Disclaimer: FMA y sus personajes no me pertenecen, esto solo es un fanfic. Si me pertenecieran haría canon unas cuantas parejas más xD
Aviso: este fanfic contiene SPOILERS de Brotherhood y del manga.
Bueno , pues aquí estoy con este pequeño proyecto que espero que disfrutéis mucho. Se me ocurrió pensando en que realmente no sabemos mucho de cuando Roy aprendió alquimia con el padre de Riza y me pareció que podría ser una historia interesante de contar. He procurado seguir la historia del manga pero me he tomado alguna que otra libertad que ya veréis.
No os entretengo más, ¡disfrutad! :)
- LA HIJA DEL MAESTRO -
- ¿Qué hace, teniente? – preguntó Roy a Riza, que le apuntaba con su pistola a la cabeza.
- Evitar que se desvíe de su camino. Si mata ahora a Envy, no será por proteger a un compañero o al país, sino por pura venganza – explicó Riza, con toda la tranquilidad posible.
- ¡Diablos! ¡Es lo que llevo deseando hacer durante demasiado tiempo, teniente! – respondió él – Está bien… dispáreme si así lo considera.
No la vio, pero sintió cómo algo se rompía en el corazón de su teniente. Escuchó un gemido ahogado. Seguro que estaba temblando, seguro que tenía miedo. Pero tenía que entenderlo, ¡Envy había matado a su mejor amigo! ¡Y casi la mataba a ella también! La furia, la rabia, el deseo insaciable de venganza, no los podía detener. No los quería detener.
Y entonces, procedente de su pasado, una frase regresó a su mente.
Cuida de mi hija
Y Roy Mustang comenzó a recordar.
Capítulo 1 – La llegada
Madame Christmas, también conocida como Chris Mustang, había criado a Roy desde su infancia en un ambiente cariñoso, pero no por ello poco exigente. Roy realizaba las tareas del hogar como uno más, estudiaba y, al haber vivido rodeado de mujeres, había aprendido más de ellas que cualquier otro adolescente de su edad. Quizá por eso, a sus diecisiete años era popular entre las chicas y nunca le faltaban pretendientes. Sin embargo, pese a lo que quisiera aparentar ante los demás y a pesar de las numerosas citas a las que acudía, era un romántico empedernido que seguía buscando a alguien especial. Por esta razón sus "novias" no duraban más de una o dos semanas.
Aparte de buscar el amor, Roy Mustang tenía otra gran pasión: la alquimia. Solía visitar la Biblioteca de Central en busca de nuevos conocimientos, pero ya se había leído todos los libros sobre el tema más de dos veces. Su madre adoptiva no conocía este arte hermético, por lo que gracias a ciertos contactos logró comunicarse con Berthold Hawkeye, un famoso alquimista que había rechazado unirse al ejército y que vivía en la casi pobreza en una casa de campo. A cambio de una ayuda económica para nada despreciable, aceptó a Roy como discípulo durante un año. El trato era que, si no avanzaba lo suficiente y no era de ayuda, sería expulsado y nunca más se dedicaría a la alquimia.
Así fue como el Maestro Hawkeye recibió a Roy Mustang en su modesto hogar…
…bueno, no fue exactamente él quien lo recibió.
Una chica delgada, de estatura media, cabello corto color trigo y grandes ojos avellana le abrió la puerta, con cierto temor. Al ver al apuesto joven, se sonrojó ligeramente y desvió la mirada.
- Su-supongo que usted es el señor Mustang, el nuevo… discípulo de mi padre.
- Así es – sonrió Roy, ofreciendo un apretón de manos a la jovencita. Ella aceptó, con timidez -. ¿Y tú eres…?
- Soy su hija. Elizabeth Hawkeye.
- Encantado – respondió Roy -. ¿Tienes algún apodo? Elizabeth me parece demasiado formal.
- ¿¡Eh!? – se sorprendió ella. Estaba intentando dirigirse a aquel joven, de más edad, con respeto y él… ¿quería su apodo? – Esto… bueno… mamá… Digo, mi madre me llamaba… Riza.
- Entonces serás Riza – decretó -. Y a mí llámame Roy, por favor. Tendremos casi la misma edad, no quiero formalidades contigo, Riza – guiñó un ojo.
- ¿Señor Roy? – preguntó ella.
- No – negó con el dedo índice -. Roy. Solo Roy.
- … Señor – respondió Riza, viéndose incapaz de llamarlo de otra manera.
- … Ro-y – silabeó él.
- Se-ñor – contestó, negando con la cabeza. Dio media vuelta y se dirigió a las escaleras -. Mi padre llegará de noche, ha salido por trabajo. Sígame, le mostraré su habitación.
