola para rellenar el vaso de su amiga y servirse lo último que quedaba en el propio. Levantó la mano para pedir la siguiente ronda. Aunque no le gustara tenía que aceptar que tenía razón. Si fuese su yo normal habría pedido un trago más fuerte o algo que tuviese su tan querido té verde. Pero era una noche especial.
La primera de muchas quizás. Volvió la vista, esta vez deteniéndose levemente en la mujer que había captado su mirada esa noche. Se había alejado un poco de la pared y se había colocado una chaqueta de cuerpo por los hombros, sus brazos cruzados no parecieron denotar un atisbo de deseo de terminar de colocársela. ¿Se iría pronto? Shizuru decidió que, de ser así, tenía que agradecerle a alguna divinidad que le hubiera permitido semejante vista de una noche en la que no esperaba mucho.
―No debería quejarme, ni mucho menos estar llorando por los rincones, pero pensé que disfrutaría un poco de estas semanas tranquilas...
―Kikukawa-san no es precisamente una persona muy escandalosa, Haruka... ― "A comparación de ti, que puedes reemplazar a una banda de cuatro integrantes y la batería"
―Lo sé, pero… ―Parecía no encontrar las palabras, porque entre pausa y pausa sus cejas se juntaban en un intento de recordar cosas a base de fruncir el ceño.―… pero pensé que estaría bien, que un poco de tiempo para mí misma me haría bien, mírame ahora, en un bar bebiendo cerveza un miércoles de noche… ―Como si quisiera reafirmar esa frase tomó otro trago largo que casi vacía su vaso. El bartender apareció solícito con la botella extra que se le había pedido y luego regresó a sus tareas, con una barra bastante llena para ser un miércoles.
La llegada del verano parecía sacar a las personas de un letargo invernal que las mantenía en sus dormitorios las noches frías en lugar de disfrutar de una salida con amigos o una partida de póker en algún lugar ajetreado.
―¿Cuánto falta? ¿Una semana? La tendrás en casa dentro de nada y no recordarás estos tiempos oscuros en los que me arrastraste a una barra a mitad de semana ―rio la castaña, impregnando con algo de melodrama su voz. Su vena artística siempre estaba viva y no podía evitar traerla a colación cuando la oportunidad lo permitía.
―Cállate, al menos me aseguré que no tuvieras ninguna reunión programada para mañana. ―Haruka se detuvo, mirando la mesa con atención, antes de suspirar y dejarlo ir. Si Shizuru tuviese que apostar habría jurado que la mujer buscaba un objeto que lanzarle a la cabeza, como hacía en ocasiones desde su escritorio para llamar su atención o cuando la frustración la superaba. No era que le llamara la atención y nunca lanzaba algo que pudiera herirla, pero el solo hecho de que tuviera una costumbre tan arraigada le llamaba la atención. Una mala costumbre que la seguía desde la más tierna infancia, seguramente, antes de que las dos se conocieran y formaran una de las relaciones más largas que habían tenido en la vida la una de la otra.
Una amistad vieja con años atrás de ella para cimentarla.
Shizuru se removió en su asiento. Su mente se había acercado a aguas tumultuosas que prefería evitar. No quería pensar en ello y no quería hablar al respecto. En ese momento no quería ser honesta ni siquiera con ella misma, quería que la noche le permitiera un descanso de su cerebro siempre en marcha.
Inconscientemente, un desliz que el alcohol que había ido consumiendo a lo largo de la noche, giró la cabeza en dirección a la mujer de negro, los ojos verdes de esta se encontraron con los de ella esta vez. Necesitó de todo su control personal para no ahogarse en el trago de cerveza que estaba apurando. "O yo bebí más de lo que pensé, o esa mujer la arrancaron de uno de mis sueños…" pensó, manteniendo la mirada por unos segundos. A pesar de la distancia pudo alocar ese verde dentro del abanico de colores y el brillo azulado de su pelo largo también fue catalogado.
