Título: Senior Year
Idioma: Español
Rating: K+ (por el lenguaje altisonante y demás) Con posibilidad de aumentar en el futuro.
Personajes principales: ninguno; será un fic coral y, por lo tanto, todos (o casi todos) tendrán protagonismo.
Spoilers: Ninguno. Versión alternativa de la 3ª temporada, a mi manera.
Dedicatorias: no suelo hacer esto... pero quiero dedicar este fic a ciertas personillas que me han alegrado la vida durante los últimos meses. A MissLibertine, por ser tan jodidamente buena escribiendo y aguantar todos mis reviews ilógicos; eres inspiración pura, cielo. Y a amy-tsubasa, Anddy Romanov Malfoy Riddle y PelusitaBlack93, por sus reviews en Lean on me y por sacarme siempre una sonrisa. Oz adoro :3
DISCLAIMER: Glee no me pertenece... esta tercera temporada es pura invención loca-fangirl-aburrida. El señor Murphy & compañía son los que manejan, yo sólo imagino y tecleo.
Notas: (como siempre, al final de todo)
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SENIOR YEAR
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Capítulo 1
"All the little kids are dressed in dreams."
Si había algo que no podía soportar, eran las noches de insomnio. Las largas horas que pasaba dando vueltas entre las sábanas, fijando su mirada en el techo, intentando pensar en cosas relajantes que consiguiesen hacerle cruzar el limbo que separaba la plena consciencia del mundo de los sueños. Se ponía nerviosa, comenzaba a sudar y sólo le entraban ganas de levantarse y vagar por la casa como un alma en pena. Pero nunca lo hacía. No quería causar un pequeño alboroto y despertar a sus padres; al fin y al cabo, ellos trabajaban y también necesitaban sus horas de descanso. Y además, estaba segura de que abandonar su cama borraría por completo cualquier pequeño resquicio de cansancio que pudiese llegar a dormirle.
Aunque si bien no tenía aquello por costumbre, aquella noche fue distinta. Dirigiendo una vez más su mirada hacia el reloj —casi las cuatro, ¡qué desastre! —, Rachel dejó escapar un suspiro y se reincorporó para encender la lámpara de su mesilla. Necesitaba poner un poco de orden en su cabeza. Estirar las piernas, quizá beber un vaso de leche caliente —como placebo, nada más que eso— y desear que le sentase como un somnífero. Pero nada más ponerse en pie, su mirada fue a parar a su teléfono móvil, situado sobre su escritorio. Y no pudo evitar considerar la posibilidad de…
Imposible, negó con la cabeza, como si estuviese conversando consigo misma. Sí, Finn era un cielo, y no podía imaginarse contándole a nadie más todo sobre aquel barullo mental que le estaba robando el sueño a apenas una noche del comienzo del curso… pero por Dios, ¡eran las cuatro de la mañana! ¡Nadie en su sano juicio contestaría amablemente al teléfono, aunque fuese su afectada novia la que estuviese al otro lado de la línea!
Resoplando con pesadez, Rachel se dejó caer de nuevo sobre la cama. Aquello era una locura. En el fondo, estaba demasiado agotada como para pensar, pero no podía dejar de hacerlo: desde hacía varios días, veía el inicio de las clases como una fecha maldita. Y tampoco dejaba de imaginar —posiblemente, como un producto perverso de su enfermizamente cansado cerebro— que ella, Rachel Berry, estaba en una especie de concurso de la tele, frente a un público hostil y un presentador pérfido, y se veía obligada a contestar a sus incómodas preguntas.
¿Qué has hecho para destacar? Todo. ¿Qué has conseguido durante todos estos años? Nada. ¿Qué logros vas a alcanzar durante tu último curso? Ninguno. ¿Cuánto tiempo aguantará Finn a tu lado? Menos del que me gustaría. Del que a los dos nos gustaría.
Porque, como si de un orden de prioridades se tratasen, todas aquellas cosas se clasificaban automáticamente para ella: el instituto, el Glee Club, Finn, su popularidad, las competiciones, la graduación. Y, como una sombra que lo abarcaba todo, Nueva York. Que, por suerte o por desgracia, no había abandonado sus planes de futuro ni una sola vez desde el final del curso anterior.
Planes. La simple idea le aterraba de un modo incomprensible para cualquier persona que no la conociese bien. Sí, lo tenía todo muy claro, perfectamente organizado: graduarse en el McKinley con la mejor nota posible en Selectividad, mudarse a la ciudad que nunca duerme —qué ironía— y matricularse en la universidad, compaginando sus estudios de interpretación con castings para musicales y algún trabajo temporal que le ayudase con el alquiler de su apartamento —el cual, si todo salía según lo deseado, compartiría con Kurt y Blaine.
Planes que dejaban Ohio atrás. Que no incluían a su familia, ni a sus amigos —si les podía llamar así— del instituto, ni a Finn. Planes que, si bien hace un par de meses le emocionaban, ahora le obsesionaban y le hacían sentirse culpable hasta rozar lo insano.
