Advertencia: Yaoi, chico x chico.
Disclaimer: Los personajes de Magi no me pertenecen.
Capítulo único: Alma dulce.
Estaba en conocimiento de todos en el pueblo que Ren Hakuryuu era un genio en cuanto a la pastelería. Desde que tomó el puesto de pastelero principal, en el negocio familiar, logró que éste tomara renombre dentro del pueblo y también fuera de él, los clientes que probaban las delicias del joven quedaban maravillados a tal punto de que siempre regresaban por más. La familia Ren no podía estar más feliz por eso.
Sin embargo, Hakuryuu no estaba satisfecho, conocía sus capacidades, de hecho estaba convencido de que no existía receta que no pudiese ejecutar sin excelentes resultados. Pero dentro de él guardaba un secreto que no era capaz de contarle a nadie: A Ren Hakuryuu, no le gustaban las cosas dulces.
No es que aborreciera el sabor de sus preparaciones, ¡Eran deliciosas! Pero con solo dar un par de bocados, la dulzura terminaba por hostigarlo y era incapaz de terminar de comerlas. No se explicaba cómo es que sus clientes devoraban incluso más de uno con sólo un par de mordiscos, pensar en eso hasta le daba deseos de vomitar.
Muchas veces pensó en dejar de hornear, quizás aventurarse en la cocina internacional, hacer un pato a la naranja, cosas como esas, mas el compromiso con el negocio que fundó su abuelo, le instaban a continuar.
El sonido de una campañilla, junto con una nota escrita por su asistente, le trajo de vuelta a la realidad. Leyó con detenimiento el nuevo pedido y sonrió levemente; todos los días recibía la misma solicitud, incluso ese día ya le estaba extrañando la tardanza. Juntó los ingredientes y los racionó perfectamente medidos, los preparó con calma y profesionalismo, hasta que estuvieron listos y luego probó una pequeña porción: Delicioso, como siempre. Acto seguido los envolvió y se dispuso a salir de la cocina con los pastelillos en sus manos, ese pedido en especial disfrutaba de entregarlo personalmente.
No le sorprendió encontrarse con un joven de largos cabellos negros, esperando impaciente del otro lado del mostrados, quien al verlo sonrió ampliamente y se acercó hasta que quedaron frente a frente.
-Aquí están tus pastelillos, Judal – dijo el joven, entregando el pedido en las manos del otro.
-Ya era hora, no podía esperar más – reconoció el otro muchacho, abriendo el paquete como si se tratara de un niño y devorando los pasteles en un instante.
Hakuryuu frunció el ceño al verlo comer, dentro de todos sus clientes, Judal era el más fiel y quien era capaz de consumir mayor cantidad de sus preparaciones, no entendía de donde sacaba estómago para eso.
-Otra vez tienes esa expresión de amargado – comentó con la boca llena de pastel – cualquiera se sorprendería que alguien con esa cara, podría preparar estas delicias.
-¿Te estas burlando? – Hakuryuu se cruzó de brazos y endureció aún más semblante.
-No me estaba burlando – Judal se encogió de hombros y comió el último pastelillo que le quedaba – ¿Sabes una cosa? Yo creo que logras estas maravillas porque, detrás de esa máscara de amargado, se encuentra un chico realmente dulce – sentenció, poniéndose de pie y pagando por los dulces – estuvo riquísimo, nos vemos mañana.
-Hasta mañana – susurró el aludido completamente sorprendido, mientras observaba como Judal se alejaba lentamente del local.
Ya a solas el joven meditó en lo que acababa de suceder y, dejando que el rubor se apoderara de sus mejillas, concluyó que quizás no era un genio pastelero como todos pensaban, sino que simplemente tenía motivaciones necesarias para sacara lo mejor de su alma para compartirla en sus preparaciones, sobre todo si éstas eran para el extraño chico de cabellos negros.
