Disclaimer: Naruto solo pertenece a Kishimoto. El fanfic Itami no satsu pertenece al escritor de fanfiction Dantefox, yo solo lo público con el permiso de Dantefox. Este va a ser un darkfic, con situaciones muy complejas y fuertes, sugiero su lectura a los que sean mayores de 16 años.

¿Hay libertad en este mundo paradójico? Se mire por donde

se mire, parecería que destino es un severo señor que dicta

todas las alegrías y todos los dolores; eso es suficiente para

quienes creen en él. Pero, para unos pocos, el destino no es

más que una palabra vacía cuya función sería mostrar que

existe la libertad, que hay elección, que se puede pelear.

Tres meses desde el ataque del Kyūbi

Konoha

En la mansión Uchiha se escuchó una enorme agitación. Aquella cálida noche de verano fue testigo del nacimiento del segundo hijo del jefe de Clan. La sorpresa fue inmensa; Uchiha Mikoto quiso sorprender a todos y no reveló a su familia sobre el embarazo de mellizos. Su esposo se enteró cuando dos llantos superpuestos se oyeron. Nacieron un niño y una niña. Fugaku, al verlos, reconoció que era el mejor regalo que su esposa le pudo dar en días tan aciagos. Mientras los esposos atendían a sus hijos recién nacidos, una pequeña figura se vislumbró en la entrada de la habitación. Mikoto la advirtió y dijo:

—Itachi, no te quedes ahí —llamó con una mano; en la otra, acurrucaba a un bebé envuelto en una manta azul bordada con el símbolo del Clan Uchiha—. Ven a conocer a tus hermanos.

—¡Acércate hijo! —exclamó Fugaku—. ¡Mira la sorpresa que nos tenía tu madre!

Fugaku, poderoso líder del Clan Uchiha, sostenía al bebé envuelto en una manta de color blanco. El pequeño Itachi, que pronto cumpliría los siete años, se acercó nervioso, mirando a su madre recostada en la cama y a su padre sentado en el borde de la misma. Cada uno de sus padres tenía a un bebé en sus respectivos brazos. Al llegar, Itachi se irguió sobre las puntillas de los pies; sus padres bajaron a los recién nacidos para que su hijo mayor pudiera apreciarlos.

—Eres el hermano mayor —dijo Fugaku—. Tu deber es cuidarlos, protegerlos, llevarlos por el mejor camino.

—Sasuke, Iori… él es su hermano mayor: Itachi —susurró Mikoto. El pequeño Itachi sonrió al sentir como su hermanita le agarró el menique con fuerza, sosteniéndolo entre sus manecitas.

—Yo los protegeré —dijo Itachi con una sonrisa formidable. Era una promesa inquebrantable.

Siete años desde el ataque Kyūbi

Algún lugar entre la Nación del Fuego

y la Nación del Agua

Señales de una batalla campal y decenas de cadáveres fueron las pruebas de que horas antes un infierno se vivió en la zona. Se entreveía, en la escabrosa noche, varias figuras de pie que observaban atentas cómo los líderes de cada bando peleaban con toda su fuerza tratando de matarse. Una situación común en un mundo perverso, pero en aquella ocasión los combatientes eran un padre y su hijo. Solo había una explicación: el destino los había atrapado en una larga guerra sin sentido ni victoria.

—¿¡Por qué has traicionado al clan!? —gritó uno de ellos. Por doquier los estridentes sonidos de cuchillos se oían.

—¡Yo no, padre! ¡Fuiste tú quién traicionó a Konoha! ¡Esta es la decisión más difícil que he tomado, pero no puedo permitir que la guerra se desate otra vez! ¡No quiero que Iori o Sasuke pasen por ese infierno! ¡Y si para eso tengo que matarte, así lo haré… aunque una parte de mí muera en el proceso!

—¡Con lágrimas en los ojos traicionas al clan: tu familia, tus amigos, tu padre! —farfulló sin fuerza. No era rival para las técnicas de los legendarios ojos que su hijo había despertado hace poco.

—¡Todos los Uchiha muertos serán recordados como héroes y no como los traidores que son! —vociferó. Sus ojos palpitaban: lágrimas de sangre recorrían sus mejillas—. La solución de Sarutobi-sama es mil veces mejor que la orden de Danzō. Todo es tu culpa; no escuchaste la voz de todos en del clan. Los que me acompañan conocen la guerra, lo que ella hace. Ellos serán mi soporte para reconstruir lo que queda. ¡Ni tú ni mis amigos comparten ese sentimiento! ¡Ustedes han sido viciados por la guerra, seducidos por su odio!