Pero ahora tenía que olvidarse de todo aquello por una noche.
Volvió a enredarse entre las sábanas, incómoda. Necesitaba descansar, llegar al día siguiente al instituto con su mejor cara y comenzar con buen pie su último año. Si todos le veían con ojeras y aspecto de loca, conseguiría meter la pata desde el principio, con consecuencias terribles que acarrearían algún que otro granizado. Y no podía permitirse algo así.
Porque, Rachel estaba segura, aquel iba a ser un año excelente. Tenía que serlo. Costase lo que costase, y aunque supusiese renunciar a lo que, en aquel momento, le parecía lo mejor.
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—Nadie.
El susurro de Kurt puso los pelos como escarpias a todos los allí presentes. Como si escuchar su voz, chillona y quebradiza a causa de la decepción, fuese un jarro de agua fría que les devolviese a la realidad.
—No puede ser —se negó a creer Mercedes, revisando las tres hojas que estaban clavadas en el tablón de anuncios bajo el escueto título de "Nuevas Iniciativas" — ¿Es que nadie va a apuntarse?
Mike y Tina enmudecieron al instante, intercambiando una mirada más cercana a la condescendencia que a la indignación de la morena. Artie evitó llamar la atención, posiblemente para no tener que explicar que aquello no suponía ninguna sorpresa para él, y tampoco los incombustibles Puck y Lauren fueron capaces de abrir la boca.
—Quizá con un eslogan más llamativo… —se atrevió esta última, ladeando ligeramente la cabeza, como si esforzándose más en vislumbrar las escasas letras a través de sus lentes fuese a aumentar el número de aspirantes.
—No. Seguimos siendo unos perdedores. Y lo seremos hasta que nos graduemos y dejemos esto atrás de una vez por todas.
La autocompasión de Kurt fue tan rabiosamente sincera que sumió a todos nuevamente en un silencio incómodo. Mientras parecían haber quedado sumidos en una especie de catarsis, Sam se acercó y pronunció un saludo que ninguno pareció escuchar. Extrañado, el rubio siguió sus miradas, y experimentó la misma sensación de desencanto que sus compañeros.
— ¿En serio? —musitó, sin poder evitar dirigirse especialmente a Mercedes.
—Seguimos sin ser lo suficientemente buenos —respondió ésta con simpleza.
—Pero no podemos dejar que esto nos afecte —el chico no estaba dispuesto a que los ánimos decayesen desde el primer día, y miró a todos con cierto brillo extraño en sus ojos—. ¿No ocurrió algo parecido el año pasado? Salimos adelante, después de todo.
—Fuimos a Nueva York —argumentó vehemente Kurt, como si Sam tuviese la culpa de todos aquellos folios en blanco—. Trabajamos más que nunca, ¿y así nos lo pagan?
—Esperad un par de horas, y puede que alguien se presente. Y si no… seguimos siendo los de siempre, ¿no? Pues nos tenemos los unos a los otros, nada puede salir mal.
Con una sonrisa cómplice, el rubio contagió un poco de su espíritu optimista a sus recelosos compañeros. Cuando el timbre interrumpió el momento sentimental, todos pusieron rumbo a sus diferentes clases sin perder un segundo. Nadie quería llegar tarde el primer día y meter la pata.
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Los ojos fijos en el balón. El pulso acelerándose. No pudo evitar intercambiar una mirada de odio con el tipo que tenía enfrente, para después reprochárselo a sí mismo pensando es sólo una prueba, relájate. Pero no podía. Sentía que, después de todo, se estaba jugando demasiado en aquel estúpido partido experimental.
El grito del quarterback le sacó de sus pensamientos, y le sumió una vez más en ese completo caos que, al fin y al cabo, era el fútbol. Esquivando a los gorilas del equipo contrario, lanzó una mirada desesperada al jugador que poseía el balón, como si estuviese gritándole telepáticamente lo gilipollas que era por no lanzársela, ya que él era el único que estaba completamente solo en el campo. Por suerte, el chaval reaccionó a tiempo y se lo lanzó. Es mi oportunidad, pensó antes de atraparlo.
Atravesó el campo a una velocidad asombrosa. No en vano le conocían como "la liebre de Jersey" en su antiguo equipo. Corrió, y en cuestión de segundos alcanzó la línea de final del campo, arrancándoles algún que otro grito de júbilo a sus compañeros. Había vuelto a clavar otra jugada. No quería ser vanidoso, pero sabía que tenía el puesto en el equipo asegurado.
— ¡Tú! ¡El rápido, ven aquí!
Sonrió, satisfecho, y se acercó al puesto de la entrenadora Beiste. Ésta le miró, primero con mohín altivo, después con rigurosa seriedad profesional.
— ¿Cuál es tu nombre, chaval?
—Rhett. Rhett McKinney, señora.
