Hola amigas y amigos de FF, aquí vengo de nueva cuenta con otra historia para Bleach. Dicho relato es una adaptación del libro "En Defensa Del Amor" de la renombrada escritora estadounidense Lori Foster. Yo simplemente leí el libro y ahora la ajusto a nuestra pareja favorita: IchiRuki.
Lo hago debido a que he dejado un poco atrasadas mis otras historias y esta es para compensar la falta de actualizaciones en mis ficciones (aunque ya pronto planeo subir otros apartados a mis viejas historias, no se preocupen). Espero que les agrade, sobretodo el hecho de que cada capítulo es largo.
No olviden dejar reviews, ya que realmente deseo saber si la historia debe seguir o no, aunque a mí me gustó y por ello la adapté a Bleach.
Título: "En Defensa Del Amor"
Summary: Kuchiki Rukia no esperaba tener que defenderse del profesor de defensa personal, Kurosaki Ichigo. Preparándose contra el peligro, quedó indefensa ante el amor. Un relato IchiRuki. Universo Alterno/Adaptación.
Grado: M
Resumen: Kuchiki Rukia no tenía la menor idea de por qué iba en su busca un peligroso desconocido, y tampoco entendía por qué la policía no se tomaba en serio su preocupación. Así que deci dió tomar clases de defensa personal y hacerse con un perro guardián... Bueno, en realidad se trataba de un pequeño chihuahua al que llamó Kon. Pero no era precisamente en defenderse en lo que pensó cuando el guapísimo profesor Kurosaki Ichigo la puso contra el suelo.
Teniendo a la vulnerable Rukia en el suelo bajo su cuerpo, Ichigo se dio cuenta de que la desea ba como no había deseado nunca a una mujer, pero lo primero era protegerla. Ichigo estaba perfectamente preparado para ayudarla... Para lo que no lo estaba era para defender su corazón de ella.
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Capítulo 01
-Levanta las rodillas.
-No -dijo ella. Lo miraba atónita y tensa y había hablado con una voz tan escandalizada que hizo sonreír a Kurosaki Ichigo.
Eso era lo que tenía Rukia. Lo hacía reír y sentirse alegre, cuando no había creído posible que pudiera volver a experimentar tales senti mientos. No era un mal comienzo.
Sin embargo, tenía otras cosas que conseguir, aparte de sonreír.
-No pienso dejarte en paz hasta que no lo hagas.
Diablos. Estaría encantado de quedarse así durante horas. Aquella mujer no sólo le divertía, sino que también lo excitaba más que ninguna mujer que hubiera conocido hasta entonces. Su cuerpo era ligero, pero muy suave, como un agradable cojín debajo de su cuerpo, más grande y pesado. La calidez que sentía entre el lecho que formaban sus muslos podría volverlo completamente loco.
-Ichigo, la gente está mirándonos -susurró ella mientras miraba a derecha y a izquierda con sus enormes ojos violáceos.
-Lo sé -replicó él.
Después de todo, aquello era importante. Ella necesitaba aprender a enfrentarse a él. No había utilidad alguna en desperdiciar todas sus enseñanzas.
-Están esperando para ver si has asimilado algo a lo largo de todas estas clases. La mayoría de ellos creen que no. Otros, tienen bastantes dudas.
Una cierta y nueva determinación le hizo fruncir el ceño. Se dibujó una expresión de furia en sus ojos índigos. De repente, colocó las rodillas a lo largo de sus costados, sorprendiéndole con la propia carnalidad del acto. Mientras Ichigo se dejaba llevar por los pensa mientos más picantes, ella se irguió, se giró... Y lo hizo caer de espaldas al suelo.
Llena de orgullo, ella comenzó a golpearle el abdomen y a lanzar gritos de alegría.
"Mal hecho, conejita", pensó él. Con un diestro movimiento, la hizo caer en la misma postura de la que acababa de escapar, aunque aquella vez las piernas de la joven habían quedado atrapadas alrededor de la cintura de él. Contuvo el aliento, ya que se había quedado momentáne amente sin respiración.
Medio frustrado medio divertido, Ichigo se irguió. Como conocía su habilidad, aunque los demás no la conocieran, siempre utilizaba una cautela y un autocontrol muy estrictos, especialmente con las mujeres y muy en especial con Rukia. Prefería romperse una pierna que lastimarla a ella.
La hizo incorporarse, la obligó a levantar los brazos para ayudarla a respirar. Entonces, sacudió la cabeza.
-Cuando uno consigue dominar a un atacante, no se despista para congratularse.
Al ver que la exhibición se había terminado, la gente se dispersó y regresó de nuevo a su propio entrenamiento. Ichigo se puso de pie y ayudó a levantarse a Kuchiki Rukia. Era una mujer de baja estatura pero, a su lado, le parecía más menuda. Le llegaba poco más abajo de los hombros. Las muñecas eran delgadas. Estrechos hom bros, con un porte muy delicado aunque fuerte... Y, a pesar de todo, quería que él le enseñara defensa personal.