—¡Serán los perros de Konoha! —interrumpió—. Konoha es la culpable: ¡nos marginó por algo en lo que no tuvimos que ver; nos aisló a nosotros: los Uchiha! ¡Nosotros debemos estar por encima de ella!

—¡El orgullo es nuestro mejor aliado y nuestro peor enemigo! Nuestro orgullo nos hizo quedar en dónde estamos y nuestro orgullo nos sacará. —Itachi cerró el ojo izquierdo y concluyó en un bramido iracundo: —¡Tomaré el control del Clan Uchiha, me esforzaré para que el pueblo confíe como lo hizo alguna vez y protegeré a Konoha, mi hogar! He escogido el camino difícil… pero lo verás, padre, Iori y Sasuke vivirán en paz.

—¡Eres un estúpido, Itachi! —dijo Fugaku abatido —, pero tal vez tu estupidez sea más cuerda que mi ambición.

Las últimas palabras de Fugaku se perdieron en la oscuridad. Un fuego negro abarcó toda la zona y quemó los cuerpos y los rastros de la batalla. El escenario quedó en silencio. Una intensa lluvia empezó a caer. Los sobrevivientes a la guerra interna del clan Uchiha observaron al fuego negro arder bajo la tempestad. Eran hombres y mujeres heridos, rotos, quebrados, física y emocionalmente. Pero su líder, Itachi, se mantuvo con un rostro estoico.

—Itachi-sama —llamó un hombre de mediana edad—, tenemos doce miembros vivos; ocho son portadores del sharingan.

—Bien…— Itachi giró sobre sí mismo y demostró su poderosa técnica ocular: el Mangekyou Sharingan. Con voz de acero se dirigió a los presentes: —Lo que ocurrió aquí, ¡jamás pasó! ¡Será borrado de la historia! Nosotros somos los sobrevivientes de la lucha contra nuestro ancestro Uchiha Madara, quien deseaba iniciar la guerra en Konoha. ¡Los muertos serán héroes a los ojos de la aldea! Y si alguien pregunta por qué solo el clan Uchiha peleó, la respuesta será clara y simple: mi padre no quería importunar a Konoha con un asunto interno del clan. —Los poderosos ojos detallaron a cada uno de los presentes —. ¡No dejaremos que sus muertes sean en vano! ¡Sé que muchos lucharon contra sus amigos, su familia; pero lo hicieron por algo mayor! ¡No hay arrepentimientos y no hay traición!

El joven líder caminó por entre sus acólitos, repitiendo: —¡Juramos con nuestra sangre!

Los hombres y mujeres Uchiha levantaron el brazo izquierdo y un sello se dibujó en este. El sello cambió hasta convertirse en un pequeño tatuaje del símbolo del clan Uchiha, ubicado en la cara posterior de la muñeca izquierda.

—¡Un nuevo ciclo será escrito sobre la sangre de los nuestros!

—¡Sí! —corearon al unísono.

—¡Retírense y descansen! Mañana será un día memorable: explicaremos cómo los guerreros Uchiha murieron en combate.

Los presentes se retiraron; el espíritu clamaba olvidar. Pero el joven líder se quedó en el lugar y, cuando nadie andaba cerca, una figura apareció desde la negra vacuidad. Itachi, quien veía el fuego negro arder, sintió la presencia y dijo:

—Las promesas son palabras, y la palabra nos somete. —De entre sus desechos ropajes, sacó un pergamino y lo arrojó al vacío. La silueta interceptó el objeto en el aire.

—¿Está bien así? El precio fue alto.

—Puedo quedarme en Konoha, cuidar de mi familia y del Clan. Es mucho más de lo que Danzō ofrecía.

—Supongo…, pero hoy los Uchiha perdieron gran parte de poder militar. La mayoría de guerreros con el sharingan arden allá.

—Gracias a tu ayuda —contestó—. Ya te entregué el pergamino sellado por el Shodaime. ¡Piérdete!

—Pensar que estás dispuesto a esto: ¡Entregarme un tesoro de la aldea! ¿No te preocupa qué voy a hacer con él?

