Divina tentación.
Disclaimer: Queda prohibida toda copia de esta historia, que es de total autoridad nuestra, los personajes le pertenecen a la maravillosa Señora Meyer.
Historia beteada por Carlie Soessel (Grupo Betas FFAD)
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ADVERTENCIA: Rated M, contiene vocabulario inadecuado, explicites sexual y temas de no agrado para muchos, si no eres de mente abierta, no leas.
Leer bajo su propio riesgo.
No sabía cuando fue que cambió este sentimiento por él, un día todo cambió, me enamoré de mi primo, al que quiero no como un familiar si no como hombre, sé que es un pecado pero ¿Cuándo aquí es algo que no pase?, y no creo ser la única persona que se sienta atraída por algún miembro de su familia.
No puedo negar que él es la divina tentación.
Capítulo 1
Siempre me he preguntado: ¿Por qué no se puede uno enamorar de un pariente?, sé que sería incesto, pero ¿por qué es incesto?, me sumo a todas esas personas que aman a un pariente, sé que estoy cometiendo un pecado, pero es uno de los más deliciosos que he hecho.
Soy Isabella Cullen, tengo 20 años, estoy estudiando contabilidad en el colegio Modelo, y estoy perdidamente enamorada de mi primo, Edward Cullen.
-Flashback-
—No, Edward, así no va —me quejaba por enésima vez, estaba colocando mal las argollas del cortinero.
—Quién va a saber más, ¿tú o yo? —sonrió incrédulo y arrogante, como siempre.
—Obvio que yo. —Me di la vuelta para arrastrar otra silla y ayudarlo a poner las argollas.
— ¿Qué vas a hacer? —Observó como las colocaba.
—Es más que obvio primo, estoy componiendo lo que tu echaste a perder. —Sonreí triunfantemente.
Terminamos de colocar las 20 argollas que llevaba.
Al intentar bajarme, perdí el equilibrio y él me tomó en brazos, nuestras miradas se quedaron fijas, el color chocolate de sus ojos derretían los míos de color verde aceitunados, se acercaba lentamente hacia mí, su respiración al igual que la mía se volvía irregular.
Rápidamente rozó mis labios, sentí una corriente eléctrica que erizó toda mi piel, se separó de mí y me depositó en el suelo, me observó y luego huyó del cuarto.
Y así empezó el sentimiento de amor, con apenas 13 años, el cariño que tenía por mi primo, casi hermano, fue cambiando.
-Fin del flashback-
—Edward, por favor bebé. —Dejé un beso en su frente, sabía que estaba despierto—. Suéltame o llegaré tarde a mi clase. —Puso un puchero y me atrajo más a su pecho.
—No vayas. —Colocó su mentón sobre mi hombro.
—No puedo. Sabes que esta maestra no acepta justificaciones. —Traté de zafarme, pero era inútil.
Abrió sus ojos, me miró pícaramente, y rodó colocándose sobre mí, besó mis labios lentamente, luego bajó por mi cuello, inhalando mi olor.
—Vamos cariño, quédate en casa, ¿sí? —Eso era jugar sucio.
—Ni aunque… —Bajó hasta la hendidura de mis senos, dirigiéndose hacia mi seno izquierdo.
Cada exhalación que daba era motivo para que mi piel se erizara, esto era la tentación más difícil de aguantar.
— ¿Entonces qué? —Lamió la aureola.
Suspiré. —Edward, hablo en serio. Tengo que ir a clases, en la noche seguimos —Levanté su mentón y le di un pequeño beso, y aproveché para escabullirme.
— ¡Eres una vil tramposa! —gritó.
Entré riendo al baño.
Le puse seguro a la puerta, ya que sabía que entraría y ya no llegaría a mis clases. Luego que terminé, salí, tenía el cuerpo envuelto en una toalla, y con otra mi cabello.
Edward ya no se encontraba durmiendo. La cama estaba revuelta, la colcha estaba en el suelo y las sábanas arrugadas.
Me dirigí al closet, tomé unos jeans oscuros y la playera de la escuela, y unos mocasines cafés.
—Cariño, apúrate el desayuno ya está servido —escuché como me llamaba.
Terminé de vestirme, peiné mi cabello, me lo amarré con un paliacate -según las revistas esa era la moda-, apliqué un poco de maquillaje y bajé.
Al entrar en la cocina, él se encontraba de espaldas.
— ¿No tienes clases hoy? —Faltaban seis meses para que se graduara en licenciado en economía.
—No, tengo mis prácticas. —Colocó en el desayunador un traste hondo que contenía frutas, y luego sirvió un vaso de jugo.
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Ya me encontraba en la sexta clase, el día estaba muy tranquilo, hasta el grado de aburrimiento.
Me tocaba mi clase de economía, me alegraba tener a Edward para ayudarme a estudiar ya que no era una de mis materias favoritas.
El maestro ya estaba retrasado 5 minutos.
Se abrió la puerta y me quedé boquiabierta.
—Buenos tardes alumnos, soy el suplente del profesor Wilson. —Erika se acercó a mí.
—Que Dios me perdone, pero a este profesor si me lo follo — ¿Qué cariños acababa de decir?