Ichigo bufó. Cuando se acercaba tanto a ella, lo que se le pasaba por la cabeza estaba muy alejado de la autodefensa. Además, el hecho de que, a pesar de lo que él había tratado de enseñarle, Rukia siguiera acabando de espaldas sobre el suelo, le hacía pensar en otra clase de consideraciones, como lo que sería tenerla así, sin ropas que los separaran y sin que ella tratara de escapar.
"Muy pronto", se prometió. "Muy pronto". Con un resoplido, Rukia se apartó de él y comenzó a recomponerse su gloriosa melena azabache. Si se aplicara la mitad de lo que se preocupaba por su apariencia, habrían hecho muchos más progresos. Para las clases de aquel día se había recogido el cabello en una coleta. Se le habían soltado algunos mechones -eso sin contar con el que le caía en la frente siempre-, pero su aspecto era impecable. Ichigo sacudió la cabeza, maravillado. Trabajaba con otras mujeres que sudaban con los ejercicios. Rukia no. De algún modo, siempre lograba mantener un aspecto muy atractivo.
Los músculos se le tensaron sólo con obser var cómo se atusaba la coleta. Un hombre po día fabricar muchas fantasías sólo con aquella coleta, por no mencionar el cuerpo delicado y extremadamente femenino que la acompañaba. Hasta los pocos lunares que le adornaban la nariz le resultaban adorables.
-Déjate de hacer pucheros, "Kia" -dijo él utilizando el apelativo cariñoso con el que la aludía.
-No estoy haciendo eso -replicó ella, a pesar de que el labio inferior le sobresalía de un modo muy atractivo.
Normalmente, una princesa como ella no le habría atraído. Sin embargo, bajo aquella delicada apariencia, Rukia tenía agallas. Desde que la conocía, se había dado cuenta de que era una mujer amable, compasiva y comprensiva. La había deseado desde el primer momento.
Si aquel hubiera sido su único problema, habría encontrado ya un modo de llevársela a la cama. Era mucho más que eso. No habría creído nunca que volvería a desear estar con una mujer, pero con Rukia sí lo ansiaba.
Le pasó el brazo por los hombros y la llevó hacia las duchas, aunque ella no necesitaba asearse. La fragancia natural de su piel y de su cabello era cálida y femenina. El cuerpo de Ichigo se tensó un poco más.
-Estamos perdiendo el tiempo con estas clases.
-Necesito poder defenderme.
Aquello era cierto. Tres semanas atrás, Rukia se había visto atrapada en un edificio en llamas mientras estaba trabajando para el Shinigami Daily Press. Como periodista, le gustaba meter su preciosa nariz pequeña en lugares en los que no debía y aquel edificio en particular estaba en una parte poco recomendable de la ciudad. Aquella debería haber sido su primera pista para no estar allí. El hecho de que el distribuidor de fuegos artificiales hubiera tenido pro blemas en el pasado debería haber sido la segunda.
A pesar de todo, había proseguido en su empeño y había estado a punto de perder la vida. La mayoría se inclinaba a considerar que el fuego había sido un accidente debido a una imprudencia del dueño, que no tenía almace nados correctamente los productos pirotécnicos. Sin embargo, el asunto era mucho más complicado. Antes de que Rukia se viera atrapada en aquel fuego, había tenido miedo. Ichigo la conoció por primera vez cuando trataba de entrevistar a su amigo Renji, por su admirable trabajo como bombero. Incluso entonces, se había mostrado muy nerviosa. Parecía estar tan tensa, que Ichigo había esperado que comenzara a gritar en cualquier momento.
El día después de la entrevista, ella había acudido al gimnasio de él y le había preguntado cómo podía protegerse. Al contrario de la mayoría de las mujeres que se acercaban a él con las mismas peticiones, Kia había parecido estar completamente desesperada, como si necesitara aquellas clases para defenderse de una amenaza inmediata.
Antes del fuego, Ichigo había descartado sus miedos, como lo había hecho el cuerpo de policía del condado, para el que él trabajaba en calidad de técnico de investigaciones. Seguían sin creerle, pero, a sus veintiseis años, gracias a la enseñanza que le había dado la vida y algunas lecciones muy duras, Ichigo había aprendido a leer a las personas. Efectivamente, Rukia tenía miedo y él se apostaba a que tenía razones para ello.
El día en el que había estado a punto de morir en aquel fuego se había hecho una promesa. Rukia no lo sabía, pero Ichigo se había jurado que no permitiría que nadie le hiciera daño.
-¿Por qué no te duchas y luego hablamos al respecto?
-¿Otra vez? -replicó ella-. No hay nada más que decir. La policía no me cree. No ha ocurrido nada de importancia...