—No harás nada bueno, lo sé; pero fue la única opción que tenía. Si intentas algo contra Konoha, el clan y yo estaremos para frenarte, Madara.

—Muy arrogante. ¡Con esto adelantas tu destrucción y la de Konoha! —rió.

—¡Inténtalo! —volteó rabioso y mostró sus poderosos ojos—. Incluso si muero, sé que mis hermanos protegerán a la aldea. El clan saldrá de la oscuridad, conmigo o sin mí.

—Valientes palabras para un hombre moribundo. Pero soy alguien de palabra, y la palabra nos somete. Nuestro trato está hecho. —En un parpadear, la silueta se desvaneció con el viento, aunque se oyó un susurrar lejano que decía: —Hasta la próxima, Itachi.

Al instante que la figura desapareció, la técnica de los poderosos ojos de Itachi se desactivó y él cayó sobre el fango, fatigado y sin fuerza. Hace varios minutos había rebasado su límite, pero no importaba; encontró una solución a lo inevitable.

La Nación del Fuego estaba de luto. Valientes guerreros Uchiha habían luchado para evitar una guerra contra la Aldea Oculta de la Niebla y la mayoría no regresó con vida. Más de la mitad de los shinobis habían caído en la batalla. Ellos, orgullosos y honorables, lo decidieron así, porque enfrentarse al mal que los avergonzaba era la única gloria que necesitaban. El precio al orgullo fue muy alto; incluso el líder había perecido. Así sería contado en la historia de Konoha.

En el hospital de la aldea, en un pabellón especial cuya función era mantener con vida a los héroes Uchiha, ya que algunos de ellos llegaron apenas con vida, una mujer hermosa aguardaba, entre lágrimas, al lado de la cama de su hijo mayor. Cuando la máquina de signos vitales dejó de emitir el molesto pero esperanzador sonido, Mikoto sintió que su mundo terminaba. No alcanzó a gritar de horror, pues aquel sentimiento fue llevado por un viento violento que trajo alivio y profunda alegría a su corazón. Itachi había sacado los cables de su brazo. Las alarmas que se dispararon alertaron a una decena de médicos que llegaron a socorrer al genio de Konoha, mas interrumpieron su trajín al ver al joven recobrar la consciencia.

—¡Itachi!

Fue lo primero que oyó al abrir los ojos.

—Madre. Eso significa… estoy vivo.

—Sí, sí. Estoy tan feliz. Tu padre, él…—Mikoto calló de inmediato. Itachi la abrazó.

—No murió para proteger a la aldea—susurró Itachi, se entrecortó y continuó con voz más suave: —Murió para protegerlos, madre.

—Todo por lo que había luchado. ¡Se suponía que debía ayudarnos! Eso fue lo que dijo. Nos traicionó. ¡Maldito asesino de su sangre! ¡Maldito Madara!

—Nunca debimos confiar en él— dijo Itachi. La naturaleza de su madre era la de seguir a su esposo; a pesar de no estar de acuerdo con él. La tradición del clan Uchiha así lo demandaba. Y Mikoto era la guardiana de la tradición.

—¿Ahora qué?

—Seguiremos en Konoha. Hemos demostrado que es nuestro hogar. Nuestro orgullo prevalecerá y llegará el día en que el clan brillará como en antaño. Padre nos dio la oportunidad, y no la desperdiciaré.

Mikoto abrazó a su hijo con lágrimas abundantes corriéndoles por las mejillas.

—Quienes regresaron, y sus familias, te aclaman como el próximo líder. También lo creo...— Mikoto no logró terminar; en ese instante, interrumpiendo la escena, pequeñas y desesperadas voces sacudieron la habitación de hospital.

—Hermano, hermano, ¿¡estás bien!?— exclamaron dos niños. Ellos ingresaron corriendo, con lágrimas copiosas y ojos enrojecidos— Hermano… papá… él…

—Tranquila Iori. —Itachi interceptó a la niña que se lanzó a sus brazos. Una punzada de dolor recorrió su pecho; estaba débil. Ignoró el malestar y arrulló y acarició la cabeza de la niña—. Todo estará bien. El sacrificio es el mayor orgullo de un shinobi.

—Sé que la muerte es parte del shinobi, fue la primera lección de la Academia. Lo entiendo, pero aun así… duele tanto, papá ¿por qué? —Sollozaba el otro pequeño Uchiha, quien, más calmo, se acercó a su hermano mayor por el lado posterior para luego aferrarse a él.

