Bleach no me pertenece, y… no me lo recuerden ¬¬; le pertenece a Kubo Tite (uau… q nombre u.u) así que no me demanden.

Em… esta aclaración es para caps futuros, lo que sucede es que yo comencé a escribir este fic hace ya unos largos meses (… el año pasado ¬¬) y con la historia actual (me refiero al manga) quizá no concuerde del todo (sino es que con nada =P). Conclusión: espero que no sea un bodrio mental xD.

Shiba Kaien

-Kaien-dono…? – unos nebulosos ojos violeta, perdidos en el vacío, solo enfocaban el rostro de él.

Pronunciar su nombre, era lo único que podía hacer. Era lo único para lo que tenía fuerzas, estaba muy cansada, agotada. Su cuerpo pesaba, y aun así no sentía el piso que supuestamente la sostenía, a su alrededor solo veía oscuridad, no sentía ni frió ni calor, sus brazos y piernas caían con peso muerto, aunque esto no despertaba nerviosismo en ella, el cansancio era tal que por lo menos por ahora aquello no importaba mucho; solo importaba la imagen de hace un momento; no sentía absolutamente nada, ¿y que?... ni siquiera podía reconocer si estaba conciente.

Delirio.

Sintió el limitado movimiento de sus dedos, estos se crisparon de sorpresa, sorpresa que no podía expresar en su rostro puesto que absolutamente todos sus nervios estaban inmóviles, inertes; su cuerpo seguía sintiéndose pesado y sin fuerzas, parecía estar a punto de desmayarse; sus parpados se cerraban, el cansancio la estaba venciendo.

A pesar de la falta de fuerzas, creía ser capas de levantar su mirada una última vez, tenia que cerciorarse, esa persona…

Estaba ahí, era él.

Alegría.

- Kaien… - repitió. Ahora ella estiraba uno de sus brazos, extendiendo la palma de su mano hacia él; necesitaba tocarlo, sentirlo, reconocer su calidez, saber que en verdad era él; quería alcanzarlo, no podía desvanecerse de nuevo… no otra vez.

Sus vidriosos ojos, solo expresaban anhelo.

Lo único que podía reconocer entre toda esa oscuridad, entre todo ese silencio era el amable y ceñudo rostro de Kaien-dono. Su cabello negro, sus ojos… sus celestes ojos, el mismo porte altanero, la misma expresión de autosuficiencia; lejos, observaba su perfil mirando hacia otra dirección; no sabia si la había escuchado.

Y… de pronto, el dirigió su mirada hacia ella. La escucho. Y con ese simple gesto, termino por convencerse; distinguió su preocupación, su boca se entreabrió imperceptiblemente, sus ceño cedió, sus hombros se crisparon con sorpresa, sus ojos la miraban comprimidos, aunque no entendiera el porque, solo sabia que era él, Shiba Kaien.

Él dio un primer paso, se estaba acercando.

No supo descifrar la expresión que quiso aflorar en su rostro, no sentía ningún músculo facial, no sabía si estaba sonriendo pero sentía a su corazón regocijarse de alegría, eso era suficiente. Su brazo seguía extendido, anhelante; el pareció percibirlo puesto que su andar se torno mas a prisa y decidido, ella mantenía la mirada en sus ojos… ojos llenos de culpa.

¿Por qué?. Era ella quien debía sentir culpa, quien debía estar preocupada; era ella quien debía levantarse, expedirse de su inmovilidad e ir a su encuentro, debía ser ella quien apresurara el paso, era ella… quien debía develar esos ojos, no él.

Eso hizo que se sintiese aun peor, ahora sí que alguna expresión debía haberse manifestado en su rostro, ya que sintió las adormecidas mejillas tensionarse, sus músculos oculares caer en una seria expresión de tristeza, sus ojos oscureciéndose aun mas, justo antes de bajar la mirada con vergüenza, sus labios deberían estar presionándose con mucha fuerza, tratando de evitar lo evidente… un sollozo.

Mierda.

Soy una mocosa, una maldita mocosa.

Escuchó los pasos muy cerca, él ya estaba frente a ella; en ese momento examinó los músculos de su brazo, este seguía extendido, aunque cansado… al parecer su anhelante mano seguía en el mismo lugar, su anhelante llamado había prevalecido ante su, ahora muy segura, poca vergüenza; no podía pedirle que se acercara, no podía llamarlo de esa manera, no después de todo lo que sucedió, no podría siquiera mirarlo a los ojos. Con vergüenza – o sin ella - se dispuso a quitarla con rapidez, pero el suave tacto de sus manos la cubrió. Sus ojos se dilataron. Reconoció esa calidez.

Confuso.

No quería alzar la mirada, no podía alzarla, estaba dudando de su coherente cabeza en esos momentos. Imposible. Él no podía ser Kaien-dono; esa calidez, esos ojos, esa expresión, esa evidente amabilidad. Imposible. Kaien-dono… estaba muerto.