-¿Qué quieres decir con eso de "nada de importancia"? -preguntó él, sobresaltándose al escuchar aquellas palabras-. ¿Es que te ha ocurrido algo?
Rukia se encogió de hombros, lo que pro vocó un interesante movimiento de sus pequeños pechos. Iba vestida con unos pantalones de ciclista muy ceñidos y una camiseta de tirantes a juego, por lo que no iba demasiado cubierta. Sin embargo, Ichigo se había peleado con ella lo suficiente para saber que tenía unos pechos pequeños, pero firmes, que atraían decididamente su mirada.
Con sus enormes manos podía abarcarle con facilidad la totalidad de la cintura, pero desde allí, sus curvas se hacían más rotundas. Tenía un trasero de hermosa forma, redondeado, como a él le gustaba. En realidad, sabía que aquello no importaba. Había aprendido que no se puede juzgar a las mujeres por su apariencia.
Efectivamente, Rukia podría haber tenido una docena de aspectos completamente diferentes, pero él la habría deseado de todos modos. La atracción que sentía por ella iba más allá de la apariencia. Sentía una cierta afinidad, la sensación de que podía confiar en ella. Le parecía que la chispa había saltado en el momento en el que la había conocido. Sin embargo, ella lo había ignorado.
-Me mancharon la puerta de mi apartamento el otro día -confesó ella.
Ichigo se detuvo en seco, justo delante de la entrada de las duchas femeninas.
-¿Por qué diablos no me lo habías dicho? -gruñó con incredulidad.
-Te lo estoy diciendo ahora.
-Ahora es demasiado tarde -le espetó él.
-Había otras tres puertas manchadas, así que me figuré que no se trataba de algo personal. En realidad, el hecho de que alguien te tire un huevo a la puerta de tu casa no es una amenaza, sino sólo una molestia.
-A menos que alguien esté tratando de molestarte lo suficiente como para obligarte a que te mudes.
El hecho de que ella viviera en un bonito bloque de apartamentos con buena seguridad y muchos vecinos a su alrededor había tranquilizado a Ichigo muchas noches. Precisamente por eso no la había obligado a mudarse. Como sentía que ella estaba segura por las noches, tenía la intención de dejar que Rukia se acostumbrara a él a su propio ritmo. Poco a poco, le revelaría sus intenciones. A pesar de todo, se sentía obligado a señalar la importancia de aquellos hechos.
-No me importa lo que tú te figuraras, Kia. De ahora en adelante, me lo dirás todo. Yo soy el experto.
Rukia le miro el pecho, que estaba tan húmedo de sudor que hacía que la tela de la camiseta se le pegara a la piel. Llevaba toda la mañana dando clases, no sólo a ella.
-Sí, efectivamente eres el experto, Ichigo -replicó ella, tras levantar la mirada para contemplarle el rostro con sus grandes ojos-. En muchas cosas...
¿Estaría insinuándosele por fin? Ichigo no es taba seguro, pero le parecía que ya iba siendo hora. Se acercó a ella para que pudiera sentir el calor que emanaba de su cuerpo.
-¿Qué significa eso, Rukia? -le preguntó con voz ronca, excitada.
Aquel era el efecto que ella tenía sobre él.
-Eres un hombre estupendo, Kurosaki Ichigo. Eso es todo lo que quería decir. No conozco a ningún otro hombre que haya estado en un equipo de las Fuerzas Especiales de la policía, que trabaje como técnico de investigación en los lugares donde se comete un delito y que sea el dueño de su propio gimnasio.
-No.
-¿No qué? -preguntó ella, con inocencia.
-No voy a hacer esa maldita entrevista. Tendría que haberse dado cuenta. Se le daba muy bien descifrar los motivos de las per sonas, pero, cuando estaba cerca de Rukia, su sentido de la perspectiva se veía nublado por el deseo. Ella llevaba más de una semana de trás de una entrevista, pero el pasado de Ichigo era precisamente eso, sólo pasado. No lo revi viría por nadie, ni siquiera por Rukia.
-Pero...
En aquel momento, Abarai Tatsuki salió de las duchas como un tornado y los obligó a ambos a dar un paso atrás. Tatsuki entrenaba a con ciencia y, como Ichigo, ella siempre luchaba para ganar. En aquellos momentos, era lo suficientemente buena como para tener alguna oportunidad frente a un hombre que no tuviera el entrenamiento especial de Ichigo. Al haber sido miembro de los equipos especiales, él po día ser letal cuando fuera necesario. Además, no le gustaba perder. En nada.
Tatsuki era una de sus mejores amigas y acu día con frecuencia al gimnasio, para desesperación de Renji. Ambos se habían casado la semana anterior, pero aquello no había dismi nuido el ritmo de los entrenamientos de Tatsuki.
-Eh, Kurosaki -dijo Tatsuki, antes de darle un beso en la mejilla. Entonces, se volvió a Rukia-. Me entretuve un rato en la ducha para poder hablar contigo.