—Recuerden el dolor y háganse fuerte con él. Ahora nosotros debemos proteger lo que papá protegió. Si lo hacen, estará con ustedes, orgulloso, observándolos desde donde esté. Deben ser fuertes Iori, Sasuke.

—Lo seremos —afirmaron al unísono—. ¡No lo defraudaremos!

Levantaron los rostros, se limpiaron las lágrimas y dejaron admirar sus ojos negros y profundos. Si había alguna diferencia entre ellos, esta se notaba en Iori, la niña, que traía el cabello largo hasta la mitad de la espalda y poseía una piel más nívea, como una orquídea cremosa en primavera.

—Así está bien —susurró Itachi.

El genio Uchiha creó una verdad a base de mentiras. Y ahora le esperaba lo más difícil: tomar el liderato de unos de los clanes más poderosos y antiguos de la historia shinobi a la edad de catorce años.

Siete años desde el ataque del Kyūbi

Konoha

Era una noche oscura, fría, que helaría los huesos del más rudo guerrero del País de la Nieve. Faltaba poco para que el invierno terminara, pero aquella noche fue la más gélida que Konoha hubo sentido en décadas. Las calles estaban desiertas y nadie transitaba por ellas; a no ser los shinobis de guardia. En medio del sepulcral silencio, varios ruidos rompieron la cansina monotonía:

¡Elemento agua: manos asesinas!

La técnica shinobi creó dos manos compuestas de agua que emergieron violentas en búsqueda del oponente. Las manos se extendieron hasta un área de entrenamiento. El shinobi que ejecutó la técnica apareció entre la oscuridad. El hombre no parecía un guerrero; estaba vestido de civil, de no más de treinta años, con una cicatriz en la barbilla, ojos marrones y cabello castaño. Alguien muy común, a no ser por el rostro deformado de ira. No era de extrañar, aunque la técnica le dio mayor alcance, la velocidad de su objetivo se incrementaba tras cada segundo. No quería matarlo, pero a ese paso no podría evitarlo.

—¡Maldición! ¿¡Podemos hacerlo más fácil!? ¡Ven conmigo!

La respuesta del cazado fue saltar altísimo hasta que llegó a los inmensos árboles de cedro del sector. Una vez en las ramas, el perseguido se movió como una fiera.

—En ese caso —el hombre hizo sellos y dijo: —¡Elemento agua: clones de agua!

Los clones cubrieron los cuatro puntos cardinales e impidieron al objetivo cualquier salida. El viento sopló del oeste y se llevó varias nubes en el cielo. La luz de la luna entró a escena con timidez y dejó ver la figura de un escuálido niño. El aliento que emanaba desde sus pequeños labios era denso. El infante estaba erguido sobre sus cuatro extremidades, es decir, su postura era la de un animal salvaje. Intentaba correr de un lado para el otro. Y si bien su velocidad era abrumadora, el shinobi de la cicatriz en la barbilla era jōnin.

—No tienes a dónde ir. Pero me has impresionado —rió—, ¡serás mi promoción!

—¿¡Por qué!? ¡Yo no te he hecho nada malo! —respondió el niño con una frecuencia de voz que recordaba al gruñido de un lobo herido.

El cielo se abrió por completo gracias a una ventisca helada. Las nubes huyeron y la pálida luz lunar se fugó a sus anchas por el bosque. El cuerpo del niño se mostró en plenitud: estaba sucio, traía los ropajes raídos, desechos, y por entre los jirones de la tela se advertían heridas afiladas en el torso, además de pequeños ríos de sangre en el rostro y los brazos. Pero la herida más grave estaba en el muslo izquierdo donde tenía encajado un par de cuchillos kunai.

—Tu existencia es lo único que has hecho mal. Pero no te preocupes, hay gente que no piensa como yo. Serás alguien útil al lugar al que vamos.

—¡No quiero! ¡Tus ojos son iguales a los de todos en el pueblo, pero ellos no me lastiman o intentan matarme!

