Descargo: Hermione Granger, Bellatrix Lestrange, Harry Potter, etc. Son propiedad de J.K. Rowling. La trama sí, por lo tanto, esta historia no se puede vender, copiar ni usar para obtener beneficio económico o de cualquier índole.
Advertencia: Femeslash, violencia, angustia, violación, muerte de un personaje, incesto. Si eres menor de edad, o no es de tú agrado esta temática, busca algo más acorde a lo que deseas.
Dicho esto, desde ya, gracias por leer.
Una luciérnaga en la bruma
Capítulo 1
Mutilada
— ¿Qué vamos hacer? No podemos dejar a Hermione sola con ella. ¡La matará!
— ¡Aaaaaaaaaaa! ¡No…no, por favor, noooooo!
Los gritos desgarradores, resonaban en la gigantesca Mansión Malfoy produciendo ecos escalofriantes en todas y cada una de las habitaciones.
Harry y Ron, no podían hacer absolutamente nada. Estaban atrapados.
En el calabozo se encontraba Luna, Ollivander y el duende.
Harry se sentía asquerosamente impotente. ¿Cómo era posible que los hubieran apresado tan fácilmente? ¿Por qué se la habían llevado a ella y no a él? Tenían que encontrar la manera de salir de ahí y ayudarla. Pero… ¿cómo? Sólo rogaba para que su amiga resistiera hasta que encontraran una solución.
— ¡Déjenos salir! ¡Déjenos salir, maldita sea!—Ron pateó la reja una y otra vez, pero no cedió. El desespero no lo dejaba darse cuenta que era un acto inútil… "Estaba sellada"
— ¡ENTRA!—Bellatrix abrió violentamente una enorme puerta del segundo piso y arrojó a Hermione dentro, como a una muñeca de trapo.
Resbaló con sus pies descalzos y cayó de espaldas golpeándose la cabeza.
El frío inundaba aquel espacio en penumbras. Una brisa congelada se colaba por la única ventana que el cuarto poseía.
— ¡Por favor…lo juro…no sacamos nada!—se arrastró, alejándose lo más que pudo, pero era en vano. No tenía donde correr y tampoco estaba en condiciones de hacerlo. La tortura previa había sido devastadora. Ahora con su brazo marcado lleno de sangre, su cara repleta de magullones y el Crucio recibido, estaba convencida que la última imagen que se llevaría sería de la mujer frente a ella que en ese preciso momento se había puesto a reír siniestramente, moviendo lentamente una daga en su mano.
— ¡Quiero jugar! ¿Tú no quieres?—preguntó, lamiendo la punta del pequeño cuchillo afilado.
Deslizando sus tacos por el refinado suelo de mármol negro, se acercó amenazante al bulto sudoroso acurrucado en un rincón.
No puede estar pasando…moriré. Nunca se imaginó que su vida terminaría de esa manera. El pánico la embargó. El corazón le latía enloquecido. Nunca en toda su existencia había sentido tanto miedo. Quería volver a ver a sus padres, aunque fuera una sola vez; a sus amigos; a la gente que amaba. Mamá…Papá, susurró. Se pegó a la pared todo lo que pudo y se abrazó a sí misma, haciéndose un ovillo.
La tenue luz de una vela crepitaba sobre una desgastada mesa de madera de roble, formando figuras extrañas e inquietantes en las paredes. La atmósfera no puede ser peor, pensó, observando aterrada como Bella se aproximaba cada vez más.
—Por favor…no lo hagas…no me mates—suplicó.
Sabía que sus palabras no servirían de nada, pero lo intentaría…suplicaría si era necesario. Quería seguir viviendo y si la única manera era rebajándose a la peor mugre "estaba dispuesta hacerlo"
— ¿Matarte?—una sonora carcajada retumbó por toda la habitación—. La asquerosa sangre sucia…suplicando por su vida. Te ves patética ¿Lo sabías?—se burló cruelmente mientras se sentaba en una silla observándola divertida a un metro de distancia—. ¡Dije que quiero jugar! Y luego sí, lo más probable es que te mate—se acomodó en su asiento, cruzando las piernas elegantemente, y llevando una de sus manos a los pliegues de su capa hizo relucir su lustrada varita de nogal. La apuntó con media sonrisa y bramó:
— ¡LEVÁNTATE!
Estaba paralizada por el pánico y el dolor. ¿Cómo pretendía aquella mujer que se irguiera? Sus músculos estaban agarrotados.
— ¡QUE TE LEVANTES, DIJE!—gritó histérica y con un movimiento la levantó de golpe por los aires, posicionándola a su alcance—. ¿Estás llorando? Oh…la pobrecita niña impura está llorando—se mofó, imitando unos quejidos actuados.
Bellatrix se levantó de su asiento y se acercó rápidamente, quedando nariz con nariz. Sus alientos se mezclaban de tan cerca que estaba una de la otra. Hermione jama había visto unos ojos tan profundamente negros, y pronto se dio cuenta que lo único que se reflejaban en ellos era la oscuridad misma. Se le hizo imposible sostenerle la mirada.
—Por favor…—murmuró.
