Era un día tranquilo. Demasiado tranquilo según Izumo. Ya era casi mediodía y aún no había visto ni oído una sola disputa, ni escuchado gritos, ni nada por el estilo. Será porque Yata no está en los alrededores pensó, pues su ruidoso amigo era quien comenzaba las peleas y quien siempre alzaba la voz al hablar—. Hace un día precioso, ¿no crees, Anna?—le preguntó a su joven amiguita, que miraba despreocupada una de sus canicas carmesí, sentada al lado de Mikoto, que dormía plácidamente.

—Hay más silencio que de costumbre—le contestó aun concentrada en su canica. Izumo sonrió para sí. Ya estaba más que acostumbrado a la silenciosa Anna. La pequeña apenas hablaba por mucho que alguien insistiera en entablar una conversación con ella.

—Iré preparando el almuerzo. ¿Te apetece comer tortilla?—Ella sólo asintió—. Está bien, entonces que sea tortilla— y seguidamente comenzó a preparar el almuerzo, puesto que sus amigos estarían a punto de llegar.

— ¡Izumo-san, ha ocurrido algo terrible!—le alertó uno de los miembros de HOMBRA, quien había aparecido por la puerta súbitamente, con un ligero sudor en la frente y la respiración notablemente agitada.

— ¿Qué pasa?— preguntó, alertado al ver el estado de su compañero.

—Es Yata. He oído cómo unos delincuentes hablaban sobre un secuestro y han nombrado a "Misaki". Al parecer tuvo una trifulca con un tipo peligroso.

— ¿Lo dices en serio?— Izumo le dedicó una fugaz mirada a Mikoto, quien se había erguido en su asiento. A ninguno de los dos les trastocaba el hecho de que su amigo fuese montando bronca por ahí. Pero que fuese secuestrado les sacó totalmente de lugar.

—Sí, al parecer los culpables pertenecen a la banda del que llaman "Oni no ō" (traducido al español, sería: "El Rey de los ogros").

— ¡Mierda!— exclamó Izumo. Sin dudarlo cogió el teléfono y comenzó a llamar a todos sus conocidos en busca de información. Tardó un buen rato antes de que alguien pudiera decirle dónde se encontraba la guarida de esa banda de "ogros". —Tú— llamó a quien le había informado del secuestro—, moviliza al resto. Que todos se dirijan al centro comercial abandonado que hay a un par de kilómetros al sur de aquí, junto a la fábrica de papel.

—¡En seguida!— el joven se fue. Izumo miró a Mikoto, quien ya se disponía a ir en busca de su amigo. Se le veía obviamente molesto y enfadado. De seguro que estaría pensando quién demonios era tan estúpido como para secuestrar a uno de los suyos. Pronto sabrían la respuesta.

Los tres salieron del bar lo más rápido que pudieron y se metieron en una furgoneta donde le esperaban dos hombres. ¿Qué querrán esos mal nacidos de Yata? pensaba Izumo mientras recorrían la ciudad a toda prisa. Espero que no sea demasiado tarde pensó al bajar de la furgoneta en cuanto llegaron a su destino. Temía que los muy imbéciles se hubieran dado cuenta de su error y se decidieran a librarse de Yata antes de huir como los cobardes que debían ser.

El primero en entrar en el edificio en ruinas fue Mikoto, seguido de Izumo y el resto. Menos Anna, que se había tenido que quedar en la furgoneta por seguridad. El edificio estaba aparentemente vacío. El silencio era tal que Izumo se preguntó si la información había sido falsa. Sin embargo, sus dudas se disiparon cuando un gran número de delincuentes empezó a aparecer por todos lados. En unos instantes estaban rodeados. Entonces, un hombre de gran tamaño y complexión fuerte se acercó a ellos.

— ¿Puedo saber qué demonios está haciendo HOMBRA en mis dominios?—preguntó el enorme hombre, molesto y un tanto asustado, como si no se hubiera esperado la vista del grupo ni en sus peores pesadillas.

—Hemos venido en busca de un compañero al que han secuestrado—le afirmó Izumo, extrañado por la expresión en el rostro de esos tipos—. Y no nos marcharemos hasta que lo recuperemos.