- … ay… - se quejó Roy. Cogió sus maletas y siguió a la joven.
Tras una breve presentación en la que Berthold Hawkeye solo dijo "Así que eres tú…", él y Roy empezaron a estudiar a fondo. El joven estaba más ocupado que nunca y siempre tenía las narices metidas en algún libro de complicadas fórmulas y figuras geométricas. De vez en cuando trataba de holgazanear, dedicándose a mirar al infinito, pero el Maestro tenía un olfato especial para saber cuándo no estaba haciendo lo que debía y, con una fría mirada que le recordaba quién mandaba ahí, lo enviaba de vuelta a los miles de ejercicios y textos que tenía que descifrar.
Riza solía mantenerse al margen. Era una muchacha tranquila, obediente y disciplinada que nunca dejaba una tarea a medio hacer y que se ocupaba de todo lo relacionado con la casa, incluidas la limpieza y la comida. A veces Roy se lamentaba de no poder hablar con ella y de que pareciera que nunca tenía tiempo para sí misma. Por ello, deseaba con todas sus fuerzas que el maestro se ausentara, para conocerla mejor e intentar que se divirtiera con algo que no fuera la fregona o los fogones. Pero la ocasión nunca parecía llegar.
Un buen día, mientras Roy garabateaba círculos de transmutación como alma en pena, el milagro sucedió. El huraño Berthold anunció que se marchaba por una semana para "un trabajo especial". Sin dar más detalles y tras haber amenazado a Mustang con su expulsión inmediata si no dominaba todos los tipos de círculos de transmutación avanzados que había aprendido hasta el momento, cerró la puerta sin despedirse de nadie más.
Riza descendió las escaleras, bostezando. Por algún extraño motivo, ese día se había quedado dormida.
- ¿Qué ha pasado? – preguntó, somnolienta - ¿Dónde está mi padre?
- Se ha ido por unos días – sonrió Roy -. Eso nos deja solos, señorita – añadió, apoyándose en la barandilla de la escalera.
Riza, que era demasiado joven como para captar las sutilezas del coqueteo, y pese a que Roy ni siquiera lo decía en serio, simplemente se encogió de hombros y dijo:
- Pues qué bien. Voy a preparar el desayuno – y se dirigió a la cocina.
Días más tarde, cuando Mustang decidió que estaba "hasta las narices de tanto circulito" fue a buscar a Riza. No estaba ni en la cocina, ni en el patio, ni siquiera en su habitación, que mantenía impoluta, como cabía esperar. Suspiró, frustrado, y se dirigió a la biblioteca.
Y ahí estaba ella, agazapada bajo una estantería, leyendo un grueso volumen que, desde la puerta, no estaba seguro de cuál era pero que le resultaba familiar. Sin mediar palabra, se sentó a su lado. Riza se sobresaltó y escondió el libro bajo su falda.
- Eh, oye, que ya te he visto – rió Roy -. No te avergüences por leer. ¿Qué era? ¿Una novela romántica, tal vez?
- Preferiría no hablar de ello… señor… - respondió Riza, que había enrojecido y cuyos ojos reflejaban cierto miedo -. No le diga nada a mi padre, por favor – pidió.
- Vale. A cambio no le digas que estoy holgazaneando – sonrió.
Riza le observó atentamente. Su mirada fresca despertaba en ella una sensación que no sabía describir, pero le agradaba. Al principio pensó que sería un chico como cualquier otro o simplemente un idiota, pero por lo que había podido observar era bastante competente. Estudiaba horas y horas, siempre ponía caras divertidas cuando se concentraba y hacía muecas al Maestro cuando no estaba mirando. Al igual que Roy, llevaba tiempo queriendo que se conocieran más, pero no esperaba que el destino le otorgara semejante recompensa. ¿Sería siquiera merecedora de ella?
Se le escapó una sonrisa mientras meditaba todo aquello. "Supongo que por hoy puedo relajarme".
- No diré nada, señor – sonrió.
- ¡Y dale con lo de "señor"! – se quejó Roy – Algún día me llamarás por mi nombre – la señaló con el dedo.
- No, señor – negó ella con la cabeza.
- Bueno… Oye, Riza, ¿y qué haces en tu tiempo libre? ¿Te gusta leer? ¿Qué harías si no tuvieras que encargarte de la casa? ¿Tienes algún sueño?
- Son muchas preguntas – sonrió ella -. Me gusta leer, me gusta estudiar y aprender más, pero a mi padre no le parece bien que lo haga, así que solo me dedico a ello en secreto. Si no tuviera que encargarme de la casa… - se quedó pensativa – Bueno, me gusta bastante cocinar y no me desagrada limpiar. Pero quisiera poder salir más y conocer mundo. Sueño con ir a Central algún día y puede que también a Briggs … incluso a Xing. Son lugares que solo conozco en los libros que he leído.