-¿De verdad? -preguntó ella-. ¿Sobre qué?
-Prepárate. Se ha aceptado el préstamo. ¡Puedes comprar esa casa!
Aquellas palabras provocaron gritos de felicidad en las dos mujeres. Tatsuki se echó a reír. Al lado de Rukia siempre se comportaba más femeninamente, como en aquel momento, en el que las dos mujeres se habían agarrado las manos y bailaban.
Sin dejar de observarlas, Ichigo se cruzó de brazos y se apoyó contra la pared. Le encantaban las mujeres, el modo en que reaccionaban, sus expresiones y modo de actuar. Rukia y Tatsuki no podían ser más diferentes, pero no por eso dejaban de tener similitudes, sólo por ser mujeres.
Estuvo pensando en el placer que le causaba escucharlas hasta que cayó en la cuenta de lo que Tatsuki había dicho.
-¿Una casa? ¿Que has comprado una casa?
-Es preciosa -afirmó Rukia, con una enorme sonrisa en los labios-. Justo del tamaño perfecto para mí.
-Y, además, ha sido toda una ganga -aña dió Tatsuki-. Además, como está vacía, puede ocuparla inmediatamente.
-¿Ocuparla inmediatamente? ¿Están hablando de una casa individual, sin protección alguna, a la que se va a mudar inmediatamente? -preguntó él.
-Oh -susurró Tatsuki-. No había pensado en eso, pero está en un vecindario muy tranquilo, con un jardín bastante grande...
-Genial. Me parece genial.
-Mira, Ichigo -comentó Rukia-. Te comportas como si fuera a acampar en el medio del campo, rodeada por osos salvajes. Sé cerrar las puertas y las ventanas. Incluso compraré un sistema de alarma, ¿de acuerdo? -añadió al ver que él entornaba los ojos.
-Es una pésima idea. ¿Se les ha olvidado a las dos que alguien trató de quemarlas vivas?
-Yo nunca lo olvidaré -respondió Tatsuki, temblando-. Había acompañado a Rukia aquel día y había estado a punto de perder la vida, pero pareció que la policía pensaba que, o habían sido unos vándalos a los que la situación se les había escapado de las manos, una negligencia por parte del dueño o, en el peor de los casos, venganza contra el dueño, nunca contra nosotras.
-Creen que nosotros fuimos víctimas ino centes -añadió Rukia observando a Ichigo muy cuidadosamente.
-Ya. Entonces ¿cuál es la razón de que se llevaran tu cámara y de que el dueño haya desaparecido?
Con aspecto de culpabilidad, Tatsuki se vol vió a mirar a Rukia.
-Tal vez tenga razón.
-No, no tiene razón. Tengo que vivir en al guna parte, así que es mejor que sea en mi propia casa. Mira Ichigo, te aseguro que haré que me instalen una alarma y me compraré un perro. ¿Qué te parece?
Al ver que no podía ganar, Ichigo dejó aquel argumento en particular. Al menos, parecía que Rukia estaba dispuesta a tomar algunas medidas. Efectivamente, un pastor alemán o un doberman bien entrenado actuaría como medida disuasoria para cualquiera que estuvie ra pensando en hacerle daño. Mientras tanto, tendría que seguir avanzando en su intención de seducirla. Cuando ella cediera, Ichigo tendría el derecho de mantenerla a su lado y así poder vigilarla mejor. Rukia pasaría todo su tiempo libre en la cama, con lo que tendría menos tiempo de meterse en líos.
Tras los precipitados planes de boda de Renji y Tatsuki, se habían visto obligados a verse con más frecuencia. Como, además, Rukia estaba tomando clases con él en el gimnasio, Ichigo llevaba casi tres semanas viéndola diariamente. Durante el tiempo que llevaban juntos, su relación había sido platónica, dado que no podía luchar con ella y tener pensamientos románticos sobre la joven sin avergonzarlos a ambos. Estaba seguro de que aquello no habría estado bien. Sin embargo, sabia perfectamente lo que sentía. Tal vez fuera siendo hora de que ella también lo supiera. No sería una mala idea vivir con ella hasta que pudiera estar seguro de que ella no correría peligro viviendo sola. Los benefi cios de aquella situación eran más que evidentes para ambos.
-¿Cuándo se va a efectuar la compra de la casa? -preguntó.
Tatsuki se estremeció. Ichigo la miró resignado e insistió:
-¿Cuándo va a ser?
-Bueno... –comenzó Tatsuki, tras mirar rápidamente a Rukia- como la casa estaba vacía y la situación económica de Rukia es buena, tengo que decir que lo he precipitado un poco. Tenemos fecha para mediados de la semana que viene.
Rukia lanzó un, grito de felicidad, aunque, al ver a Ichigo tan taciturno, se contuvo enseguida.