—Es porque no los dejan, demonio. ¡Si pudieran hacerlo, hace tiempo que estarías muerto! Te odian, y sabes que: ¡a cualquier lugar al que vayas, cuando descubran lo que eres, te odiarán! ¡Tú existencia es la de un arma, la más poderosa de la aldea, es cierto, pero jamás te reconocerán como su igual! ¡Te usarán, y cuando no puedas más, te desecharán! ¡Al final estarás solo! Yo te doy otra opción: conviértete en nuestra arma. No te abandonaremos cuando no nos sirvas.

—Mentira, mentira, mentira… ¡Mentira! —gritó el niño—. ¡Yo, yo no soy lo que dices! ¡No soy eso! ¡No soy un demonio! ¡Soy Naruto! Nada más, solo soy Naruto.

—¡No soy un demonio!, ¿dices? — se burló. Convirtió a un clon de agua en una especie de espejo —. ¡Mírate! ¡Mira esos ojos y dime qué no eres el Kyūbi!

Naruto, al ver su reflejo, se palpó el rostro y detalló sus ojos. La sorpresa fue grandísima al verlos rojos, tan salvajes como sus dientes y cara. Parecía un animal, peor aún, el demonio zorro que le mostraron en la Academia. Aquel a quien llamaban Kyūbi. La imagen del demonio-zorro había sido capturada por una cámara de video de baja resolución y se les enseñaba a los niños para que apreciaran la grandeza del Yondaime. Aunque la grabación era borrosa y la vio una vez, jamás olvidó cuando los ojos del ser se fijaron.

—Yo… ¡Mientes! —Acumuló la rabia, desesperación y confusión, y la dejó salir junto a un rugido estruendoso repleto de frustración.

—«¿Qué es ese chakra?, tiene sed de sangre. Podría ser…» — Antes de concluir sus pensamientos, el shinobi de la cicatriz advirtió cómo un aura roja envolvió al niño—. ¡Maldición! —vociferó con terror. Formó sellos con las manos para una técnica shinobi a toda velocidad—. Elemento agua: prisión de agua.

Los clones se descompusieron y el agua de ellos fue empleada para la técnica. Pero, antes de formar la prisión, el agua se evaporó. Intentó realizar más sellos para otra técnica; sin embargo, Naruto se abalanzó contra él igual a un animal rabioso. Un profundo grito rompió la noche. Fue el sollozo más horrible que Konoha escuchara en años.

Estaba corriendo a todo aliento. Una amplia zona era la abarcada. Hace dos horas ocurrió tal desastre. Tras de él, tres shinobi con vestimentas de AMBU lo seguían. En los trajes la insignia de la policía de Konoha se reconocía: una estrella conteniendo en el interior al símbolo del clan Uchiha.

—¡Itachi-san, lo encontramos! —gritó la kunoichi acompañada por un ninken.

—¿Cuánto tiempo?

—Cinco minutos… tal vez. No lo sé con precisión por el chakra que hay en el lugar.

—Hana, ¿está solo o hay alguien más?

—Dos olores se mezclan. Uno posiblemente del atacante; el otro es sin duda del niño.

Kilómetros adelante, Naruto despertaba de una pesadilla para llegar a un infierno, a un mundo en donde él no cabía, en donde lo más básico, la existencia, le era negada. Por fin entendió la mirada de desprecio que recibía en todo lugar. Entendió por qué lo trataban de manera cruel. Fue el causante de una de las desgracias más grandes en la aldea. Eso era lo que aquel tipo, ahora moribundo, le dijo.

Naruto levantó las manos y miró con atención la sangre ajena que las mojaban. De sus ojos caían pesadas lágrimas. Caminó unos pasos hasta que sus pies sintieron la viscosidad del charco de sangre que el sujeto de la cicatriz en la barbilla dejó en su intento de huir. Miró hacia abajo; la sangre era cristalina y copiosa, de ahí que divisó su reflejo. Se contempló por largos minutos sin parpadear hasta que los ojos se le cerraron y cayó al suelo. ¿Para qué vivir en un mundo donde no había un lugar para él? Cuando estaba a punto de llegar al suelo, alguien lo sujetó. Abrió con pesar un parpado y vio los irises de alguien tras una máscara extraña. Eran ojos rojos como los suyos; aunque estos tenían tres aspas negras alrededor de las pupilas. Sonrió; no era el único monstruo. Con tal pensamiento, quedó inconsciente.

—¿Sigue vivo? —preguntó uno de los AMBU policía.

—Sí —respondió Itachi—. ¿El secuestrador?

—Apenas respira, pero está vivo —contestó otra integrante del equipo.