Se maldijo por esa reserva que había nacido hacía tan poco y la retrasaba en tantas cosas.
―¿Bubuzuke? ―"Haruka, gracias por existir y darme una excusa para dejar de ponerme a mí misma en vergüenza…" Se giró en dirección de la mujer rubia, que la observaba con ojo crítico.― Creo que esa mujer tiene ganas de conocerte… ―"Oh, Haruka, gracias por nada…"
―No estaría tan segura, de todas formas no hemos venido a eso, ¿no?
―¿La gran Shizuru Fujino desechando una posible presa? Eso no es muy común de ti.
―No intentes pasar tu represión sexual hacia mí, Haruka, yo no soy la que está llorando por los rincones ―bromeó, aunque en el fondo estuviera tocando una fibra sensible. Su amiga la golpeó en el hombro con suavidad, o por lo menos con suavidad para ella, Shizuru estaba segura que la zona le quedaría sensible por toda la noche.
―¿Acaso soy yo la que se consiguió una fama de devora mujeres en la universidad? Según lo recuerdo no, Bubuzuke, tú eres la que harías sonrojar a la pobre Safo si aún viviera para ver cómo has degenerado el noble arte de amar mujeres… ―Ambas rieron, la presión que se había construido en el espacio de un segundo se había liberado y el mundo volvía a girar sobre sus goznes sin el peso de una preocupación más que lo haría rechinar. La castaña terminó su tercer o cuarto vaso de cerveza y se sirvió un poco más, al fondo los grupos en las mesas de Pool rompían en exclamaciones cuando uno de los equipos había logrado embocar la última bola, la ocho de buena suerte, y se daban por ganadores de la partida.
―De todas maneras, estoy tomándome un descanso de eso, lo sabes bastante bien… ―La cara de incredulidad que le dedicó estuvo cerca de ser criminal, la castaña consideró indignarse por un segundo, pero decidió que no podía perder la compostura por algo tan nimio.― No me mires así que esta vez es serio.
―No seas ridícula, me parece bien que dejes de romperle el corazón a todas las novatas que entran luego de pasar una noche entre sus sábanas, pero hay mucho camino entre eso y de pronto convertirte en una monja aburrida y puritana, Shizuru… ¿No quieres simplemente, ya sabes, dejarte ir? ―Volvía a salir a la mesa, sabía eso pasaría y aun así había aceptado la invitación. Abrió la boca para decir algo en su defensa, pero se sorprendió al no tener palabras. Eso no pasaba, la gran Shizuru Fujino siempre tenía palabras en su repertorio dispuestas a danzar y sacarla de situaciones difíciles.
Aunque eso sería más fácil si hubiera sido honesta con ella misma y supiera exactamente qué quería decir al respecto.
Ahora solo había silencio y dolor.
―No importa ―articuló, apretando la asadera de su vaso.― Ya no al menos…
―Lo siento… ―Haruka bebió un poco más, su expresión no parecía sentirlo un ápice, pero prefirió guardarse esa percepción para sí misma.― Pero eso no quita que la mujer sigue mirándote cada cinco minutos o menos y si pasar más de tres tercios de mi vida contigo no ha sido un desperdicio, diría que es tu tipo.
Suspiró por segunda o tercera vez en la noche. Odiaba cuando la conocían tan bien, odiaba cuando alguien más tenía razón.
―Mira, Haruka-chan…
―Oh, se está moviendo, nido el águila se está moviendo…
―Ya deja la cerveza, por favor… ―Shizuru, a pesar de todo, se giró, la mujer morena había abandonado su lugar, efectivamente, y se dirigía a la rocola, su grupo de amigos la estaba aplaudiendo a la vez que coreaban su nombre, de la distancia a la castaña le pareció distinguir un sonrojo en la punta de las orejas que sobresalían de la melena azulada.