-Estás comportándote como un verdadero aguafiestas, Ichigo -le dijo-. ¿Es que no te puedes alegrar un poco por mí?
Si el momento no fuera tan poco adecuado, estaría encantado por ella. Sin embargo, le preocupaba que estuviera lejos de su complejo de apartamentos. Quería protegerla, no dejar su se guridad pendiente de un perro y de una alarma.
La estudió durante un largo momento, pen sando en cómo proseguir sin asustarla. Inmediatamente, se dio cuenta de que su mirada la incomodaba. Trató de sonreír, pero pareció más bien el gesto de un depredador que otra cosa.
-Te invitaré a cenar para celebrarlo -afir mó.
Era una orden más que una invitación.
-No sé... -dudó ella.
-Pues di que sí, Rukia...
Mientras hablaban, Tatsuki los miraba con gran interés. Entonces, las mejillas de Rukia se ruborizaron.
-Lo que ocurre es que quería comprarme hoy mi perro -dijo ella-. Creí que sería mejor acostumbrarle a que haga sus necesidades mientras yo esté en mi apartamento para que no me estropee la casa.
Ichigo no cedió. Esperó sin dejar de mirarla hasta que su incomodidad fue palpable. Al fin, ella suspiró.
-Está bien. Si puedes venir a mi casa sobre las seis, tendré preparado algo para que podamos cenar en mi casa.
Aquello sonaba prometedor. Mucho mejor para sus propósitos que un concurrido restaurante.
-Estoy de vacaciones durante las próximas dos semanas, así que estoy a tu disposición.
De repente, Ichigo se dio cuenta de que Tatsuki tenía una sonrisa en los labios. Lo conocía mucho mejor que Rukia, así que probablemente se había dado cuenta de lo posesivo que se sentía sobre ella.
-Ahora tengo que volver al trabajo -añadió, tras mirar por encima del hombro-. Tengo tres horas más de clases hasta estar libre. Prométeme que tendrás cuidado, Kia.
Ella parpadeó y dio un paso atrás. Entonces, esbozó una risa forzada.
-Estamos a plena luz del día. Te aseguro, Ichigo, que tú estas más inquieto que yo.
-¿Me lo prometes? -insistió él.
-Te lo prometo -le aseguró ella-. No lle gues tarde.
Ichigo observó cómo desaparecía en la sala de duchas. Estaba completamente hipnotizado hasta que Tatsuki comenzó a reírse. Cuando se volvió para mirarla, ella se colocó una mano sobre el corazón y fingió desmayarse.
-Tonta -dijo Ichigo, tras inmovilizarla con una llave y darle con los nudillos en la cabeza. Aunque Tatsuki era hermosa, nunca había tenido pensamientos lascivos sobre ella, y mucho menos después de que Tatsuki se casa ra con Renji.
-Eh -protestó ella-. No es justo. No quiero volver a ensuciarme. Tengo una exhibición esta tarde.
Ichigo la soltó cuando la joven le dio un co dazo en el estómago. Mientras él lanzaba un gruñido, Tatsuki dio un paso atrás.
-Idiota -replicó ella con una sonrisa. En tonces, se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta.
Ichigo se echó a reír. Quería mucho a Tatsuki, pero no la deseaba. No ardía por ella del modo en el que lo hacía por Kuchiki Rukia.
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Rukia sabía que no era la decisión más sabia que había tomado en su vida. Para ser una mujer que se enorgullecía de tomar sólo decisiones acertadas, debería sentirse abrumada consigo misma. Sólo tenía dinero para decorar la casa e instalar la alarma que le había prometido a Ichigo.
Trató de convencerse para no hacerlo. De verdad. Sin embargo, mientras miraba a aquellos enormes ojos negros, se enamoró locamente de ellos. Era tan mono, sobre todo cuando echaba las enormes orejas para atrás, cuando la miraba con aquellos prominentes ojos, temblando de miedo. Probablemente no fuera la clase de perro que Ichigo tenía en mente, pero el hombre de la tienda le había dicho que eran mascotas muy leales para con sus dueños.
-Me lo llevo.
Algunas veces, ciertas cosas parecen las adecuadas. Como ser periodista. Como comprar la casa. Como estar cerca de Ichigo.
Aquello también parecía lo adecuado. Tras haber visto aquel perro, sintió que no le serviría ningún otro. Por lo tanto, se sacó los seiscientos yens de los que, en realidad, no podía prescindir. El amor era el amor y no se debía negarlo, aunque ella no supiera mucho sobre el amor. Lo que sí sabía era que lo deseaba más que nada y, para conseguirlo, estaba segura de que debía darlo. Y ella podía amar a aquel perro.
Mientras se lo llevaba al exterior, el animal no dejaba de temblar ni de mirarla con sus enormes ojos. Nunca había visto una mirada tan patética en toda su vida. Deseaba estrecharlo entre sus brazos, pero era tan pequeño que no se atrevía. Suavemente, le acarició la delgada espalda y le frotó el cuello.