— ¿Hm? No sabía que Misaki formara parte de HOMBRA— comentó, antes de tragar saliva—. Pero lo siento, me ha insultado y merece un castigo. Y su castigo será quedarse aquí hasta que yo lo diga—ni él mismo se podía creer sus propias palabras. ¿Acaso estaba desafiando realmente a HOMBRA?

—Con que esas tenemos— Suspiró Mikoto con total desgana, tirando el cigarrillo al suelo, pisándolo para apagarlo. De repente, fue rodeado por las llamas que emergían de su interior—. ¡A por ellos!— En un abrir y cerrar de ojos, todo se sumió en el caos. HOMBRA contra los "Oni no ō". La pelea duró menos de lo esperado por Izumo. Más que por la fuerza de los tipos, por su gran número. Pronto, sólo quedaron en pie los subordinados de Mikoto; algunos más heridos que otros.

—Devuélvannos a Yata—le ordenó Mikoto a uno de los delincuentes que aún conservaba la consciencia.

— ¿Yata? ¿Qué Yata?— le preguntó el hombre a Mikoto, bastante desconcertado—. ¿Pero no venían a por Misaki?

—Así es, Yata Misaki.

—Creo que se han equivocado— comentó el hombre con todo burlesco, aún sabiendo que no estaba en posición de hacerse el gracioso.

— ¿Cómo dices?— de pronto la furia que sentían todos se transformó en duda. Si no era su amigo Yata, entonces ¿quién demonios era Misaki? Sólo el enfado de Mikoto creció, dedicándole una furibunda mirada al tipo que retrocedió un poco.

—Se lo enseñaré— Titubeó, comenzando a caminar. Todos siguieron al hombre, que a duras penas se mantenía en pie, hasta una habitación. Al abrirla, vieron a una joven inconsciente y atada sobre el suelo—. Ésta es Misaki— les informó acercándose a ella para girarla, dejándola boca arriba, para que la pudieran ver bien—. La muy insolente se atrevió a insultar a nuestro líder. Bueno, como no es su amigo lo mejor será que se marchen.

—Nos la llevamos— anunció Mikoto.

—Pe-pero si no es su amigo.

— ¿No pensarás en serio que vamos a dejar a una jovencita en un lugar como éste lleno de tipos como tú, cierto?— le preguntó Izumo de forma retórica al mismo tiempo que cogía a la chica en brazos—. Bueno, nosotros ya nos vamos.


—Tanto lío para esto— comentó Mikoto mientras subía a la furgoneta, aún sin poderse creer que se hubiera tomado tantas molestias para que al final fuera todo una falsa alarma—. Y pensar que estaba preocupado por Yata.

—Mira el lado bueno: hemos salvado a una damisela en apuros— Izumo no pudo evitar esbozar una sonrisa.

— ¿Quién es ella?— preguntó Anna con curiosidad.

— Es una nueva amiga— le informó Izumo con una agradable sonrisa. Anna no volvió a decir nada. Se limitó a mirarla durante todo el camino. Al llegar al bar, tendieron a la joven en un sillón.

—Será mejor que la dejemos tranquila hasta que se despierte— comentó Izumo tapándola con chaqueta.

—Haz lo que quieras— gruñó Mikoto al mismo tiempo que volvía a acostarse en su sillón favorito del bar.

—Es muy linda— comentó Anna para sí, mirando a Misaki con su rostro casi pegado al de ella. De repente, un teléfono comenzó a sonar. Era el de Misaki.

— ¿Quién es?— contestó Anna sin pensárselo, luego de encontrar el móvil en uno de los bolsillos de la chaqueta de la joven—Soy Anna…Hm…Sí…Estamos en un bar llamado HOMBRA…Sí…Te esperamos—Anna cortó el teléfono y lo devolvió al bolsillo de Misaki—. Era su hermano. Dice que ya viene para acá— le informó al resto calmadamente, como si la cosa no fuera con ella, sin dejar de mirar a Misaki.

—Vaya, Anna, no me esperaba que contestaras al teléfono. Eso es muy raro en ti— ella miró a Izumo unos segundos antes de girar su rostro y volver a mirar a esa chica que le causaba tanta curiosidad., preguntándose el porqué.


—¿Misaki-nee?