Buenas tardes, días, noches, mañanas. Ante todo, este fic es un desafío para mí, un placer pero sobretodo un reto. Él mundo de Canción de hielo y Fuego, a pesar de haberme leído los libros no lo tengo tan agarrado como puede ser el Universo Potteriano, pero haré un esfuerzo por aportar veracidad a cada una de las palabras. consejos y comentarios serán agradecidos y muy bien recibidos.
Los personajes, obviamente no me pertenecen. pertenecen al imaginario del señor G. R. R. Martin.
Notas: Esta historia se sitúa años después de haber acabado la gran guerra (si alguien esta interesado puedo proporcionar las canciones que he usado para inspirarme (:)
Capítulo 1. INVERNALIA.
Invernalia. Sus puertas, sus torres, su frío. La bandera, ondeante y furiosa, del lobo huargo palpitaba con orgullo en lo alto. Jon se estremeció en su montura, el caballo piafó nervioso, sin embargo bajo toda aquella estremecedora sensación que le acompañaba desde hacía meses, Jon sabía que estaba en casa. En casa.
"Estás enferma, ¡oh rosa!
El gusano invisible,
que vuela, por la noche,
en el aullar del viento,
tu lecho descubrió de alegría escarlata,
y su amor sombrío
y secreto consume tu vida."
Tal y cómo indicaban las noticias, las cartas y las historias de Arya Stark. Invernalia se había evolucionado de mera fortaleza a una espléndida ciudad.
La vida, a pesar del frío y la nieve, se desparramaba desde el castillo hasta superar los límites del río. Lo que antes era un imponente castillo y cuatro edificios del pueblo, ahora era una ciudad que se había extendido más alla de las antiguas murallas. Nuevas murallas en construcción surgían de ambos lados de la fortaleza sin ser terminadas por la incapacidad de abarcar las nuevas construcciones. Hogueras y luces colgadas de postigos iluminaban calles empedradas, los edificios solidos, gente en movimiento, animales… Vida. Y no una vida miserable y oscura cómo había podido conocer en las entrañas de Desembarco del rey los primeros años de la nueva Reina. Vida próspera, feliz.
Azuzó con el talón a su montura, y atravesó con u nudo en la garganta las puertas de la entrada principal. Tres lobos huargos custodiaban la entrada de piedra, bellísimamente tallados y con sus nombres en la base. A la izquierda, en reposo, se encontraba Peludo con mirada gentil. A la derecha con mirada encendida, Verano y custodiando el cenit de la entrada, Viento Gris. El huargo del primer Rey del Norte, el huargo de Robb Stark se alzaba con orgullo al fin en casa. Un merecido homenaje y recuerdo. Los lobos corrían por la sangre de los Stark, guardaban su honor, merecían su respeto y devoción. Los guardadianes del norte, centinelas eternos de Invernalia.
Algo en su pecho se removió, una punzada, dolor seco.
Atravesó las nuevas murallas sin control alguno, su rostro iba bien oculto tras una gruesa capucha que lo protegía de las miradas indiscretas y de la constante nieve. Aún así se extrañó que no le cerrase nadie el paso, ni le pidiesen explicaciones o alguna cuestión al cruzar por la entrada. Eran tiempos de paz, pero seguía siendo un extraño que cruzaba la frontera de un castillo ajeno. Caminaba prácticamente solo, eso no le inquietó, la noche se estaba cerniendo sobre la ciudad y la temperatura ya fría, empezaba a congelar el tuétano. Su solitario paso no fue interrumpido en ningún momento, soldados, guerreros pasaban por su lado sin siquiera mirarle.
¿Tan poco le preocupaba la seguridad al Norte? Dudaba seriamente de ello. La explicación más lógica, era una demostración absoluta de poder y seguridad. No era necesario ningún interrogatorio, ni control en una ciudad protegida desde su centro. Cada uno de los susurros escuchados durante años se iba confirmando. Al llegar a una de las primeras calles bajó de su caballo y comenzó a andar hacía las puertas del castillo. Sin embargo, súbitamente notó algo punzante en su costado. Antes de poder llevar su mano a su espada y defenderse se encontró rodeado por un grupo homogéneo de encapuchados que le apunaban con ballestas desde las almenas, y la burlona mirada de una fiera mujer que casi gentilmente le amenazaba con su puñal. Él rió y levanto las manos. La mujer sonrió. Su pelo estaba cortado severamente, y su cuerpo era mas bien enjuto, vestía un atuendo de cuero negro más bien masculino y el Lobo Stark resaltaba en su hombro. El cabello era negro y sus ojos apagados lo examinaban concienzudamente. Sin separar un milímetro el puñal de sus costillas, ella apunto con otra daga que portaba en la mano contraria al emblema que se ocultaba bajo la capa de él. Un dragón de metal.
-Casa Targaryen. ¿Eh?.-golpeó suavemente el dragón con la daga, produciendo un ligero choque metálico.- ¿Qué hace un dragón tan lejos de la capital y entrando a hurtadillas bajo una capa al corazón del Norte?
Jon chistó irritado, por lo visto no lo habían reconocido. Intentó avanzar, pero ella no se movió un milímetro.
-No tengo tiempo de tolerar este tipo de cosas, disculpadme pero debo de ver a…
La mujer apretó el puñal, él la miró con sus ojos negros ardiendo como brasas. El tiempo le había desacostumbrado a este tipo de cosas, la muchacha probablemente se arrepentiría de esto.