Nunca había acariciado a un perro tan suave. Tenía un pelaje sedoso y cálido. Además, tampoco olía como un perro. Le frotó la nariz contra el cuello y, a cambio, el animal le lamió la oreja.
Cuando llegaron al coche, Rukia lo colocó en su trasportín. En aquel momento, el animal comenzó a aullar. Verlo tan asustado resultaba cómico y estremecedor a la vez. Los aullidos prosiguieron hasta que Rukia estuvo a punto de sufrir un ataque de pánico.
-Shh... ¿Qué te pasa? Ahora tengo que conducir, bonito. No te puedo tener en brazos ahora porque no sería seguro, pero, en cuanto lleguemos a casa, te prometo que te sacaré de ahí.
Al oír la voz de la joven, el perro se calmó y sacó el pequeño hocico por entre los barrotes de la jaula para poder olisquear el aire que la rodeaba. Seguía temblando, pero parecía algo más tranquilo.
Era tan adorable... Los ojos de Rukia se lle naron de lágrimas. Efectivamente, había toma do la decisión acertada. Metió un dedo en el trasportín y comenzó a frotarle la oreja.
-Eres tan suave como un conejito, ¿lo sabías? El perro inclinó la cabeza, como si estuviera escuchándola. Parecía seguir algo triste, pero había dejado de aullar.
-¿Cómo debería llamarte? ¿Qué te parece Chappy? -le preguntó. El perro levantó las orejas y la miró de reojo-. ¿No? ¿Y Watame? Hmm... ¿Ese tampoco te gusta? En ese caso, escogeremos algo más masculino. Ya lo sé. Konpaku. O tal vez Kon, ya que eres tan adorable.
Tranquilizado por la voz de Rukia, el ani mal dio un excitado ladrido que pareció ser una afirmación, por lo que Rukia asintió.
-Esta bien. Pues será Kon.
Durante el resto del viaje a casa, Rukia alternó su atención entre la conducción y el perro. Además, examinaba constantemente la carretera, dado que seguía asustada de que al guien tratara de agredirla. Para tranquilizarse a sí misma y al perro, siguió hablándolo y utili zando constantemente el nombre, tal y como le había recomendado el criador, para que pudiera acostumbrarse a él.
Cuando llegaron al complejo de apartamen tos en el que ella residía, el perro pareció sentirse más animado. A pesar de todo, no dejaba de temblar. Como había mucha gente en el aparcamiento, Rukia volvió a sentirse segura. Agarró a su perro, junto con toda la parafernalia del animal, y se dirigió a su apartamento. Le había comprado boles, comida, golosinas, un cepillo de dientes, un collar y una camita muy cómoda forrada de piel de oveja sintética.
Al entrar en el apartamento, dejó a Kon en el suelo. El animal volvió a encogerse, por lo que ella decidió que tenía que animarlo de nuevo.
El apartamento era muy pequeño. Sólo te nía un dormitorio, un cuarto de baño, una pequeña cocina y un salón.
-Volveré enseguida, Kon.
Se dirigió a la cocina y dejó todos los artícu los que había comprado. Cuando regresó por él, se lo encontró haciendo pis sobre el sofá.
-Oh, no. Eso no está bien, Kon -dijo. El animal se acobardó y bajó la cabeza como si quisiera disculparse ante ella-. Venga, cielo. No importa.
Lo abrazó con fuerza y el animal le lamió la mejilla. Decidió que era el perro más precioso y más perfecto que hubiera podido escoger. Se lo llevó a la cocina, ya que allí sería donde pasaría más tiempo. Tras darle un beso en lo alto de la cabeza, lo metió en su cama y regresó al sofá para limpiarlo. Cuando regresó a la cocina encontró algunas gotas más sobre el suelo. Kon parecía estar muy afligido, por lo que Rukia decidió no castigarlo. Comprendía que estaba nervioso y que necesitaba comprensión. En vez de recriminarle su conducta, lo tomó en brazos y lo acarició, tratando de transmitirle así que estaba a salvo y que ella lo adoraba.
Cuando ya había comenzado a preparar la cena e Ichigo estaba punto de llegar, Kon se había relajado lo suficiente como para empezar a jugar un poco. Seguía a Rukia a todas partes. Encantada, ella no podía dejar de to marlo en brazos, de besarlo y de abrazarlo.
Le colocó una caja en el balcón para que él pudiera utilizarla. Enseguida, el animal comprendió lo que debía hacer. Rukia utilizó una pequeña correa para que el perro no pudiera caerse del balcón. Por supuesto, marcó su territorio por todo el interior del apartamento. Rukia no estaba segura de si no sabía del todo lo que tenía que hacer, si era un testarudo o no muy inteligente. Esperaba que fuera cual quiera de las dos primeras opciones, ya que la tercera no la tranquilizaba demasiado.