—No dejes que muera. Lo entregaremos a Ibiki-san.

—Como diga, Itachi-sama.

—Itachi-sama, las heridas de este sujeto —se detuvo al no encontrar palabras—. ¿Cómo puede un niño, que no sabe qué es el chakra, hacer eso? Sería mejor eliminarlo —calló abruptamente, pues los temibles ojos de su líder se dirigían a él con una increíble intención asesina.

—Mi clan tiene tanto aprecio a este niño como tú, pero eso no significa que infringiremos las órdenes del Hokage. Si vuelves a sugerirlo, lo consideraré traición. La ley del Hokage es absoluta; ir contra él es ir contra la aldea —dijo Itachi sin dejar de mirar al integrante de su equipo. El pobre diablo no recordó respirar hasta que esos ojos se apartaron de él.

—Si-siento mi insensatez.

—¡Nos vamos! —ordenó. Los demás, quienes quedaron aterrados, le siguieron.

—El pequeño es de la edad de mi hermano Kiba —dijo Hana luego de que Itachi se alejara.

—Qué no te engañe su apariencia. ¡Es un demonio! —alegó la kunoichi médica del equipo—. Las heridas que provocó en ese hombre son iguales a las que tus compañeros harían.

—Yo creo que solo se defendía. Itachi-san tiene hermanos de esa edad, es tan bueno con ellos.

—El clan Uchiha detesta al Kyūbi y todo lo relacionado —añadió el integrante masculino. Sacudió la cabeza—. Menudo intento de asesinato, ¡ese cabrón de Itachi!

Días después, el Sandaime Hokage, el hombre reconocido como el más fuerte de la aldea, miraba a Konoha a través del enorme ventanal de su oficina. De tanto en tanto fumaba de una pipa. Con los brazos cruzados tras la espalda, escuchó lo que los dos hombres frente a sí le informaban. El primero de no más de quince años; el segundo, lleno de cicatrices.

—¿Shinobi de la Niebla? Hace un año tuvimos un problema parecido con el Clan Hyūga, pero, en aquella ocasión, por decirlo de alguna manera, era razonable. Ahora, ¿cómo demonios supieron quién era Naruto y cómo no advertimos su presencia?

—Era un experto. Según el informe del interrogatorio del Clan Yamanaka, llegó a Konoha hace seis meses y mantuvo un perfil bajo como carpintero. Selló su flujo de chakra para no ser detectado. —El hombre cicatrizado pasó a otra hoja y continuó: — Enviaba informes mensuales de las actividades de la aldea, pero su misión principal era buscar información sobre el Kyūbi. Es un shinobi de alto nivel; asesinó a los dos AMBU que hacían guardia del mocoso.

—¿Entonces el Mizukage sabe quién es Naruto? —El Sandaime exhaló el humo del tabaco y se sentó en su silla.

—No —intervino Itachi—. Kakashi interceptó la información antes de que cruce la frontera. Al parecer, secuestrar al Kyūbi fue idea suya. Si lo conseguía, sería considerado un héroe en su aldea. Ellos necesitan un poder como ese.

—¿Cómo supo que el Kyūbi estaba sellado en Naruto?

Hokage-sama, en la aldea… —El viejo líder enarcó la ceja ante la pausa. Con una mirada sería, exigió que continuara con lo que empezó. El cicatrizado se aclaró la garganta y prosiguió: —los adultos saben lo que es, sean shinobi o no. La actitud contra el niño… Quiero decir, es necesaria un poco de intuición y cualquier idiota sabría quién es.

—Nadie desobedece su ley, Hokage-sama. Pero eso no significa que controlen su actitud— completó Itachi entrando en la conversación.

—Está bien —suspiró—. En cuanto al shinobi capturado, que no quede indicios. Hagan un sondeo completo a la aldea. No quiero más sorpresas. Ibiki, clasifica esto bajo prioridad S. También saca toda la información posible. Si es un shinobi de alto nivel, también su información.

—Así se hará. Con permiso.

—Itachi, que alguien de tu confianza vigile a Naruto las veinticuatro horas. Él retomará las clases en la Academia; no levantará sospechas. He hablado con él.

Hokage-sama —interrumpió Itachi—, no creo que el Mizukage se quede conforme. Naruto necesita aprender a cuidarse. Como dijo Ibiki-san, no es muy difícil saber qué es.