―Natsuki… ―Saboreó el nombre en sus labios con una expresión mucho menos santa de lo que pretendía. Ambas amigas observaron sin reparos como la mujer llegaba a la esquina con el equipo de música y rebuscaba en sus bolsillos el dinero necesario para pedir una canción. La castaña se fijó un poco más en la chaqueta de cuero y las botas que la acompañaban, parecía el atuendo de un motociclista listo para tomar la carretera. Natsuki se rascó la nuca con la mano izquierda mientras revisaba la lista de canciones, el tatuaje que apenas había vislumbrado hacía unos minutos, o quizás media hora, no contaba el tiempo con mucha exactitud en esas situaciones, era visible ahora, una mancha negra que adornaba toda su muñeca a lo largo. La mano y su tatuaje desaparecieron tras la chaqueta y el movimiento de hombros dio a entender que su decisión estaba tomada y estaba pidiendo su canción. Shizuru volvió la vista al frente, cientos de botellas adornaban la pared, cada una de ellas a la mitad o un poco menos, adornos útiles que le daban a la barra dinero día a día. Haruka, en cambio, siguió observando sin reparos, con el vaso de cerveza entre las manos para mantenerse entretenida.
―Tu novia está regresando con sus amigos, aunque creo que su canción aún no empieza, hay una lista algo larga en esa rocola…
―No es mi novia, Haruka. De nuevo, no visualices en mi tus propios deseos frustrados… ―Shizuru consideró tomar otra cerveza pero se contuvo. El reloj en su muñeca marcaba que pronto sería de madrugada y ella tenía que presentarse como una persona digna y respetable dentro de siete horas a su trabajo.
Eso no era un problema, ella era muy digna y respetable, el problema era serlo mientras cabalgabas una resaca importante y un estómago vacío. Había visto a Reito el viernes pasado intentar hacerlo, toda su fachada se iba al garete con el olor a alcohol fermentando y a limón que desprendía su cuerpo. Se había pasado con el tequila según había escuchado luego y el pobre hombre había pasado encerrado en su oficina apenas mirando lo que firmaba. La gran Shizuru Fujino lo tomó como una enseñanza, después de todo Kanzaki seguía siendo un hombre muy respetable y digno.
Dejó el vaso sobre la barra, con otro problema entre manos ahora, sin el alcohol tendría que pensar, y su cerebro parecía muy dispuesto a ser monotemática ese día. No quería dejarse llevar a eso que se había prometido evitar, pero sin algo con qué amenizar la noche lo mejor sería marcharse a casa y dormir cualquier inseguridad o problema no resuelto. O ese sería el curso de acción de no ser por Natsuki.
La curiosidad que le había despertado las acciones de la mujer no cesaba de crecer, alimentada por su amiga que seguía mirándola e informándole de los pequeños gestos que la mujer hacía, agregándoles un poco de cosecha propia.
―Se está riendo con su grupo de amigos, creo que tiene un par de años menos que nosotras… ah, acaba de mirar hacia acá, seguro se maldice que no estés usando un escote de espalda, aunque esa camisa ceñida te queda bastante bien para ser tu teñida usual en la oficina… ―comentaba, casi como si fuera la locutora en un partido de fútbol entre las ligas menores de la ciudad. La castaña intentaba hacerle el menor caso posible, aunque el rubor luchaba por nacer en sus mejillas. La canción cambió, ahora era una tonada algo pop que había sido el hit del verano hacía unos cinco años, dudaba que fuera la elección de la misteriosa Natsuki, parecía más bien el deseo reprimido de un adulto joven de regresar a sus años de adolescencia.
―Te juro que recordaré esto y te haré pagar, Haruka, cuando Kikukawa-san esté mirando… ―comentó casi de manera desinteresada. La rubia desechó la amenaza con un pequeño movimiento de hombros, como si la mujer más temida de la empresa no fuera más que un insecto molestándola en la oreja.
―Con esa chaqueta estoy bastante segura que anda en motocicleta, y no ha consumido nada más que agua desde que la miro… debe estar manejando, ¿no quieres que te lleve a su reino de anarquía montada en un trasto de esos?