El pollo estaba cocinado y el puré de pata tas ya hecho cuando sonó el timbre. Era Ichigo. Había llamado con una decisión muy propia de su persona.
Aunque no le gustaba admitirlo, sintió el vuelco en el corazón con el que ya se había familiarizado desde que estaba con él. Hacía tres semanas que se conocían y, hasta aquel momento, Ichigo se había mostrado como un hombre atento, cortés y comprensivo. Sin embargo, lo más importante de todo era que creía sus historias de acosadores y de amenazas cuando nadie más parecía hacerlo. Por supuesto, podría ser que la creyera sólo porque estaba aburrido. Había sido miembro de los Equipos Especiales de la policía. Estaba acostumbrado a la excitación y al peligro. Para un hombre con su preparación y experiencia, vivir en Karakura, un lugar en el que no ocurría nada, tenía que suponer una gran frustración. Por eso, perseguir a sus fantasmas era seguramente mejor que nada.
A pesar de todo, no iba a quejarse. Fuera lo que fuera lo que le motivara, necesitaba su ayuda, así que estaba dispuesta a aceptar lo que pudiera obtener.
Había anticipado la emoción que la embargaría al verlo cuando abriera la puerta. Lo que no había esperado fue que una repentina oleada de frenesí hostil se apoderara de Kon. Ante sus mismos ojos, el animal se transformó de un pequeño y tembloroso perro en un diablo.
-¿Rukia? Soy yo. Abre la puerta.
-Un segundo.
Tomó en brazos al perro, pero sujetar a aquella pequeña masa de dos kilos, rígida y enfurecida, le resultó casi imposible. La rabia parecía haberse apoderado de cada músculo de su pequeño cuerpo y no hacía más que luchar para soltarse y poder atacar al visitante.
¡Qué perro tan valiente!
Con una mano, Rukia abrió la puerta y se esforzó por sujetar a Kon mientras Ichigo en traba en el apartamento. De repente, el perro se soltó y estuvo a punto de caerse, pero Ruki a consiguió dejarlo en el suelo, casi de cabeza. El perro giró, se puso de pie y, como una exhalación, se abalanzó sobre Ichigo.
Él permaneció inmóvil, con las cejas levantadas y una expresión atónita en el rostro mientras Kon trataba de rasgarle la pernera del pantalón.
-¿Qué diablos es esto? ¿Una ardilla rabiosa?
-Claro que no -replicó Rukia, indigna da, tras cerrar la puerta-. Es mi perro, Kon.
-¿Eso es un perro? -preguntó Ichigo con incredulidad-. ¿Estás segura? -añadió, sin dejar de mirar al animal furioso que no dejaba de tirarle de los pantalones-. ¿Cómo lo sabes?
Ofendida en nombre de su mascota, Rukia lanzó un soplido. Soltó al perro de su presa y comenzó a calmarlo.
-Shh... Kon. Tranquilo. Este hombre puede pasar. Qué perro tan bueno. Qué valiente...
Ichigo parecía estar a punto de vomitar.
-Entonces, eso es un perro. ¿Y qué demonios le pasa?
-Nada. Es perfecto -respondió Rukia mientras se sentaba en el sofá.
-Pero si no puede pesar más de dos kilos.
-Pesa dos kilos exactamente -replicó ella, sin dejar de acariciar al animal.
-Dios santo...
Rukia no le prestó atención. Siguió acari ciando al perro hasta que este se puso de espaldas de gusto y comenzó a mostrar su equipamiento sin modestia alguna. Ella se aclaró la garganta.
-El criador me dijo que debería castrarlo.
-Si lo haces, pesará medio kilo menos - comentó Ichigo con una sonrisa en los labios.
Se sentó al lado de Rukia y extendió la mano para acariciar al perro. Kon se puso de nuevo muy enojado. Parecía increíble que unas veces pudiera parecer tan dulce e inocente y otras tan furioso.
-Necesita tiempo para acostumbrarse a ti -explicó Rukia, esperando que fuera cierto.
-¿De qué raza es?
-Es un chihuahua de pura raza. Su hermoso pelaje es único -dijo. Por lo menos a ella se lo parecía-. Amarillo con manchas color café.
-¿Se va a hacer mucho mayor?
-No. Ya ha crecido todo lo que tenía que crecer. ¿No te parece precioso? -exclamó, encantada.
-No. Por favor, dime que esta no es la idea que tú tienes de un perro guardián.
-Pero es perfecto. Ya viste cómo te ha atacado.
-Y ya viste tú cómo tuve que quedarme muy quieto para no hacerle daño sin querer.