—¡Es un niño! ¿Su vida no ha sido ya lo suficientemente mala? Estar con los de su edad es lo mejor para él, así olvidará lo sucedido.

—Si me permite, en el momento que supo lo del Kyūbi. Me corrijo: en el momento en que el Kyūbi fue sellado en él, su vida cambió. Y ahora más con su… no sé cómo llamarlo.

—Se podría decir que adquirió habilidades —suspiró por segunda vez—. Tienes razón, quería engañarme, pero no puedo hacerlo. Según los informes —sacó un registro médico —su ritmo regenerativo es extremadamente alto, y es solo el principio. Según los médicos, sus sentidos están a niveles críticos. No sabemos qué consecuencias tendrá, pero su vista y olfato están desarrollados a un punto extraordinario. Aunque su aspecto exterior no sufrió cambios, el interior es otro tema: el chakra del Kyūbi abrió de golpe su sistema circulatorio de energía. No tiene más de tres meses en la Academia y posee el chakra de un Chūnin —se llevó las manos a la cabeza—. No pensé que podía pasar esto. De alguna forma su cuerpo y mente se conectaron por un instante con el Kyūbi. No fue ni un segundo, pero fue suficiente para adquirir eso. Seguro que el instinto asesino y la sed de sangre vienen incluidos.

—Eso lo hace peligroso, tanto dejarlo solo como dejar que se relacione. Lo bueno es que es un niño, con una mente flexible. Estoy seguro de que el Kyūbi no lo hizo por gusto. No soy entendido en técnicas de sellado.

—No hay de qué preocuparse; el sello está intacto —acotó el viejo.

Hokage-sama, si ese es el caso, quisiera entrenarlo.

—¿¡Qué!? —El Sandaime Hokage, Hiruzen Sarutobi, no vio venir esa propuesta—. ¿Estás dispuesto a hacerlo tu discípulo?

—No —hizo una pausa, buscó las palabras correctas y continuó: —solo quiero entrenarlo. No tendré ningún lazo con él aparte de ese. Descubriré y puliré su técnica. Para mantener las apariencias, deberá ir a la Academia, pero no estará solo; entrenará conmigo en las noches. Así detectaré cualquier cambio. Salvo ese periodo de tiempo, no tendré ningún contacto con él, a menos que lo consideré pertinente. Lo aseguro, Hokage-sama, en unos meses será capaz de cuidarse las espaldas.

—¿Por qué quieres hacerlo? ¿El líder del clan Uchiha entrenando a Naruto?

—Nadie tiene que saberlo, y mis razones son simples: el bienestar de la aldea. Un gran poder dirigido con razón y voluntad se convertirá en la fuerza del mañana. Siempre he creído que el Yondaime quiso que ese niño se convirtiera en un recurso para mantener la paz. No solo de la aldea sino de nuestro entorno. Si puedo contribuir a ese fin, lo haré.

El crepúsculo arañaba las cornisas más altas de Konoha con sus últimos rayos. Naruto caminaba por las calles pintadas de ámbar gracias a la luz del sol. La ciudad entera estaba llena de tranquilidad y sosiego. Pero, por donde Naruto pasara, un siseo malintencionado llegaba a sus oídos; él hacía caso omiso de los murmullos, tampoco levantaba la mirada. Entendía la marginación de la que era víctima; aunque entender no significó que el dolor del rechazo disminuyera. No todo era malo —sonrió—; al menos el Hokage lo reconocía.

Al día siguiente de aquella fría noche, Naruto fue a la Academia. Parecía que al mundo le importaba poco o nada su existencia. Nadie le dio importancia a lo sucedido, es más, ni se percataron. Pero había notado algo diferente en él: tenía una constante molestia por la luz del sol, cosa que lo obligó a mantener los ojos cerrados la mayor parte de la mañana. Por otro lado, notó que podía ver en la oscuridad. Y, por si fuera poco, distinguía olores con extraña exactitud. Se estaba convirtiendo en un monstruo, pero ¿a quién le importaba? Sin poder contestar, levantó los hombros y siguió su camino. Pasó al lado de un parque y observó a los niños jugando. Se veía tan divertido. Tuvo la tentación de jugar también, pero cada vez que se acercaba, los adultos se llevaban a los niños no sin antes mostrarle un profundo desprecio. Suspiró, pateó una piedra y siguió su rumbo. Qué más daba; el viejo Hokage lo había llamado a la oficina cuando terminara las clases de la Academia.