―No tengo casco, las reglas de seguridad son lo primero… ―Se quedaron un momento en silencio. Shizuru jugueteó con su vaso medio vacío y se decidió a terminar su cerveza, después de todo ella tenía mucha más dignidad que Kanzaki, y no estaba tomando media botella de tequila. Siguió en su mente la letra repetitiva y algo sosa que había memorizado luego de ser bombardeada infinitamente por ella en la radio, los comerciales, los centros comerciales, los ascensores y cualquier lugar que pudiera poner algo de música para mejorar el ambiente. Se acercaba a su fin y quizás ahora empezaría la canción de la morena. Podía pasar algo, podía no pasar nada, solo sabía que de pronto sus expectativas estaban altas, a la espera de que algo que la concerniera a ella sucediese y eso era malo.
Muy malo.
No era justo como su mente creaba esos castillos en el aire como si nada, para que luego dolieran de verdad cuando se derrumbaban, infundados en suposiciones que nunca tuvieron una base real. ¿Por qué algo que nunca había sido podía llegar a dolerle de verdad en el orgullo o en el amor propio? Decidió que quizás tendría que enrolarse como monja budista para aprender a controlar mejor sus emociones y su ingobernable corazón.
El bajo retumbar de un bajo nació de la rocola como si la máquina estuviera suspirando en los tonos de una garganta que nunca podría ser humana. Pasaron unos segundos antes de que una voz empezara a cantar, una voz femenina que ella conocía.
―Esa es su canción, ¿la conoces? No entiendo lo que dice... ―Haruka se acomodó en su asiento, cruzando una pierna y apoyando en ella su codo para luego descansar su mentón en la mano, una cadena de movimientos muy ensayada que fluía con precisión.
―La conozco, básicamente toda la canción es un bucle que dice "Quiero bailar lentamente contigo" ―informó con algo de reticencia, no quería soltar mucho información, no quería que la rubia tuviera más material para molestarla.
―Me alegra que sepas, porque viene hacia acá ―dijo, como quien anuncia que el precio del kilo de pan fue rebajado por ser jueves. La castaña no sabía si estaba burlándose de ella o no, pero por las dudas decidió no mirar hacia atrás, la vista fija en esas botellas que eran sus amigas. No tuvo que esperar mucho para comprobar que su amiga no mentía. La mujer, inusualmente calma para lo que era su costumbre, seguía con la barbilla apoyada en la palma de su mano y pareció divertida cuando la mujer morena apareció ante ellas, un rubor luchaba por florecer desde su cuello, pero estaba haciendo un buen trabajo para mantenerlo a raya. Shizuru distinguió el cambio en el juego de luces que llegaba desde su espalda y se giró con algo de temor y mucha anticipación. Natsuki estaba ahí, sus ojos verdes brillaban de formas misteriosas con la iluminación suave del lugar, la castaña no se fijó en el rubor de su cuello, ni tampoco en la inseguridad que denotaba su lenguaje corporal, se había perdido en los ojos verdes de ese bosque. La canción avanzó un poco más, a medio camino de terminar, disfrutando de cada segundo que podía de su existencia y la armonía que creaba a medida que crecía en cada una de ellas.
―¿Me permites un momento? ―inquirió al fin, una voz algo profunda y rica en matices que le causó un escalofrío. Haruka la empujó con el codo que tenía libre, ahora riéndose abierta y socarronamente.
―Devuélvemela en una media hora si quieres ―dijo, girándose y volviendo a su vaso de cerveza. La botella estaba cerca de estar vacía, por lo que levantó la mano y pidió otra más. Tendrían para un rato más en ese lugar. La castaña se levantó, tomando una mano que no había visto extendida hacia ella, el tatuaje otra vez capturó su atención.