— ¿Y de dónde vienes?
—De Trenton. A mi madre le acaban de conceder el traslado.
—Bien —tendiéndole la mano, la mujer sonrió con amabilidad—. Bienvenido al equipo, McKinney. Te espero en los vestuarios para la primera reunión táctica del curso.
— ¡Gracias!
Sin poder ocultar su regocijo, el chico se alejó corriendo del campo hasta entrar en la estancia. Allí, varios chicos ya se estaban vistiendo, intercambiando sus opiniones acerca de las pruebas de admisión. Rhett sonrió, y se dirigió hacia las duchas, buscando cierta intimidad. No le gustaba llamar demasiado la atención si eso implicaba dar explicaciones acerca de sus experiencias anteriores con el fútbol o su antiguo instituto, como se había visto obligado a hacer con un par de chicos al principio del entrenamiento. Pero allí la compañía era inevitable, y nada más guardar su ropa en su mochila y enrollarse una toalla alrededor de la cintura, se topó con un chico sentado sobre el banco, que parecía absolutamente centrado en secarse el pelo.
Aunque, obviamente, no pudo evitar llamar su atención.
— ¡Eh! Tú eres el nuevo, ¿no? —interrogó, poniéndose en pie y acercándose. Rhett enseguida le reconoció como el quarterback— Te vi hoy en clase de Lengua.
—Sí. El mismo.
—Vaya, eres realmente bueno jugando —exclamó con admiración, poniéndole una mano sobre el hombro—. Te han cogido, ¿verdad?
—Sí —asintió, ligeramente incómodo. No le gustaba el contacto físico con desconocidos, le hacía sentirse ridículamente vulnerable—. Si nada lo impide, seré el próximo número 14.
—Genial.
—En fin, si me disculpas… tengo que ducharme y eso…
—Claro, tío.
El chico se alejó, no sin antes sonreírle de nuevo. ¿De verdad todos allí iban a ser tan amables? Si se ceñía a sus escasas amistades de verano en Lima y a todos los comentarios escuchados —en su mayoría, desagradables—, aquel instituto tenía fama de albergar a muchos cabrones. Le contaron algo sobre un gay que se había cambiado de escuela sólo porque un energúmeno le acosaba. Esa clase de historias conseguían ponerle los pelos de punta.
— ¡Eh! Todavía no me has dicho cómo te llamas, nuevo.
—Rhett —pronunció de nuevo su nombre, correspondiendo al gesto amable del chico—. Y tú eres…
—Finn —acercándose de nuevo, le estrechó la mano rápidamente—. Nos vemos mañana.
—Claro.
Finn. Rhett no pudo evitar sentirse azorado cuando el chico abandonó el pequeño rincón de las duchas. Desde luego, no estaba acostumbrado a tanta atención, ni a despertar tanta simpatía. Solía ser el chico mono—pero—imposible, según la mayoría de las chicas de su antigua clase, que ni siquiera se acercaban a él. Aunque eso tampoco le importaba. Nunca lo había hecho y, sin ninguna duda, nunca lo haría.
Pero estaba en el equipo. Increíble, pensó mientras se deshacía de su toalla y abría el grifo de la ducha. Había cumplido uno de los objetivos que se había marcado antes de la primera hora, frente al tablón de anuncios del pasillo central. Ahora sólo le quedaba el otro.
Pero de eso ya se ocuparía al día siguiente.
No puedo explicar todo lo que me gustaría en este momento, porque mi madre quiere arrastrarme a la cama y yo necesito publicar ahora mismo (así que ni siquiera pienso en posponerlo para mañana; i'm crazy, i know). Así que intentaré hacerlo lo mejor que pueda.
Las ideas en mi cabeza son como gérmenes, y éste llevaba incordiándome días y días. Así que en cuanto he tenido el portátil en mis manos y he podido organizar mis desastrosas libretas llenas de apuntes sobre personajes, tramas y demás... me he puesto a ello.
Desde que la season 2 terminó, llevo pensando que la 3 será un punto y aparte. Y... no sé, mis expectativas son demasiado surrealistas, no creo que coincidan con lo que pueda llegar a pasar finalmente xD Así que me he decidido a empezar esta especie de "experimento": no es totalmente mi "deseo", ni lo que quiero ver en el final de esta "generación", pero sí algunas tramas que mi alocada mente maquinó y necesitaba plasmar. Por supuesto, me he tomado la libertad de añadir algún OC como Rhett, y me guardo mis ases en la manga... just wait and see.
Siento ser siempre tan pesada, sólo que necesitaba aclarar este tipo de cosillas :$
Sólo me queda decir que espero no asustar a nadie con mis idas de olla. Que prometo no ser tan dramática (cualquiera que me haya leído antes sabe que se me va la mano con los momentos trágicos en los fics). Que espero no dejar esta historia inconclusa (también tengo tendencia a abandonar ideas tan rápido como las empiezo).
Thanks for reading!