¿Cómo saldría de esta? Quería correr, pero sus piernas no obedecían. Sus lágrimas comenzaron a empaparle las mejillas. ¿Por qué tenía que terminar así? ¿No era justo? Los temblores cada vez se hacían más incontrolables. No soportaría mucho tiempo. Colapsaría, estaba segura que así sucedería.
—Vamos a jugar a un juego—propuso, arrastrando las palabras cerca de su oído—. Yo te pregunto algo… y si no me gusta la respuesta…te saco una prenda y te hago una preciosa línea con este hermoso bebé que tengo aquí—dijo levantando sus cejas divertida, apoyándole la hoja del arma sobre sus labios—. ¿Qué te parece?—preguntó, alejándose dos pasos para mirarla de arriba abajo.
— ¡Merlín, ayúdame!—imploró apenas audible.
— ¡Veamos…! Pregunta numero uno… ¿Cómo entraron a mi bóveda?
— ¡No! no lo hicimos…lo juro—contesto rápidamente.
— ¡MENTIRAAA! ¡MIENTES!—aulló enardecida, haciendo desaparecer el suéter de la castaña en un movimiento.
Estaba expuesta, vulnerable…ya no había escapatoria.
La mortífaga se acercó…Los ruegos, las suplicas y los llantos la atraían sobremanera, la excitaban. Le electrizaban hasta la última fibra. Deseaba arrancarle hasta el último lamento de su sucia garganta. Apoyó la punta de su afilado juguete sobre el estomago de Hermione y lo deslizó lentamente, mirando su obra con pleno deleite.
— ¡Aaaaaaaa! ¡T…te lo suplico! ¡Ya no, ya no más!—gritó desgarrada.
Una línea horizontal, hecha de lado a lado por encima de su ombligo, escurría sangre empapándole sus pantalones.
— ¡Oh, vamos! ¡No es para tanto!—se rió, caminando en círculos, rodeándola, acechándola como a una presa sin salida.
Se detuvo mirándole la espalda. Le desató el sostén con una mano y sin previa señal rasgó la carne, pero esta vez balanceó un poco el cuchillo para que la herida fuera más profunda. Se pegó a ella, tomándola de la cintura y restregándose en ella la animó:
—¡A ver! ¡Grita, grita como una ramera!
—Ayyyyyyyyyyyyyyyy ¡Detente, detente!
—Eso es, más fuerte. Grita más fuerte—ordenó despegándose lentamente, viendo como la sangre le cubría gran parte del tapado negro. Pasó sus dedos sobre él y saboreó el espeso líquido con una mueca enfermiza.
— ¡Pregunta numero dos! ¿Qué más se llevaron de mi bóveda? ¡Y QUIERO LA VERDAD!—exigió, cinchándole los pelos hacia atrás.
Hermione no entendía nada de lo que Bellatrix le estaba preguntando, pero sospechaba que la espada de Gryffindor tenía algo que ver. La mujer se había puesto como loca cuando la había visto en la sala. Ahora…no comprendía que tenía que ver con su bóveda. La espada la habían encontrado en el medio del bosque, a kilómetros de ahí ¿Qué tendría que ver Bellatrix con ella?
—N…no sacamos nada. La espada se nos presentó sola—gimió.
Se mordió la parte interna de su boca con un rictus de dolor, esperando así el inminente ataque. Y en una fracción de segundo, se vio despojada de sus jeans.
—Muy bien…a una sangre inmunda como a ti, no le importara tener dos feas cicatrices en las piernas ¿Verdad?—la enfrentó y sin despegarle los ojos, mutiló sus muslos con dos puñaladas.
—Ohhh, Merlín, noooooooooo, Ayyyyyyyyy.
Hermione estaba segura que si no fuera porque Bella la tenía pegada al piso con ese hechizo, hacía ya tiempo estaría desplomada. Nunca había experimentado tal dolor. Le ardía, le escocía, sentía la carne como fuego debajo de su piel. Le había perforado los músculos de sus piernas ¡Oh, Merlín, como dolía!
—¡MÁTAME! ¡MÁTAME DE UNA MALDITA VEZ!—aulló desesperada con la poca fuerza que le quedaba.
— ¿Ahora quieres que te mate?—carcajeó, cínicamente—. No hace ni cinco minutos estabas suplicando por tu asquerosa vida ¿Y ahora quieres morir?—se colocó a un palmo de su rostro y con uno de sus dedos presionó bestialmente la herida de su abdomen. La miró encantada cuando de esa boca comenzaron a salir clamores exasperados de piedad. Su roto cuerpo se sacudía inútilmente, tratando de alejarse. Le estaba resultando más divertido de lo que había pensado—. Bueno…te diré que no lo haré. No ahora. Tenemos toda la noche por delante ¿Acaso no la estás pasando bien conmigo?—se mostró ofendida, haciendo un puchero fingido. Sacó su dedo; el cual estaba enterrado hasta el fondo y suspiró insatisfecha:
¿Y ahora qué puedo hacerte? ¿Qué te haré, asquerosa maldita?, se preguntó, ¡Oh, ya sé lo que te haré!