―Kuga Natsuki. ―Se presentó, tirando con mucha suavidad de su mano para alejarlas de la barra y del grupo de amigos de la mujer hacia un lugar donde las mesas estaban más espaciadas y la gente escaseaba más.
―Fujino Shizuru ―respondió, sin notar cómo su acento nacía con más fuerza y su voz se hacía más sedosa. Su cuerpo al completo confabulaba contra ella, poniendo todo su esfuerzo en hacerla más deseable de lo que ella pretendía. Sintió como los dedos de Natsuki se aferraban un poco más a los suyos cuando dijo su nombre, pero decidió no cuestionarse nada de momento.― Me parece muy halagadora la elección de la canción, pero creo que este lugar no tiene pista de baile…
―Es un alivio, la puse sin darme cuenta de eso y con el riesgo de quedar en ridículo con mis habilidades de baile poco desarrolladas ―respondió la morena, dándose vuelta ahora alejadas del resto.
―Ara, ara, ¿Natsuki-han tuvo un momento de valentía o está pagando una apuesta algo cruel? ―La aludida se sonrojó un poco más, lo suficiente como para distinguirlo en ese rincón aún más oscuro del bar.
―Supongo que sí, pero tenía que hacer algo y solo seguí un instinto… ―susurró, casi disculpándose, su mano izquierda intentó abandonar la de Shizuru para rascarse la nuca en un gesto de protección, pero la castaña la retuvo, le gustaba el peso y el calor que se desprendía de ella, además podía ver de más cerca el dibujo que la tinta negra componía.
―De todas maneras la canción ya está terminando, no podíamos haber bailado a su compás por mucho ―señaló, usando su agarre para que se acercaran un poco más a una de las mesas libres, donde se sentó y se cruzó de piernas, sin dejarla ir aún. Por un momento se divirtió con la expresión mortificada que la morena le dedicó al sentir que el agarre se fortalecía. Shizuru podía leer su expresión y le pareció un cachorrito que tenía al fin el juguete por el que tanto había luchado.
―Bueno, si quieres… ―Esta vez fue la mano derecha la que subió a la nuca de la melena azulada.― Me equivoqué y la puse dos veces… ―Shizuru parpadeó un par de veces ante la afirmación y luego rio de buen grado.
"Joder, Natsuki, no sabía que aún tenía ese efecto en algunas mujeres…"
Se levantó y se acercó un poco. Era más alta que la morena, pero aún podía acomodarse para apoyarse en ella con naturalidad.
―Me encantaría ―susurró en su oído, a medida que dejaba que la música suave y lenta la guiará. Natsuki pareció reaccionar con dos segundos de retraso, unas manos temblorosas en su espalda le indicaron que su compañera de baile se había unido y se movía también al compás de la música. La castaña cerró los ojos y se dejó llevar, una mejilla apoyada contra el hombro de la castaña. La mujer olía bien, su cuerpo se sentía tenso y sus músculos presionaban contra sus manos.
Por un momento su mente le dio algo de tregua, y sus cicatrices dejaron de doler como la condena eterna que a veces parecían ser.
La canción era corta. Ella lo sabía. Natsuki también, pronto los últimos acordes las separaron, esta vez dejándolas ir por completo y lo que había sido una entidad por dos minutos y treinta y siete segundos volvía a ser dos individuos que apenas se conocían y habían compartido un baile en un bar a mitad de semana entre amigos y desconocidos. Shizuru rebuscó palabras, tenía que decirle algo, un momento íntimo solía ir acompañado de una pequeña afirmación, apenas tres o dos palabras para terminar de construir el lazo.
―Gracias… ―Fue todo lo que encontró en su boca para calmar los nervios de la morena, que la miraba con algo de aprehensión. Seguramente se debatió entre hacer el ridículo o dejar escapar una buena oportunidad. En el fondo, Shizuru reconocía que la mujer había sido sobre todo valiente.― Esto fue mejor que me hubieses invitado a un trago, la verdad…
―Habría sido muy extraño que te invitase algo y luego solo tomara agua, hasta sospechoso, ¿no? ―La morena se cruzó de brazos y se recargó contra la pared, Shizuru leía un patrón bastante notorio en esa posición. De todas formas no le molestaba, Natsuki había dejado su chaqueta con sus amigos y al cruzarse de brazos le daba una vista excelente de sus brazos que, como sospechaba, estaban bien tonificados.