-Tela costosa, buena montura. Emblema Targaryen y rostro escondido Creo que es conocido por todo poniente lo que hacemos con los espías aquí, en Invernalia.- La muchacha tenía aplomo y seguridad en sostenerle la mirada. Su rostro no estaba tenso, pero Jon casi podía oler el nerviosismo de ella. Alguien con autoridad pero joven y novata. Un impulso antiguo le recorrió los huesos, su instinto de guerrero seguía intacto aún a lo largo de los años inactivo. Dioses, echaba de menos la sensación. Sin pensar bajó su mano izquierda y en un movimiento agarró la muñeca de la mujer retorciéndosela, obligándola a soltar el puñal. Hubo un revuelo entre el resto de guerreros, pero no hicieron nada.
-¿Así es cómo se recibe a un pacifico visitante ahora en el Norte?
Ella le miró burlona y con una sonrisa felina, golpeo el estómago de Jon con la rodilla, al mismo tiempo que giraba el codo para deshacerse de su agarre. Jon retrocedió, al parecer la muchacha sí que estaba bien entrenada. Alzó la vista para ver como ella soltaba el arma y preparaba el puño. Los soldados a sus órdenes habían bajado las ballestas.
-Tenéis toda la razón señor. Ahora se reciben así.
Y Jon no supo reaccionar ante el puñetazo que lo tumbo en la nieve un dolor sordo, certero. Sin duda la vida del monarca le había desfigurado la agilidad que poseía antaño, su último pensamiento fue preguntarse cómo diablos aquella menuda mujer poseía semejante fuerza. Su caballo relinchó sin apenas inmutarse.
Cuando Jon recobró la conciencia se vio alzado contra su voluntad por dos soldados, un hombre y una mujer. Parpadeó aturdido e intentó sentir sus músculos. Las manos las tenía fuertemente atadas a la espalda, y notaba su boca tirante y seca, fue a gritar indignado pero a parecer le habían cubierto su boca con algún tipo de tela. Jon estaba incrédulo por el trato que estaba recibiendo, y sintió ganas de sacudir a sus captores para hacerles pagar tal afrenta, no veía la hora de liberarse y ver sus caras cuando les dijera quien era él. En parte era culpa suya por querer entrar de incognito a Invernalia, se había confiado esperando ser reconocido sin escándalos, que su experiencia y su vida pasada le hubiesen guiado fácilmente al castillo. No contaba con este pequeño obstáculo.
La culpable de todo esto se situó frente a él, y le cubrió la cabeza con una tela negra.
-Directo a la sala del trono, utilizaremos los túneles de la zona este.-Jon sintió que ella le daba una palmada en la espalda, como si fuese una res.- Nada personal amigo lo de cubrirte la vista, hay ciertos secretos del Norte que deben seguir perteneciendo al Norte.
Tras esto dos manos en sus hombros empezaron a guiarle, primero giraron a la izquierda y sus pasos resonaron diferente, habían entrado a algún sitio cerrado. Bajaron una treintena de escalones, la temperatura sin embargo se elevó, así como el olor a cerrado y a moho. Le llevaban con cuidado, a un paso ligero pero sin empellones. Tras los escalones anduvieron recto un par de minutos, caminaban en silencio con el único sonido del crepitar de antorchas, de ciertos goteos y de un ligero eco que indicaba que el espacio era estrecho.
Al menos sabía a donde le conducían y aunque no había esperado llegar así, sin saberlo, los soldados le llevaban a su destino.
Tras varios minutos de zigzaguear sin descanso ni duda, le indicaron una escaleras ascendentes. Jon contó cincuenta escalones antes de llegar al final, se pararon y Jon apreció como el sonido de una armadura rechinando para adelantarse. Golpeó tres veces a una madera, Jon supuso que sería una puerta ya enseguida se escucho algún tipo de cerradura abrirse, el chirrido de las bisagras al moverse. Un susurro silencioso, y una ola de calor le golpeó la cara al entrar en dondequiera que fuese. Comenzó a escuchar más pasos y dedujo que estaban ya en el castillo, voces se oían a lo lejos. También se oía el viento gemir desde fuera, y la tormenta arreciando. Sin embargo Jon estaba empezando a sudar por el calor. ¿Qué diablos significaba aquel asfixiante calor?
Finalmente le condujeron por un pasillo para torcer a la derecha, allí le agarraron del brazo y le obligaron a postrarse. Un silencio sepulcral.
-¿Este es el espía?
Una voz grave, femenina y familiar resonó por toda la sala. Jon había permanecido bastante sosegado a pesar de todo lo ocurrido, pero finalmente se encontraba cara a cara con lo que había ido a buscar. Y aquella voz… una voz que conocía muy bien le había disparado el pulso en un segundo.
La armadura a su lado se movió, y Jon dedujo que la chica había hecho una reverencia. Su tono hosco y duro cambió por uno de absoluto respeto.
-Sí mi Reina, ha atravesado la puerta principal. Ha intentado atacarme, por eso le hemos reducido.
Atacarle, menudo eufemismo. Solo había intentado que aquella estúpida niña dejara de tener su cuchillo reposando en sus costillas.
-Descubridle el rostro.
Con un movimiento brusco, la tela se levantó y Jon tuvo que cerrar los ojos para no cegarse ante la luz. Parpadeó aturdido concentrarse en la piedra del suelo, hasta que a los segundo pudo alzar la vista. Atisbó a ver la antigua sala del trono, ahora reconstruida, iluminada por galerías de fuegos colgando del techo, embotellados en cristal. Un trono de madera y piedra, al fondo de la sala, en estaba acomodada la figura femenina que había hablado. Una sombra le impedía ver su rostro, pero Jon sabía perfectamente quién era. Sansa Stark. La señora de Invernalia. Jon inspiró profundamente. Once largos años sin contemplarse.
PD. Comentarios serán muy, muy bien recibidos. Gracias por leerlo!