La miré, le iba a decir algo cuando él habló de nuevo.
—Soy el profesor Cullen. —Erika no fue la única en abrir más de lo normal sus ojos.
— ¿Es tu hermano? —Mi mirada estaba al frente.
—No, ¿por qué lo preguntas? —en eso hablo él..
—Señoritas —su voz era bastante gruesa—, ¿tienen algo para compartir con la clase? —todos voltearon a vernos y el muy hijo de mandarina, tenía su sonrisa radiante.
Me apresuré a contestarle. — No profesor. —Le sonreí, esta me la iba a pagar.
La clase pasó entre miradas retadoras de nuestra parte, y en parte mandándonos mensajes, obviamente disimulándolo.
Erika no siguió preguntando.
—Ni se te ocurra pensar que estoy feliz porque me hayas puesto en ridículo frente a toda la clase —Bella.
No tardó en contestar.
—Lo siento cariño es mi deber como "profesor" llamarle la atención a mis alumnas —Edward.
Terminé de copiar unas notas que había colocado en la pizarra, tenía la vista dirigida hacia el suelo y sentí cómo vibró de nuevo mi celular.
—A penas toquen nos vemos en los baños —Edward.
Oh no querido, este será tu castigo.
Dejé la pluma, y rápidamente tecleé.
—No puedo, mi siguiente clase es importante, no puedo salirme nada más así, nos vemos en la casa —Bella.
Sonreí triunfantemente, guardé el celular en mi bolso y terminé de copiar.
—Entonces ¿no es pariente tuyo? —insistía Erika por séptima vez.
—No, ya te ha dicho, que tener el mismo apellido no nos hace parientes.
·
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Salimos del campus, llevé a Erika a su casa, y de vuelta a la mía pasé por el supermercado.
Compré algunas cosas que nos faltaban en la despensa y retomé mi camino.
Llegué a la casa y estaba oscura, dejé las bolsas de las compras, mi bolsa y las llaves del coche en la mesa del comedor.
Me dirigí hacia las escaleras para ir al cuarto y darme un delicioso baño en la tina.
Estaba por abrir la puerta cuando escuché el sonido del agua correr.
— ¿Edward? —No sé porque hacía esa pregunta, claro que era él, o eso suponía.
No obtuve respuesta así que abrí con sumo cuidado la puerta y caminé sigilosamente hacia el cuarto de baño.
Se escuchaba como cantaba en el baño, observé la mejor vista que podía tener toda mujer.
Sonreí como idiota, mordí mi labio inferior y me apoyé en la columna de la puerta.
Quedé absorta en mi mente, exactamente en mi imaginación.
— ¿Te gusta lo que vez? —Me sobresaltó su voz, estaba cerca de mí, muy cerca.
—Mmm… —Coloqué mi dedo índice en mi barbilla, fingiendo que pensaba mi respuesta— La verdad no —Le sonreí, me di la vuelta—. He visto cosas mejores —Un punto para mí.
—Si eso dices —Me estaba quitando mi playera—. Yo también he visto cosas muchísimo mejores, eso te lo aseguro — ¡auch!, eso me dolió.
Busqué mi ropa, me estaba dirigiendo hacia el cuarto del baño y me jaló del brazo y me atrajo hacia su cuerpo, aún semidesnudo.
—Me debes algo cariño —dijo, sonriendo descaradamente.
— ¿Yo? —me señalé.
—Sí, tú. —Me dio un beso cargado de deseo, mordió mi labio, no podía seguir evitándolo, ya que no solo era un castigo para él, sino también para mí.
El beso se prolongó, hasta que nos hizo falta el aire, en algún momento tiré la ropa que tenía en la mano al piso y él se deshizo tanto de la toalla, como de la poca ropa que tenía.
Me recostó en la cama, con suma delicadeza.
Besó lentamente mis pezones, lo que para mí fue una tortura, descendió por mi vientre hasta llegar a mi monte de venus.
Sentí un cosquilleo, cuando su aliento rozó esa zona tan íntima.
No aguanté más y lo atraje a mí, lo quería dentro de mí.
—Edward… —lo llamé con voz entrecortada.
— ¿Mmm…? —Por más que lo atraje a mí, regresó a mi centro.
—Por… favor… —lloriqueé.
—Por favor… ¿Qué? —Volvió a su labor.
—Te quiero dentro de mí. —La verdad no necesitaba estimularme, con su sola voz, me tenía completamente húmeda.
No lo pensó dos veces y se enterró en mí, haciendo que soltara un gutural gemido.
Empezó con un vaivén lento, que cada vez aumentaba.
Enredé mis piernas en su cintura.
Sentía cerca el orgasmo, cuando…
—Bella, cariño ¿estás en casa? —Nos quedamos inmóviles al reconocer esa voz.
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..
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Hola chicas, aquí con esta nueva historia, con la "colaboración de ISE2289", gracias hermana por estar aquí con esta locura, por soportar todas las locas ideas de mi imaginación.
Esperamos que les gusten.
No somos las típicas autoras que pidan rews.
Si les gusto están en todo su derecho a dejarlo, si tienen críticas también.