―Habría tenido que temer por mi vida y recurrir a mi valiente amiga para salvarme de una predadora en plena caza ―dijo, elevando el tono en ciertas palabras para darles una nota de alarma que no sentía. Ambas rieron y se relajaron. El ambiente se distendía cada vez más entre ambas. Pero la castaña no podía engañarse a sí misma, no podrían estar ahí por siempre y dentro de un momento u otro regresarían a sus realidades.
―Esos parecen unos buenos instintos de supervivencia… me estoy conformando con agua hoy, me toca ser el conductor designado… ―Se explicó, gesticulando con las manos en el proceso. Shizuru decidió hacerla hablar algo más, quería seguir escuchando esa voz llena de matices ricos y oscuros, quería saber qué más podía decirle para seguir causándole escalofríos.
―Ara, yo te visualizaba con una motocicleta y un casco, lista para la aventura. ―Volvió a sentarse, su pierna otra vez sobre su rodilla, pero en esta ocasión sus manos descansaron sobre esta cuando se apoyó en ella parar inclinarse hacia la morena. Natsuki sonrió y asintió con calidez.
―Ese es mi método usual de conducción, pero no puedes llevar a una persona algo pasada en moto, menos cuando son cuatro o cinco y todos decidieron que beber era una buena idea.
―Parece que te tocó una mala noche para ser conductor designado, entonces.
―Para nada, ¿dónde sino nos habríamos cruzado? ―Soltó, antes de maldecir por lo bajo, incapaz de recular ante esas palabras. La castaña parpadeó con sorpresa por segunda vez en la noche. La mujer daba más bien la impresión de una persona dura, pero ante ella se estaba descubriendo como todo lo contrario.
―Natsuki-han…
―No, perdona, perdona, eso estuvo fuera de lugar de mi parte ―se disculpó, alejándose un paso y ruborizándose. La antigua Shizuru se habría lanzado sobre ella en ese momento, una mujer apenada o avergonzada era una presa fácil, pero decidió tomar otra ruta de aproximación. Estaba cansada dela viaja Shizuru o, más bien, estaba cansada del pasado cobrándole peaje cada día.
―No te disculpes, por favor. ―Estiró su mano y tomó con delicadeza su brazo para acercarla un poco más, más cerca de lo que había estado antes de huir de ella. Miró la muñeca que sostenía y por fin pudo observar con detenimiento el patrón de la muñeca. Eran árboles y arbustos, o más bien sus siluetas, todo un bosque que rodeaba el brazo de la mujer en un paisaje simple pero a la vez completo.
Le gustaba.
Delineó con cuidado las ramas de los pinos más altos, las hojas de los arbustos más pequeños, siguió los troncos que podía imaginar en algunos de esas siluetas.
Le gustaba mucho.
Natsuki no se movía, prestándole su brazo para que lo examinara a placer, su cuerpo estaba cerca, su estómago a la altura de su rostro, el aire estaba intoxicándola con su olor, la cerveza se le había subido algo a la cabeza y la dignidad parecía decirle que se levantara y actuara como una reina ante esa mujer que, claramente, sentía una fuerte atracción por ella. En lugar de eso decidió refrenar el deseo salvaje de besar esa muñeca y sentir el pulso acelerado de su dueño bajo sus labios y la dejó ir con suavidad.
"Eso será en otra ocasión"
Muchas preguntas cruzaron su mente, en qué trabajaba que podía permitirse un tatuaje en una zona tan expuesta, cómo se lo había hecho, por qué ese diseño, cuándo se lo había hecho, cuál sería el color del sonrojo de Natsuki en sus clavículas expuestas, como se sentirían esas manos fuertes y algo grandes sobre su espalda desnuda.
