Disclaimer: Peter no me pertenece. Tampoco el resto de los personajes ni los escenarios que aquí se muestran. Todos ellos son de Rowling. Mías, sólo son las ideas.

Conociendo

1 de Septiembre de 1971.

Un niño de poco más de diez años, miraba temblorosamente la locomotora escarlata que llenaba de humo el andén 9¾.

El chiquillo era bajito y regordete para su edad. El cabello, casi rubio, caía desordenadamente alrededor de la cara, enmarcando el rostro redondo rostro. Los ojos, negros, astutos, muy pequeños, y muy brillantes, recordaban ligeramente a los de los roedores, cosa que acentuaban su piel, pálida y los largos incisivos que sobresalían de la boca.

—Vamos, Peter, querido. Tienes que subir al tren —le dijo al chico una sonriente mujer de unos cuarenta años, que guardaba bastante parecido con él.

—Ya voy, mamá — musitó, y la besó en la mejilla. Sus objetos personales ya estaban a bordo, así que no tenía ninguna excusa para retrasar más su partida.

Pero es que no quería ir. Añoraba su antigua escuela muggle, en la que había aprendido a leer y escribir, y a hacer cuentas sencillas. En fin, todo lo que las personas tanto mágicas como no mágicas debían de saber para controlar su vida.

Comenzó a caminar, tembloroso, hacia el expreso, mientras sentía los ojos de su madre clavados en él, llenos de esperanza, como si esperara que su chico hiciera algo grande.

Mientras avanzaba, el joven Peter comenzó a observar a sus compañeros; a algunos ya los conocía, aunque sólo de vista; su padre trabajaba en el Ministerio, en un puesto de poca monta, tristemente pagado, pero que le permitía tratar ccon decenas de magos al día.

Hubo dos chicos a los que reconoció al instante. Ambos eran hijos de importantes y ricas familias de sangre limpia. De hecho, a Peter le sonaba haberle oído decir a su padre, mientras despotricaba contra los sangre limpia, que sus familias estaban emparentadas.

Uno de ellos era alto, delgado. Tenía el pelo increíblemente negro y muy alborotado. Unas gruesas gafas camuflaban sus ojos marrones. Si Peter no se equivocaba, se trataba de James Potter.

El otro chico era algo más alto que su compañero, y daba la impresión de ser, también, un poco más fuerte. El cabello, negro, enmarcaba un rostro, pálido y extraordinariamente atractivo. Los ojos, una bonita combinación de gris y azul, eran fríos y distantes. El muchacho se llamaba Sirius Black, miembro de una de las familias más extremistas respecto a la pureza de sangre. A Peter le dieron escalofríos sólo de pensar en lo que le pasaría si el chico se enterase de que él era un mestizo.

También le llamó la atención el chico que acompañaba a Black y Potter, que le ayudaban a cargar su baúl en el tren. Tenía aspecto de ser alguien muy enfermizo y débil. La piel era de un pálido insano, mucho más blanca que la del propio Peter, cosa que resaltaba sus ojos, de un color extraño, amarillento. A Peter no le hubiera extrañado si hubiera caído al suelo en esos instantes, desmayado. Es más, le extrañaba que no le hubiese sucedido ya.

Cuando Black y Potter terminaron de cargar el baúl del chico, éste les dio las gracias. Se había sonrojado ligeramente, como si estuviera avergonzado por haber tenido que pedir ayuda para una cosa como esta. Black dijo algo que Peter no pudo oír, y luego le pasó un brazo por los hombros al chico, revolviendo sus castaños cabellos, mientras sonreía y las mejillas del otro se ponían aún más rojas.

Un sonido chirriante salió de la locomotora; era el último aviso antes de que se pusiera en marcha. Peter sacudió la cabeza, dejó de observar a los sangre limpia y a lo que parecía ser su nuevo amigo, y se apresuró en subir al tren. Quería encontrar un compartimento vacío y continuar la novela muggle que llevaba en la mano. Normalmente, no le gustaba leer, pero ese libro le había atrapado y ya no se separaría de él hasta acabarlo.

Logró encontrar el compartimiento adecuado a los quince minutos, después de recorrer dos veces todo el tren. Las voces que oyó cinco minutos después le hicieron saber que no podría viajar solo. Tenía claro que si alguien le pedía permiso para entrar no tendría más remedio que permitírselo.

Entonces, Black, el muchacho que había visto hacía un rato en el andén, abrió a medias la puerta, asomando la cabeza por ella, y le preguntó si podía pasar. Peter no se negó, claro. Las familias de sangre limpia de daban miedo, en realidad. Su padre solía hablar mal de ellos. Y los Black, decía, eran los peores.

—Claro, pasa.

Pero no fue Black el único en entrar al compartimiento. Tras él, entraron Potter y el muchacho enfermizo de antes, que se sentó al lado de Peter con una sonrisa tímida.

—Disculpa las molestias — musitó, enrojeciendo de nuevo. Peter supuso que el único momento en que su piel tenía un aspecto mínimamente saludable era cuando el chico se ruborizaba.

—No hay problema — sonrió Peter, y trató de enfrascarse en la lectura de su libro.

Pero no tardó ni dos minutos en dar su propósito por imposible, ya que Black le estaba tirando papelitos a la cabeza, tratando de llamar su atención infantilmente. Peter se sacudió las bolitas de papel que habían quedado atrapadas en su pelo, compuso una forzada sonrisa, y le preguntó:

—¿Quieres algo? — y Peter no se sorprendió al ver que el chico de gafas y Black esbozaban una sonrisa burlona. El muchacho enclenque no había abierto la boca, mientras sus ojos viajaban de Peter a los sangre limpia.

—¡Claro! ¡No nos hemos presentado! — hizo una especie de reverencia, sin borrar la sonrisa — Me llamo Sirius Black —le tendió una mano. Peter la estrechó, tembloroso —. Este es James Potter. — Señaló al chico con gafas, — me parece que somos primos segundos o algo así… —Peter asintió. — Y este es Remus Lupin — señaló al de ojos dorados, que esbozó una sonrisa tímida —. No hace mucho que lo conocemos, pero no hay que ser muy observador para saber que no habla demasiado.

—Yo soy Peter Pettigrew… -esquivó la mirada de Potter, que lo observaba, como interrogándolo.

Durante el viaje Remus y él apenas hablaron, Peter tratando de concentrarse en su libro, Remus intentando enfrascarse en sus propios pensamientos. Claro, que, era extremadamente difícil concentrarse teniendo a James Potter y Sirius Black hablando a gritos sobre Quidditch y otros temas que no le interesan a uno.