- Briggs… Hace un frío que pela ahí – respondió Roy, frotándose los brazos.
- Pero los paisajes están cubiertos de nieve, tiene que ser precioso – contestó Riza, con ilusión en los ojos -. Y, bueno… hay algo que siempre he querido pero no he podido tener… - agachó la cabeza.
- ¿Qué es? ¿Algún libro en especial? ¿O quizá una cocina mejor? ¿O… un apuesto joven que te lleve por el mundo? – le dio un codazo suave. Riza soltó una carcajada.
- ¡No! No es eso – respondió -. Es… bueno, le va a parecer una tontería.
- No tiene por qué. Hasta ahora nada de lo que has dicho me ha parecido una tontería – dijo Roy – Venga, ¡suéltalo!
- … ito… - murmuró, tan bajo que solo ella misma se escuchó.
- ¿Cómo? – dijo Roy, acercando la oreja a su boca.
- Que quiero un perrito – enrojeció fuertemente.
Roy se sorprendió y enterneció a partes iguales. Ahí estaba, una chica inteligente que vivía encerrada y atrapada por innumerables normas, que se dedicaba a los demás, que soñaba con conocer otros lugares pero que se conformaba con poder imaginarlos y a la que si se le preguntaba por su mayor deseo respondía, inocentemente, "un perrito".
No pudo evitarlo, la abrazó con todas sus fuerzas.
Riza no supo qué hacer, aquello era repentino. No recibía un abrazo desde muy niña, cuando su madre aún vivía. Su padre nunca se había mostrado cariñoso con ella y no tenía amigos ni sabía dónde estaba el resto de su familia. Aquella sensación, cálida y reconfortante, la devolvió a su infancia. Casi sin darse cuenta, devolvió el abrazo a Roy con todas sus fuerzas.
- Algún día tendrás un perrito – dijo Roy a su oído -. Te lo prometo.
- Gracias, señor – contestó.
- … ¿ni siquiera ahora me llamarás Roy? – preguntó, contrariado.
- No, señor, porque sé que le molesta – dijo, riéndose.
Al día siguiente, Roy estaba en la cocina haciendo sus cálculos mientras Riza horneaba una tarta de fresas que había recogido esa mañana. La joven se acercó y observó lo que el discípulo de su padre escribía. Llevaba un buen rato intentando averiguar por qué un problema que hacía le daba resultados absurdos. Riza se sentó junto a él y empezó a examinar la intrincada escritura de Roy.
- Esto es muy difícil – dijo Roy -. Imagino que para la gente como tú que nunca se ha iniciado en este arte, sonará a lengua de Xing. Pues bien, incluso a mí me suena a lengua de Xing.
- Esa fórmula está mal – apuntó Riza -. Ese símbolo hay que escribirlo invertido y ahí va una multiplicación, no una adición. Si lo cambias, verás que… - de pronto se tapó la boca.
- … ¿Riza? – se sorprendió Roy.
- … Oh, no… - se puso blanca y le observaba con terror – Por favor, por favor se lo pido,no se lo diga a mi padre…
Levantó una ceja y, aún estupefacto, hizo las correcciones que Riza le había sugerido. Efectivamente, tenía razón. Pero, ¿por qué lo sabía? Aquella alquimia era difícil incluso para él…
- Riza Hawkeye, eres un genio… Gracias.
- No… no tengo que meterme en estas cosas… - temblaba, parecía a punto de llorar – No le diga nada, por favor…
- No voy a decirle nada al Maestro, no te preocupes. Pero… ¿por qué? ¿Cómo sabes todo esto? ¿Y por qué tienes tanto miedo?
Riza trató de calmarse. Siempre se había jactado de ser una persona tranquila y prácticamente imperturbable, cualidades que había desarrollado para no volverse loca en presencia del temperamento de su padre. Tenía que lograrlo en aquella ocasión también. Con Roy estaba a salvo.
- Llevo estudiando alquimia en secreto desde que aprendí a leer – confesó con timidez -. Aprovecho cada vez que mi padre viaja para estudiar e intentar practicar. Nunca he logrado una transmutación, pero conozco bastante la teoría. He leído… gran parte de los libros de mi padre. Él piensa que no sé nada, pero… miento – explicó.
- ¿Y por qué le parece mal? – preguntó Roy, boquiabierto.
- Mi madre era alquimista… murió cuando yo tenía seis años. Mi padre siempre dijo que fue por culpa de su trabajo y que no quería que yo pasara por lo mismo. Tengo terminantemente prohibido aprender sobre alquimia. De hecho, igual debería dej…
- No – decretó Roy -. Al menos no por ese motivo. Riza, quiero que sigas aprendiendo.