Mis pensamientos se quebraron.

Mierda.

Yo… lo mate, yo vi su rostro convertido en un hollow, un rostro inhumano; hambriento de almas… de mi alma; un rostro que sin duda no era el amable y cálido Kaien-dono.

Asustada, terroríficamente confundida.

Yo lo atravesé con mi zanpakutou, sentí la tibia sangre salir de su cuerpo y fluir entre mis manos, las cuales aun empuñaban mi espada; yo lo vi caer sobre mi regazo, yo sentí su último aliento en mi mejilla, yo escuche sus palabras de gratitud, aun cuando yo no las merecía.

Maldita sea.

Él me agradecía el no haberlo dejado morir solo, el permitirle dejar su corazón conmigo. No sabia cuanto me herían y alegraban esas palabras, pero el dolor sobrepaso cualquier atisbo de felicidad… él iba a morir, el brillo de su alma se estaba desvaneciendo; en verdad… le había matado.

Unas ultimas despedidas, frases hacia Ukitake-taichou y hacia mi… preocupación, ternura y compransiòn hacia mi.

No las merecía.

Intente sostenerte aun mas fuerte, en un estúpido intento de no dejarte ir, estoy segura de que solo sonreíste, y…dejaste tu corazón conmigo; y así… tu cuerpo se desvaneció en mis brazos, en medio de mis gritos.

El brillo de tu alma desapareció.

Todo lo acontecido esa noche surgió en ese instante; mi memoria, mis recuerdos seguían intactos, ningún detalle perdido, ningún sentimiento olvidado, todos y cada uno de ellos estaban mas que gravados en mi memoria: jamás se irían.

La tristeza, rabia y culpa jamás se irían.

Esto apoyo aun mas mi teoría, debía estar delirando… Kaien-dono se había ido, yo le había matado, así que quien estaba delante de mí no podía ser él.

Con temor, ella alzo su mirada, observando esa prominente mano cubriendo la suya.

Cálido.

El muchacho pareció percibirlo, atino a llamarla.

- ¿Rukia?... – pronunció. Con mucho temor, con mucho cuidado, sentía que si insistía un poco mas, como le estaban indicando sus instintos, ella se desmoronaría… parecía estar muy abrumada, cansada y sobretodo muy triste.

No era para menos.

Ella levanto su mirada, sus nebulosos y cristalinos ojos se enfocaron en él; no hubo tiempo para más, delirio o no, estos brillaron y sus labios se curvaron hacia una muy tierna y gratificante sonrisa.

Esto sorprendió un poco al muchacho, jamás había visto esa expresión de ternura en el rostro de Rukia, esa mirada y esa sonrisa tan… de mujer.

Probó con llamarla otra vez.

-¿Rukia… estas.?

-Kaien-dono… en verdad es..- su voz se corto, la enorme herida en su pecho no se hizo esperar, comenzaba a sangrar y la sangre fluía rápidamente por su cuerpo.

Tosía, tosía… y el liquido sanguinolento en su boca se presentaba… así que esto era lo que hacia sentirme como un vegetal, flácido y tambaleante. Duele, duele mucho, pero eso no soslayaba el hecho de tener a Kaien-dono sujetando su mano, aliviando su culpa y alegrando su corazón en ese preciso instante.

-Kaien…- intento, mas la sangre en su boca la ahogaba, era demasiada; por lo menos por ahora no podía hablar.

Se escucharon murmullos entre, al parecer, todas las demás personas que se encontraban alrededor; alguien sujetaba a Rukia por la espalda mientras ella estaba tendida en el suelo, personas reunidas alrededor de ella, otras tendidas unos pasos mas allá, tambaleantes y algo heridos pero concientes.

Nadie tan grave como ella, al parecer.

Uno de los muchachos más grandes, en estatura y musculatura, portaba el clásico kimono negro - traje de shinigami, frente tatuada, de mirada austera y afilada, un pelirrojo: Abarai Renji, se hallaba perturbado por lo escuchado de los labios de Rukia, más aun por aquella expresión… tan feliz.

-Rukia, él no es..-un brazo extendido lo callo, era el brazo del muchacho delgado que se hallaba delante de Rukia, el mismo muchacho que sostenía su mano, el mismo al que había llamado Kaien.

-Silencio Renji – fue todo lo que dijo.

Pensando en lo que iba a hacer, inclinando la mirada mientras sus naranjas cabellos cubrían sus ojos, mientras estos cubrían su estupor y tristeza… de cuyo origen no tenia ni idea, sonrió de lado con algo parecido a la melancolía, alzo la mirada enfocándose en los violetas ojos de Rukia.

-Si Rukia… soy yo.

Seee, ahí me quedo u.u

Si les gusto o disgusto, espero reviews ^0^

Uee, matta ne ^.^