Entró por la puerta del edificio más importante de la Konoha: la Torre del Hokage. Una mujer lo anunció. Al pasar a la oficina, vio al viejo Sandaime sentado. También vio a otra persona: un joven con facciones que juraba haber visto en algún otro lugar. Miró a los ojos del hombre y advirtió que eran iguales a los de los mellizos, la atracción del pueblo. Se apellidaban Uchinas o Uchanis; algo así. Le dio poca importancia y, aburrido, saludó al Hokage.

—Buenas noches, abuelo.

—¡Naruto!, bien que llegas temprano. Te quiero presentar a Uchiha Itachi, el líder del clan Uchiha. Él es el hermano de Iori y Sasuke —expuso Sarutobi con una tenue sonrisa mientras firmaba varios documentos.

—¡Claro! ¡Uchiha! ¡Así era como se pronunciaba!

—Escucha —sonrió Sarutobi y dejó a un lado los papeles—, desde hoy Itachi te ayudará a entrenar tus habilidades.

—¿Eh? —Miró al joven frente a sí—. ¿Ya no iré a la Academia?

—Te lo explicaré…

Itachi interrumpió.

—Disculpe, Sarutobi-sama. Será mejor que yo le explique y que empecemos de una vez. Si usted está de acuerdo, lo llevaré a un campo de entrenamiento.

—Sí, es lo mejor. Naruto, Itachi es uno de los shinobi más fuertes de la aldea; hazle caso. —Tras la última indicación, los dos desaparecieron en una nube de humo. Sarutobi se quedó con sus pensamientos: — «Espero estar haciendo lo correcto. Desde el incidente de su clan, Itachi jamás se ha equivocado en una decisión. Ruego para que esta vez no sea diferente».

En un momento estaban en la oficina del viejo Hokage y al siguiente estaba en un bosque muy extenso y oscuro. Para suerte de Naruto, veía de manera tan cómoda que le pareció el lugar perfecto. Observó hacia todos lados y, cuando curioseó para arriba, vislumbró arboles tan grandes que apenas dejaban entrar la luz del sol.

—Comencemos —dijo Itachi—. Lo primero que diré es que, como a muchos de los aldeanos y shinobis, al clan Uchiha no le agradas. El Kyūbi fue y es uno de nuestros peores enemigos.

—Entiendo —susurró Naruto abatido.

—Lo segundo: desde las cinco hasta las diez de la noche vendrás aquí todos los días. No dirás de esto a nadie; lo que aprendas jamás lo mostrarás, a no ser que sea una situación de vida o muerte.

—¿En la Academia?

—Especialmente ahí. Tienes un poder que muchos desean con desesperación. Tendrás que tener un perfil bajo. Considéralo tu primera misión. No importa lo bueno o malo que seas, en la Academia serás mediocre con tal de protegerte a ti y, por ende, a Konoha. Si el Kyūbi cae en manos como las del tipo de noches atrás, todo lo que conoces será destruido.

—Está bien —volvió a susurrar en un hilo de voz.

—Tercero: no eres normal; por lo tanto, tu entrenamiento no será normal. Desde hoy te entrenaré a fin de que puedas proteger Konoha. Eres un shinobi especial, como tal, una gran responsabilidad recae sobre ti.

—¿¡Sobre mí!? ¡Pero aquí nadie me reconoce! Yo por…

—El reconocimiento no se gana fácil —clamó Itachi y continuó pausado: —Si haces las cosas correctas y proteges lo que es importante, la aldea te reconocerá.

—¿En serio?

—Puede que sí, puede que no. Cuarto… —pensó un poco—, la dejaremos para después. Primero necesito medir tus habilidades. Iniciaremos con el concepto de chakra, pero antes —tiró un cuchillo kunai a los pies del niño —, desde hoy cazarás tu propia comida.

—Yo nunca he cazado. No creo…

—Considéralo la primera lección. No importa si es un conejo o un ciervo. Cázalo en treinta minutos. Utiliza tu instinto y acostúmbrate a la sensación de la muerte.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Nota del publicador

Primer capítulo del fic conocido como Itami no satsu. Como he dicho en otros fics, primero publicare los fics en mi blog (narutoelitecovenantpuntocom) y luego en fanfiction.