- Pero estoy traicionando a… - desvió la mirada.
- Lo entenderá. Y lo acabará aceptando – sonrió Roy.
- No sabes lo que dices…
- El libro del otro día… ahora que lo pienso… era de alquimia, ¿verdad? – preguntó.
- Sí… y las novelas románticas no me gustan – respondió -. Considero absurda la idea de engatusar mujeres con palabrería y que sea el hombre quien siempre las proteja.
Una especie de daga invisible se clavó en el pecho de Roy. Básicamente, había ridiculizado su forma de vida, románticamente hablando.
- El amor no es eso – prosiguió Riza -. El amor es lealtad y apoyarse mutuamente. Una mujer también puede luchar.
Roy se quedó admirado ante aquellas palabras. Riza las había pronunciado con total seguridad, creyendo en todas y cada una de ellas. Y, pese a ser un galán, no podía negar que tuviera razón.
- Eres una persona muy interesante – dijo Roy -. ¿Puedo pedirte algo?
- Claro – asintió.
- Siempre que estemos solos… y que no sepa resolver alguno de estos problemas pensados a mala leche… échales un ojo, por favor.
- Ah, por supuesto. Imagino que es lo mínimo a cambio de su silencio.
- No. Se trata simplemente de que eres mi amiga y quiero que me ayudes – sonrió.
- ¿Su… amiga? – abrió los ojos como platos.
- Sí. Y niégate todo lo que quieras, pero quiero intentar enseñarte a transmutar algo. Aunque sea alguna tontería – explicó.
- ¿De verdad? – sonrió, ilusionada – Pero… si él descubre…
- Ya nos preocuparemos entonces.
Oyeron ruidos cerca de la puerta. Parecía que el viaje de Berthold había terminado antes de lo previsto. Con celeridad, Roy recogió todos sus papeles y corrió hacia la habitación. Riza se puso nerviosa y fingió estar atendiendo al horno como si le fuese la vida en ello.
- ¡Es una promesa! – exclamó Roy, subiendo las escaleras.
- ¡Está bien! – respondió Riza, desde la cocina.
Intentó ahogar las lágrimas de felicidad que se asomaban a sus párpados, sin éxito. Por suerte, su padre ni siquiera pasó a saludar. Vio de soslayo cómo iba directo al salón murmurando palabras ininteligibles. Minutos más tarde, sin dignarse a comprobar si su hija seguía viva, se acercó al pie de las escaleras y bramó:
- ¡Roy Mustang, baja inmediatamente, tenemos que hablar!
- … ¡sí, Maestro! – respondió él.
Descendió las escaleras para encontrarse con Berthold. Vio cómo Riza los observaba desde el marco de la puerta de la cocina, con atención.
- Es un gran día, discípulo mío, te contaré los detalles en el salón – se giró hacia Riza, percibiendo su presencia por primera vez -. Niña, trae eso que estás cocinando cuando esté hecho y después vete a tu cuarto o si quieres puedes dar una vuelta.
- Sí, padre – asintió Riza.
Se dirigieron al salón, dejando a la joven detrás. Roy apretó su brazo cariñosamente al pasar a su lado y la miró de una forma que decía "Después te lo cuento" a lo que Riza respondió con la mirada, queriendo decir "De acuerdo, gracias".
Era su primer amigo. La primera persona que se había mostrado afectuosa con ella desde la muerte de su madre. El primero que se había interesado por ella y no solo la concebía como una sirvienta. El primero que contaba con ella. Su pecho se empezó a acelerar al pensar en todo aquello. "Estoy emocionada", pensó. Pero, ¿solo era eso?
Roy también se alegraba de aquella novedad en su vida. El maestro Hawkeye era severo, pero su hija era increíble y disfrutaba de su compañía. Necesitaba alguien que le hiciera sentirse como en casa, y ésa era ella.
- … de fuego – dijo el Maestro. Roy no estaba prestando atención -. ¡Eh,tú! – le dio un golpe en la nuca - ¿Me escuchas?
- ¿Que hay fuego? – probó Roy.
- ¡No, patán! – respondió Berthold – He. Empezado a desvelar. Los secretos. De la alquimia de fuego.
- ¡Oh! – se sorprendió Roy.
- Y si haces un buen trabajo… los compartiré contigo – prometió.
Continuará…
¿Qué os ha parecido? Espero que os haya resultado interesante. Sería genial si pudierais dejarme un review, me animará a continuar y a mejorar. No tengo mucho tiempo libre pero procuraré sacar ratos para seguir escribiendo, ya que en mi mente tengo gran parte pensado.
¡Gracias y hasta la próxima!
It's review time! :D