Lo había notado. Ichigo siempre tenía mucho cuidado con las personas. Rukia sabía que, en gran parte, aquello se debía a su entrenamiento y a su habilidad. Sería tan fácil para él hacer daño a una persona que, naturalmente, se con trolaba en todas las situaciones. Tal vez otros no fueran tan conscientes como ella de lo mucho que se contenía, pero Rukia lo había visto en sus intensos ojos marrones y lo había sentido durante las clases.
También se había dado cuenta de que ni siquiera se había inmutado por el ataque de Kon. La mayoría de las personas se habrían sobresaltado, pero Ichigo no. Ella no se imaginaba nada que pudiera hacerle perder la com postura. Con mucho cuidado, él se había he cho cargo de la situación y había reaccionado, sin prisa alguna, con cautela para no hacer daño al perro.
Era un hombre tan increíble...
-Ya lo he notado. Gracias.
Ichigo se recostó sobre el sofá y extendió un brazo sobre el respaldo hasta que estuvo a punto de tocarle el hombro. Sin dejar el regazo de Rukia, Kon le lanzó una mirada malintencionada y comenzó a gruñirle como adver tencia. Ichigo comenzó a hablar con Rukia sin dejar de mirar al perro.
-¿Cuándo cenamos? Huele muy bien. Azorada por el cumplido, Rukia se puso de pie con Kon en brazos, como si el perro se tratara de un niño.
-Ya está lista. Tenemos que cenar en la cocina, porque no tengo comedor. Cuando me haya mudado a mi casa, tendré comedor y podremos utilizarlo entonces. Es decir, si vienes a cenar a mi casa nueva...
Con eso, se dio la vuelta y, tras hacer un gesto de desesperación por las tonterías que estaba diciendo, se dirigió a la cocina. Ichigo se levantó y la siguió.
-Rukia...
-¿Hmm? -respondió ella dándose la vuel ta tras dejar en su cama a Kon.
El perro, al ver que Ichigo entraba en la cocina, se acercó a él cautelosamente, para olisquearlo. Cada vez que él avanzaba, el perro daba un salto atrás.
-Tomaremos muchas cenas juntos.
-¿Sí? -preguntó ella, algo distraída por el perro.
En aquellos momentos, Kon estaba a los pies de Ichigo y lo olisqueaba con más intención. Como probablemente sabía lo que Kon tenía la intención de hacer, Rukia comenzó a buscarle una golosina. No quería que Kon marcara a Ichigo. No era parte del territorio permanente y lo más probable era que nunca lo fuera.
Ichigo se agachó y extendió una mano hacia el perro. El animal se la inspeccionó con avi dez y, de repente, se le dibujó una expresión angelical en los grandes e inocentes ojos. Entonces, pareció que esbozaba una sonrisa e incluso permitió a Ichigo que le acariciara por de bajo de la barbilla.
-¿Estás segura de que no es una rata? -bromeó el Pelinaranja.
Rukia se inclinó para darle al perro la golo sina. En el momento en el que se agachó, el perro comenzó a gruñir a Ichigo a modo de ad vertencia. Entonces, se acercó a su dueña y aceptó la golosina que ella le ofrecía.
-Es un perro algo contradictorio -comentó Ichigo mientras volvía a erguirse.
-Se está acostumbrando a ti -replicó ella cuando vio que el animal se iba a su cama para comerse su galleta.
Ichigo la agarró de la mano para que se ir guiera delante de él. El corazón de Rukia comenzó un latir a toda velocidad cuando sintió que los fuertes dedos de él se entrelazaban con los suyos.
-¿Y tú, Kia? ¿Te estás acostumbrando a mí también?
Había muchas connotaciones en las palabras que Ichigo acababa de decir. En efecto, ella se había acostumbrado tanto a él, que lo echaba de menos cuando no estaba a su lado. Una locura. Kuchiki Rukia no se permitía enamoramientos caprichosos. Pensó en decirle que sí, que, efectivamente, se estaba acostum brando a tenerlo a su lado. ¿Por qué no iba a ser así? No era muy diferente a cualquier otro hombre, pero cuando sintió sus dedos callosos sujetando los de ella, las palabras se le atascaron en la garganta. Sólo pudo encogerse de hombros.
De repente, Ichigo abrió la mano y comenzó a acariciarle suavemente el brazo, el hombro y el cuello. Sus dedos se deslizaron por su mandíbula hasta terminar enroscándosele en la nuca. Por donde quiera que la tocaba, se le ponía la carne de gallina.
-Respuesta equivocada -susurró él suavemente.
Rukia contuvo el aliento, sorprendida por aquella respuesta, justo cuando él la obligó a ponerse de puntillas.
-¿Ichigo?
-Necesitas aceptar unas cuantas cosas, Kia.
Rukia se sentía hechizada, ansiosa. Sin embargo, si seguía dudando, el pollo se le iba a quemar y aquello produciría una mala impresión.
-¿Como cuáles? -se obligó a decir.
-Como esta -susurró Ichigo. Entonces, se inclinó sobre ella y la besó.
Continuará...