Cómo sería Natsuki en realidad, más allá del cachorrito que se había acercado a ella con una valentía descomunal.
La mano que había admirado hacia solo unos segundos y que había dejado libre subió con delicadeza por su hombro, pasó por su cuello y encontró la curvatura de su rostro un lugar propicio para alojarse. La castaña levantó la vista y se topó con los ojos verdes que la examinaban intensamente. Sin darse cuenta de sus acciones subió su mano derecha para cubrir la que acurrucaba su rostro. Era cálido, era ameno, era deseado.
Sobre todo, era muy poco esperado.
―Gracias por aceptar mi invitación… ―Le murmuró la morena, doblando las rodillas para quedar a su altura. Una de sus rodillas se apoyó contra el suelo, los jeans algo gastados que usaban no serían un problema para ella luego. Sin esperar una respuesta se inclinó hacia ella, usando su mano como punto de anclaje, y la besó con suavidad, apenas un toque que le permitió distinguir el sabor a cerveza en la boca de Shizuru y algo más detrás de eso. Duró un segundo, o menos.
Pudo haber sido un sueño.
Pero no lo había sido.
La castaña apretó un poco más la mano que ahora acariciaba su rostro con un pulgar algo áspero y sonrió. Las dos no escucharon el coro de gritos que nació del grupo de amigos de la morena, algo intoxicado que veía toda la acción con exclamaciones de aprobación. Haruka había grabado el momento con su celular y se reía internamente, deseosa de mostrárselo a Shizuru y torturarla por al menos un año con él.
―Supongo que ahora es cuando me pides mi número y me invitas un café, Kuga Natsuki ―dijo mientras sonreía. Sus labios aún cosquilleaban.
Quería más de eso, aunque fuera probable que no los consiguiera en un tiempo.
"O quizás una mujer fuerte y empoderada como yo tiene que conseguir lo que quiere en ocasiones de manera inmediata".
―Puedes apostar que sí… ―Una de sus manos rebuscó en su bolsillo para sacar su teléfono móvil, pero cuando miró hacia arriba se encontró con la castaña ante ella, de pie y con una mirada determinada en sus ojos rubí. La acercó con ambas manos en su cuello y la besó con algo más de pausa y tiempo. La morena respondió a lo que esos labios le pedían. Sin nunca escalarlo, Shizuru se recreó en ese beso, despertando emociones que creía perdidas.
Alimentando un demonio que no sabía que existía y que muy poco a poco empezaría a obrar en ella de maneras insospechadas.
Cuando la dejó ir, Natsuki sonreía.
Y ella también, esa sonrisa siguió ahí mientras escribía su número en el teléfono de la morena y se despedía con algo de pesar. Si Haruka usaba este momento para molestarla por el resto de sus vidas le parecería justo.
Había vivido en un sueño por al menos media hora, un sueño que no sabía que existía, en una dimensión que nunca había pisado y a la que quería regresar.
―¿Y bien? ―La rubia la sorprendió otra vez en la noche, controlando su tono de voz para parecer un ser humano normal en lugar de alguien a quien se le había reventado una vena. En ocasiones anteriores cuando la castaña había sido la que se había lanzado al ataque, le habría gritado por tres días seguidos.
―Se llama Kuga Natsuki.
―¿Y?
―Ah ―.Su sonrisa se ensanchó, mientras veía a la susodicha salir del local con un par de personas colgadas del brazo. Amenazó con un puño a uno de sus amigos y pareció empujar a otro, su imagen de mujer ruda ahora encajando con su comportamiento.― Y me debe un café.
NdA: Son las 3.20 y acabo de escribir esto de un tirón. Que levante la mano quien advinó la canción (todos o casi todos me imagino).
Hasta la próxima, ¡saludos!
